Monjes, había pasado la
estación fría y era el tercer mes de primavera. Era la más hermosa de las
estaciones, cuando las hojas nuevas de color verde adornan los árboles, y
cuando la tierra está cubierta de flores. La hierba tierna y verde cubría los
campos, el aire no era ni demasiado frio, ni demasiado cálido; y no había
niebla, ni tampoco polvo suspendido en el aire. Era el mes de Visakha, cuando
la Luna entra en la constelación de Visakha.
El bodhisatva, el Señor de
los Tres Reinos, [55] quien es venerado por los Tres Reinos, juzgó que ahora
había llegado el momento. En el momento apropiado, en el quinceavo día del mes
lunar, durante la Luna llena y en conjunción con la constelación de Pusya, el
bodhisatva descendió desde el Cielo de Tushita y, manteniendo una memoria y
sabiduría completa, entró dentro del vientre de su madre, quien estaba
observando los preceptos de posadha.
El entró a través del lado
derecho de ella bajo la forma de un pequeño elefante blanco con seis colmillos,
con su cabeza de color del cochinel[1], y sus
colmillos de color del oro. Tenía todos sus miembros y facultades perfectos y
sin falta. Tras haber entrado en el vientre, siempre permaneció en el lado
derecho, sin desplazarse nunca al lado izquierdo. La reina Māyā estaba
durmiendo plácidamente en su lecho, y en su sueño vio lo siguiente:
Un
elefante entró en su vientre. Era blanco como la nieve o plateado,
Con
seis colmillos perfectos, unas patas hermosas, con una trompa excelente,
Y
la cabeza de color rosado, era el más bello de los elefantes,
Con
un paso grácil, inalterable como un diamante.
Completamente
absorta en la contemplación,
Nunca
había sentido una felicidad semejante;
Ella
nunca había sentido tal placer
Tanto
físico como mental.
Cuando despertó y se levantó
de su cama, se adornó con ornamentos y ropas holgadas, y el profundo deleite y
bienestar del sueño aún permanecía. Rodeada y precedida por sus asistentes
femeninas, ella descendió de las habitaciones superiores del más hermoso de los
palacios, y se dirigió hacia el bosque de árboles asoka, donde se sintió a
gusto. Una vez allí envió un mensaje al Rey Suddhodana: “Su majestad, que pueda
el rey atenderme, por favor, la reina desea verlo.”
Cuando el Rey Suddhodana oyó
estas palabras, se levantó de su trono lleno de alegría, y rodeado y precedido
por sus ministros y consejeros, acompañando por su séquito y parientes, se
encaminó hacia el bosque de árboles asoka. Sin embargo, cuando llegó allí, su
cuerpo comenzó a sentirse pesado, y se dio cuenta de que era incapaz de entrar
en el bosque. A la entrada del bosque de árboles asoka, reflexionó durante un
instante, y pronunció estos versos:
“No
recuerdo que nunca sintiera mi cuerpo tan pesado como hoy, [56]
Ni
siquiera cuando cabalgué a la batalla al frente de hombres valientes,
¡Ahora
soy incapaz de entrar en donde está mi propia familia!
¿Alguien
puede decirme que está sucediendo?”
Al oír estas palabras,
algunos de los dioses de las moradas puras que estaban en el medio del cielo,
hicieron visible la parte superior de sus cuerpos, y dirigieron estos versos al
Rey Suddhodana:
“Su
majestad, el gran bodhisatva, el gran ser, ha descendido del Cielo de Tushita;
Es
rico en austeridades, en práctica espiritual, y en virtud.
El
es digno de recibir el homenaje de los tres mil mundos;
Es
amoroso y compasivo, iniciado por su mérito y sabiduría.
¡Oh,
gran rey! El ha abandonado el Cielo de Tushita,
Y
ha entrado en el vientre de la reina Māyā, como hijo tuyo.”
Entonces,
juntando sus manos y postrando su cabeza,
El
rey se dirigió hacia el bosque, lleno de reverencia y asombro.
Mirando
a Māyādevī, sin rastro de orgullo o arrogancia,
Preguntó:
“¿Qué puedo hacer por ti? Por favor, dímelo.”
La reina dijo:
“Un
elefante agradable y bello, blanco como la nieve o la plata,
Más
brillante que el Sol y la Luna, bien proporcionado,
Con
unas patas hermosas, seis grandes colmillos, y unas cuerpo como el diamante,
Ha
entrado en mi vientre. Por favor, escucha esta historia.
Mientras
soñaba, yo vi el universo de tres mil mundos claramente iluminado,
Mientras
diez millones de dioses me estaban alabando.
Yo
no sentía enfado, agresividad, odio, o confusión:
Mi
mente estaba en paz, disfrutando del gozo de la concentración. [57]
Sería
bueno, ¡Oh Maestro de los Hombres!,
Que
convocarás rápidamente a los brahmines especializados
En
los tratados védicos sobre los sueños, para ver si es verdadero;
Y
para averiguar si es un presagio bueno o malo para nuestra familia.
Tras escuchar estas palabras,
instantáneamente el rey convocó a los brahmines expertos en los Vedas y en sus
tratados. Cuando llegaron ante la reina Māyā, ella dijo:
“Escuchad
mi relato, esto es lo que yo soñé.”
Los brahmines replicaron: “Su
majestad, hable, por favor. Cuando escuchemos lo que ha visto en el sueño,
nosotros lo explicaremos.”
Entonces la reina dijo:
“Un
elefante agradable y bello, blanco como la nieve o la plata,
Más
brillante que el Sol y la Luna, bien proporcionado,
Con
unas patas hermosas, seis grandes colmillos, y cuerpo como el diamante;
Entró
en mi vientre.”
Cuando
escucharon estas palabras, los brahmines predijeron:
“Obtendréis
una gran alegría; no hay ningún augurio de infelicidad en ese sueño.
De
ti nacerá un hijo cuyo cuerpo estará adornado con las marcas,
El
pertenecerá al linaje de los reyes, un gran monarca universal girando la rueda;
Si
renuncia a sus placeres, su reino, y su palacio,
Y
adopta la vida de un monje, libre de apego, lleno de compasión y de amor hacia
el mundo,
Llegará
a ser un Buda digno de recibir las ofrendas de los Tres Reinos.
El
satisfará el mundo con el sabor supremo del néctar de la inmortalidad.” [58]
Tras
haber hecho esta predicción positiva,
Los
brahmines comieron en palacio,
Y
tras recibir muchos regalos,
Partieron
de allí.
Monjes, tan pronto como el
Rey Suddhodana oyó la respuesta de los brahmines, quienes conocían los signos y
los presagios, quienes son conocedores de las marcas y signos, y del
significado de los sueños, se llenó de contentamiento y de placer, de alegría y
deleite. Para complacer a los brahmines, el les sirvió platos delicados, bien
preparados y sabrosos; y antes de despedirse de ellos, los colmó de regalos.
Al mismo tiempo, fueron
distribuidas limosnas en las cuatro puertas de la ciudad de Kapilavastu, y en
todos los cruces de carretera y en las plazas públicas, con la intención de
rendir homenaje al bodhisatva. Dio comida a quienes deseaban comida, bebida a
quienes deseaban bebida, ropa a aquellos que querían ropa, carretas a quienes
deseaban transporte, dio perfumes a quienes querían perfumes, guirnaldas a
quienes deseaban guirnaldas, aceites a quienes deseaban ungüentos, sábanas a
quienes querían ropas para la cama, dio cobijo a quienes no tenían hogar, y
todo lo necesario a quienes demandaban provisiones.
Monjes, entonces el Rey
Suddhodana consideró: “¿Dónde podría residir Māyādevī para que fuera feliz y no
sufriera perturbaciones?”
En ese mismo instante, los
Cuatro Grandes Reyes se aproximaron al Rey Suddhodana, y dijeron: “Su Majestad,
no os preocupéis; permaneced feliz en la ecuanimidad. Nosotros haremos un
palacio para el bodhisatva.”
Entonces Sakra, el jefe de
los dioses, se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“El
palacio preparado por los Cuatro Grandes Reyes es un lugar pobre;
Es
mucho mejor el palacio del Cielo de los Treinta y Tres;
Yo
daré al bodhisatva un palacio como el de Vaijayanta.
Entonces Suyāma, un hijo de
los dioses del Cielo de Yāma se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Viendo
mi palacio, diez millones de Sakras
Quedaron
maravillados de admiración. `59]
Yo
daré al bodhisatva
Esta
afortunada morada de Suyāma.”
Entonces Santusita, un hijo
de los dioses del Cielo de Tushita se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Anteriormente,
este ser afamado
Habitaba
en un palacio espléndido
Cuando
moraba en el Cielo de Tushita.
Yo
le ofreceré ese mismo palacio al bodhisatva.”
Entonces Sunirmita, un hijo
de los dioses del Cielo de Nirmita se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Rey,
yo ofreceré al bodhisatva
Un
palacio creado mentalmente
Que
está hecho de joyas,
Como
un acto de homenaje.”
Entonces, un hijo de los
dioses del Cielo de Parinirmita vasavartin se aproximó al Rey Suddhodana, y
dijo:
“El
resplandor de mi mansión
Eclipsa
la luz y el color
De
cualquier palacio existente
En
todo el Reino del Deseo.
Así
que permíteme que yo de esta mansión gloriosa
Como
una ofrenda al bodhisatva.
Su
Majestad, yo traeré
Mi
bello palacio hecho de joyas.
En
él están esparcidas flores preciosas,
Y
con la fragancia de los perfumes divinos;
Yo
ofreceré ese espacioso palacio,
Allí
puede quedarse la reina.”
Monjes, de esta forma cada
uno de los dioses eminentes del Reino del Deseo, individualmente ofreció sus
respectivas residencias como obsequio al
bodhisatva, precisamente allí, en la bella ciudad de Kapilavastu. El Rey
Suddhodana también había dispuesto una mansión magnífica; esta superaba con
mucho a cualquier otra vivienda construida por humanos, aunque no podía
compararse con los palacios celestiales. Sin embargo, debido al poder de la concentración
del bodhisatva, Māyādevī parecía estar residiendo en cada uno de esos palacios.
El bodhisatva, durante el
periodo en el que permaneció en el vientre de la reina Māyā, permaneció en el
lado derecho del vientre, sentado manteniendo la postura de piernas cruzadas.
[60] En suma, todos los más destacados de entre los dioses creyeron que la
madre del bodhisatva estaba residiendo en el palacio que ellos habían donado, y
no en ningún otro.
Con respecto a esto, se dijo:
“Mientras
el bodhisatva permaneció en la gran concentración,
A
través de sus inconcebibles poderes milagrosos,
Todos
los dioses vieron sus deseos plenamente satisfechos.
Y
también el Rey Suddhodana vio colmados sus deseos.”
Entonces, en aquella
asamblea, algunos hijos de los dioses comenzaron a preguntarse: “Incluso los
dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes dan la vuelta cuando se aproximan
cerca de los humanos, repelidos por su olor. ¿Cómo podrían soportarlo los dioses
de otros cielos superiores, los de los Cielos de los Treinta y Tres, de los
Cielos Libres de Conflicto, o del Cielo de Tushita? ¿Cómo puede el bodhisatva
puro, quien está libre de los malos olores, quien es superior al mundo entero,
quien es una joya entre los seres, descender desde el Cielo de Tushita, y
permanecer durante diez meses lunares dentro del vientre de su madre, en un
cuerpo maloliente?
Entonces, en aquel tiempo,
por el poder del Buda, el Venerable Ananda preguntó al Bhagavan: “¡Oh, Bhagavan!
El Tathagata ha enseñado que el cuerpo de la mujer es impuro, y que es propensa
al deseo. Es asombroso. Pero aún resulta más asombroso que tú, cuando eras un
bodhisatva, hayas descendido del Cielo de Tushita, y hayas entrado en el
vientre de tu madre, permaneciendo dentro de un cuerpo humano, en el lado
derecho del vientre. ¡Bhagavan, tú has dicho como ha sucedido todo, y sin
embargo me resulta increíble!”
El Bhagavan respondió:
“Ananda, ¿Te gustaría ver el Ratnavyhūa, la morada de joyas en el que residía
el bodhisatva cuando entró dentro del vientre de su madre?”
Ananda dijo: “Bhagavan,
seguramente este es el momento. Sugata, seguramente este es el momento
adecuado. Que pueda el Tathagata mostrarnos como era la mansión del bodhisatva.
¡Cómo nos gustaría ser testigos de ello!”
Entonces el Bhagavan hizo un
gesto, y Brahma el Señor del Mundo de Sahā, vino ante la presencia del Bhagavan
acompañado por 6,8 millones de dioses del Cielo de Brahma. Todos ellos
aparecieron ante el Bhagavan, y se postraron a los pies del Bhagavan, y lo
circunvalaron tres veces. Después, Brahma, con las palmas de las manos juntas,
se postró ante el Bhagavan, y se sentó a un lado.
Entonces el Bhagavan dijo a
Brahma, el Señor del Mundo de Sahā: “Brahma, previamente, ¿Tú llevaste el palacio
en cual yo residí durante diez meses como un bodhisatva en el vientre de mi
madre?”
Y Brahma respondió: “Así es
Bhagavan, así es Sugata.”
El Bhagavan dijo: “Bien
Brahma, ¿Dónde está ahora?”
Brahma respondió: “Está en el
Cielo de Brahma.”
Entonces el Bhagavan dijo:
“Brahma, en ese caso, muestra el Ratnavyhūa, la morada del bodhisatva mientras
estuvo dentro del vientre durante diez meses, para que puedan saber cómo está
construido.”
Entonces Brahma, el Señor del
Mundo de Sahā, se dirigió a los dioses del Cielo de Brahma, diciendo: “Por
favor, esperad aquí hasta que yo traiga la mansión que deleitaba al
bodhisatva.”
Entonces Brahma, el Señor del
Mundo de Sahā, postró su cabeza a los pies del Bhagavan, antes de desaparecer
de su presencia, alcanzando en un instante el Cielo de Brahma. Allí él
pronunció estas palabras a Subrahmā, el hijo de los dioses: “Amigo, ve desde
este Cielo de Brahma al Cielo de los Treinta y Tres, eleva tu voz y que sean
oídas estas palabras: “Nosotros llevaremos el Ratnavyhūa ante la presencia del
Tathagata. Quien desee verlo que se aproxime rápidamente.”
Entonces Brahma, el Señor del
mundo de Sahā, junto con los 84 trillones de dioses, cogieron la morada hecha
de joyas, y la colocaron en lo alto de un gran palacio de Brahma, que tenía
trescientas leguas de alto. Rodeado por todos estos trillones de dioses,
descendió con la mansión a Jambudvipa[2]. [62]
En aquel tiempo había una
gran cantidad de dioses del Reino del Deseo reunidos con la intención de servir
al Bhagavan. Ellos cubrieron el Ratnavyhūa con tejidos celestiales y lo
adornaron con guirnaldas, incienso divino, y flores. Además sonaba música
celestial, y había otros tipos de divertimentos celestiales, mientras que
dioses famosos por su gran poder rodeaban la morada sagrada.
Sakra, el jefe de los dioses,
que en aquel momento se encontraba a gran distancia del lugar, sobre el gran
Monte Sumeru, en medio del océano, colocó su mano para dar sombra a su cara. Se
vio obligado a girar hacia un lado su cabeza, incapaz de ver nada, con los ojos
cegados. ¿Por qué sucedía esto? Los dioses del Cielo de Brahma son conocidos
por su gran poder, en cambio el de los dioses de los Cielos de Los Treinta y
Tres, de los Yamas, de Nirmita, y de Parinirmita vasavartin era inferior. Si
Sakra, el jefe de los dioses, estaba confuso, ¿Cuánto más lo estarían los
otros?
Entonces el Bhagavan hizo que
la música celestial cesase, puesto que de oírla, los hombres de Jambudvipa se
volverían locos.
Los dioses del Cielo de los
Cuatro Grandes Reyes se acercaron a Sakra, el jefe de los dioses, y le
preguntaron: “Señor de los Dioses, ¿Cómo puede ser que no veamos la mansión
enjoyada que deleitaba al bodhisatva?”
Y Sakra contestó: “Amigos, al
igual que vosotros, soy incapaz de verla. Sin embargo, amigos, cuando sea traída
en presencia del Bhagavan, la veremos.”
Ellos replicaron: “Señor de
los Dioses, ¡Nosotros haremos todo lo necesario para verla, y lo haremos tan
pronto como podamos!”
Sakra les dijo: “Amigos,
esperemos hasta que el más eminente de los hijos de los dioses deleite al
Bhagavan con sus palabras.” Así que se sentaron a un lado, y girando sus
cabezas, miraron atentamente hacia el Bhagavan. [63] Súbitamente, Brahma, el
Señor del Mundo de Sahā, llegó junto con los 84 trillones de dioses, portando
el Ratnavyhūa, la morada enjoyada del bodhisatva, para ofrecérsela al
Tathagata.
La morada enjoyada del
bodhisatva tenía una forma hermosa, era brillante y agradable de contemplar.
Tenía cuatro lados, y descansaba sobre cuatro pilares. En la parte alta había
un piso bellamente adornado del tamaño adecuado para un feto de seis meses, y
en el medio de este piso había un trono del tamaño adecuado para un feto de
seis meses.
En todas las partes del
mundo, incluyendo los cielos de los dioses del reino del Deseo y el de los
dioses de Brahma, los ojos de los dioses quedaban deslumbrados, y se sentían
admirados al verlo. Cuando fue colocado ante el Bhagavan, era brillante,
resplandeciente, e irradiaba calor. Esta morada enjoyada brillaba como el oro
puro refinado por un orfebre experto, completamente puro y libre de todo
defecto o mancha.
No había nada en los reinos
celestiales y humanos que pudiera compararse en tamaño y forma al trono que
había dentro de la morada que había deleitado al bodhisatva, excepto quizá el
cuello del bodhisatva, el cual semejaba una concha en cuanto a forma y color.
Incluso las ropas vestidas por
el gran Brahma perdían su belleza frente al trono del bodhisatva, haciendo que
parecieran la piel de una gacela negra cuando es golpeada por el viento y la
lluvia. Este piso está hecho de la esencia de sándalo uraga, de forma tal que
una simple mota de este polvo de sándalo es igual al valor de mil universos.
Además, estaba rodeado por los cuatro lados por bosques de sándalo uraga.
Un segundo piso exactamente
igual está situado en la parte baja del piso, sin tocarlo. En el segundo piso
hay un tercer nivel hecho de madera de sándalo, [64] exactamente igual, y en
este tercer piso se encuentra un trono con cojines, del color del lapislázuli.
Cubriendo este piso de sándalo hay hermosas flores, las cuales sobrepasan en
belleza a todas las flores celestiales y terrenales, nacidas de la maduración
del mérito acumulado previamente por el bodhisatva.
El Ratnavyhūa, la morada de
joyas del bodhisatva, es sólido e indestructible como un diamante, y sin
embargo es tan suave al tacto como una prenda de paño de kācalindi. Además, en
la morada de joyas del bodhisatva se reflejaba todo lo que podía ser encontrado
en los cielos del Reino del Deseo.
La noche en la que el
bodhisatva entró en el vientre de su madre, desde las grandes profundidades del
mar, y desde una profundidad sesenta y ocho millones de leguas, se elevó un
loto hasta llegar al Cielo de Brahma, el cual solo pudo ser visto por el mejor
de los hombres y por el gran Brahma, quien domina miles de poderes. Reunido
dentro del gran loto, y bajo la forma de una gota de néctar, estaba la esencia,
la quintaesencia, de las substancias elementales del macrocosmos de tres
millones de mundos. El gran Brahma, colocando esa gota dentro de un brillante
vaso de lapislázuli, se la ofreció al bodhisatva. Lleno afecto hacia el gran
Brahma, el bodhisatva cogió el vaso y bebió de él. Excepto un bodhisatva que
está en su última existencia, y que ha realizado todos los niveles del
bodhisatva, no existe nadie entre toda la multitud de los seres que sea capaz
de digerir esa gota de elixir.
¿Cuáles fueron las
maduraciones de las acciones previas que posibilitaron que el bodhisatva
pudiera digerir esa gota de elixir? Durante los eones en los que el bodhisatva
estaba practicando, él había dado medicinas a los enfermos, había dado esperanza
a los seres, había satisfecho los deseos de sus corazones, y había dado refugio
a quienes necesitaban refugio. El siempre había ofrecido las primeras flores,
los primeros frutos, y el primer bocado de comida al Tathagata, a las caityas[3]
de los Tathagatas, a las asambleas de los Oyentes, y a sus padres. Solo después
de esto disfrutaba lo disfrutaba él. Debido a la maduración de esas acciones,
el gran Brahma ofrece esta gota de néctar al bodhisatva.
Dentro del Ratnavyhūa aparece
todo lo que es lo mejor, todas las cosas agradables, y cuerdas de guirnaldas,
todo ello apareciendo debido a la maduración completa de las acciones del
bodhisatva. En el Ratnavyhūa, la morada enjoyada del bodhisatva, también
apareció un surtido de prendas, que era llamada el ornamento de cien mil[4]. Aparte
de un bodhisatva en su última existencia, nadie entre todas las multitudes de
los seres es capaz de recibir esas prendas. De hecho, todas las formas sublimes
y perfectas, todos los sonidos, olores, sabores, y texturas estaban presentes
dentro de esa morada puntiaguda.
De este modo, la morada que
complacía al bodhisatva estaba tan bien construida que era igual por dentro y
por fuera, tan suave al tacto como una prenda hecha con tejido de kācalindi.
Una vez que ha sido visto, nada puede compararse con este Ratnavyhūa.
Debido a las oraciones de
aspiración hechas previamente por el bodhisatva, sus intenciones se hicieron
realidad. Es cierto que un bodhisatva, un gran ser, nacerá en el mundo de los
hombres; que tras abandonar su hogar se llegará a convertir en un Buda completo,
y que girará la Rueda del Dharma.
El Ratnavyhūa se manifiesta
en el lado derecho del vientre de su madre, donde el bodhisatva hace su
entrada, tras haber descendido del Cielo de Tushita; allí permanece sentado con
las piernas cruzadas, con todos sus miembros, órganos, y características
completamente formadas, y también con los signos de un gran hombre, debido a
que el bodhisatva en su última existencia está libre de los cuatro estados [66]
de desarrollo de un embrión. Y por eso la madre del bodhisatva, Māyādevī, en un
sueño, vio venir a ella al más excelente de los elefantes.
Ahora, Sakra, el jefe de los
dioses, los Cuatro Grandes Reyes, los veintiocho comandantes del ejército de
los yakshas, y Guhyakādhipati, el maestro de los guhyakas, que son la clase de
yaksha a la que pertenece Vajrapāni, tras haber tenido noticia de que el
bodhisatva había entrado en el vientre de su madre, permanecieron
constantemente a su servicio. También aparecieron cuatro diosas para servir al
bodhisatva, sus nombres eran: Utkhalī, Sumutkhalī, Dhvajavatī, y Prabhāvatī.
Ellas, sabiendo que el bodhisatva había entrado dentro del vientre de su madre,
se quedaron para guardarlo siempre e incesantemente. También Sakra, el jefe de
los dioses, junto con quinientos hijos de los dioses, sabiendo que el
bodhisatva había entrado dentro del vientre de su madre, lo sirvieron siempre e
incesantemente.
El cuerpo del bodhisatva que
ha entrado en el vientre de su madre desarrolla ciertas características. Por
ejemplo, es como una gran masa de fuego en la cumbre de una montaña, en una
noche oscura y tenebrosa; es visible desde una distancia de una yojana[5], e
incluso desde cinco yojanas. Así se manifestó el bodhisatva cuando entró en el
vientre de su madre: luminoso, glorioso, lleno de gracia, hermoso de ver,
sentado con las piernas cruzadas dentro del suelo del Ratnavyhūa, relucía como
el oro puro con incrustaciones de lapislázuli. Y la madre del bodhisatva también
pudo verlo dentro de su vientre.
Del mismo modo en que un
relámpago ilumina todo cuando surge de una gran masa de nubes, así el
bodhisatva mientras residía dentro del vientre de su madre también iluminaba
completamente el primer piso de la morada hecha de joyas, a través de su
esplendor, brillo, y color. Cuando esta fue iluminada, el iluminó el piso del
medio de la fragante morada. Cuando el segundo piso [67] de la fragante morada
fue iluminado, la luz fue más lejos e iluminó el tercer piso de la fragante
morada. Entonces, puesto que el tercer nivel de la fragante morada estaba
bañado en luz, todo el cuerpo de su madre también quedó lleno de luz. Entonces
la luz fue más allá e iluminó el asiento en el que estaba sentada su madre.
Gradualmente, la luz se fue difundiendo, y todo el palacio se iluminó. Cuando
todo el palacio estaba bañado de luz, rayos de luz surgieron de él e iluminaron
las regiones del este, del sur, del oeste, del norte, del zenit y del nadir, en
cada una de las diez direcciones hasta llegar a una distancia de una krosa[6].
Esto hizo el bodhisatva cuando entró dentro del vientre de su madre, iluminando
todo con majestad, esplendor, y color.
Monjes, a primera hora de la
mañana, llegaron allí los Cuatro Grandes Reyes, junto con los veintiocho
comandantes del ejército de los yakshas, y otros quinientos yakshas para
reunirse con el bodhisatva, alabarle, servirle, y escuchar el Dharma. Cuando
llegaron, el bodhisatva que era sabedor de su llegada, extendió su mano derecha
y apuntó hacia sus asientos. Sentándose en los asientos que estaban preparados
para ellos, estos guardianes del mundo y los otros percibieron al bodhisatva,
que estaba en el vientre de su madre, bajo la forma de un niño que ya había
nacido, con un cuerpo del color del oro, que movía su mano y la mecía, haciendo
gestos. Tras ver esto, se postraron ante el bodhisatva, y quedaron llenos de
alegría, deleite, y bienestar.
Cuando el bodhisatva vio que
ya estaban sentados, les ofreció una enseñanza de Dharma, y se aseguró de que
fuera entendida por ellos, de que los hubiera inspirado, y de que los hubiera
llenado de alegría. Cuando en ellos surgió el deseo de partir, el bodhisatva,
que era conocedor de sus pensamientos, extendió su mano derecha como signo de
despedida, extendiendo y retrayendo su mano sin que ello causara la menor
molestia a su madre. Los Cuatro Grandes Reyes entendieron el signo de
despedida, y pensaron: “Hemos sido despedidos por el bodhisatva.” [68] Entonces
ellos circunvalaron al bodhisatva y a su madre por tres veces, antes de partir.
Estas son las causas, y son las circunstancias por las que el bodhisatva
extendía su mano derecha, y entonces la retraía, durante la calma de la noche
cuando todos estaban durmiendo. Y una vez que retrajo su mano, la mantuvo
quieta, con una gran atención mental y cuidado.
Cualquier hombre o mujer,
mozos o doncellas, que se aproximara a ver al bodhisatva, todos ellos se
llenaban de alegría, primero ocasionada por el bodhisatva, y después por su
madre.
¡Oh, monjes! Durante el
tiempo en el que el bodhisatva moraba en el vientre de su madre, él dio placer
a todos los seres. Ningún ser, fuera dios, naga, yaksha, humano o no humano,
pudo darle placer primero al bodhisatva; sino que era el bodhisatva el primero
en deleitarlos, y después era la madre del bodhisatva quien los llenaba de
alegría.
Ya había pasado la mañana, y
había llegado el medio día cuando Sakra, el jefe de los dioses, junto con los
más eminentes hijos de los dioses del Cielo de los Treinta y Tres, se
aproximaron al bodhisatva para rendirle homenaje, servirlo, y para escuchar el
Dharma. El bodhisatva, viéndolos llegar desde la distancia, extendió su mano
derecha del color el oro, y con un gesto les mostró sus asientos. Por hacer
eso, Sakra, el jefe de los dioses, y los dioses del Cielo de los Treinta y Tres
se llenaron de tal alegría que incluso Sakra, fue incapaz de declinar la
invitación del bodhisatva; entonces él, junto con los demás hijos de los
dioses, se sentaron en los asientos preparados para ellos.
Una vez sentados, el
bodhisatva les enseñó el Dharma, los ayudó a entenderlo, los inspiró, y los
llenó de alegría. E incluso la madre del bodhisatva se giraba hacia el lado hacia
el que el bodhisatva estaba extendiendo su mano.
A cada uno de los dioses le
parecía que el bodhisatva estaba conversando agradablemente con él. Cada uno de
ellos se decía: “¡Es conmigo con quien el bodhisatva está hablando; es solo
conmigo con quien está conversando tan alegremente!”
Además, en ese piso del
Ratnavyhūa se veían reflejadas las imágenes
de Indra[7] y de los
dioses de los Treinta y Tres; ciertamente no hay ningún otro dominio de un
bodhisatva igual al del bodhisatva que ha entrado en el vientre de su madre.
Y monjes, cuando Sakra, el
jefe de los dioses, y los otros hijos de los dioses desean partir, el
bodhisatva que era conocedor de sus pensamientos, hizo un gesto con su mano
derecha, y entonces la recogió. Sin embargo, con gran atención y cuidado, no
causó molestia a su madre.
En aquel instante, Sakra, el
jefe de los dioses, y los otros hijos de los dioses del Cielo de los Treinta y
Tres, se dieron cuenta de que su deseo de partir había sido conocido, y que
habían sido despedidos por el bodhisatva. [69]Tras circunvalar al bodhisatva y
a su madre por tres veces, partieron.
¡Oh, monjes! Ya había pasado
el medio día y la tarde había llegado, cuando Brahma, el Señor del Mundo de
Sahā, rodeado y precedido por varios cientos de miles de dioses, se aproximó al
bodhisatva portando la gota divina de elixir. Venían para presentarle sus
respetos, para rendirle homenaje, servirlo, y oír el Dharma.
¡Oh, monjes! Conociendo que
Brahma, el Señor del mundo de Sahā, se estaba aproximando con su séquito, el
bodhisatva volvió a extender su mano derecha. Llenó de alegría a los dioses, y
les señaló sus asientos. Para Brahma, ¡oh, monjes!, era imposible declinar la
invitación del bodhisatva. [70] Monjes, Brahma se sentó junto con los dioses
del Cielo de Brahma en los asientos que estaban preparados para ellos. Tan
pronto como estuvieron sentados, el bodhisatva los instruyó enseñándoles el
Dharma, los ayudó a entenderlo, los inspiró, y llenó de alegría. Y Māyādevī
también se giró hacia el lado en que el bodhisatva había extendido su mano
derecha.
Entonces los dioses pensaron:
“El bodhisatva está teniendo una conversación grata con nosotros.”Y cada uno de
ellos pensó: “El bodhisatva está hablándome directamente; solo dirige esta
cálida bienvenida a mí.”
Monjes, cuando Brahma, el
Señor del Mundo de Sahā, y los demás dioses del Cielo de Brahma quisieron
partir, el bodhisatva que conocía perfectamente sus deseos de marcharse,
extendió su brazo dorado y los despidió. Como recogió su mano con atención y
cuidado, su madre no sufrió ningún daño. Entonces Brahma, y los demás dioses
del Cielo de Brahma realizaron que su deseo de marcharse había sido conocido de
antemano. Sabiendo que habían sido despedidos, circunvalaron al bodhisatva y a
su madre tres veces, y marcharon. Finalmente, el bodhisatva dejó su mano quieta
descansando mientras mantenía una gran atención.
Y entonces, monjes, desde el
este, sur, oeste, norte, zenit, nadir, y desde cada una de las diez direcciones
vinieron cientos de miles de bodhisatvas para ver al bodhisatva, para rendirle
homenaje, servirle, oír el Dharma, y para cantar alabanzas al Dharma. Mientras
estaban llegando, del cuerpo del bodhisatva comenzaron a salir rayos de luz que
se iban convirtiendo en tronos, y entonces el bodhisatva indicó a los
bodhisatvas que se sentaran en ellos. Tan pronto como estuvieron sentados, el
bodhisatva preguntó y examinó a los bodhisatvas [71] con respecto a las
distintas divisiones pertenecientes al Mahayana. Sin embargo, excepto los
dioses que poseían igual fortuna, nadie fue capaz de percibir esto. Monjes,
esta fue la causa, estas fueron las circunstancias por las que el bodhisatva
emitió rayos de luz desde su cuerpo durante la tranquilidad de la noche,
mientras todos estaban durmiendo.
¡Oh, monjes!, durante el
tiempo en el que el bodhisatva estuvo residiendo dentro del vientre de su
madre, Māyādevī no sentía pesadez en su cuerpo; sino que sentía ligereza,
bienestar, y placer; y no padecía ningún dolor interno. Ella no experimentaba
el sufrimiento del deseo, ni el sufrimiento del odio, ni el sufrimiento de la
ignorancia. En su mente no había pensamientos de deseo, malevolencia, o deseo
de herir. Māyādevī no experimentaba el sufrimiento del calor o del frio; ni
hambre, ni sed; ni tristeza, ni tensión; ni cansancio. Ante ella no aparecía
ninguna forma, sonido, olor, o textura desagradable; y tampoco tenía malos
sueños. No estaba afectada por la coquetería femenina, el engaño, la envidia, o
por las pasiones naturales femeninas.
En aquel tiempo la madre del
bodhisatva observaba las cinco reglas de la disciplina; su conducta estaba
guiada por la moralidad y estaba fortalecida por las diez acciones virtuosas. Y
la madre del bodhisatva nunca tuvo ningún pensamiento de deseo hacia ningún
hombre; ni ningún hombre pudo sentir deseo hacia la madre del bodhisatva.
Durante este tiempo, cualquiera, fuera hombre
o mujer, muchacho o muchacha, cuya mente estuviera poseída por otro, fuera un
dios o un naga, yaksha, gandharva, asura, garuda, o bhutā, en la gran ciudad de
Kapilavastu o en las áreas circundantes, solo tenía que mirar a la madre del
bodhisatva para volver a ser dueño de sus sentidos.
Y similarmente, aquellos que
no eran humanos pronto cambiaban su condición de existencia tras ver a
Māyādevī.
Aquellos golpeados por las
enfermedades surgidas de los desequilibrios del viento, bilis, y flema; los
atormentados por las enfermedades de los ojos, [72] oídos, nariz, lengua,
labios, dientes, o cuello; los afligidos por las inflamaciones de cuello y
pecho; quienes padecían cualquier clase de lepra, sarnas, tuberculosis, locura,
epilepsia, fiebre, enfermedades estomacales, enfermedades cutáneas, etc., todos
ellos eran liberados de sus enfermedades cuando la madre del bodhisatva
extendía su mano derecha sobre sus cabezas, y entonces podían retornar a sus
hogares. Māyādevī también recolectaba
hierbas medicinales que utilizaba para curar enfermedades, y cualquiera que
tomaba esos remedios quedaba completamente curado de sus aflicciones,
recuperando su salud y vigor.
Cuando la reina Māyā miraba
dentro de su vientre, podía ver al bodhisatva en el lado derecho, tan
claramente como se ve una cara reflejada en un espejo limpio; y el verlo le
proporcionaba una gran satisfacción, felicidad, y deleite; llenando su corazón
de alegría y placer.
Monjes, a través de las
bendiciones del bodhisatva que había entrado en el vientre de su madre, los
instrumentos musicales de los dioses sonaban día y noche, y las flores
celestiales caían como una lluvia. Soplaban los vientos, y las lluvias caían en
momentos favorables, y las estrellas y las estaciones seguían su curso regular.
En el reino se disfrutaba de alegría, y las cosechas eran abundantes. No había
perturbaciones ni animosidad en ninguna parte.
En la gran ciudad de
Kapilavastu, el clan de los Sakyas y también todos los otros, se regocijaban
comiendo y bebiendo, divirtiéndose, dando limosnas, y haciendo buenas acciones.
Pasaron los días entretenidos placenteramente como si fuera una celebración que
durara cuatro meses. El Rey Suddhodana llevando la vida perfectamente pura de
un practicante espiritual[8], se
apartó por un tiempo de sus obligaciones de gobierno, y lo mismo que un asceta
recluido en un bosque, se dedicó solamente a la observación de las prácticas
espirituales. [73]
Monjes, estas condiciones fueron
manifestaciones de los poderes milagrosos proyectados por el bodhisatva
mientras permanecía en el vientre de su madre.
Entonces el Bhagavan preguntó
al Venerable Ananda: “Ananda, ¿Te gustaría ver el Ratnavyhūa, la morada del
bodhisatva en la que él residió tras entrar en el vientre de su madre?”
Ananda contestó: “¡Si,
Bhagavan; me gustaría verlo, Sugata!”
Entonces el Bhagavan hizo que
el Ratnavyhūa se hiciera visible para el Venerable Ananda; para Sakra, el jefe
de los dioses; para los cuatro guardianes del mundo; y para muchos otros dioses
y humanos; una visión que los llenó de satisfacción, contento, y deleite; y que
llenó de alegría sus corazones.
Entonces Brahma volvió a
transportar el Ratnavyhūa al Cielo de Brahma, donde construyó un caitya para él.
El Bhagavan se volvió a
dirigir a los monjes: “Fue de esta forma como el bodhisatva, mientras estaba
residiendo dentro del vientre de su madre durante diez meses lunares, maduró a
treinta y seis millones de dioses y humanos en los Tres Vehículos.”
Con respecto a esto se dice:
“Cuando
el bodhisatva, el Gran Ser, entra dentro del vientre de su madre,
La
tierra con sus bosques se movió de seis formas diferentes.
Una
luz de color dorado se difundió en todas direcciones, y todos los reinos
inferiores se purificaron.
Todos
los dioses se llenaron de alegría, diciendo: “¡El será el Rey del Dharma!”
La
gran y hermosa mansión que resplandece con muchas joyas,
Es
la residencia del Héroe, el Mejor de los Guías;
Es brillante, y con la más perfumada de las
maderas de sándalo.
Los
tres mil mundos llenos de joyas no suponen un ápice de su valor.
De
lo profundo del gran universo de tres mil mundos, surge el loto de Gunakāra, Que
poseyendo el esplendor de los méritos puros, contiene dentro la gota de elixir.
[74]
Tras
siete días, alcanza el Cielo de Brahma,
Y
Brahma recoge de él la gota de elixir, para ofrecérsela al bodhisatva.
No
hay ningún ser que sea capaz de digerirla,
Excepto
un bodhisatva de conducta pura.
Esta
gota de elixir está formada por el mérito de muchos eones,
Y
quien la consume se vuelve puro de cuerpo, habla, y mente.
Sakra,
Brahma, y los guardianes del mundo fueron tres veces ante el bodhisatva
Para
rendir homenaje al Guía del Mundo.
Tras
rendirle honores y alabarle, tras haber escuchado el Dharma excelente,
Lo
circunvalaron por tres veces, y partieron tal como habían venido.
Llegaron
bodhisatvas de todas las regiones del universo, deseosos de oír el Dharma;
Se
sentaron en tronos resplandecientes.
Tras
haber oído el Dharma del Mahayana,
Partieron
con los corazones alegres, recitando guirnaldas de alabanzas.
Las
mujeres y niños afligidas por el sufrimiento, poseídos por espíritus,
Con
problemas mentales, desnudos, y cubiertos de polvo;
Recuperaban
sus sentidos al ver a la reina Māyā,
Y
con la memoria y el juicio recobrados, volvían a sus lugares de residencia.
Aquellos
que estaban enfermos de desequilibrios de los aires, bilis, y flemas;
O
afligidos en cuerpo y mente por enfermedades de los ojos u oídos.
Aquellos
afectados por diversas enfermedades de variados tipos y orígenes,
Eran
curados cuando la mano de Māyā se posaba sobre sus cabezas. [75]
Y
cuando Māyā recoge hierbas medicinales del suelo, y las da a los enfermos,
Todos
recobran la salud, y retornan a sus lugares de procedencia.
Y
eso era así porque el Rey de los Médicos, el gran remedio,
Ha
entrado dentro del vientre de una madre.
Cuando
Māyādevī mira su cuerpo, ve al bodhisatva dentro de su vientre.
Lo
mismo que la Luna en el cielo está rodeada de estrellas,
Ella
ve al Guía del Mundo, el bodhisatva,
Adornado
con todos los signos de un gran hombre.
Ella
no estaba atormentada por el deseo, odio, o ignorancia;
No
tenía deseo sexual, ni envidia, ni malicia.
Con
una mente satisfecha y gozosa, permanecía en el contentamiento y la quietud.
Nunca
padecía el sufrimiento del hambre o la sed, o del calor o del frio.
Los
sonidos de los instrumentos divinos sonaban sin tocarlos, incesantemente;
Mientras
caía una lluvia de flores celestiales con los más dulces perfumes.
Los
dioses y humanos aparcan sus diferencias,
Y
no se golpean o hieren unos a otros.
Todos
los seres están deleitados y felices; dan comida y bebida,
Dan
gritos de alegría de felices y alegres que están.
El
reino está en paz, y con prosperidad; las lluvias caen a tiempo;
La
hierba, flores, y plantas medicinales crecen en su época.
Durante
siete días y siete noches cayó una lluvia de joyas sobre el reino,
De
forma que los pobres recibieron todo lo que podían coger y disfrutar;
Aquellos
que una vez fueron pobres o estaban sufriendo,
Ahora
son tan dichosos como los seres en los bosques de Nandana, en la cumbre del
Meru.
Y
el rey de los Sakya se dedicó al ayuno, suspendiendo las labores de gobierno;
Se
dedicó únicamente a la práctica espiritual.
Cuando
iba a entrar en el bosque de los ascetas, dijo a Māyādevī:
“¡Que
grande debe de ser la alegría que sientes, llevando al más grande de los
seres!”
Esto concluye el Capítulo Seis, sobre “El descenso dentro
del vientre.”
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