miércoles, 21 de marzo de 2018

Sutra del desarrollo de la actividad completa. Capítulo 11- La visita a la aldea agrícola.


Monjes, en otra ocasión, cuando el príncipe hubo crecido un poco más, fue a visitar una aldea agrícola con los hijos de los ministros y con algunos otros niños. Después de haber estado viendo la aldea, fue hasta una arboleda que estaba situada al final de una tierra de labor que estaba siendo labrada. Completamente solo, el bodhisatva iba de aquí a allí sin rumbo, hasta que encontró un árbol jambu hermoso y agradable de ver. El se sentó bajo la sombra del árbol de jambu con sus piernas cruzadas; y estando sentado allí alcanzó la concentración en un solo punto.  [129]
Con su mente concentrada de este modo, al estar libre de lo no virtuoso y de los oscurecimientos, el alcanzó el primer nivel de concentración, que está acompañado por pensamiento y análisis, y que es una meditación que está imbuida con la alegría y el placer nacidos del discernimiento.
Entonces, firme en su concentración, él puso fin a los pensamientos y análisis, y su mente quedó perfectamente quieta. Como su mente estaba concentrada, el entró en el segundo nivel de concentración, el cual está libre de pensamientos y de análisis, y que está imbuido con la alegría y el placer nacidos de la absorción meditativa.
Sin experimentar ningún apego a la alegría, permaneció en la ecuanimidad con atención mental e introspección, y entonces experimentó placer físico. Consciente y sabedor, el experimentaba gran placer físico. El se había establecido en el tercer nivel de concentración, una ecuanimidad que es descrita por los Seres Nobles como: “ecuánime, con gran atención mental, y gran confort.”
El ya había abandonado el sufrimiento, y puesto que ahora también abandonó la sensación de confort, desaparecieron las sensaciones mentales de placer y de tristeza. Así pues, el se instaló en el cuarto nivel de concentración que es perfectamente puro, con una ecuanimidad y consciencia que no están conectadas con el placer y el dolor.

Fue precisamente entonces cuando cinco sabios no budistas, los cuales habían alcanzado los poderes milagrosos y las cinco sabidurías superiores, pasaron volando por el cielo en dirección norte. Sin embargo, cuando sobrevolaban esa arboleda, fueron incapaces de ir más allá, y sintieron como si algo tirara de ellos hacia abajo. Irritados, y con los vellos de su cuerpo erizados, pronunciaron los siguientes versos:

“Nosotros hemos cruzado sobre los diamantes y piedras preciosas
De la alta y extensa cumbre del Monte Meru,
Tan fácilmente como los elefantes derriban
Una arboleda de mangos jóvenes.

Elevándonos en el cielo hemos sobrevolado
Las residencias de yaksas y gandharvas;
Incluso sobre la propia ciudad de los dioses,
Pero llegando a esta densa arboleda, perdemos nuestros poderes.
¿Qué gran poder obstruye nuestra magia?”[130]

Entonces la diosa que habitaba en esa arboleda dirigió a los sabios este canto:

“El hijo del rey de los Sakyas,
Descendiente de la familia de un rey de reyes,
El Señor del Mundo, el Conocedor con una cara como la Luna,
Aquel con el lustroso color de un loto en plena floración,
Y quien brilla con el fulgor del Sol naciente,

Ha entrado en esta arboleda
Y se ha entregado plenamente a la meditación;
Los dioses, los gandharvas, los reyes de los nagas,
Y los yaksas, todos ellos le rinden respeto.

Puesto que su mérito ha crecido enormemente
A través de cientos de miríadas de vidas,
Su poder supera en mucho
A vuestros poderes sobrenaturales.”

Mirando bajo ellos, vieron al joven príncipe brillando con majestad y radiando con esplendor, y pensaron: “¿Quién es el que está sentado allí? ¿Pudiera ser Vaisravana, el dios de la riqueza? ¿O acaso es Mara, el Señor del deseo, o quizás el señor de los mahoragas? ¿Pudiera ser Indra, quien porta el rayo; o Rudra el señor de los kumbhāndas; o Krishna, el poderoso? ¿Es la Luna, o quizá el Sol con sus mil rayos? ¿Pudiera ser un monarca universal?”
Y entonces ellos pronunciaron los siguientes versos:

“Con un cuerpo semejante a Vaisravana,
Este tiene que ser Kubera, ¿O quizá sea Rahu,
O quizá sea el que porta el rayo?
¿O quizá Pratimā, Chandra[1] o Surya[2]?

¿Quizá pueda ser Kama, el señor del deseo?
El también tiene un parecido a Krishna,
Pero puesto que es tan majestuoso,
Con grandes signos marcando su cuerpo,
Quizá sea un Buda inmaculado.”

Entonces la diosa de la arboleda se dirigió a los sabios con los siguientes versos:

“Todo el esplendor de pueda haber en Vaisravana,
En Sahesrekșana, o en los Cuatro Guardianes del Mundo,
Toda la majestad perteneciente al señor de los asuras,
O a Brahma, el Señor de Sahā, o a Krishna,
Son minúsculos en comparación con el del hijo de los Sakyas.”

Cuando ellos oyeron las palabras de la diosa, descendieron al suelo, y vieron al bodhisatva completamente establecido en la meditación, con su cuerpo inmóvil y refulgiendo con una gran luz. Entonces ellos lo alabaron con estos versos:

Uno de ellos dijo:
“En un mundo abrasado debido al fuego de las pasiones
Ha aparecido un lago de liberación.
El obtendrá el Dharma,
Y así refrescará al mundo.”

Otro de ellos dijo:
“En un mundo oscurecido por la ignorancia,
Ha aparecido una antorcha de liberación.
El obtendrá el Dharma,
Y así iluminará a todos los seres.”

Otro dijo:
“En la difícil travesía del océano del sufrimiento,
Ha aparecido el mejor de los barcos.
El obtendrá el Dharma,
Y llevará a los seres a la otra orilla.”

Otro dijo:
“Para aquellos encadenados por las cadenas de las emociones aflictivas
Ha aparecido el libertador.
El obtendrá el Dharma,
Y liberará a todos los seres.”

Otro dijo:
“Para aquellos atormentados por la vejez, la enfermedad, y la muerte,
Ha aparecido el mejor de los médicos.
El obtendrá el Dharma,
Y los liberará del nacimiento y la muerte.”

Una vez que los sabios hubieron alabado al bodhisatva con estos versos, lo circunvalaron por tres veces, y entonces partieron a través de los cielos.

El Rey Suddhodana no veía al bodhisatva. Inquieto por su ausencia, preguntó: “¿Dónde ha ido el niño? No lo veo.”
Entonces un gran número de personas comenzó a correr buscándolo; [132] finalmente uno de los ministros vio al bodhisatva sentado con las piernas cruzadas, en profunda meditación, a la sombra del árbol de jambu. Aunque con el paso del día la sombra de los árboles había cambiado, la sombra del árbol de jambu no se había apartado del cuerpo del bodhisatva. Viendo esto, el ministro estaba lleno de asombro. Lleno de alegría y satisfacción, estaba extasiado. Yendo rápidamente, en un estado de júbilo, se dirigió hacia el Rey Suddhodana, y le dirigió estos versos:

“¡Mirad, Su Majestad! Este niño está entregado a la meditación
A la sombra de un árbol de jambu.
El brilla con gloria y esplendor,
¡Lo mismo que Sakra y Brahma!

La sombra del árbol no se mueve,
Se ha quedado en su lugar,
Dando cobijo a quien posee los mejores de los signos,
Al más grande entre los hombres,
Sentado bajo él, sumido en profunda meditación.”

Cuando el Rey Suddhodana se aproximó el árbol de jambu, y vio al bodhisatva brillando con esplendor y majestad, el pronunció este verso:

“Allí está sentado, como un fuego ardiendo en la cumbre de una montaña,
Como la Luna rodeada por grupos de estrellas.
Todo mi cuerpo tiembla viéndolo sumido en profunda meditación,
Brillando como una lámpara resplandeciente.”

Y postrándose a los pies del bodhisatva, recitó estos versos:

“¡Sabio! Lo mismo que me postré ante ti cuando naciste,
Ahora que te veo resplandeciente y en profunda meditación,
Me postro por segunda vez a tus pies,
¡Oh, Guía! ¡Oh Protector!”

En aquel mismo momento, algunos niños pasaron por allí tirando de una pequeña silla, y causando un cierto alboroto. Entonces los ministros les dijeron: “¡Estaros quietos! ¡Estaros quietos!”
Los muchachos preguntaron: “¿Por qué?”
Y los ministros respondieron: “Aunque el Sol en su recorrido ha cambiado su posición, la sombra del árbol no se ha movido del Príncipe Siddhartha-quien posee las marcas de virtud más sublimes y elevadas, y que es brillante como el cielo-pues él está meditando practicando la concentración, inamovible como una montaña.” [133]

Sobre este particular se dice:

“Había pasado la primavera,
Y ya había llegado el primer mes de verano
En el que las flores brotaban y florecían;
Y en el que los sonidos de las grullas,
Pavos reales, loros, y pajaros myna resonaban por doquier,
Cuando los hijos de los Sakya salieron en gran número.

Chandaka, rodeado por los otros chicos, dijo al joven príncipe:
“¡Vayamos fuera! ¡Vayamos a ver los bosques y arboledas!
¿Por qué permanecer dentro de nuestras casas como si fuéramos brahmines?
¡Convoquemos a nuestros amigos, y llamemos también a algunas chicas!”

Así que en torno al mediodía, el Ser Perfecto,
Rodeado por quinientos jóvenes
Se dirigió a la aldea agrícola
Sin haberlo notificado ni a su padre, ni a su madre.

Viendo a los granjeros trabajando en los campos,
Y movido por el sufrimiento, el bodhisatva exclamó:
“¡Cuánta miseria hay en todo lo compuesto!
Es causa de incontable sufrimiento.”

Ahora bien, en la aldea había un árbol de jambu
Que tenía un ramaje profuso.
El se aproximó a la sombra del árbol de jambu,
Con la mente bien disciplinada.
Allí reunió algo de hierba, y preparó un asiento para él.
Sentándose con las piernas cruzadas y el cuerpo erguido,
Comenzó meditar y profundizó su concentración
Inmerso en la virtud de los cuatro niveles de concentración[3]. [134]

Viajando a través de los cielos,
Cinco sabios pasaban sobre el árbol de jambu,
Cuando se vieron imposibilitados de ir más allá.
Dejando de lado su impaciencia y orgullo,
Estuvieron de acuerdo en investigar:

“Nosotros hemos pasado rápidamente sobre el Monte Meru,
El rey de los montes, y sobre las cordilleras circundantes sin ningún impedimento.
Sin embargo, somos incapaces de ir más allá de este árbol de jambu,
¿Cuál puede ser la causa?”

Descendieron y pusieron pie en tierra,
Donde vieron al bodhisatva, el Hijo de los Sakya.
Estaba sentado al pie de un árbol de jambu,
Con las piernas cruzadas, sumido en profunda meditación,
Brillando con el esplendor del oro del rio Jambu.

Sorprendidos, ellos juntaron sus manos sobre sus cabezas,
Y le rindieron homenaje, postrándose a sus pies con las manos juntas.
Dijeron: “Ser Excelente, Bien Nacido,
Quien causa la mayor felicidad en el mundo,
¡Que rápidamente puedas alcanzar el estado de un Buda,
Y llevar a todos los seres a la inmortalidad!”

El Sol se había movido, pero no la sombra del árbol;
Esta no se había apartado del cuerpo del Ido al Gozo,
Pues el mejor de los árboles había postrado sus ramas
Como una hoja de loto;
Y miles de dioses, con las manos juntas en señal de reverencia,
Se postraron a los pies de aquel dotado de una resolución inquebrantable.

Suddhodana, buscando por todo el palacio,
Preguntó por su hijo, y la tía replicó: [135]
“Yo he buscado por todos los sitios, pero no puedo encontrarlo,
¡Oh Rey!, tenemos que saber dónde ha ido el joven príncipe.”

Rápidamente el Rey Suddhodana preguntó a los sirvientes,
Frenéticamente preguntó también al portero,
Y también a otros residentes en el palacio:
“¿Alguien ha visto marchar a mi hijo?”

Entonces alguien dijo: “Su Majestad,
El Supremo ha ido hasta la aldea agrícola.”
El rey salió a toda prisa, con los Sakyas a su lado,
Y pronto tuvieron a la vista al Príncipe
Sobre una pequeña colina en la aldea agrícola.
Y así él vio, brillante y majestuoso,
Con el fulgor de miríadas de soles nacientes,
A aquel que viene a ayudar a todos los seres.

El rey cogió las insignias de su realeza,
La corona, la espada, y los zapatos.
El rey saludó al príncipe con las manos juntas sobre su cabeza,
Y dijo: “Si, los eminentes sabios hablan elocuentemente y la verdad,
El joven príncipe abandonará el hogar
Para alcanzar la Suprema Iluminación.”

Se aproximaron doce mil dioses llenos de devoción,
Y también quinientos jóvenes Sakyas.
Viendo los poderes milagrosos del Ido al Gozo,
Ese océano de virtudes, y esa firme resolución,
En ellos se generó el pensamiento de la Perfecta Iluminación.

Sacudiendo el suelo de todos los tres mil mundos,
El bodhisatva surgió de su meditación con una profunda consciencia.
Entonces, el Refulgente se dirigió a su padre con la voz de Brahma:
“¡Oh, padre! Si uno ara en el campo de la mente, ya no busca otra cosa.

Si alguien busca oro, uno puede hacer que caiga una lluvia de oro.
Si alguien busca vestimenta, uno puede ofrecer vestidos.
Si alguien busca grano, uno puede hacer que el  grano surja a raudales.
¡Señor de los Hombres, aplica esto a todos!”

Tras haber instruido a su padre y a su séquito con gran autoridad,
El Perfecto retornó a la mejor de las ciudades,
Y conforme a la costumbre, permaneció en la ciudad.
Pero su mente estaba ocupada pensando en abandonar el hogar.


Esto concluye el Capítulo Once, sobre “La visita a la aldea agrícola.”










[1] La Luna.
[2] El Sol.
[3] Los cuatro Dhyanas.

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