sábado, 30 de junio de 2012

Sutra de Ksantivadin, el Sabio Paciente.

Esto he oído:
Cierta vez, el Buda estaba residiendo en el Bosque de los Bambús del pájaro Kalandaka, en la ciudad de Rajagriha. En aquel tiempo, poco después de que él hubiera alcanzado la Perfecta, Completa e Insuperable Iluminación, el Buda había ordenado a los Cinco, encabezados por Kaundinya, y posteriormente a Nadi Kashyapa y sus mil seguidores. Posteriormente, el Buda ordenó a muchos otros, y eran muchos los que practicaban el Dharma; toda la gente de Rajagriha estaba extremadamente contenta, y alababa al Buda de esta forma: “Ah, el Buda, el Tathagata, ha venido a este mundo, y es extremadamente maravilloso, puesto que Él ayuda a todos los pueblos y naciones.”
Y también decían: “Kaundinya fue el primer monje, y él y Nadi Kashyapa, puesto que fueron los primeros en encontrarse con el Buda, ahora son los primeros en degustar el néctar del Dharma.”
Cuando los monjes oyeron esto, se lo contaron detalladamente al Buda.
Entonces el Señor les dijo: “Hace mucho tiempo, yo con una mente firme hice el voto de que cuando alcanzase la Iluminación, los ayudaría a ellos en primer lugar, antes que a todos los demás.”
Cuando los monjes escucharon estas palabras de los labios del Buda, le preguntaron: “Señor, te pedimos que nos cuentes cómo en un lejano pasado, Tú hiciste un voto tan poderoso con una mente de compasión.”
Entonces el Buda dijo: “Bien, monjes. Escuchad atentamente, y recordad lo que os diré. Hace muchos eones, monjes, tantos eones que no se pueden contar, ni concebir, ni narrar, vivía un rey de Varanasi llamado Kalinga. En aquel tiempo, en las montañas de ese país, moraba un sabio renunciante llamado Ksantivadin, que tenía quinientos discípulos, y que practicaba la meditación en la paciencia.
También en cierta ocasión, el rey, junto con su reina, ministros, y séquito fueron a las montañas para disfrutar del paisaje, y divertirse allí. El rey se sintió cansado, y entonces se quedó dormido. Así que entonces la reina y sus damas se dirigieron al bosque para contemplar y admirar las flores; en el bosque ellas vieron al sabio Ksantivadin, con su cuerpo inmóvil, sentado en una serena majestad. Una mente de fe nació entonces en la reina y en sus damas, y le hicieron ofrendas de distintas clases de flores; y después se sentaron ante el sabio para escucharle hablar del Dharma.
Cuando el rey se despertó, miró a su alrededor, y viendo que la reina no se encontraba presente, se dirigió al bosque en su búsqueda. Cuando las encontró, las estuvo espiando viéndolas sentadas ante el sabio renunciante, y entonces él se dirigió al sabio preguntándole: “¿Has logrado los Cuatro Estados del Gozo?” A esto, el sabio le respondió que no.
Entonces el rey le preguntó que si había conseguido los Cuatro Inconmensurables de Brahma (Brahma-vihara), a lo que el sabio respondió que no.
Entonces el rey le preguntó que si había conseguido las cuatro concentraciones, a lo que también el sabio respondió que no. Ante estas respuestas el rey se enfadó, diciendo: “Puesto que tú no tienes ningún tipo de logro, eres un sinvergüenza. ¿Quién se podría fiar de ti, en este sitio solitario, rodeado por todas estas mujeres? ¿Qué tienes que decir en tu defensa para justificar el que vivas en este lugar tan solitario?”
El sabio respondió: “Aquí, en estas montañas, yo medito en la paciencia”
Desenvainando rápidamente su espada, el rey dijo: “Así que tú meditas en la paciencia, ¿no es así? Bien, te voy a matar. Veremos qué tipo de paciencia es la tuya.” Y tras decir esto, le cortó al sabio las dos manos.
“¿Ahora, quién eres?” le preguntó el rey.
“Soy Ksantivadin” replicó el sabio asceta.
Entonces el rey le cortó sus dos pies con su espada.
“¿Quién eres ahora?” preguntó el rey.
“Soy Ksantivadin” volvió a responder el sabio.
En aquel momento, los cielos y la tierra temblaron de seis formas diferentes, y los quinientos discípulos del sabio vinieron volando por los aires hasta el lugar en el que este se encontraba.
Cuando le vieron en aquel estado, los discípulos le preguntaron: “Maestro, mientras padecías estos insoportables sufrimientos, ¿no has perdido el pensamiento de la paciencia?”
El sabio contestó: “Mi mente nunca ha estado separada de la paciencia ni un solo instante”
Aterrorizado como estaba, el rey le dijo al sabio: “Ah Sabio, cuando me dijiste que eras Ksantivadin, ¿Quién lo hubiera creído?”
El sabio dijo: “Mis palabras no son falsas. Si mis palabras son verdaderas, ¡que pueda mi sangre volverse como leche, y que puedan mis miembros amputados volver a ser como eran antes!”
Apenas el sabio hubo acabado de pronunciar estas palabras, su sangre se convirtió en leche, y sus miembros volvieron a estar como estaban antes.
Al ver esto, el rey se sintió aún más aterrorizado, y dijo: “¡Gran sabio! Yo te he herido debido a la ignorancia y al apego. Yo confieso ante ti todas estas faltas, ¿Tendrás compasión de mi?”
El sabio respondió: “Fue debido a tu apego hacia estas mujeres por lo que tú cortaste mis miembros con una espada. Esto no me hirió porque mi paciencia es como la tierra. Cuando yo alcance la Iluminación de un Buda, yo cortaré tus tres venenos con la espada de la sabiduría”
Cuando los dioses y los nagas de aquellas montañas vieron que el rey había herido al sabio asceta, reunieron y acumularon las nubes, y las trajeron todas juntas. Los nagas rugieron, y arrojaron rayos y truenos desde el cielo, y el rey y sus acompañantes, aterrorizados y viéndose al borde de la muerte, clamaron: “¡Gran Sabio, ten compasión y sálvanos!”
Cuando el sabio les ordenó a los dioses y nagas que no mataran a ningún ser vivo por salvarle a él, estos se calmaron, y desaparecieron.
El rey, tras haber confesado sus faltas, invitó al sabio a su palacio, y le honró con diversos tipos de ofrendas. Cuando mil mendicantes seguidores de otros maestros vieron al rey y a su séquito honrando al sabio Ksantivadin y creyendo en él, llegaron a sentir envidia, y arrojaron basura sobre el sabio.
Los mendicantes que en aquel tiempo arrojaron basura sobre mí, ahora son  Nadi Kashyapa y sus mil monjes. Por mi meditación en la paciencia en aquellos tiempos, generé el voto de que cuando yo alcanzara la Perfecta, Completa e Insuperable Iluminación, yo limpiaría sus impurezas con la lluvia del amrita, y sus apegos serían completamente purificados.
¡Oh ,monjes! No penséis que en aquellos tiempos, y bajo aquellas circunstancias, el sabio asceta Ksantivadin era otro que no fuera yo. Kaundinya y los otros cuatro, eran el rey Kalinga y sus cuatro ministros. Cuando yo medité en la paciencia en aquellos tiempos, hice el voto de que cuando yo alcanzase la Perfecta, Completa, e Insuperable Iluminación, en primer lugar los liberaría a ellos del sufrimiento; y ahora que ya he alcanzado la Suprema Iluminación, indudablemente los he liberado a ellos los primeros.”
Entonces los monjes creyeron las palabras del Buda, y encontraron gran regocijo en ellas.



Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.




martes, 26 de junio de 2012

Sutta Lokavipatti (Los Ocho Intereses Mundanos)

“Monjes, estos ocho intereses mundanos giran tras el mundo, y el mundo gira tras estos ocho intereses. ¿Qué ocho? Son la ganancia, la pérdida, la fama, la irrelevancia, la crítica, la alabanza, el placer, y el dolor. Estos son los ocho intereses mundanos que giran tras el mundo, y el mundo gira tras estos intereses mundanos.

Para una persona ordinaria existe el surgir de la ganancia, pérdida, fama, irrelevancia, crítica, alabanza, placer, y dolor. Para un discípulo de los Nobles que esté bien instruido, también existe el surgir de la ganancia, pérdida, fama, irrelevancia, crítica, alabanza, placer, y dolor. ¿Así que cual es la diferencia, cual la distinción, cual es el factor distintivo entre un discípulo bien instruido de los Nobles, y una persona ordinaria no instruida?”

Los monjes entonces dijeron: “Señor, para nosotros las enseñanzas tienen al Bendito como su raíz, como su guía, y como su juez árbitro. Sería bueno si el Bendito nos explicara el significado de esta afirmación. Habiéndolo escuchado del Bendito, los monjes lo recordaremos”

El Buda respondió: “En ese caso monjes, escuchad y prestad atención”

Los monjes respondieron: “Como tú digas, Señor”

Entonces el Bendito dijo:”La ganancia surge para una persona ordinaria. Él no reflexiona:”La ganancia ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

La pérdida surge. El no reflexiona:”La pérdida ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

La fama surge. El no reflexiona: “La fama ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

La irrelevancia surge. El no reflexiona: “La irrelevancia ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

La crítica surge. El no reflexiona: “La crítica ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

La alabanza surge. El no reflexiona: “La alabanza ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

El placer surge. El no reflexiona: “El placer ha surgido para mí. Es inconstante, doloroso, y está sujeto al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

El dolor surge. El no reflexiona: “El dolor ha surgido para mí. Es inconstante, doloroso, y está sujeto al cambio.” El no discierne tal y como es verdaderamente.

Su mente permanece consumida con la ganancia. Su mente permanece consumida con la pérdida. Su mente permanece consumida con la fama. Su mente permanece consumida con la irrelevancia. Su mente permanece consumida con la crítica. Su mente permanece consumida con la alabanza. Su mente permanece consumida con el placer. Su mente permanece consumida con el dolor.

El se alegra cuando surge la ganancia, y se rebela contra el surgir de la pérdida. El se alegra cuando surge la fama, y se rebela contra el surgir de la irrelevancia. El se alegra cuando surge la alabanza, y se rebela contra el surgir de la crítica. El se alegra cuando surge el placer, y se rebela contra el surgir del dolor. Como él está alegrándose y rebelándose, el no está liberado del nacimiento, la vejez, y la muerte; de los pesares, lamentaciones, penas, dolores, y desesperación. Yo os digo que él no es liberado del sufrimiento y del dolor.

Ahora bien, la ganancia surge para un discípulo de los Nobles bien entrenado. El reflexiona: “La ganancia ha surgido para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

La pérdida surge. El reflexiona: “La pérdida surge para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

La fama surge. El reflexiona: “La fama surge para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

La irrelevancia surge. El reflexiona: “La irrelevancia surge para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

La crítica surge. El reflexiona: “La crítica surge para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.”  El discierne tal y como es verdaderamente.

La alabanza surge. El reflexiona: “La alabanza surge para mí. Es inconstante, dolorosa, y está sujeta al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

El placer surge. El reflexiona: “El placer surge para mí. Es inconstante, doloroso, y está sujeto al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

El dolor surge. El reflexiona: “El dolor surge para mí. Es inconstante, doloroso, y está sujeto al cambio.” El discierne tal y como es verdaderamente.

Su mente no permanece consumida con la ganancia. Su mente no permanece consumida con la pérdida. Su mente no permanece consumida con la fama. Su mente no permanece consumida con la irrelevancia. Su mente no permanece consumida con la crítica. Su mente no permanece consumida con la alabanza. Su mente no permanece consumida con el placer. Su mente no permanece consumida con el dolor.

No se alegra cuando surge la ganancia, ni se rebela contra el surgir de la pérdida. No se alegra con el surgir de la fama, ni se rebela contra el surgir de la irrelevancia. No se alegra con el surgir de la alabanza, ni se rebela contra el surgir de la crítica. No se alegra con el surgir del placer, ni se rebela contra el surgir del dolor. Así, abandonando el apego y el rechazo, el es liberado del nacimiento, la vejez, y la muerte; de los pesares, lamentaciones, penas, dolores, y desesperación. Yo os digo que él es liberado del sufrimiento y del dolor.

Esta es la diferencia, esta es la distinción, este es el factor distintivo entre un discípulo de los Nobles bien entrenado, y una persona ordinaria sin instrucción.

 

Ganancia y pérdida;

Fama e irrelevancia;

Crítica y alabanza;

Placer y dolor;

Entre los seres humanos, estas condiciones

Son inconstantes,

Impermanentes,

Sujetas a cambio.

 

Sabiendo esto, la persona sabia, consciente,

Pondera estas condiciones cambiantes.

Las cosas deseables no encadenan a la mente,

Las cosas no deseables no provocan rechazo.

 

Su apego y su rechazo son disipados,

Yendo hacia su fin,

No existen.

Conociendo el estado inmaculado y sin dolor,

Él discierne correctamente,

El ha ido, más allá del devenir,

A la Orilla del Más Allá.

 

 

Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

 

domingo, 24 de junio de 2012

Sutra al Príncipe Abhaya. (Sobre el habla correcta)

En Pali: Abhaya Raja Kumara Sutta.
Majima Nikaya 58.

Esto he oído: En cierta ocasión el Bendito permanecía cerca de Rajagaha, en el Bosque de Bambús, en el Santuario de las Ardillas.
Entonces, el Príncipe Abhaya se dirigió a dónde estaba Nigantha Nataputta, y después de llegar, tras haberse postrado ante él, se sentó a un lado. Cuando estaba ya sentado, Nigantha Nataputta le dijo: “Vamos, Príncipe. Refuta las palabras del contemplativo Gotama, y esta admirable noticia sobre ti se difundirá hasta los confines más lejanos:”¡Las palabras del contemplativo Gotama, tan potentes, tan poderosas, fueron refutadas por el Príncipe Abhaya!”
El Príncipe preguntó: “Venerable Señor, ¿Pero cómo refutaré yo las palabras del contemplativo Gotama, que son tan potentes, tan poderosas?”
Entonces Nigantha Nataputta le respondió: “Vamos, Príncipe. Vete a dónde se encuentra el contemplativo Gotama, y cuando llegues dile esto:” Venerable Señor, ¿Diría el Tathagata palabras que no sean agradables, y que desagraden a los demás?” Entonces, si el contemplativo Gotama, al ser preguntado de este modo, te contesta: “El Tathagata diría palabras que no sean agradables, y que desagraden a los demás”, tú debieras de decir: “Venerable Señor, ¿Entonces cuál es la diferencia entre tú y toda la gente ordinaria? Porque la gente ordinaria pronuncia palabras que no son agradables, y que desagradan a los demás”
Pero si al preguntarle esto, el contemplativo Gotama contesta:”El Tathagata no pronuncia palabras no sean agradables, y que desagraden a los demás”, tú deberías decir:” Venerable Señor, ¿entonces no dijiste tú de Devadatta que: “Devadatta va camino de la indigencia, Devadatta va camino del infierno, Devadatta será hervido durante un eón, Devadatta es incurable”? Para Devadatta fue molesto, y estaba disgustado con esas palabras tuyas”
Cuando el contemplativo Gotama sea interrogado por estas dos preguntas con puntas tuyas, él no será capaz de tragarlas, ni de escupirlas. Será lo mismo que si una “castaña de dos cuernos” se clavara en el cuello de un hombre: él no podría ni tragarla, ni escupirla. De la misma forma, el contemplativo Gotama, cuando tú le preguntes estas dos cuestiones con puntas, no será capaz de tragarlas, ni de escupirlas.”
El Príncipe Abhaya respondió: “Como digas, Venerable Señor”, y se levantó de su asiento, se postró ante Nigantha Nataputta, le circunvaló, y se fue entonces a dónde se encontraba el Bendito. Cuando llegó, se postró ante el Bendito, y se sentó a un lado. Cuando estaba sentado allí, miró hacia el Sol y pensó: “Hoy no es el momento para refutar las palabras del Bendito. Mañana, en mi propia casa, yo pondré en evidencia las palabras del Bendito.”
Así que le dijo al Bendito: “Pueda el Bendito, junto con otros tres, aceptar mi oferta de una comida mañana.”
El Bendito, en silencio, aceptó.
Entonces, el Príncipe Abhaya, comprendiendo la aceptación del Bendito, se levantó de su asiento, se postró ante el Bendito, le circunvaló, y se fue.
Cuando pasó la noche, a primeras horas de la mañana, el Bendito se puso sus hábitos y, llevando su cuenco, y el hábito exterior, se dirigió hacia el hogar del Príncipe Abhaya. Cuando llegó, se sentó en un asiento que ya le estaba dispuesto. El Príncipe Abhaya, con su propia mano, sirvió y satisfizo al Bendito con comida de gran calidad, y de inferior calidad.  Entonces, cuando el Bendito hubo comido, y apartado su mano de su cuenco, el Príncipe Abhaya cogió un asiento más bajo, y se sentó a un lado.
Cuando estuvo sentado allí, le dijo al Bendito: “Venerable Señor, ¿Diría el Tathagata palabras que no sean agradables y que desagraden a los demás?”
El Buda respondió: “Príncipe, no puede responderse con un sí, o un no, categórico a esa pregunta.”
El Príncipe exclamó: “Venerable Señor, con esto los Niganthas son destruidos.”
El Bendito preguntó: “Pero Príncipe, ¿Por qué dices “Venerable Señor, con esto los Niganthas son destruidos?”
El Príncipe le respondió: “Venerable Señor, precisamente ayer yo fui a dónde Nigantha Nataputta, y él me dijo: “Vamos Príncipe. Ve al contemplativo Gotama, y cuando llegues dile esto:”Venerable Señor, ¿Diría el Tathagata palabras que sean desagradables, y que desagraden a los demás?”  Será lo mismo que una “castaña de dos cuernos” que se clavara en el cuello de un hombre: él no podría tragarla, ni escupirla. De la misma forma, el contemplativo Gotama, cuando tú le preguntes estas dos cuestiones con puntas, no será capaz de tragarlas, ni de escupirlas.”
En aquellos momentos, un niño pequeñito estaba tumbado boca hacia arriba en el regazo del Príncipe. Así que el Bendito le dijo al Príncipe: “¿Qué piensas Príncipe? Si este niñito, debido a tu propia negligencia, o la de la cuidadora, tuviera un trozo de palo, o de grava, en su boca, ¿Qué harías?”
El Príncipe contestó: “Se la quitaría, Venerable Señor. Y si no pudiera sacárselo fácilmente, entonces cogería su cabeza con mi mano izquierda, y metiendo un dedo de mi mano derecha se lo sacaría, aunque ello supusiera el hacerle sangre. ¿Por qué? Porque siento simpatía hacia este niñito”
Entonces el Buda dijo: “Príncipe, de la misma forma:
1.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que son carentes de base, que son falsas, que no sirven para el logro, que son desagradables, y que desagradan a los demás, él no las pronuncia.
2.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que tienen base, que son verdaderas, que no sirven para el logro, que son desagradables, y que desagradan a los demás, él no las pronuncia.
3.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que tienen base, que son verdaderas, que sirven para el logro, pero que son desagradables, y que desagradan a los demás, él tiene un sentido adecuado del momento apropiado para decirlas.
4.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que son carentes de base, que son falsas, que no sirven para el logro, pero que son agradables, y que agradan a los demás, él no las pronuncia.
5.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que tienen base, que son verdaderas, que no sirven para el logro, pero que son agradables, y que agradan a los demás, él no las pronuncia.
6.      En el caso de palabras que el Tathagata sabe que tienen base, que son verdaderas, que sirven para el logro, y que son agradables, y que agradan a los demás, él tiene un sentido adecuado del momento apropiado para decirlas. ¿Por qué es así? Porque el Tathagata tiene simpatía por todos los seres vivos.
Entonces el Príncipe dijo: “Venerable Señor, cuando los nobles sabios o sacerdotes, cabezas de familia o contemplativos, tras formular preguntas, vienen al Tathagata y lo interrogan ¿Esta línea de razonamiento se le aparece a su consciencia de antemano(“Si estos que se acercan me preguntan esto, al preguntarme así,  yo contestaré de esta forma”) o viene el Tathagata con  la respuesta a punto?
El Buda respondió: “En ese caso, Príncipe, te contestaré con otra pregunta. Contesta como tu veas más adecuado. ¿Qué piensas: eres buen conocedor de las partes de un carruaje?”
El Príncipe contestó: “Si, Venerable Señor, yo soy un buen conocedor de las partes de un carruaje.”
El Bendito prosiguió: “¿Y qué piensas cuando la gente viene y te pregunta:”¿Cuál es el nombre de esta parte del carruaje?” ¿Aparece esta línea de razonamiento de antemano (si aquellos que se aproximan me preguntan esto, yo al ser preguntado así, contestaré de esta forma) o vienes con la respuesta a punto?”
A ello el Príncipe respondió: “Venerable Señor, yo soy conocido como alguien buen conocedor de las partes de un carruaje. Todas las partes de un carruaje me son perfectamente conocidas. Yo vengo con la respuesta a punto”
El Bendito entonces dijo: “Príncipe, de la misma forma, cuando los nobles sabios o sacerdotes, cabezas de familia o contemplativos, habiendo formulado preguntas, vienen al Tathagata y le preguntan, el viene con la respuesta a punto. ¿Por qué es así? Porque la naturaleza del Dharma está completamente penetrada por el Tathagata. De su completa penetración de la naturaleza del Dharma, viene el estar con la respuesta a punto.”
Cuando esto fue pronunciado, el Príncipe Abhaya le dijo al Bendito: “¡Magnífico, Venerable Señor, Magnífico! Es como si fuera puesto boca hacia arriba lo que estaba hacia abajo, como si fuera revelado lo que estaba oculto, como si se le mostrara el camino a quien está perdido, o como llevar una lámpara en la oscuridad para que aquellos con ojos puedan ver las formas. De la misma forma, el Bendito, a través de muchas líneas de razonamiento, ha clarificado el Dharma. Yo tomo refugio en el Buda, en el Dharma, y en la Sangha de los monjes, a partir de este día, de por vida”



Traducido del Pali por el Bhikkhu Thanissaro.

Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.





sábado, 23 de junio de 2012

Sutta del Lokayatika.

Samyutta Nikaya: SN 77

Cierta vez, mientras el Buda permanecía en Savatthi, un brahmán lokayatika (antigua escuela India de pensamiento cuyos razonamientos derivan de la leyes físicas que se observan en el cosmos) fue a donde se encontraba el Buda, y tras llegar, intercambió corteses saludos con él. Después un cruce de amistosos y corteses saludos, él se sentó a un lado.
Una vez que estuvo sentado, le dijo al Bendito: “Bien, entonces, Maestro Gotama, ¿Existe el Todo?”
El Buda respondió: “Brahmán, “Todo existe” es la principal forma de la doctrina de quienes se basan en el conocimiento del cosmos.
El brahmán preguntó: “Entonces, Maestro Gotama, ¿El Todo no existe?”
El Buda dijo: “Brahmán, “El Todo no  existe” es la segunda forma de la doctrina de quienes se basan en el conocimiento del cosmos.
El brahmán dijo: “Entonces, Maestro Gotama, ¿Es el Todo una Unidad?”
El Buda respondió: “Brahmán, “El Todo es una Unidad” es la tercer forma de la doctrina de quienes se basan en el conocimiento del cosmos.
Entonces, el brahmán preguntó: “Entonces, ¿Es el Todo la Multiplicidad?”
A ello, el Buda respondió: “Brahmán, “El Todo es la Multiplicidad” es la cuarta forma de la doctrina de quienes se basan en el conocimiento del cosmos. Evitando esos dos extremos ( de existencia y de no existencia), el Tathagata enseña el Dharma del camino del medio: a partir de la ignorancia como condición necesaria, vienen las fabricaciones kármicas. A partir de las fabricaciones kármicas como condición necesaria, viene la consciencia. A partir de la consciencia como condición necesaria, viene el nombre y la forma. A partir del nombre y la forma como condición necesaria, vienen las seis facultades sensoriales. A partir de las seis facultades sensoriales como condición necesaria, viene el contacto. A partir del contacto como condición necesaria, viene el sentimiento. A partir del sentimiento como condición necesaria, viene el anhelo. A partir del anhelo como condición necesaria, viene el aferramiento. A partir del aferramiento como condición necesaria, viene el devenir. A partir del devenir como condición necesaria, viene el nacimiento. A partir del nacimiento como condición necesaria, aparece entonces la vejez y la muerte, el pesar, la lamentación, la pena, el dolor, y la desesperación. Así es la originación de toda esta gran cantidad de dolor y de sufrimiento.
Ahora, de que se vaya apagando poco a poco y del cese de toda ignorancia, viene el cese de las fabricaciones kármicas. Del cese de las fabricaciones kármicas, viene el cese de la consciencia. Del cese de la consciencia, viene el cese de nombre y forma. Del cese de nombre y forma, viene el cese de las seis facultades sensoriales. Del cese de las seis facultades sensoriales, viene el cese del contacto. Del cese del contacto, viene el cese del sentimiento. Del cese del sentimiento, viene el cese del anhelo. Del cese del anhelo, viene el cese del aferramiento. Del cese del aferramiento, viene el cese del devenir. Del cese del devenir, viene el cese del nacimiento. Con el cese del nacimiento, entonces cesan también la vejez y la muerte, el pesar, la lamentación, la pena, el dolor, y la desesperación. Así es el cese de toda esta gran cantidad de dolor y sufrimiento.”
Tras oír esto, el brahmán exclamó: “!Magnífico, Maestro Gotama! ¡Magnífico! Es como si se hubiera colocado boca hacia arriba lo que estaba hacia abajo, como si se hubiera revelado lo que estaba escondido, se mostrara el camino a quien está perdido, o como llevar una lámpara en la oscuridad para que aquellos que tengan ojos puedan ver las formas; de esa misma forma ha clarificado el Dharma el Maestro Gotama, empleando muchas líneas de razonamiento.
Yo tomo refugio en el Maestro Gotama, en el Dharma, y en la Sangha de los monjes. ¡Qué pueda el Maestro Gotama recordarme como un seguidor laico que ha tomado refugio en Él, a partir del día de hoy, de por vida.”

Traducido al inglés por Bhikku Thanissaro.
 
Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

jueves, 21 de junio de 2012

Sutra a Singala (Singala Sutta) El Chacal.

Cierta vez el Buda estaba morando en Savatthi; entonces se dirigió a los monjes diciendo: “¡Monjes! Las ganancias, ofrendas, y la fama son una cosa cruel; un obstáculo duro y amargo para el logro de la insuperable liberación.

¿Habéis oído al chacal aullando a últimas horas de la noche?”

Los monjes respondieron: “Sí, Señor”

El Buda prosiguió: “Ese chacal está sufriendo de sarna. No encuentra placer tanto que vaya a un risco, esté al pie de un árbol, o al aire libre. Dondequiera que vaya, dondequiera que esté de pie, o sentado, o tumbado, está hundido en la miseria.

De la misma forma, existe el caso en el que cierto monje está conquistado por las ganancias, las ofrendas, y por la fama, y su mente está consumida. No encuentra placer tanto que vaya a un lugar solitario, o al pie de un árbol, o al aire libre. Dondequiera que vaya, dondequiera que esté de pie, dondequiera que se siente, o dondequiera que se acueste, él está hundido en la miseria. Así es como son de crueles las ganancias, las ofrendas, y la fama: son un duro y amargo obstáculo para el logro de la Insuperable liberación.

Por lo tanto, deberíais de entrenaros así: “Nosotros dejaremos cualquier ganancia, ofrenda, y fama que nos aparezcan; y no permitiremos que cualquier ganancia, ofrenda, y fama que nos aparezcan tengan consumidas a nuestras mentes. Así es como debierais de entrenaros”

 

Traducido del Pali por el Bhikkhu Thanissaro.

 

Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

 

sábado, 16 de junio de 2012

Jataka Nº 322 El Sonido que Oyó la Liebre. (Duddubha Jataka)

Una mañana, mientras algunos monjes estaban haciendo su ronda de limosnas en Savatthi, pasaron junto a varios ascetas de diferentes sectas que estaban practicando austeridades. Algunos de ellos estaban totalmente desnudos, y se acostaban sobre espinas. Otros se sentaban en torno a un ardiente fuego bajo el calor abrasador del Sol.
Más tarde, mientras los monjes estaban hablando de los ascetas, ellos le preguntaron al Buda: “Señor, ¿Hay alguna virtud en aquellas prácticas ascéticas tan extremadas?”
El Buda les respondió: “No monjes, no hay ni virtud, ni ningún mérito especial en ellas. Cuando son examinadas y comprobadas, son como un sendero sobre un estercolero, o como el sonido que oyó la liebre.”
Perplejos, los monjes dijeron: “Señor, nosotros no sabemos nada de ese sonido. Por favor, dinos que fue.”
Ante su petición, el Buda les contó esta historia del remoto pasado.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando Brahmadatta estaba reinando en Varanasi, el Bodhisattva nació como un león en un bosque, cerca del Océano Occidental. En una parte de ese bosque había una arboleda de palmas que estaba mezclada con árboles de belli. En esa arboleda vivía una liebre bajo un arbolito de palma, a los pies de un árbol de belli.
Un día la liebre se encontraba bajo el joven árbol de palma, pensando ociosamente: “Si esta tierra fuese destruida, ¿Qué me pasaría a mí?”
En aquél mismo instante, sucedió que cayó un fruto maduro del árbol de belli, y golpeó la hoja de palma haciendo un fuerte “¡THUD!”
Asustada con este sonido, la liebre brincó, y exclamó: “¡La tierra se está colapsando!” E inmediatamente huyó, sin ni tan siquiera echar una mirada hacia atrás.
Otra liebre, viéndola pasar corriendo para salvar su vida, le preguntó: “¿Qué va mal?”, y también comenzó a correr.
“¡No preguntes!” jadeó la primera. Esto alarmó aún más a la segunda, y aceleró para seguirla.
“¿Qué va mal?” preguntó de nuevo.
Parando tan solo un momento, la primera de las liebres exclamó: “¡La Tierra se está rompiendo!”. Ante esto, las dos escaparon juntas.
Su miedo era contagioso, y otras liebres se les unieron hasta que todas las liebres de aquel bosque huyeron juntas. Cuando otros animales vieron la conmoción y preguntaron acerca de qué iba mal, ellas con la respiración entrecortada les decían:”¡La Tierra se está destruyendo!”, y entonces ellos también comenzaban a correr para salvar sus vidas. De esta forma, a las liebres pronto se les unieron rebaños de ciervos, de jabalíes, de alces, de búfalos, de toros salvajes, y también rinocerontes, una familia de tigres, y algunos elefantes.
Cuando el león vio esta amplia estampida de animales, y oyó la causa de esta huida, pensó: “Verdaderamente, la Tierra no se está acabando. Tiene que haber sido algún sonido que ellos han interpretado mal. Si yo no actúo con rapidez, ellos morirán. ¡Tengo que salvarlos!”
Entonces, corriendo tan rápido como solo él podía correr, se puso frente a ellos, y rugió tres veces. Ante el sonido de su poderosa voz, todos los animales se pararon donde estaban. Jadeantes, juntos temblaban de miedo. El león se acercó, y les preguntó por qué estaban corriendo.
Ellos le respondieron: “¡Se está colapsando la Tierra!”
“¿Quién la vio colapsarse?” preguntó el león.
Algunos animales contestaron: “Los elefantes saben todo al respecto.”
Cuando les preguntó a los elefantes, ellos dijeron: “Nosotros no sabemos nada. Los tigres lo saben.”
Los tigres dijeron: “Los rinocerontes lo saben.” Los rinocerontes dijeron: “Los toros salvajes lo saben.” Los toros salvajes dijeron: “Los búfalos lo saben.” Los búfalos dijeron: “Los alces lo saben.” Los alces dijeron: “Los jabalíes lo saben.” Los jabalíes dijeron: “Los ciervos lo saben.” Los ciervos dijeron: “Las liebres lo saben.”
Entonces cuando les preguntó a las liebres, ellas le indicaron una en particular, y dijeron: “Esta nos lo contará.”
El león le preguntó: “Señor,¿ es verdad que la tierra se está rompiendo?”
La liebre dijo: “Sí ,señor. Yo lo vi”
El león volvió a preguntar: “¿Dónde estabas cuando lo viste?”
La liebre contestó: “En el bosque, en una arboleda de palmas mezclada con árboles de belli. Yo estaba tumbado bajo una palma, a los pies de un árbol de belli, pensando: “Si esta tierra fuese destruida ,¿qué sería de mí?” En ese mismo instante oí el sonido de la tierra rompiéndose, y huí”
Tras escuchar esta explicación, el león se dio cuenta exactamente de lo que había sucedido realmente, pero quiso verificar sus conclusiones, y demostrar la verdad a los demás animales.
El gentilmente logró calmar a los animales, y les dijo: “Yo cogeré a la liebre, y juntos iremos a ver si la tierra se está acabando o no dónde él dice que lo está. Hasta que volvamos, esperad aquí.”
Colocando a la liebre sobre su espalda de color ámbar, él corrió a toda velocidad de vuelta hacia ese bosque. Entonces posó a la liebre y le dijo: “Vamos, muéstrame el lugar que tú dices”
La liebre contestó: “No me atrevo, señor.”
“No temas” dijo el león.
La liebre, temblando de miedo, no quería arriesgarse a ir cerca del árbol de belli. El solo podía apuntar, y decir: “Hacia allí, señor, es el lugar del terrible sonido.”
El león fue hacia el lugar que le indicó la liebre. Pudo ver el lugar en el que la liebre estuvo tumbada sobre la hierba, y vio el fruto maduro de belli que había caído en la hoja de palma. Habiéndose asegurado cuidadosamente de que la tierra no se estaba rompiendo, subió de nuevo a la liebre sobre su espalda, y volvieron a dónde estaban esperando los animales.
Les dijo lo que había encontrado, y dijo: “No tengáis miedo.” Ya confiados, todos los animales volvieron a sus lugares habituales, y reasumieron sus habituales rutinas.
Aquellos animales se habían puesto ellos mismos en un gran peligro porque ellos escucharon rumores y miedos infundados, en vez de intentar encontrar ellos mismos la verdad. Verdaderamente, de no haber sido por el león, aquellas bestias se habrían precipitado al mar, y perecido. Fue solo debido a la sabiduría y compasión del Bodhisattva por lo que ellos escaparon de la muerte.
Tras concluir la historia, el Buda identificó el nacimiento: “En aquel tiempo, yo era el león”



Trad, por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

miércoles, 13 de junio de 2012

Jataka Nº 190 Un Buen Amigo (Silanisamsa Jataka)

El Buda contó esta historia referente a un piadoso seguidor laico estando en el Monasterio de Jetavana.

Una mañana, cuando este discípulo lleno de fe llegó a las orillas del Rio Aciravati, en su camino hacia Jetavana a dónde se dirigía para escuchar al Buda, se encontró con que no había barcas en el punto de embarque. Los barqueros habían llevado sus barcas hacia la otra orilla, que estaba muy lejana, y ellos también se habían marchado para escuchar al Buda. La mente del discípulo estaba tan absorta y llena de deleitosos pensamientos acerca del Buda, que aunque se puso a caminar por el río, sus pies no se hundían bajo la superficie y andaba a través del agua como si fuera sobre tierra seca. Sin embargo, cuando se dio cuenta de las olas al alcanzar la mitad del rio, su éxtasis aminoró, y sus pies comenzaron a hundirse. Pero tan pronto como concentró su mente en las cualidades del Buda, sus pies se elevaron, y fue capaz de seguir lleno de gozo caminando sobre las aguas.

Cuando llegó a Jetavana, él le rindió sus respetos al Maestro, y se sentó a un lado.

El Buda dijo dirigiéndose al discípulo: “Buen laico, espero que no hayas tenido contratiempos en tú camino.”

El discípulo respondió: “Venerable Señor, mientras venía hacia acá, yo estaba tan absorto en pensamientos sobre el Buda que cuando llegué al rio, fui capaz de andar a través de él lo mismo que si fuera sólido.”

Entonces el Buda dijo: “Amigo mío, tú no eres el único que ha sido protegido de esta forma. En tiempos remotos, unos piadosos laicos fueron recogidos por un barco en medio del océano, y ellos se salvaron gracias al recordar las virtudes de un Buda.”

Entonces, a requerimiento del hombre, el Buda contó esta historia del pasado.

Hace mucho, mucho tiempo, en la época del Buda Kassapa, un discípulo laico que ya había entrado en el sendero, compró un pasaje en un barco junto con uno de sus amigos, un rico barbero. La esposa del barbero le pidió a este discípulo que cuidara de su marido.

Una semana después de que el barco abandonara el puerto, se hundió en medio del océano. Los dos amigos se salvaron al poder cogerse a una tabla, y finalmente fueron arrastrados hasta una isla desierta. Hambriento, el barbero mató algunos pájaros, los cocinó, y ofreció una parte de su comida al seguidor del Buda.

Él le contestó: “No, gracias. Estoy bien.”

Entonces comenzó a pensar para sí: “En este lugar tan solitario, no tenemos ayuda ninguna salvo la de las Tres Joyas.”

Cómo se sentó a meditar en las Tres Joyas, un rey Naga que había nacido en esa isla, se transformó en un hermoso barco lleno de las siete cosas preciosas. Los tres mástiles estaban hechos de zafiro, las tablas y el ancla eran de oro, y las cuerdas de plata.

El timonel, que era un espíritu del mar, se levantó en cubierta y gritó: “¿Hay algún pasajero para India?”

El discípulo contestó: “Sí, ahí es donde vivimos”

“Pues entonces, sube a bordo” dijo el espíritu.

El hombre se agarró para subir a bordo del hermoso navío, y se volvió para llamar a su amigo el barbero.

Entonces el espíritu del mar le dijo: “Tú sí que puedes venir, pero él no”

¿Y por qué no?”  preguntó el discípulo.

El espíritu le contestó: “Porque él no lleva una vida de virtud. Yo traje este barco para ti, pero no para él.”

Ante esto, el laico le anunció: “En ese caso, todos los regalos que yo he dado, todas las virtudes que yo he practicado, todos los poderes que yo he desarrollado, de todos ellos le doy el  fruto a él.”

“¡Gracias, Maestro!” sollozó el barbero.

Muy bien, podéis subir los dos a bordo” les dijo el espíritu.

El barco transportó a los dos hombres a través del mar, y remontó el Rio Ganges. Tras dejarlos sanos y salvos en su hogar en Varanasi, el espíritu del mar utilizó su poder mágico para crear una inmensa riqueza para ambos. Entonces, elevándose en el aire, instruyó a los hombres y a sus amigos: “Buscad la compañía del sabio y del bueno. Si este barbero no hubiera estado en compañía de este piadoso laico, habría perecido en el medio del océano.”

Finalmente, el espíritu del mar volvió a sus dominios, llevando con él al rey Naga.

Tras finalizar este discurso, el Buda identificó el nacimiento, y enseñó el Dharma, tras lo cual el piadoso laico entró en el fruto del segundo Camino.

El Buda dijo: “En aquella ocasión, el discípulo alcanzó el estado de Arhat. Shariputra era el rey Naga, y yo era el espíritu del mar.”

 

 

Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

 

domingo, 10 de junio de 2012

Maranassati sutta- Ser Consciente de la Muerte

Esto he oído.

En una ocasión el Bendito estaba en Nadika, en el Salón de Ladrillos. Allí se dirigió a los monjes: “¡Monjes!”

“Sí, Señor” replicaron los monjes.

Entonces el Bendito les dijo: “El ser consciente de la muerte, cuando ha sido desarrollado y perseguido, proporciona un gran fruto y un gran beneficio. Se pone un pie en la inmortalidad, y tiene a la inmortalidad como su destino final. Por lo tanto, deberíais de desarrollar el ser conscientes de la muerte”

Cuando esto fue pronunciado, cierto monje se dirigió al Bendito diciendo: “Yo ya desarrollo el ser consciente de la muerte”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” preguntó el Bendito al monje.

El monje respondió: “Yo pienso:”Oh, que pueda yo vivir durante un día y una noche, que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte”.

Entonces otro monje se dirigió al Bendito diciendo: “Yo también ya desarrollo el ser consciente de la muerte.”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” le preguntó el Bendito.

El monje respondió: “Yo pienso:”Oh, que pueda yo vivir durante un día, que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte.”

Entonces otro monje se dirigió al Bendito diciendo: “Yo también ya desarrollo el ser consciente de la muerte.”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” preguntó el Bendito.

El monje respondió: “Yo pienso: “Oh, que pueda yo vivir durante el intervalo que lleva el comer una comida, que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte.”

Entonces otro monje se dirigió al Bendito diciendo: “Yo también ya desarrollo el ser consciente de la muerte”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” preguntó el Bendito.

El monje respondió: “Yo pienso: “Oh, que pueda yo vivir durante el intervalo que lleva el engullir, tras masticarlos, cuatro pedazos de comida; que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte.”

Entonces otro monje se dirigió al Bendito diciendo: “Yo también ya desarrollo el ser consciente de la muerte”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” preguntó el Bendito.

El monje respondió: “Yo pienso: “Oh, que pueda yo vivir durante el intervalo que lleva el engullir, tras masticarlo, un pedazo de comida; que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte.”

Entonces otro monje de dirigió al Bendito diciendo: “Yo también ya desarrollo el ser consciente de la muerte.”

“¿Y cómo desarrollas el ser consciente de la muerte?” preguntó el Bendito.

El monje respondió: “Yo pienso: “Oh, que pueda yo vivir durante el intervalo que lleva el expirar, tras inspirar; o el inspirar tras expirar; que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” Así es como yo desarrollo el ser consciente de la muerte”

Tras ser dicho todo esto, el Bendito se dirigió a los monjes diciendo:”Quien desarrolle el ser consciente de la muerte pensando: “Oh, que pueda yo vivir durante un día y una noche……., durante un día…, durante el intervalo que lleva el comer una comida…; durante el intervalo que lleva el engullir, tras masticarlos, cuatro pedazos de comida, que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.”; de todos ellos se ha dicho que permanecen en la falta de atención. Ellos desarrollan el ser conscientes de la muerte lentamente para el propósito de acabar con los residuos.

Pero aquellos que desarrollan el ser conscientes de la muerte pensando: “Oh, que pueda yo vivir durante el intervalo que lleva el engullir, tras haberlo masticado, un pedazo de comida…; durante el intervalo que lleva el expirar tras inspirar; o el inspirar tras expirar, que pueda yo asistir a las instrucciones del Bendito. Yo tendría mucho hecho.” De ellos se dice que permanecen en la atención consciente. Ellos desarrollan el ser conscientes de la muerte sagazmente para el propósito de acabar con los residuos.

Por consiguiente, deberíais entrenaros pensando: “Nosotros permaneceremos atentos. Desarrollaremos el ser conscientes de la muerte sagazmente, para el propósito de acabar con los residuos” Así es cómo deberíais de entrenaros.”

 

Esto fue lo que dijo el Bendito. Contentos, los monjes se deleitaron en las palabras del Bendito.

 

 

Traducido del Pali por el Bhikkhu (monje) Thanissaro.

 

Trad. al castellano por el Ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

 

 

 

 

 

Jataka Nº 512 El Quinto Precepto (No Tomar intoxicantes) Kumbha Jataka.

Una vez, mientras el Buda permanecía en el Monasterio de Jetavana, en Savatthi, Visakha, que era una rica devota Budista, fue invitada por quinientas mujeres que ella conocía para  asistir a un festival que se celebraba en la ciudad.

Visakha les respondió: “Es un festival para beber. Y yo no bebo”

Ellas les respondieron: “Vale, sigue y hazle una ofrenda al Buda, que nosotras nos divertiremos en el festival”

A la mañana siguiente, Visakha sirvió al Buda y a la Orden de los Monjes en su propia casa, haciendo grandes ofrendas de los cuatro requisitos.

Esa tarde, ella se dirigió a Jetavana para ofrecerle al Buda incienso y hermosas flores, y para escuchar la enseñanza. Aunque las otras mujeres aún estaban bastante bebidas, la acompañaron. Incluso a la misma puerta del monasterio, ellas continuaron bebiendo. Cuando Visakha entró en el salón, ella se postró reverentemente ante el Buda, y se sentó respetuosamente a un lado. En cambio, sus quinientas acompañantes se comportaban de forma inapropiada. De hecho parecía que no sabían dónde se encontraban. Incluso estando frente al Buda algunas de ellas bailaban, otras cantaban, algunas daban tumbos borrachas, y algunas reñían entre sí.

Para inspirar un sentido de urgencia en ellas, el Buda emitió una radiación luminosa de color azul oscuro desde su entrecejo, y de repente todo se volvió oscuro. Las mujeres se sintieron aterrorizadas por el miedo a la muerte, e instantáneamente quedaron sobrias. Entonces el Buda desapareció de su asiento, y apareció de pie sobre la cumbre del Monte Meru. Desde el rizo de pelo blanco de su entrecejo emitió un rayo de luz tan brillante como si mil Lunas y Soles estuvieran brillando.

El Buda les instó: “¿Por qué os reis y disfrutáis, vosotras que siempre sois quemadas, y estáis rodeadas por la oscuridad?¿Por qué no buscáis la luz?”

Las palabras del Buda tocaron sus mentes, que ahora estaban receptivas, y las quinientas mujeres llegaron a “entrar en la corriente”.

Entonces el Buda retornó, y se sentó en su habitación. Visakha se postró ante él una vez más, y le preguntó: “Venerable Señor, ¿Cuál es el origen de esta costumbre de beber alcohol, el cual destruye la modestia de la persona y su sentido de la vergüenza?”

En respuesta a la pregunta de Visakha, el Buda le reveló esta historia de un lejano pasado.

Hace mucho, mucho tiempo, cuando Brahmadatta estaba reinando en Varanasi, un cazador llamado Sura se dirigió hacia el Himalaya desde su hogar, en Kasi, yendo en busca de un gamo. En aquella remota jungla, había un árbol singular, cuyo tronco crecía hasta la altura de un  hombre con sus manos levantadas sobre su cabeza. En ese punto se abrían tres ramas, y en medio de ellas quedaba formado un hueco del tamaño de un gran barril de agua. Cuando llovía, el hueco se llenaba hasta el borde de agua. Alrededor del árbol crecía un ciruelo amargo, un ciruelo agrio, y una viña de pimienta. La fruta madura de los ciruelos y la pimienta caía directamente en el agujero. Cerca de allí había un terreno en el que crecía el arroz silvestre. Los loros arrancaban las espigas del arroz, y se ponían a comerlo en el árbol. Alguna de las semillas caía dentro del agua. Bajo el calor del sol, el líquido en el hueco fermentaba, y llegaba a coger un color rojo sangre.

En la estación cálida, bandadas de pájaros sedientos iban allí a beber. Rápidamente quedaban intoxicados, intentaban elevarse haciendo espirales, solo para caer borrachos a los pies del árbol. Después de dormir un poco de tiempo, se levantaban y marchaban volando, gorgojando alegremente. Una cosa similar sucedía con los monos y otros animales que vivían en los árboles.

El cazador observó todo esto y se preguntó: “¿Qué habrá en el hueco de ese árbol? No puede ser veneno, porque si lo fuera, los pájaros y los animales morirían”.

El bebió algo del líquido, y se sintió intoxicado lo mismo que ellos. Al beber, sintió un fuerte deseo de comer carne. Encendió un pequeño fuego, rompió los cuellos de algunas de las perdices, aves, y de otras criaturas que estaban en el suelo inconscientes al pie del árbol, y los asó sobre las ascuas. Borracho, él gesticulaba con una mano, mientras que con la otra atiborraba su boca.

Mientras estaba comiendo y bebiendo, el recordó a un ermitaño llamado Varuna que vivía cerca de allí. Deseando compartir su descubrimiento con el ermitaño, Sura llenó un tubo de bambú con el licor, envolvió algo de la carne asada, y se dirigió hacia la cabaña de ramas del ermitaño. Tan pronto como llegó, le ofreció al ermitaño algo del brebaje, y ambos comieron y bebieron con gran placer.

El cazador y el ermitaño se dieron cuenta de que esta bebida podría ser la forma de hacer fortuna. Lo metieron dentro de largos tubos de bambú, que llevaban balanceándose en los extremos de unos palos que llevaban sobre sus hombros, y lo llevaron a Kasi. Desde el primer punto de control fronterizo ellos enviaron un mensaje al rey diciendo que los elaboradores de bebida habían llegado. Cuando estuvieron reunidos, cogieron el alcohol y se lo ofrecieron al rey. El rey tomó dos o tres copas, y llegó a estar intoxicado. Después de unos pocos días, él ya había consumido todo lo que los dos hombres habían llevado, y preguntó si quedaba algo más.

“Sí, Señor” contestaron.

¿Dónde?” preguntó el rey.

“En los Himalayas”

“¡Id y traedlo!” ordenó el rey.

Sura y Varuna volvieron de nuevo al bosque, pero pronto se dieron cuenta del gran problema que era el volver cada vez a las montañas. Tomaron nota de todos los ingredientes, y reunieron todo lo necesario, de forma que fueron capaces de elaborar el licor en la ciudad. Los ciudadanos comenzaron beber el licor, se olvidaron de trabajar, y llegaron a empobrecerse. La ciudad pronto pareció como si fuera una ciudad fantasma.

En aquel momento, los dos hombres se marcharon y llevaron su negocio a Varanasi, dónde ellos enviaron un mensaje al rey. Allí también el rey se unió a ellos, y les ofreció su apoyo. Conforme el hábito de beber se fue extendiendo, los asuntos del día a día se fueron deteriorando, y Varanasi declinó de la misma forma en que lo había hecho Kasi. Sura y Varuna a continuación fueron a Saketa, y tras abandonar Saketa, se dirigieron a Savatthi.

En aquel tiempo, el rey de Savatthi se llamaba Sabbamitta. El les dio la bienvenida a los dos mercaderes, y les preguntó que querían. Ellos pidieron grandes cantidades de los principales ingredientes, y quinientas grandes jarras. Después de que todo había sido combinado, pusieron la mezcla en las jarras, y ataron a un gato a cada una de ellas para protegerlas de las ratas.

Conforme fermentaba, comenzó a rebosar y caer. Sucedió que los gatos lamieron la bebida que rebosaba, y debido a la potente bebida, comenzaron correr cayéndose hacia los lados, y estando completamente intoxicados, se echaron a dormir. Las ratas vinieron, y les mordisquearon orejas, nariz y rabo.

Los hombres del rey estaban impresionados, e informaron al rey de que los gatos atados a las jarras habían muerto al beber el licor que se escapaba.

“Seguramente que estos hombres han hecho veneno” fue la conclusión a la que llegó el rey, e inmediatamente ordenó que fueran decapitados. Cuando Sura y Varuna estaban siendo ejecutados, sus últimas palabras fueron: “¡Señor, es licor! ¡Es delicioso!”

Tras haber dado muerte a los mercaderes de bebida, el rey ordenó que las jarras fueran rotas. Pero para entonces los efectos del alcohol ya habían pasado, y los gatos estaban jugando alegremente. Los guardias informaron de esto al rey.

El rey dijo: “Si hubiera sido veneno, los gatos habrían muerto. Después de todo, quizá sea delicioso. Bebámoslo.”

El rey ordenó que la ciudad fuera decorada, y que se levantara un pabellón en el patio. Se sentó en un trono real bajo un parasol blanco, y rodeado por sus ministros, se preparó para beber.

En aquel momento, Sakra, el rey de los dioses, estaba contemplando el mundo, y se preguntaba: “¿Quién está cuidando de sus padres con dedicación? ¿Quién se está comportando bien con cuerpo, habla y mente?”

Cuando vio al rey sentado en su pabellón real, dispuesto a beber el brebaje, pensó: “Si el Rey Sabbamitta bebe eso, todo el mundo será  destruido. Tengo que asegurarme de que no lo beba.”

Al instante Sakra adoptó la forma de un Brahmín y, llevando una jarra de licor en la palma de su mano, apareció de pie en el aire frente al rey.

“¡Compra esta jarra! ¡Compra esta jarra!” gritaba.

El rey Sabbamitta lo vio, y le preguntó: “¿De dónde vienes, brahmán? ¿Quién eres? ¿Qué jarra es esa que tienes?”

Sakra le contestó: “¡Escucha! Esta jarra no contiene mantequilla, ni aceite, ni melaza, ni tampoco miel. Escucha los innumerables vicios que contiene esta jarra.

Quien beba de esta jarra, pobre loco estúpido, perderá el control de sí mismo hasta que el tropiece en el suelo, y caiga dentro de una zanja o pozo negro. Bajo su influencia el comerá cosas que nunca tocaría en su sano juicio. ¡Por favor, cómprala! ¡Esta que es la peor de las jarras, está a la venta!

El contenido de esta jarra distraerá a la inteligencia del hombre hasta que se comporte como un bruto, dándole a su enemigo la diversión de reírse de él. Hará posible que él cante y baile estúpidamente frente a una asamblea. ¡Por favor, compra este maravilloso licor por la obscena alegría que da!

Incluso el más tímido perderá toda modestia al beber de esta jarra. El hombre vergonzoso puede olvidar el problema que para él supone la vestimenta adecuada, y desnudo correr por toda la ciudad sin ninguna vergüenza. Cuando esté cansado, descansará felizmente en cualquier sitio, ajeno a cualquier peligro y a la decencia. Tal es la naturaleza de esta bebida. ¡Por favor, cómprala!¡Esta que es la peor de las jarras, está a la venta!

Cuando uno bebe esto, uno pierde el control de su cuerpo, tambaleándose como si no pudiera permanecer de pie, temblando, dando sacudidas, y violentamente convulso, como un muñeco de madera manejado por las manos de otra persona. ¡Compra mi jarra!¡Está llena de vino!

El hombre que bebe de ella está ajeno a todos los peligros porque él pierde sus sentidos. Uno puede quemarse hasta la muerte en su cama, ser devorado por una jauría de chacales, arrojado a un charco, y llegar a ser reducido a la esclavitud o a la penuria; no hay ningún infortunio al que no nos pueda llevar el beber de esta jarra.

Habiendo bebido de ella, los hombres pueden estar tumbados sin sentido en el camino, revolcándose en su propio vómito y lamidos por los perros. Una mujer puede llegar a estar tan intoxicada que atará a sus padres a un árbol, que injurie a su marido, y en su ceguera puede incluso llegar a maltratar o abandonar a su único hijo. Tal es la mercancía contenida en esta jarra.

Cuando un hombre bebe de esta jarra, el puede llegar a creer que todo el mundo es suyo, y que no debe respeto a nadie. ¡Compra esta jarra!¡Está llena hasta el borde de la más fuerte de las bebidas!

Cuando uno se hace adicto a esta bebida, todas las familias de clase alto perderán su riqueza y verán arruinado su nombre. ¡Compre esta jarra, Señor! ¡Está a la venta!

En esta jarra hay un líquido que hace que se pierda el control de la lengua y de los pies. Crea una risa y un llanto irracional. Nubla la visión y deteriora la mente. Hace a un hombre despreciable.

El beber de ella creará lucha. Los amigos discutirán y terminarán a golpes. Incluso los dioses fueron susceptibles a ella, y perdieron sus cielos por culpa de la bebida. ¡Compra esta jarra, y prueba el vino!

Debido a este brebaje, se hablan falsedades con verdadero placer, y las acciones prohibidas se ejecutan con alegría. Un falso coraje llevará al peligro, y los amigos serán traicionados. El hombre que bebe esto hará muchas acciones como desafío (hacia lo correcto), no siendo consciente de que él mismo se está dirigiendo hacia el infierno. ¡Intente beber esto, Señor! ¡Compre mi jarra!

Quien beba de este brebaje cometerá faltas con cuerpo, habla, y mente. Verá lo bueno como malo, y lo malo como bueno. Incluso la persona más recatada actuará de forma indecente cuando esté bebida. El más sabio de los hombres hablará insensateces. ¡Compra este precioso líquido, y hazte adicto a él! Te irás acostumbrando a comportarte mal, a mentir, a abusar, a la suciedad, y a la desgracia.

Cuando están completamente ebrios, los hombres son como bueyes que han caído al suelo golpeados, colapsados, y todos en un montón. Ningún poder humano puede competir con el venenoso poder del licor. ¡Compra mi jarra!

En resumen, el beber esto destruirá toda virtud. Hará que desaparezca la vergüenza, erosionará la buena conducta, y matará la buena reputación. Manchará y nublará la mente. Si es que puedes permitirte beber este licor tóxico, Señor, ¡Compra mi jarra!

Cuando el rey oyó esto, se dio cuenta de la gran miseria que sería causada por la ingesta de alcohol. Muy contento de haber sido advertido del peligro, él deseó expresar su gratitud.

Entonces él le dijo: “Brahmán, tú has sobrepasado incluso a mi padre y a mi madre en tu cuidado hacia mí. En gratitud por tus excelentes palabras, déjame darte cinco pueblos que tú elijas, cien mujeres que te sirvan, setecientas vacas, y diez carruajes tirados por caballos de pura sangre. Tú has sido un gran maestro.”

Revelando su identidad, Sakra le replicó: “Como rey de los dioses de los Treinta y Tres, no necesito nada. Puedes quedarte con tus pueblos, sirvientes, y ganado. Disfruta de su deliciosa comida, y conténtate con los pasteles dulces. Deléitate en las verdades que te he predicado. De esta forma tú serás intachable en este mundo, y lograrás un glorioso renacimiento  en el cielo en tu siguiente vida”

Con estas palabras, Sakra retornó a su propio mundo.

El Rey Sabbamitta hizo votos de abstenerse del alcohol, y ordenó que se rompieran las jarras. A partir de ese día, el guardó los preceptos y generosamente dio limosnas. Vivió una buena vida, e indudablemente renació en el cielo.

Sin embargo, con posterioridad el hábito de consumir alcohol se extendió a través de India, y fue mucha la gente que se vio afectada.

El Buda terminó su lección aquí, e identificó el nacimiento: “En aquel tiempo, Ananda era el rey; y yo era Sakra”

 

 

 

Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

 

 

 

 

 

 

domingo, 3 de junio de 2012

Jataka Nº 78 El Tesorero Avaro. (Illisa Jataka)

Esta historia fue contada por el Buda en el Monasterio de Jetavana, y trata sobre un tesorero real, tremendamente rico, el cual vivía en una ciudad llamada Sakkara, cerca de la ciudad de Rajagaha. Había llegado a ser tan tacaño que nunca daba nada, ni tan siquiera la más pequeña gota de aceite que uno pudiera coger con una hoja de hierba. Peor aún que eso, él no usaba ni la más minúscula cantidad para su propia satisfacción. Su gran riqueza no le servía para nada a él, a su familia, o a la gente digna de ser recompensada en aquellas tierras.
Sin embargo, Moggallana llevó a este avaro y a su esposa a Jetavana, donde sirvieron una gran comida de pasteles al Buda y a quinientos monjes. Tras escuchar las palabras del Buda agradeciéndoselo, el tesorero real y su esposa “entraron en la corriente” .
Esa tarde los monjes estaban reunidos en el Salón de la Verdad y decían: “¡Qué grande es el poder del Venerable Moggallana. En un momento él convirtió al avaricioso a la generosidad, lo trajo a Jetavana, e hizo posible su logro! ¡Qué destacable es el Pionero!”
Mientras hablaban de este modo, el Buda entró, y les preguntó por el objeto de su conversación. Cuando se lo dijeron, el Buda les respondió: “Monjes, esta no es la primera vez que Moggallana ha convertido a este tesorero avaro. En otros tiempos, también el Muy Venerable le enseñó cómo las acciones y sus efectos están unidas”. Y entonces el Buda contó esta historia del pasado.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando Brahmadatta reinaba en Varanasi, había un tesorero llamado Illisa que tenía ochenta clases de riquezas. Este hombre tenía todos los defectos posibles en una persona. Era cojo y jorobado, y también era bizco. Era un avaro recalcitrante, nunca daba nada de su fortuna a los demás, y tampoco él gozaba de ella.
Sin embargo, es interesante que las siete generaciones anteriores de sus antepasados hubieran sido generosos, dando lo mejor que tenían libremente. Cuando este tesorero heredó las riquezas familiares, rompió con la tradición, y comenzó a acaparar su riqueza.
Un día, cuando volvía de una audiencia con el rey, vio a un paisano cansado que estaba sentado en un banco, y que estaba bebiendo una taza de licor barato con gran placer. Al verlo, el tesorero sintió el deseo de beber también licor, pero pensó: “Si yo bebo, los demás también querrán beber conmigo. ¡Eso sería un gasto ruinoso!”.
Cuanto más intentaba suprimir su sed de licor, más fuerte se hacía el anhelo. Su esfuerzo por vencer su sed hizo que se volviera tan amarillo como el algodón viejo. Llegó a estar cada vez más y más delgado, hasta que las venas se le notaban en su figura demacrada. Después de algunos días, aún incapaz de olvidar el licor, se fue a su habitación y se tumbó en su cama. Su esposa entró, le frotó la espalda, y le preguntó: “Esposo, ¿Qué va mal?”
El respondió: “Nada”
Entonces ella aventuró: “Quizás el rey está enfadado contigo”
“No, no es eso”
“¿Han hecho tus hijos o tus sirvientes algo que te disguste?”
No, nada de eso”
“Bien, ¿entonces tienes un deseo por algo?”
Debido al miedo de que pudiera llegar a gastar su fortuna, él aún siguió sin pronunciar ni una sola palabra.
Entonces ella le suplicó: “Habla, esposo mío. Dime, ¿Qué es lo que deseas?”
En voz baja él le dijo: “Bueno, siento deseo por una cosa”
“¿Qué es, esposo mío?”
El susurró: “Quiero beber licor”
Entonces ella exclamó aliviada: “¿Por qué no lo dijiste antes? Haré licor suficiente para servir a toda la ciudad”
“¡No! No metas en esto a los demás. ¡Que cada uno se gane su propia bebida!”
“Bueno, entonces solo haré lo suficiente para nuestra calle”
“¡Qué rica eres!”
“Vale, entonces solo para nuestra casa”
“¡Qué extravagante!”
“De acuerdo, solo para nosotros y nuestros hijos”
“¿Por qué molestarlos?”
“Muy bien, que tan solo sea bastante para nosotros dos”
“¿Tú lo necesitas?”
“¡Naturalmente que no! Haré un poco de licor solo para ti”
“¡Espera! Si haces algo de licor en la casa, te verá mucha gente. De hecho, es imposible el beber nada aquí”
Dándole una sola moneda de poco valor, él envió a un esclavo a que comprara una jarra de licor en la taberna. Cuando el esclavo retornó, Illisa le ordenó que llevara el licor a las afueras de la cuidad, a una remota espesura cerca del rio.
“Ahora déjame solo” le ordenó Illisa.
Después de que el esclavo hubo caminado un buen trecho, el tesorero se internó en la espesura, llenó su copa, y comenzó a beber.
En aquel momento, el propio padre del tesorero, el cual había renacido como Sakra, el rey de los dioses, se estaba preguntando si la tradición de generosidad aún se mantenía en su casa, y entonces tuvo noticia del comportamiento escandaloso de su hijo. El supo que su hijo no solo había roto con la tradicional magnanimidad de su familia, sino que también había quemado las casas de beneficencia, y que había golpeado a los pobres para apartarlos de su puerta. Sakra vio que su hijo, no queriendo compartir ni tan siquiera una gota de licor barato con nadie, estaba sentado en la espesura bebiendo solo.
Cuando vio esto, Sakra exclamó: “Tengo que demostrarle a mi hijo que las acciones siempre tienen sus consecuencias. He de hacerle generoso, y digno de renacer en el reino de los dioses”
En ese mismo instante, Sakra adoptó la forma de su hijo de forma completa, con su cojera, su joroba, y su estrabismo; y entró en la ciudad de Varanasi. Se dirigió directamente a la puerta de palacio, y pidió que le anunciaran al rey.
El rey dijo: “Dejad que se acerque”
Sakra entró en la cámara real, y le presentó sus respetos.
El rey le preguntó: “¿Qué te trae por aquí a esta hora tan inusual, mi Tesorero Mayor?”
“Señor, he venido porque me gustaría añadir mis ochenta tipos de riquezas a tu tesoro real”
El rey le contestó: “No, mi querido Tesorero Mayor. Yo poseo un gran tesoro. No necesito del tuyo.”
“Señor, si tú no lo aceptas se lo daré a los demás”
“De todas formas, tesorero, haz como quieras”
“Así será, Señor” dijo Sakra. Entonces, postrándose de nuevo ante el rey, se dirigió a la casa del tesorero. Ninguno de los sirvientes podría decir que no fuera su verdadero señor. Mandó llamar al portero, y le ordenó: “Si alguien que se me pareciese apareciera y dijera que es el dueño de esta casa, esa persona debería de ser fuertemente golpeada, y arrojada fuera”.
A continuación subió por las escaleras, se sentó en un diván con brocados, y mandó buscar a la esposa de Illisa. Cuando ella llegó, le sonrió, y le dijo: “Querida mía, seamos generosos”
Cuando su mujer, sus hijos, y todos los sirvientes escucharon esto, pensaron: “¡Nunca hemos visto al tesorero pensar de esta forma! Tiene que haber bebido mucho para mostrar tan buen corazón y generosidad”
Su esposa le contestó: “Se tan caritativo como te plazca, esposo mío”
Sakra ordenó: “Id a buscar al pregonero. Quiero que él anuncie a todos los ciudadanos de la cuidad, que todo el que quiera oro, plata, diamantes, perlas, o otras gemas debería de venir a la casa de Illisa, el tesorero”.
Su esposa le obedeció, y pronto se congregó una gran multitud llevando cestos y sacos. Sakra les dio instrucciones a los sirvientes para que abrieran las puertas de los almacenes, y entonces se dirigió a la gente diciendo: “¡Estos son mis regalos para vosotros! ¡Coged lo que os guste! ¡Qué tengáis buena suerte!”
La gente de la ciudad llenó sus sacos y se llevó todo el tesoro que eran capaces de transportar. Un granjero unció dos de los bueyes de Illisa a un hermoso carro, lo lleno de cosas valiosas, y salió de la ciudad. Según iba rodando, iba cantando una canción en alabanza del tesorero; aconteció que pasó cerca de la espesura en la que Illisa estaba escondido.
“¡Qué puedas vivir cien años, mi buen señor Illisa!” cantaba el granjero. “Lo que tú has hecho por mí en el día de hoy, me permitirá vivir sin tener que volver a trabajar. ¿Quién me dio estos bueyes? ¡Tú lo hiciste! ¿Quién me dio este carro? ¡Tú lo hiciste! ¿Quién me dio todas las riquezas que hay en este carro? ¡Una vez más, fuiste tú! Ni mi padre ni mi madre me dieron algo como esto. No, solo vino de ti, mi señor”
Estas palabras entraron hasta los huesos del tesorero. Se preguntó: “¿Por qué este tipo menciona mi nombre? ¿Habrá el rey dado toda mi riqueza?” Salió de la espesura, e inmediatamente reconoció a su carro y sus bueyes.
Saliendo de entre los arbustos tan rápido como pudo, sujetó a los bueyes por el aro de la nariz, y grito: “¡Para!¡Estos bueyes me pertenecen!”
El granjero se apeó del carro y comenzó a golpear al intruso. “¡Farsante! Esto no es tuyo. Illisa, el tesorero, está dando todas sus riquezas a toda la cuidad” Golpeó al tesorero dejándolo tirado en el suelo, se volvió a subir al carro, y comenzó a rodar.
Agitado por el enfado, Illisa se levantó solo, corrió tras el carro, y volvió a coger a los bueyes. Una vez más, el granjero saltó del carro, cogió a Illisa por los cabellos, y lo golpeó fuertemente. Entonces volvió a subir al carro, y partió.
Dolorido y ensangrentado, intentó entrar en su propia casa, diciendo que él era Illisa, pero los porteros lo detuvieron.
“¡Tú villano! ¿Dónde crees que vas?” le gritaron. Y siguiendo las órdenes le golpearon con varas de bambú, lo cogieron por el cuello, y lo tiraron escaleras abajo.
“Solo el rey me puede ayudar ahora” gimió Illisa, y se arrastró hasta el palacio del rey.
“Señor, ¿Por qué? ¿Por qué me has robado de esta forma?”
“Yo no te he robado, mi querido Tesorero Mayor. Tú mismo me ofreciste en primer lugar todas tus riquezas. Y entonces tu ofreciste tus propiedades a los ciudadanos de la ciudad”
“Señor, ¡Yo nunca hice tal cosa! Su Majestad sabe cómo soy de cuidadoso con el dinero. Usted sabe que yo nunca daría ni la más pequeña gota de aceite. Quizá Su Majestad quisiera mandar a buscar a la persona que ha robado mis riquezas. ¡Por favor, interróguelo sobre este asunto!”
El rey ordenó a su guardia que le trajeran a Illisa, y ellos volvieron con Sakra. Los dos tesoreros eran tan exactamente idénticos que ni el rey, ni nadie en la corte podrían decir cuál era el verdadero tesorero.
“Señor, yo soy el tesorero. ¡Este es un impostor!” suplicaba Illisa.
El rey le contestó: “Mi querido señor, yo realmente no puedo decir cuál de los dos es el verdadero Illisa. ¿Hay alguien que pueda distinguir con seguridad entre ambos?”
Illisa respondió: “Si Señor, mi esposa puede”
Entonces el rey mandó buscar a la esposa, y le preguntó cuál de los dos era su marido. Ella sonrió a Sakra, y se puso a su lado. Cuando los hijos de Illisa y los sirvientes fueron llamados, y se les hizo la misma pregunta, todos ellos respondieron que Sakra era el verdadero tesorero.
De repente, Illisa recordó que él tenía una cicatriz en la parte superior de su cabeza, que estaba oculta por el pelo, y que solo era conocida por su barbero. Como último recurso, pidió que fuera llamado su barbero. El barbero vino, y cuando se le preguntó si podría distinguir al verdadero Illisa del falso, respondió: “Por supuesto Señor, puedo decirlo si es que puedo examinar las cabezas de ambos”
El rey ordenó: “Por todos los medios, mírales a ambos sus cabezas”
El barbero examinó la cabeza de Illisa, y encontró la cicatriz. Cuando comenzó a examinar la cabeza de Sakra, el rey de los dioses rápidamente hizo aparecer una cicatriz en su propia cabeza, de forma que el barbero exclamó: “Su Majestad, ¡ambos son bizcos, ambos son cojos, y ambos son también jorobados!¡Ambos tienen cicatrices exactamente en el mismo lugar de sus cabezas!¡Ni siquiera yo puedo decir cuál es el verdadero Illisa!”
Cuando Illisa escuchó esto, se dio cuenta de que su última esperanza se había desvanecido, y comenzó a temblar ante la pérdida de sus amadas riquezas. Vencido por sus emociones, sufrió un colapso, y cayó al suelo desvanecido. Ante esto, Sakra volvió a adoptar su forma divina y se elevó en el aire.
Oh, Rey. Yo no soy Illisa. ¡Soy Sakra!”
Los cortesanos  rápidamente arrojaron agua a la cara de Illisa para revivirlo. Tan pronto como recobró su consciencia, el tesorero se arrastró a sus pies y se postró ante Sakra.
Sakra dijo en voz alta: “¡Illisa! Esa riqueza era mía, no tuya. Yo fui tu padre. Durante mi vida yo fui generoso para con los pobres, y me regocijaba en hacer el bien. Debido a mi caridad, yo he renacido en este estado de grandeza. Pero tú, hombre necio, no estás andando tras mis huellas. Tú has llegado a ser un terrible avaro. Para atesorar mis riquezas, tú derruiste quemándolas mis casas de beneficencia, y arrojaste a los pobres. No has obtenido ningún disfrute de tu riqueza; ni tampoco sirve de beneficio para ningún otro ser humano. Tu tesoro es como un estanque obsesionado por demonios, en el que nadie puede saciar su sed. Sin embargo, si reconstruyes mis casas de beneficencia, y muestras caridad hacia los pobres, tú obtendrás un gran mérito. Si no lo haces, te quitaré todo lo que tienes, y destrozaré tu cabeza con mis relámpagos”
Cuando Illisa oyó esto, tembló de miedo, y sollozó: “¡A partir de ahora seré generoso!¡Lo prometo!”
Aceptando esta promesa, Sakra estableció a su hijo en los preceptos, le predicó el Dharma, y volvió al reino de los dioses.
Fiel a su palabra, Illisa practicó la caridad con diligencia, y acometió muchas buenas obras. Llegó incluso a renacer en el cielo.
Entonces el Buda dijo: “Ya veis monjes, esta no es la primera vez que Moggallana ha convertido a este tesorero avaro. En aquellos tiempos, el tesorero era Illisa; Moggallana era Sakra, el rey de los dioses; Ananda era el rey; y yo mismo era el barbero”



Trad. por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.