Monjes, a
través de las bendiciones del bodhisatva, Chanda contó al Rey Suddhodana, a la
princesa Sakya Gopā, al séquito de consortes, y a todos los demás Sakyas, lo
que había sucedido, para aliviar su sufrimiento. [238]
Monjes,
primero, el bodhisatva dio sus ropas de seda a un hijo de los dioses que
apareció bajo la forma de un cazador, y este a cambió le dono sus ropas de
color azafrán. El adoptó la forma de vida de un renunciante para actuar de
acuerdo a la percepción de la gente mundana, y también porque sentía compasión
hacia los demás, y deseaba madurarlos.
Entonces,
el bodhisatva se dirigió hacia la ermita de una mujer brahmín, de nombre Sākī;
la mujer le invitó a quedarse y a compartir una comida. De allí, a continuación,
el bodhisatva fue hacia la ermita de una mujer brahmín llamada Padmā, quien
también invitó al bodhisatva a quedarse a comer. Más tarde se marchó hacia la
ermita de un erudito brahmín llamado Raivata, quien ofreció al bodhisatva la
misma clase de hospitalidad. Similarmente, Rajāka, el hijo de Datrmadandika,
también lo invitó como huésped.
Monjes, de
esta manera el fue haciendo su camino por etapas hasta la gran ciudad de Vaisālī.
En aquel
tiempo Ārāda Kālāpa había llegado a Vaisālī, en donde él había fijado su
residencia, junto con una comunidad de Oyentes[1],
y con trescientos estudiantes, a quienes él enseñaba las doctrinas que traen
consigo grandes austeridades, asociadas con las diversas meditaciones sin
forma. Cuando Ārāda Kālāpa vio acercarse al bodhisatva en la distancia, se
llenó de asombro, y dijo a sus discípulos: “¡Oh, mirad a ese que se aproxima!
¡Qué hermoso es!”
Los
estudiantes replicaron: “Si, lo vemos. ¡Es indudablemente maravilloso!”
Monjes, yo
subí andando hasta donde estaba residiendo Ārāda Kālāpa, y me dirigí a él de la
siguiente forma: “Ārāda Kālāpa, yo quiero aprender de ti la práctica
espiritual.”
Ārāda
Kālāpa respondió: “Gotama, yo te daré una enseñanza a través de la cual una
persona de buena familia, con fe, puede alcanzar la omnisciencia con muy pocas
privaciones.” [239]
Monjes,
entonces yo pensé para mí: “Yo tengo fe, y también soy diligente; poseo
atención mental y soy capaz de permanecer en absorción meditativa; también
tengo sabiduría. Así que por consiguiente, para ser experto en ella, y realizar
la enseñanza, yo practicaré en un lugar solitario, sin caer en la distracción.”
Monjes,
entonces yo lo practiqué en la soledad, con cuidado y diligencia. E
indudablemente, con solo pocas privaciones, yo fui capaz de entender y realizar
la enseñanza.
Monjes,
entonces yo fui a Ārāda Kālāpa y le pregunté: “Ārāda Kālāpa, ¿Tú has entendió y
realizado esta enseñanza, verdad?”
El
contestó: “Si, Gotama, así es.”
Entonces
yo le dije: “Yo también he entendido y realizado esta enseñanza.”
Ārāda
Kālāpa replicó: “Bien, entonces Gotama, toda la enseñanza conocida por mí, tú
la conoces; y toda la enseñanza conocida por ti, yo la conozco. Así que ahora
los dos podríamos asumir el patronazgo de los estudiantes.”
Después de
haberme hecho esta oferta, Ārāda Kālāpa me honró haciéndome ofrendas
exquisitas, y me instaló en la residencia como un maestro que debería de
compartir sus obligaciones con él.
Monjes,
entonces yo pensé para mí: “La enseñanza de Ārāda no trae la libertad. No
traería la liberación total del sufrimiento para ninguno de nosotros. Así que
ahora yo debo de partir, e ir en busca de una práctica mejor.”
Monjes,
puesto que yo ya había permanecido en Vaisālī durante tanto tiempo como me
pareció para disfrutarla, yo me dirigí hacia el país de Magadha y me encontré
en camino hacia Rajagraha, la cuidad que es la capital del país. Una vez allí
me quedé residiendo en Pāndava, el rey de los montes. Allí yo permanecí en
soledad en su ladera, sin ninguna compañía. En aquel tiempo yo estaba protegido
por muchos trillones de dioses. [240]
Una
mañana, vestido con la camisa y los hábitos de un mendicante, y sujetando mi
bol de mendigar, yo entré en la ciudad de Rajagraha a través de la Puerta del
Agua Caliente, y comencé a hacer mi ronda de limosnas. Yo miraba de frente y a
ambos lados, y caminaba de forma grácil, moviendo mis miembros con elegancia.
Yo llevaba la camiseta, el bol de mendigar, y los hábitos monásticos de un modo
muy hermoso. Mis sentidos estaban controlados, y mi mente no se veía afectada
por los sucesos externos. Como una imagen de alguien que portara un vaso lleno
de aceite, yo miraba hacia el frente, a una distancia de tres metros.
Cuando me
vieron, la gente de Rajagraha se quedó asombrada, y pensó: “¿Quién será este?
¿Será Brahma? ¿O quizá Sakra, el jefe de los dioses; o Vaisravana? ¿O es alguna
clase de dios de la montaña?”
Sobre este
tema se dice:
“Inmaculado
y con gloria infinita,
El
bodhisatva se convirtió en un mendicante por su propio deseo.
Su
mente está pacificada y sus acciones están bien controladas;
Reside
en la ladera de Pāndava, el rey de los montes.
Viendo
que ya había roto el día,
Se
vistió sus hábitos, tan bellos de contemplar,
Llevando
en sus brazos con actitud humilde su bol de mendigar.
Entró
en Rajagraha haciendo su ronda de limosnas.
Lo
mismo que el oro, su naturaleza está refinada;
Y
posee las treinta y dos marcas.
Cuando
hombres y mujeres lo ven,
No
pueden cansarse de contemplarlo.
Las
calles están adornadas con bellas telas;
La
gente abandona su camino, solo para seguirlo.
Se
preguntan: “¿Quién es ese ser al que nunca hemos visto,
Y
cuyo brillo hace que toda la ciudad se ilumine?”
Miles
de mujeres lo observan de pie desde sus tejados,
Y
a través de sus portales y ventanas.
Dejan
sus casas vacías llenando las calles;
Dejando
de lado sus tareas, solo hacen mirar a este hombre perfecto.
Todos
los negocios y compras se van suspendiendo,
E
incluso aquellos que están en las tabernas, dejan de beber.
No
pueden quedarse quietos en sus casas, o en las calles,
Pues
ellos están contemplado la figura de este hombre perfecto.
Un
hombre corre rápidamente hacia el palacio,
Y
muy alegre cuenta la historia al Rey Bimbisāra:
“¡Parece
que el propio Brahma está haciendo una ronda de limosnas en nuestra ciudad!
¡Su
Majestad, eres el más afortunado!” [241]
Algunas
personas dicen al rey que es Sakra, el jefe de los dioses;
Otros
dicen que es un hijo de los dioses del Cielo de Suyāma.
Otros
dicen que es un hijo de los dioses del Cielo de Tushita, o del Cielo de
Nirmita.
Algunos
sugieren que es un hijo de los dioses del Cielo de Sunirmita.
Algunos
dicen que es Chandra o Surya,
Algunos
dicen que es Rāhu, Balā, o Vemacitri.
Y
aún hay otros que están diciendo:
“Vive
en Pāndava, el rey de los montes.”
Puesto
que el rey escucha todos estos informes,
Está
lleno de regocijo, y se dirige a su terraza.
Desde
allí ve al bodhisatva, al ser perfecto,
Quien
brilla con la belleza del oro bien refinado.
El
Rey Bimbisāra dio algunas limosnas para el bodhisatva,
Y
dijo a sus hombres: “Averiguad donde va.”
Viendo
que retorna al mejor de los montes, informaron:
“Su
Majestad, se está quedando en la ladera de la montaña.”
Una
vez que la noche se hubo terminado,
El
rey Bimbisāra, rodeado por un largo séquito,
Llegó
a la base de Pāndava, el rey de los montes,
Y
vio que la montaña estaba ardiendo llena de gloria.
Desmontó
de su carro, y emprendió a pie el camino.
Con
gran devoción observó al bodhisatva que estaba sentado
Con
las piernas cruzadas sobre un asiento hecho con hojas de hierba
Inmutable,
como la montaña principal.
El
rey toca con su cabeza los pies del bodhisatva;
Como
ellos tratan de muy diversos asuntos, el rey dice:
“Te
daré la mitad de mi reino;
Disfruta
aquí de los placeres de los sentidos; te daré todo lo que necesites.”
El
bodhisatva replica con palabras suaves:
“Gobernante
de esta tierra, ¡Que tu vida pueda ser larga!
Yo
ya he abandonado un hermoso reino, y me he convertido en un monje
Para
buscar la paz, sin expectativas hacia el futuro.”
El
Rey de Magadha responde al bodhisatva:
“Tú
eres joven y estás en la flor de la juventud,
Tienes
una complexión bella, y eres fuerte.
¡Déjame
ofrecerte muchas riquezas y mujeres!
¡Por
favor, quédate en mi reino y disfruta!
Cuando
te veo me encuentro lleno de una alegría suprema;
¡Por
favor, amigo mío, te daré todo mi reino!
Por
favor, disfruta sus abundantes placeres.
Por
favor, no te quedes en un bosque solitario;
A
partir de ahora, no te sientes sobre la hierba en el suelo.
Tu
cuerpo es tan joven y lozano,
Así
que por favor, quédate en mi reino, y disfruta.” [242]
El
bodhisatva replica con una voz agradable,
Con
amor e interés por el bienestar del rey:
“¡Rey,
que pueda la buena fortuna estar siempre contigo!
Yo
no busco objetos deseables,
El
deseo es como un veneno, y tiene ilimitadas faltas;
Arroja
a los seres a los infiernos, y a los reinos de los fantasmas hambrientos y
animales.
Los
deseos impuros son condenados por los sabios,
Yo
he expulsado tales cosas, como si fueran mocos de la nariz.
Los
deseos caen como la fruta cae de los árboles;
Pasan
como las nubes y la lluvia.
Son
inestables y fugaces, se mueven como el viento;
Destruyen
todo lo que es bueno, y debieran de ser evitados.
Si
la gente no puede obtener lo que quiere, sus deseos los abrasan;
Pero
incluso obteniendo lo que quieren, no es suficiente.
Sin
embargo, cuando los deseos consumen a alguien que es incapaz de manejarlos,
Es
cuando estos deseos aterrorizadores traen el mayor dolor.
Su
Majestad, incluso si un hombre fuera capaz de conseguir
Todos
los placeres de los dioses,
Y
todo aquello que es deseable entre los humanos,
Aún
no sería suficiente, y buscaría más.
Sin
embargo, Su Majestad, quien es pacífico y amable,
Quien
está instruido en el noble e inmaculado Dharma.
Y
está lleno de sabiduría, ese, está satisfecho.
Para
él los objetos de los sentidos no son algo atractivo.
Su
Majestad, si uno persigue el deseo,
Nunca
encontrará el final.
Lo
mismo que cuando se bebe agua salada,
Perseguir
el deseo solo hace que se incremente el ansia.
Su
Majestad, considera cuan inestable es el cuerpo,
Carece
de existencia inherente, y es una masa de sufrimiento.
Gotea
constantemente por las nueve aberturas.
Su
Majestad, yo no deseo los placeres.
Yo
he abandonado muchos placeres,
Y
miles de mujeres bellas de contemplar.
Ahora
yo deseo la paz perfecta de la sagrada iluminación;
Y
puesto que yo no encuentro placer en lo condicionado, lo he dejado.”
Ahora
el Rey de Magadha, pregunta:
“Monje,
¿De dónde vienes?
¿Dónde
naciste? ¿Dónde están tu padre y tu madre?
¿Eres
miembro de los Ksatriyas, brahmines, o eres un rey?
Monje,
por favor, dímelo todo, si no te importa.” [243]
El
bodhisatva replica:
“Su
Majestad, yo soy de la ciudad de Kapilavastu, de los Sakyas;
Es
una ciudad maravillosa de la que quizás hayas oído hablar.
El
nombre de mi padre es Suddhodana,
Yo
renuncié a esta ciudad porque yo quise cualidades más profundas.”
El
Rey de Magadha, dijo:
“Bien,
¡Estamos tan contentos de verte!
En
cuanto a tu vida, nosotros también podemos aprender de ella.
Perdóname
también por haber tenido la intención de invitar
Al
que está libre del deseo, a disfrutar de los placeres de los sentidos.
Si
llegas a alcanzar la Iluminación,
Señor
del Dharma, por favor, comparte el
Dharma conmigo.
Nacido
de sí mismo, el hecho de que ahora residas en mí reino
Es
para mí el mejor regalo.”
Una
vez más, el rey se postró a los pies del bodhisatva,
Y
circunvaló al bodhisatva con gran respeto.
Entonces,
rodeado por su séquito,
El
gobernante retornó a su palacio.
El
Protector del Mundo, habiendo llegado al país de Magadha,
Permaneció
allí durante tanto tiempo como quiso, lleno de paz.
Entonces,
atendiendo a las necesidades de dioses y humanos,
El
Señor de los Hombres se dirigió hacia las orillas del Rio Nairañjanā.
Esto concluye el Capítulo Dieciséis, sobre “La visita del Rey
Bimbisāra.”
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