domingo, 7 de octubre de 2018

Sutra del Desarrollo de la actividad completa. (Lalitavistara) Cap. 18 "El Rio Nairañjana"


Monjes, durante los seis años en los que el bodhisatva practicó austeridades, Mara, el Pāpiyān[1], lo siguió paso a paso, buscado una oportunidad para hacerle daño.  Sin embargo, a pesar de sus intentos, nunca encontró una oportunidad, y finalmente se fue desanimado y descontento. [261]

Con respecto a esto se dice:

“Hay una agradable foresta
Con matorrales exuberantes y lleno de hierbas,
Al este de Uruvilvā,
Donde fluye el Rio Nairañjanā.

Allí, para bien de la renunciación,
El bodhisatva perseveró con un vigor continuo y estable.
Para alcanzar realizaciones y el gozo,
Permaneció calmo y diligente.

Mara, se aproximó a él, y dijo
Con unas palabras suaves y agradables:
“¡Oh, hijo de los Sakya, levántate!
¿Qué utilidad hay en atormentar tu cuerpo?

La vida es lo más valioso para los vivos;
Viviendo, puedes practicar el Dharma.
Viviendo, puedes hacer eso,
Y entonces más tarde no te arrepentirás.

Pero tu complexión se ha debilitado y su esplendor se ha ido;
Y tal parece que estés al borde de la muerte.
Hay muchas oportunidades para la muerte,
Pero la de la vida es solo una.

Hay un gran mérito en practicar la generosidad
Y en hacer ofrendas siempre que uno puede.
Entonces, ¿Por qué te empeñas
En la práctica de la renunciación?

El sendero de la renunciación solo trae sufrimiento,
Y la tarea de domar la mente es muy ardua.”
Esto es lo que Mara dijo
Cuando se estaba dirigiendo al bodhisatva.


El bodhisatva dijo a Mara,
Replicando a sus palabras:
“¡Pāpiyān, completamente loco!
Tú has venido aquí con otros motivos.

Mara, a ti no te importa lo más mínimo
Mi acumulación de mérito.
Si tú estuvieras interesado en la acumulación de mérito,
En vez de hablar como hiciste, hablarías así:

“Puesto que la muerte es el final de la vida,
La muerte no supone una preocupación para mí.
Dedicándome completamente a la práctica espiritual
Yo nunca daré marcha atrás. [262]

Si incluso el caudal de los ríos
Puede ser secado por el viento,
¿Entonces, qué decir del cuerpo y la sangre del renunciante?
¿No debería de secarse también?

Cuando su sangre se ha secado, su carne se marchitará;
Cuando su carne se ha consumido,
Su mente se hará aún más clara.
Tendrá más dedicación, diligencia, y absorción.”

Puesto que yo vivo de esta forma,
Yo he alcanzado la percepción más suprema.
Así que yo no preocupo de mi cuerpo y de mi vida,
Solo busco la pureza de mi ser.

Yo estoy dedicado y poseo diligencia;
Y también tengo sabiduría.
En este mundo yo no veo a nadie
Capaz de perturbar mí esfuerzo diligente.

La muerte, el ladrón de la fuerza vital,
Es preferible a vivir una vida carente de virtud.
Es mejor morir en una batalla
Que vivir derrotado bajo el yugo del enemigo.

Aunque él no muestra orgullo en la victoria,
Solo un héroe es capaz de vencer a un ejército.
El cobarde no tiene éxito.
Mara, pronto te venceré.

El deseo es tu primer ejército;
El segundo, es el descontento;
El tercero, es el hambre y la sed;
El cuarto, es el anhelo.

El quinto, es la pereza y la indolencia,
Se dice que el sexto es el miedo;
El séptimo, es la duda;
El enojo y la hipocresía constituyen el octavo.

La ambición, codicia, y el deseo de alabanzas;
La fama falsamente adquirida;
La búsqueda de la glorificación
Que humilla a los otros.

Este es el ejército de Mara,
El mal amigo que atormenta a uno.
Algunos ascetas y brahmines
Parecen haber sucumbido a eso. 

Este es tu ejército, que vence
A este mundo y al de los dioses. [263]
Yo lo destruiré con mi sabiduría
Lo mismo que el agua destruye un vaso de arcilla sin cocer.

Yo actúo con cuidado, pues mi mente
Está establecida en la atención mental,
Y he entrenado mi mente en la sabiduría;
Pero como tu mente está establecida en la maldad, ¿Qué puedes realizar?”

Cómo el bodhisatva pronunció estas palabras, Mara, el maligno, se sintió confuso, humillado, y lleno de resentimiento; y entonces desapareció de aquel lugar.

Monjes, entonces el bodhisatva pensó: “Hay ascetas y brahmines que en el pasado, presente, y futuro, se hacen daño a sí mismos. Experimentan el sufrimiento intenso del calor insoportable, y van sufriendo experiencias desagradables. Y así sufren intensamente.”
Monjes, yo seguí pensando: “Con estos actos y estos métodos, yo no he sido capaz de manifestar ninguna sabiduría verdadera que pudiera ser superior a las enseñanzas creadas por el hombre. Este sendero no lleva a la Iluminación. Este sendero es incapaz de erradicar la sucesión de nacimientos, la vejez, y la muerte, en el futuro. Pero tiene que haber otro sendero que pueda erradicar el sufrimiento ocasionado por el nacimiento, la vejez, y la muerte.”
Monjes, yo continué pensando: “Una vez, cuando yo estaba sentado en el parque de mi padre, bajo la sombra de un manzano, yo me regocijé lo mismo que si hubiera alcanzado el primer nivel de concentración, el cual está libre de deseos y negatividades, está dotado con buenas cualidades, es reflexivo, investigador, y lleno de la alegría que surge de la discriminación. Yo me regocijé como si hubiera conseguido todos los niveles de concentración, hasta llegar al cuarto. Indudablemente, ese tiene que ser el sendero hacia la Iluminación, el cual puede erradicar la aparición de los sufrimientos del nacimiento, la vejez, la enfermedad, y la muerte. Y de este modo, en mí surgió una convicción: “¡Este es el sendero hacia la Iluminación!”
Y también pensé: “Sin embargo, este sendero no puede ser realizado por alguien que ha llegado a quedar tan débil. Si me dirigiera hacia el asiento de la Iluminación meramente a través de la fuerza de mi conocimiento, pero con mi cuerpo manteniendo una debilidad tan crítica, [264] los seres del futuro no mantendrían una disposición favorable hacia mí, y este sendero no conduciría a la Iluminación. Por consiguiente, yo volveré a ingerir comida sólida. De esa forma, yo volveré a recobrar mi fuerza física. Una vez hecho eso, yo me dirigiré al asiento de la Iluminación.”

Monjes, en ese momento, algunos dioses se interesaron en mí. Puesto que conocían mis pensamientos, vinieron a donde yo estaba, y me dijeron: “¡Hombre santo, no comas alimento sólido! Nosotros podemos nutrirte a través de los poros de tu cuerpo.”
Monjes, entonces yo pensé: “Yo tomé el voto de permanecer ayunando. Y de este modo la gente de las aldeas de los alrededores sabrá que el asceta Gautama se abstiene de ingerir comida. Sin embargo, si estos hijos de los dioses que se están interesando por mí me alimentaran a través de los poros de mi cuerpo, yo sería el peor de los hipócritas.”
Por tanto, el bodhisatva decidió desoír las palabras de los hijos de los dioses para evitar toda hipocresía. En lugar de ello, decidió comenzar a tomar alimentos sólidos. Monjes, de este modo, el bodhisatva se levantó del asiento en el que había estado practicando disciplinas y mortificaciones durante los últimos seis años, y proclamó: “¡Ahora yo tomaré alimentos sólidos, tales como melazas, sopa de guisantes, sopa de lentejas, avena, y arroz!”
Monjes, en esto, los cinco compañeros ascetas pensaron: “Con este sendero y estas prácticas, el asceta Gautama parece incapaz de realizar una visión de sabiduría excelsa que es más elevada que cualquier enseñanza humana. No obstante, ¿cómo puede resultar de alguna ayuda el hecho de comer alimentos sólidos y llevar una vida confortable? ¡Qué hombre tan ignorante y pueril!” Y albergando este pensamiento, los cinco compañeros abandonaron al bodhisatva, y se dirigieron a Varanasi[2], donde acamparon en la Colina de los Sabios Caídos[3], en el Parque de los Ciervos. [265]

Siempre, desde que el bodhisatva había comenzado su práctica de austeridades, hubo diez chicas jóvenes de la aldea que lo habían servido como una forma de verlo, venerarlo, y asistirlo. Al mismo tiempo, también sus cinco compañeros lo habían estado asistiendo trayéndole la única baya de junípero, la semilla de sésamo, o el grano de arroz que el comía. Los nombres de esas diez chicas de la aldea eran Balā, Balaguptā, Supriyā, Vijayasenā, Atimuktakamalā, Sundarī, Kumbhakārī, Uluvillikā, Jātilikā, y Sujātā.
Estas jóvenes prepararon ahora diversas clases de sopas para el bodhisatva, y se las ofrecieron. El bodhisatva aceptó estas comidas, pero gradualmente también comenzó a ir a hacer la ronda de limosnas por la aldea cercana. De esta forma fue recuperando su anterior lustre, apariencia, y fuerza. Ahora le gente comenzó a llamarle “el asceta hermoso” y “el gran asceta”.
Monjes, cada día, desde el principio de las prácticas de las austeridades por parte del bodhisatva, Sujātā, la muchacha de la aldea, había ofrecido comida a ochocientos brahmines con la esperanza de que el bodhisatva abandonara su práctica de las austeridades y mortificaciones, y mantuviera sus constantes vitales. Puesto que ella lo hizo así, ofrecía esta oración: “¡Que pueda el bodhisatva comer mi comida, y por tanto obtener verdaderamente la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación”.

Monjes, puesto que habían pasado seis años, yo tuve este pensamiento: “Mis hábitos de color azafrán están realmente viejos. Quizá sería bueno si pudiera encontrar algo de tela con la que cubrirme.” Monjes, en eso, uno de los sirvientes de Sujātā, una mujer llamada Rādhā, había muerto recientemente. Había sido envuelta en una tela de cáñamo, y dejada en el cementerio. Cuando vi ese harapo polvoriento, decidí usarlo para cubrirme.
Como yo estaba allí de pie, y me agaché doblando mi pierna izquierda, a la vez que extendía mi mano derecha para coger el harapo, [266] un dios de la tierra llamó a los dioses del cielo, diciendo: “Amigos, aquí hay un descendiente de un linaje real. Ha abandonado el reino de un monarca universal, y ahora su mente se ha interesado por un harapo polvoriento. ¡Qué visión! ¡Amigos, es realmente maravilloso!”
Todos los dioses del cielo oyeron la voz del dios de la tierra, y pasaron el mensaje a los dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes; los dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes se lo dijeron a los dioses del Cielo de los Treinta y Tres; ellos a su vez comunicaron la nueva al Cielo de Libre de Conflictos, y desde ahí fue pasando al Cielo de la Alegría, al Cielo de Disfrutando de Emanaciones, y al Cielo de Disfrutando de las Emanaciones de Otros, llegando finalmente al Cielo de Brahma. Monjes, en aquel momento, en ese mismo instante, este mensaje resonó y viajó hasta alcanzar el Cielo Más Alto[4]: “Amigos, aquí hay un descendiente de un linaje real. Ha abandonado el reino de un monarca universal, y ahora su mente se ha interesado por un harapo polvoriento. ¡Qué visión! ¡Amigos, es realmente maravilloso!”

Entonces el bodhisatva pensó: “He encontrado este harapo polvoriento, así que sería bueno si pudiera encontrar agua para lavarlo.” En ese mismo instante, los dioses golpearon la tierra con sus manos, y en ese lugar apareció un estanque de lotos. Aún hoy en día este estanque es conocido como el “estanque donde golpearon las manos.”[5]
Después el bodhisatva pensó. “Ahora que he conseguido agua, sería bueno si pudiera encontrar una piedra plana sobre la que lavar este paño.” En ese mismo momento, Sakra colocó ante él esa roca, y el bodhisatva comenzó entonces a lavar el harapo sucio.
Entonces Sakra, el jefe de los dioses, habló al bodhisatva: “Hombre santo, dame el paño. Entonces lo lavaré.” No obstante, el bodhisatva quiso mostrar la conducta de un renunciante, así que no dio el trapo a Sakra, sino que lo lavó el mismo. [267]

Después de esto, el bodhisatva se sintió cansado y quiso salir del estanque. Sin embargo, Mara, el maligno, se sintió celoso, y mágicamente profundizó el fondo del estanque. Sin embargo, a la orilla del estanque había un gran árbol kakubha. Para seguir las costumbres mundanas, y para complacer a las diosas del árbol, el bodhisatva las llamó, diciendo: “¡Escuchad, diosas; agachad una de las ramas del árbol!” Las diosas bajaron una rama, tal como anhelaba el bodhisatva, y fue sacado del estanque. Una vez que estuvo salvado, permaneció bajo la sombra del árbol kakubha, donde cosió el harapo polvoriento convirtiéndolo en un hábito monástico. Hoy en día este lugar aún es conocido como el lugar donde “se cosieron los harapos polvorientos.”[6]
Entonces un hijo de los dioses de las moradas puras[7], llamado Vimalaprabha[8], ofreció al bodhisatva una tela fabricada por los dioses, la cual había sido teñida de color azafrán para que resultara adecuada para un monje. El bodhisatva aceptó este regalo, y a la mañana siguiente, vistiendo esas prendas, arregladas como el hábito de un asceta, se dirigió a la aldea cercana al lugar en el que había estado viviendo durante sus mortificaciones.

A media noche, los dioses habían anunciado lo siguiente a Sujātā, la hija del Nandika, el jefe de la aldea de Senāpati, en Uruvilvā: “Aquel para quien tú has estado haciendo ofrendas ha relajado su disciplina, y ha decido que volverá a tomar comida nutritiva y sólida. Previamente tú hiciste esta aspiración: “¡Que pueda el bodhisatva comer mi comida, y por tanto obtener verdaderamente la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación.” Ahora ha llegado ese momento, así que tienes que hacer lo que tú debes de hacer.”
Monjes, tan pronto como Sujātā, la hija de Nandika, el jefe de la aldea, oyó estas palabras de los dioses, reunió rápidamente la leche de mil vacas. Desnató siete veces la nata de la leche, hasta que ella obtuvo una crema densa. Entonces ella puso esta crema dentro de una cazuela de arcilla nueva, mezclada con el más fresco de los arroces, y lo colocó sobre una cocina de reciente construcción. Cuando la sopa de arroz con leche se estaba cociendo, se produjeron diversos signos auspiciosos. [268] Dentro de la leche apareció el contorno de un nudo sin fin, de una esvásticas simple, una esvástica elaborada, un loto, un Vardhamāna[9], y otros signos auspiciosos.
Después de ver esto, Sujātā pensó: “La aparición de estos signos seguramente significan que el bodhisatva comerá ahora, y que alcanzará la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación.” En aquel tiempo, llegó a la aldea un adivino que estaba versado en los rituales y en el arte de interpretar los signos, y profetizó que allí alguien alcanzaría la inmortalidad.
Cuando Sujātā terminó de cocinar la sopa, la colocó en el suelo, y llena de devoción, preparó un asiento para el bodhisatva esparciendo flores y agua perfumada. Entonces dijo a uno de sus sirvientes, una mujer llamada Uttarā: “Uttarā, ve y trae a los brahmines. Yo quedaré aquí, y vigilaré este arroz con leche y miel.”
Uttarā respondió: “Muy bien, señora.” Y entonces lo hizo tal y como se le dijo. Salió en dirección este, pero allí solo encontró al bodhisatva. Entonces ella se dirigió hacia el sur, pero allí ella volvió a encontrar al bodhisatva. Entonces ella fue hacia el oeste y el norte, pero en esos lugares solo encontró al bodhisatva. En aquel tiempo, algunos hijos de los dioses de las moradas puras, habían alejado a todos los Tirthikas, y no fue encontrado ninguno de ellos.
Cuando retornó, Uttarā contó a su señora lo que había sucedido: “Donde quiera que fui, al único que encontré fue a este hermoso monje. ¡No hay más ascetas o brahmines, aparte de él!”
Sujātā dijo: “¡Sólo él es el monje, solo él es el brahmín! ¡Es para él para quien yo he preparado esta comida! Uttara, ve y tráelo.”
Uttarā respondió: “Muy bien, señora.” Y salió. Cuando encontró al bodhisatva, se postró ante él, y le transmitió la invitación de Sujātā.
Monjes, entonces el bodhisatva se dirigió a la casa de la joven aldeana Sujātā, donde se sentó en el asiento que le había sido preparado. Monjes, la joven aldeana Sujātā, había llenado un cuenco dorado con el arroz con leche y miel, y lo ofreció al bodhisatva. [269]
Entonces el bodhisatva tuvo este pensamiento: “Sujātā ha ofrecido esta comida; si la como ahora, no hay duda de que realmente yo alcanzaré la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación.” Entonces el bodhisatva tomó su comida. Cuando hubo terminado, se levantó, y preguntó a Sujātā: “Hermana, ¿Qué debiera de hacer con el cuenco dorado?”
Ella respondió: “¡Por favor, quédate con él!”
El bodhisatva le dijo: “No necesito este cuenco.”
Sujātā le dijo: “Bien, haz como quieras. Pero yo no doy comida a nadie sin darle también un cuenco.”
Así que el bodhisatva cogió el cuenco, y abandonó Uruvilvā. Antes del medio día llegó a las orillas del Río Nairañjanā, el rio de los nagas. Allí el posó su cuenco y sus ropas, y entró en el agua para refrescarse. Monjes, mientras se estaba bañando el bodhisatva, varios cientos de miles de hijos de los dioses vinieron a venerarlo. Ellos vertieron en el rio aloe divino y polvo de sándalo, y también diversos ungüentos; y esparcieron flores de todos los colores dentro del agua. De esta forma todo el gran Rio Nairañjanā corría lleno de perfumes divinos, y de las flores que llovían sobre él. Muchos trillones de hijos de los dioses vinieron para recoger esa agua perfumada que el bodhisatva había utilizado para el baño. La llevaron con ellos a sus moradas, para reverenciarlas en altares construidos dentro de monumentos conmemorativos[10]. Sujātā, la joven aldeana, también recogió todo el pelo y la barba del bodhisatva. Pensado que tenía que ser algo sagrado, lo llevó con ella para hacer monumentos conmemorativos. [270]

Cuando el bodhisatva salió del rio, quiso sentarse, así que buscó un lugar adecuado, y encontró un sitio propicio a la orilla del rio. Precisamente entonces, una joven naga que habitaba en el Rio Nairañjanā, surgió de las profundidades, y ofreció un trono de joyas al bodhisatva.
El bodhisatva se sentó en ese trono, y mientras estaba pensando con bondad en Sujātā, la hija del jefe de la aldea, ingirió la parte que necesitaba del arroz con leche y miel. Cuando terminó de comer, arrojó el cuenco dorado al agua sin albergar ningún sentimiento de apego. Tan pronto como el cuenco impactó con el agua, el rey naga Sāgara, lleno de gran devoción y respeto, vino a buscar el cuenco y llevarlo a su reino, pensando: “¡Esto es digno de veneración!”

En eso, Indra, el de mil ojos, el destructor de ciudades, adoptó la forma de un garuda con un pico de diamante, e intentó robar el cuenco dorado del rey naga Sāgara. Cuando Indra fue incapaz de hacerlo, adoptó su propia forma, y lo pidió cortésmente. Esta vez recibió el cuenco, y lo llevó con él al Cielo de los Treinta y Tres para enaltecerlo en un monumento conmemorativo y así venerarlo. En este cielo él comenzó un festival religioso llamado “la procesión del cuenco”, que se observaba en los días de conjunción astrológica. Hasta el día de hoy en el Cielo de los Treinta y Tres se celebra anualmente un Festival del Cuenco. La muchacha naga llevó consigo el trono magnífico para erigir un monumento conmemorativo para él, y venerarlo.

Monjes, debido al poder del mérito del bodhisatva y a la fuerza de su sabiduría, su cuerpo se transformó inmediatamente él ingirió  la comida sólida. En un instante su cuerpo volvió a recobrar su anterior belleza, similar al lustre de un loto. Ahora el manifestaba las treinta y dos marcas de un gran ser, al igual que un halo de luz alrededor de su cuerpo, de un diámetro de una braza.

Con respecto a esto, se dice:

Después de seis años de austeridades, el Bhagavan piensa:
“Yo puedo poseer la concentración y el conocimiento transcendental,
Pero si no voy bajo el rey de los árboles para despertar a la omnisciencia bajo sus ramas,
Debido a estar tan demacrado, no mostraría compasión hacia los seres venideros. [271]

Los dioses y los humanos con poco mérito, buscan la sabiduría por métodos erróneos;
Al estar en un estado tan debilitado, son incapaces de alcanzar la iluminación que es como el néctar.
Sin embargo, si yo como comida sólida excelente y de calidad, volveré a recobrar mi fuerza física;
Y entonces podré dirigirme hacia el rey de los árboles, para alcanzar la iluminación omnisciente bajo sus ramas”.

Sujātā, la joven aldeana, quien ha hecho mucho bien en el pasado,
Hace ofrendas continuamente, pensado: “¡Qué pueda este Guía obtener el fruto de su práctica!”
Cuando ella oyó la petición de los dioses, ella le trajo arroz con leche y miel.
Ella fue hacia el rio, y se sentó felizmente a las orillas del Nairañjanā.

El bodhisatva practicó la disciplina durante mil eones, y sus facultades sensoriales están completamente calmadas.
Se dirigió hacia el Rio Nairañjanā acompañado por una multitud de dioses y nagas, y también de sabios espirituales.
Cruza el rio, y se baña en sus aguas albergando el pensamiento de liberar a los seres.
El Sabio[11], puro e inmaculado, lleno de compasión hacia el mundo, desciende al rio y se baña.

Trillones de dioses llenos de alegría descienden al rio y vierten perfumes celestiales en las aguas, y polvo perfumado, para que así pueda bañarse el Mejor de los Seres.
Cuando el bodhisatva inmaculado ha terminado de bañarse y descansa sereno en la orilla,
Miles de dioses se regocijan y recogen el agua de baño como un objeto para venerar al Ser Puro.

Un hijo de los dioses le ofrece unos hábitos de color azafrán hechos de un bello paño sin falta;
Vestido con ese hábito adecuado, el Bhagavan descansa en la orilla del rio.
Una joven naga, llena de alegría y devoción, le ofrece un trono espléndido
Sobre el cual se sienta lleno de paz, el Guía del Universo.

Sujātā, con atención mental,  llena un cuenco dorado lleno de comida para ofrecérselo al bodhisatva;
Se postra a sus pies, y dice alegremente: “Por favor, Gran Guía, disfruta de esto.” [272]
Come tanto como era necesario, y entonces arroja el cuenco al rio.
Indra, el jefe de los dioses, el destructor de ciudades, lo recoge, diciendo: “Lo veneraré.”

En el mismo instante en el que el Conquistador consume la comida sólida y excelente,
Su cuerpo recobró su anterior fuerza, magnificencia, y esplendor.
El ofrece a Sujātā y a los dioses una enseñanza que los beneficia grandemente;
Y con el paso de un león, la elegancia de un cisne, y el porte del rey de los elefantes,
El bodhisatva se aproxima al árbol de la Iluminación.


Esto concluye el Capítulo Dieciocho, sobre “el Rio Nairañjanā”.



[1] El maligno.
[2] Benarés.
[3] Rsipatana. 
[4] Akanistha.
[5] Pānihatā.
[6] Pāmsukūlasīvana.
[7] Suddhāvāsa.
[8] Luz Inmaculada.
[9] Una figura o diagrama místico.
[10] Caityas.
[11] Muni.

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