martes, 20 de febrero de 2018

Sutra del Desarrollo de la actividad completa. (Lalitavistara) Capítulo Ocho-La visita al templo.


Monjes, la noche en la que nació el bodhisatva, nacieron veinte mil niñas en las familias de los Ksatriyas, de los brahmines, de los mercaderes, y de los mahāsālas[1]. Todas estas niñas fueron ofrecidas por sus padres al bodhisatva para que fueran sus sirvientes, y lo honraran. El Rey Suddhodana también dio veinte mil chicas para que sirvieran y honraran al bodhisatva. Sus amigos, consejeros, y familiares [118] tanto de la línea paterna como materna, ofrecieron veinte mil muchachas jóvenes para servir y honrar al bodhisatva. Finalmente, los miembros del consejo de ministros también ofrecieron veinte mil niñas para servir y honrar al bodhisatva.

En aquel tiempo, ¡oh, monjes!, los más ancianos entre los hombres y mujeres de los Sakya se reunieron y dijeron al Rey Suddhodana:” ¡Rey, por favor, haznos caso! El príncipe debería de ser llevado al templo para adorar a los dioses.”
El rey replicó: “Si, sería excelente para él adorar así. Por tanto, ¡Que sea adornada la ciudad! Adornad las calles, los cruces de carretera, las intersecciones, y las plazas de mercado. Que no sean vistos enfermos, tuertos, jorobados, ciegos, sordos, y mudos. Apartad de la vista todo lo deforme o desfigurado, y a aquellos cuyos órganos son imperfectos. ¡Reunid todo lo auspicioso! ¡Llenad el aire de sonidos auspiciosos! Haced sonar las campanas y golpead los tambores como signo de bendición; cread bellas armonías con los instrumentos más melodiosos; que la gente adorne con cuidado las puertas de la ciudad; que se reúnan los gobernantes de las regiones circundantes, y también todos los habitantes de Kapilavastu: los mercaderes, cabezas de familia, consejeros, los guardianes, y todos los sirvientes. Preparad carros para las jóvenes. Procurad vasos rebosantes. Reunid a los brahmines que son conocedores de la recitación de las plegarias; y decorad los templos de los dioses.”

Monjes, todos siguieron las órdenes impartidas por el rey. Entonces el Rey Suddhodana fue a su casa y habló a Mahāprajāpatī Gautamī, diciéndole: “El príncipe va a ir al templo a rezar. Prepáralo bien”
Mahāprajāpatī respondió: “Por supuesto.” Y lo vistió suntuosamente.
Mientras el príncipe estaba siendo vestido con las ropas más lindas, con una ligera sonrisa y sin ningún asomo de enojo, pregunto con una voz dulce a la hermana de su madre: “Madre, ¿Dónde vas a llevarme?”
Ella respondió: “Hijo, te voy a llevar al templo.”
Entonces el príncipe sonrió, y pronunció estos versos a su tía:

“Cuando yo nací, tembló este universo de tres mil mundos;
Sakra, Brahma, los semidioses, los mahoragas, [119]
Sūrya, y Chandra, y también Vaisravana y Kumāra,
Todos ellos postraron sus cabezas a mis pies, y me rindieron homenaje.

¿Qué dios se distingue por su superioridad sobre mí, ¡Oh, madre!
Que me llevas para que lo adore yo hoy?
Yo soy superior a todos los dioses, soy el dios de los dioses.
Si no hay ningún dios igual a mí, ¿Cómo podría alguno ser superior?

Sin embargo, madre, yo seguiré las costumbres e iré al templo.
Cuando vean mis actividades milagrosas, quedarán complacidos.
La multitud deleitada me rendirá homenaje, y mostrará gran respeto.
Y los dioses y humanos estarán de acuerdo: “Es el dios de los dioses.”

Monjes, una vez que las calles principales, cruces de carretera, intersecciones, y mercados habían sido ricamente adornados con las oraciones y bendiciones de todas clases dispuestas por toda la ciudad, dentro del patio interior fue preparado para el príncipe un carro ricamente adornado. Con todas las circunstancias auspiciosas bien dispuestas, el Rey Suddhodana colocó al joven príncipe en su regazo. Rodeado por los brahmines, gente del pueblo, mercaderes, cabezas de familia, ministros, señores locales, guardianes, paisanos, amigos, y parientes, viajaron a través de las calles ricamente adornadas, las intersecciones, los cruces de carretera, y las plazas de mercado, las cuales estaban envueltas en el aroma del incienso más fragante y cubiertas con pétalos de flores; llenas de caballos, elefantes, carros, y soldados de infantería; con parasoles, estandartes de la victoria, y banderas enarboladas; y el resonar de diversos instrumentos.
En aquel tiempo cien mil dioses encabezaban el carro del bodhisatva. Muchos cientos de millones de hijos e hijas de los dioses esparcían flores desde el cielo, y tocaban címbalos.

Monjes, el Rey Suddhodana llevó al príncipe al templo acompañado por la gran procesión real, con gran ceremonia y esplendor. Tan pronto como el príncipe puso la pierna derecha  dentro del templo, las estatuas inmóviles de los dioses, [120] tales como Shiva, Skandha, Nārāyana, Kubera, Chandra, Sūrya, Vaisravana, Sakra, Brahma, los Guardianes del Mundo, y otros, se levantaron de sus asientos y se postraron a los pies del bodhisatva. En ese mismo instante cientos de miles de dioses y humanos lanzaron gritos de asombro y deleite. La gran ciudad de Kapilavastu, la primera entre las ciudades, tembló de seis formas diferentes. Comenzó a caer una lluvia de flores celestiales, y cientos de miles de instrumentos musicales sonaron sin ser tocados; y todas las estatuas de los dioses que se encontraban en el tempo volvieron a sus asientos, y pronunciaron los siguientes versos:

“El Monte Meru, el rey de los montes, la mayor de las montañas,
Nunca se postraría ante un grano de mostaza.
El océano, el hogar de los reyes de los nagas,
Nunca se postraría ante un charco de agua.
Los brillantes Sol y Luna
Nunca se postrarían ante una luciérnaga.
¿Cómo puede el Noble dotado con virtudes, con sabiduría y mérito,
Postrarse ante los dioses?

Los dioses y humanos de este macrocosmos de tres mil mundos
Son como semillas de mostaza, charcos, y luciérnagas;
Y no obstante están llenos de orgullo.
El Supremo del Mundo es como el Monte Meru,

Como el océano, como el Sol y la Luna.
Rindiéndole homenaje, el mundo obtiene como recompensa
El gozo celestial y la liberación.”

Monjes, como ellos vieron al bodhisatva entrar en el templo de los dioses, treinta y dos mil cientos de miles de hijos de los dioses aspiraron a la Incomparable, Perfecta, y Completa Iluminación.
Monjes, estas son las causas y las circunstancias en las cuales el bodhisatva fue llevado al templo de los dioses.


Esto concluye el Capítulo Ocho, sobre “La visita al templo.”




[1] Grandes  terratenientes.

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