domingo, 31 de diciembre de 2017

Jataka nº 4 El tasador incompetente. (Tandulanali Jataka)

TANDULANĀLI  JATAKA.

“¿Sabe cuál es el valor de un montón[1] de arroz?” preguntó el Maestro mientras estaba en la Arboleda de Jeta, con respecto al Mayor Udāyi, llamado “el zoquete”.
En aquel tiempo, el Venerable Dabba, que pertenecía al clan de los Malla, era el administrador de los víveres de la comunidad. Cuando a primera hora de la mañana el Venerable Dabba estaba inspeccionando el arroz asignado, a veces era seleccionado un buen arroz, pero otras veces era de una calidad inferior y caía en la parte que le correspondía al Mayor Udāyi.
Los días en los que le tocaba el arroz de calidad inferior, solía crear revuelo en el lugar de examen, diciendo: “¿Acaso es solo Dabba el único que sabe examinar el arroz? ¿Es que no sabemos nosotros?” Un día, cuando estaba agitando, ellos cogieron el cesto de seleccionar, se lo dieron, y dijeron: “Ten, aquí tienes. De hoy en adelante serás tú quien elija.” Por consiguiente, fue Udāyi quien ese día escogió el arroz para la comunidad. Pero, en su distribución, no sabía diferenciar el arroz superior del más inferior; ni tampoco sabía para qué jerarquía estaba asignado el mejor arroz, y para cual el inferior. Así que cuando estaba haciendo la lista, no tenía idea de cuál era la jerarquía dentro de la comunidad. Consecuentemente, cuando los miembros de la comunidad ocuparon sus lugares, el hizo una marca en el suelo o en el muro para marcar el tamaño de un grupo y del otro. Al día siguiente, en la sala había menos miembros de la comunidad de un grupo, y más del otro. Donde eran menos, la marca estaba muy por debajo; y donde eran más la marca estaba muy por encima. Pero Udāyi, completamente ignorante de las categorías, distribuyó la comida de acuerdo a las marcas que había hecho previamente.
Entonces los miembros de la comunidad le dijeron: “Amigo Udāyi, la marca es demasiado alta o demasiado baja. El mejor arroz es para aquellos de tal y tal jerarquía; y el inferior para aquellos y aquellos.”Pero él lo rechazó con el siguiente argumento: “Si esta marca está donde está, ¿Qué hacéis vosotros ahí? ¿Por qué voy a creeros? ¡Solo confío en mi señalización!”
Entonces los niños y los novicios [124] lo sacaron a empujones de la sala de selección gritando: “Amigo Udāyi, zoquete, cuando tú distribuyes, los miembros de la comunidad reciben menos de lo que deberían de recibir; tú no estás capacitado para distribuir, así que mejor te vas de aquí.” Y entonces se levantó un gran alboroto de la sala de distribución.

Oyendo el ruido, el Maestro preguntó a Ananda, diciendo: “Ananda, hay un gran alboroto en la sala de distribución. ¿A qué se debe?”
Entonces, Ananda se lo explicó todo al Buda. Este dijo: “Ananda, esta no es la primera vez en la que Udāyi, con su estupidez, a robado a otros su beneficio. El hizo lo mismo hace mucho, mucho tiempo.”
Entonces el Mayor Ananda, pidió una explicación al Bhagavan, y el Bhagavan dejó claro que tenía que ver con el renacimiento.


Cierta vez, cuando Brahmadatta estaba reinando en Benarés, en Kasi, en aquel tiempo el bodhisatva era un tasador. El solía tasar caballos, elefantes, y similares; también joyas, oro, y similares; y solía pagar a los propietarios de los bienes el precio adecuado, conforme a como él lo había fijado en su tasación.
Pero el rey era codicioso, y su codicia le sugirió el siguiente pensamiento: “Con un tasador con este estilo para tasar, pronto se agotarán todas las riquezas que hay en mi casa. Tengo que conseguir otro tasador.” Abriendo la ventana de su palacio, y mirando al patio, vio que por el cruzaba andando un hombre estúpido y codicioso que le pareció un candidato adecuado para el puesto. Así que el rey ordenó que fueran a buscarlo, y una vez ante él le preguntó si sería capaz de desempeñar el puesto. El hombre dijo: “¡Oh, sí!”; y de este modo, para salvaguardar el tesoro real, esta persona estúpida fue nombrada tasador. Después de esto, esta persona necia, a la hora de valorar elefantes, caballos y demás, solía fijar un precio fijo dictado por su propio antojo, negando su verdadero valor; pero puesto que él era el tasador, el precio era el que él había determinado, y no ningún otro.

En aquel tiempo llegó a la ciudad un proveedor de  caballos que venía del norte del país, con 500 caballos. El rey envió a buscar a su nuevo tasador, y le mandó que tasara los caballos. Y el precio que estableció para los 500 caballos en su conjunto fue el de una sola medida de arroz, la cual ordenó que fuera pagada al proveedor, y ordenando que los caballos fueran llevados a los establos. [125] El vendedor se dirigió a casa del antiguo tasador, a quien le contó lo que había sucedido, y le preguntó qué podía hacerse.
El antiguo tasador dijo: “Dale un soborno, y plantéale esto: “Sabiendo como sabemos que nuestros caballos valen una sola medida de arroz, nosotros sentimos la curiosidad de saber de boca tuya cuál es valor preciso de una medida de arroz, ¿Podrías establecer su valor en presencia del rey?” Si te dice que si puede, entonces llévalo ante el rey, y yo también estaré allí.”
Siguiendo rápidamente el consejo del bodhisatva, el proveedor de caballos sobornó al tasador, y le planteó la pregunta. El otro, tras haber expresado su habilidad para determinar el valor de una medida de arroz, fue conducido rápidamente al palacio, a donde también había acudido el bodhisatva, y también muchos ministros.
Con la obediencia debida, el proveedor de caballos dijo: “Señor, yo no discuto que el precio de 500 caballos sea una sola medida de arroz; pero quisiera pedirle a su majestad que le preguntara a su tasador cuál es el valor preciso de esa medida de arroz.”
El rey, ignorante de lo que había sucedido, dijo al sujeto: “Tasador, ¿Cuál es el valor de 500 caballos?”
La contestación fue: “Una medida de arroz, Señor.”
El rey dijo: “Muy bien, amigo mío. Si 500 caballos son el valor de una medida de arroz, ¿Cuál es el valor de esa medida de arroz?”
El necio respondió: “Es el valor de todo Benarés, con sus suburbios.”
Así podemos saber que, tras haber valorado primero 500 caballos en una medida de arroz, para complacer al rey; después fue sobornado por el proveedor de caballos para que determinara que el valor de esa medida de arroz era el de toda la ciudad de Benarés, junto con sus suburbios, ¡Y eso aunque la longitud de las murallas de Benarés era de doce leguas, mientras que la ciudad y sus suburbios tenían tres leguas de perímetro!¡Y no obstante el necio valoró toda esta vasta ciudad y sus suburbios en una sola medida de arroz!

[126] Después de oír esto, los ministros aplaudían y reían alegremente, mientras decían en burla: “Nosotros solíamos pensar que el valor de la tierra y del reino estaba más allá de cualquier precio, ¡Pero ahora sabemos que el valor de todo el reino de Benarés, junto con su rey, es solo una única medida de arroz! ¡Qué talento tiene el tasador! ¿Pero, cómo puede haber retenido su puesto durante tanto tiempo? Pero realmente, nuestro tasador complace a nuestro rey admirablemente.”

Entonces el bodhisatva repitió esta estrofa:
“Alguien pregunta cuánto vale una medida de arroz.
¿Por qué? Porque valiendo todo Benarés, lo de dentro y fuera;
Resulta extraño decir que también 500 caballos
Son precisamente el valor de esa misma medida de arroz.”

Esto hizo que sintiera vergüenza, y entonces el rey despidió al necio, reponiendo de nuevo al bodhisatva en el puesto. Y cuando el tiempo de su vida se agotó, el bodhisatva murió para recibir de acuerdo a sus méritos.




[1] Una medida de volumen equivalente a 9,087 litros. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario