jueves, 8 de septiembre de 2016

Sutra de la Moralidad del Laico. Capítulo Veintitres. La Perfección de la Moralidad.

La Perfección de la Moralidad.
Sujāta preguntó: “Bhagavan, ¿Cómo fortalece su mente un Bodhisattva que se dirige hacia la Iluminación?”
El Buda dijo: “Buen hombre, un Bodhisattva practica cuatro cosas para fortalecer su mente: 1) él nunca abandona su entrenamiento acorde al Dharma, aún experimentando un enorme sufrimiento; 2) el siempre cultiva la paciencia ante la adversidad, aunque él haya conseguido un gran dominio; 3) él siempre se deleita en dar limosna, aunque esté en la pobreza; 4) él siempre se deleita en la renuncia a la vida en familia, aún siendo muy joven. Si un Bodhisattva practica estas cuatro cosas, el puede encaminarse hacia la Iluminación, con una mente resuelta.
Un Bodhisattva que practica estas cuatro cosas reconoce que la moralidad es la base fundamento del Sendero hacia la Iluminación. Los preceptos morales son llamados también la base de comienzo, la base guía, la base nivelada, la base ecuánime, los pasos de los Budas, las raíces de todos los méritos, el campo afortunado.
Por consiguiente, un hombre sabio acepta y observa los preceptos sin violarlos. Además, él es consciente de que los preceptos traen dos frutos: la alegría celestial, y la alegría de la Iluminación. Un hombre sabio busca la alegría de la Iluminación, no la alegría celestial.
Mancillando los Preceptos.
Tras aceptar los preceptos, si uno hace a propósito aquello que no debiera de ser hecho, si piensa a propósito en aquello que no debiera pensarse, si es negligente e indolente, si disfruta durmiendo demasiado, si se entretiene en percibir lo que es malo, o se gana la vida de forma incorrecta, o alberga malos deseos, ello es llamado “mancillar los preceptos”.
Supón que alguien acepta los preceptos porque tiene miedo a la pobreza, a la persecución, a pérdida de su riqueza, o de forma forzada, o para salvar su cuerpo o su vida, o para conseguir beneficios y veneración, o por conseguir amor. Después de haber aceptado los preceptos, si uno alberga dudas, ello es llamado “mancillar los preceptos”.
Manteniendo Puros los Preceptos.
Buen hombre, uno puede mantener puros los preceptos si no se deleita en experimentar continuamente el ciclo repetido de nacimientos y muertes, si observa detenidamente los males de este ciclo; y si ve a la felicidad en el mundo humano o celestial, y al sufrimiento en el Infierno de Avici, como iguales; si uno tiene compasión hacia los seres, y con una atención mental correcta beneficia a innumerables seres, posibilitándoles alcanzar la Iluminación; si, para alcanzar la Insuperable Iluminación, uno observa los preceptos con autocontrol, con la intención de entrenarse de acuerdo al Dharma; si uno observa sus acciones de cuerpo, habla, y mente realizados en el pasado, presente, y futuro, conociendo sus distintos grados; si uno doma su mente y mantiene el autocontrol durante y después de su trabajo; si uno contempla las faltas propias causadas por la falta de conocimiento, la negligencia, el repentino surgir de las aflicciones, o el menor momento de falta de autocontrol; si uno ve a una falta leve como siendo una transgresión grave, y se siente avergonzado, con remordimiento, aterrorizado, y angustiado; si uno se arrepiente sinceramente de las transgresiones cometidas, y después se siente alegre, observa los preceptos estando vigilante, y se propone no volver a transgredirlos de nuevo.
Buen hombre, tras recibir los preceptos, uno no hace el mal por tres razones: 1) por el bien de uno mismo; 2) por el bien de los demás; y 3) por el bien del Dharma.
¿Qué se quiere decir por no hacer el mal por el bien de uno mismo? Uno debería de conocer qué tipo de acciones resultan dañinas; y también debería de saber que las acciones virtuosas y las no virtuosas, traen sus correspondientes retribuciones. Uno debería de saber que las acciones virtuosas o no virtuosas no son ficticias, y que traerán sus correspondientes retribuciones. ¿Cómo puede uno engañarse a sí mismo pensando que sus acciones no darán resultados? Por consiguiente, tras haber aceptado los preceptos, uno debería de guardarlos sin transgredirlos. Esto es llamado “no hacer el mal por el bien de uno mismo”.
¿Qué quiere decir no hacer el mal por el bien de otros? Un hombre sabio observa que en el mundo existen aquellos que poseen el Ojo Divino puro, que pueden ver cualquier cosa en cualquier parte; y aquellos que tienen la habilidad de conocer los pensamientos de otros. Si uno hace el mal, ellos lo verán y lo conocerán. ¿Cómo puede uno no estar avergonzado de sus malas acciones? Además, los dioses poseedores de méritos inmensurables, poseen el Ojo Divino, el Oído Divino, la habilidad de transformar sus cuerpos y viajar instantáneamente a cualquier lugar, y la habilidad de conocer los pensamientos de otros. Uno no puede verlos cuando están cerca. Si uno hace el mal, los dioses lo verán, lo oirán, y lo conocerán. Puesto que los dioses ven claramente lo que uno hace, ¿Cómo puede uno no estar avergonzado de sus malas acciones? Esto es llamado “no hacer el mal por el bien de otros”.
¿Qué significa no hacer el mal por el bien del Dharma? Un hombre sabio observa que el Dharma de los Tathagatas es puro e inmaculado. Que posibilita que uno reciba beneficios en la presente vida, que alcance la tranquilidad, que pueda cruzar a la Otra Orilla, y que pueda alcanzar la Iluminación sin seleccionar el momento fijado. Por el bien del Dharma, uno acepta y observa los preceptos. Si uno no acepta primero los preceptos menores, ¿Cómo puede recibir más tarde los preceptos mayores? Si uno viola los preceptos menores, uno incrementará sus sufrimientos en los cinco destinos de la existencia[1]. Si uno guarda celosamente los preceptos, uno logrará la alegría insuperable. El renacimiento como humano de uno, significa que no ha alcanzado la liberación porque uno no ha recibido los preceptos de los innumerables Budas, los Tathagatas, del pasado. Sin embargo, puesto que uno ha aceptado ahora los preceptos, entonces encontrará definitivamente en las vidas futuras a Budas  tan numerosos como las arenas del Ganges. Con esas profundas reflexiones, uno recurre a la gran compasión, y acepta sinceramente los preceptos. Tras haber recibido los preceptos, uno los observa con absoluta determinación, para alcanzar la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación, y beneficiar a innumerables seres. Esto es llamado “no hacer el mal por el bien del Dharma”.
Buen hombre, tanto que uno haya renunciado a la vida en familia, como que lleve una vida en familia, si uno toma los Tres Refugios, o acepta los ocho preceptos o los cinco preceptos, completa o parcialmente, y honestamente los observa durante un día y una noche, por una vez, por lo que dura un pensamiento, o durante una vida, uno conseguirá grandes méritos.
Buen hombre, tras haber recibido los preceptos, si uno practica los tres tipos de buenas acciones, oye mucho el Dharma, da limosnas, practica meditación, cultiva la bondad, y hace ofrendas a las Tres Joyas, ello es llamado “el adorno de la Iluminación”. Tras haber recibido los preceptos, si uno estudia las doce categorías de las escrituras del Tathagata, ello es llamado “adquirir el almacén insuperable del Gran Dharma”. Tras haber recibido los preceptos, si uno hace grandes esfuerzos en el desarrollo de la Perfección de la Moralidad, aunque uno no los vuelva a recibir en las vidas futuras, continuarán como preceptos no actuantes dentro de la mente.
Perfección y Observancia de los Preceptos.
Buen hombre, 1) hay una observancia de los preceptos, que no es Perfección; 2) hay otras Perfecciones distintas de la observación de los preceptos; 3) hay una observación de los preceptos que es Perfección; y 4) hay prácticas que no son observación de los preceptos, ni Perfecciones.
La observación de los preceptos por parte de los Oyentes y Realizadores Solitarios no puede ser considerada como Perfección; existen otras Perfecciones, tales como la Perfección de la Generosidad, que no son la observación de los preceptos morales. La observancia de los preceptos que no es Perfección puede ser ilustrada con dos ejemplos: cuando Yo era un Bodhisattva en el cuerpo de una vaca, Yo fui comido por animales e insectos, incluyendo hormigas, pero yo nunca fui movido por la malicia, o permití que naciera. Cuando Yo fui Rsi,[2] para beneficio de los seres, yo no me levanté de mi postura de meditación durante doce años, mientras un pájaro azul construyó su nido en mi cabeza. La generosidad mundana es un ejemplo de prácticas que no son ni observación de los preceptos, ni Perfecciones.
Logrando la Perfección de la Moralidad.
Buen hombre, puesto que un Bodhisattva permanece en la Perfección de la Moralidad, ¿Quién puede describir la miríada de sufrimientos que él soporta? Si alguien que ha aceptado un precepto menor está satisfecho, no desea tomar nuevos preceptos, y no puede apenarse del sufrimiento de los seres, él no puede conseguir la Perfección de la Moralidad. Si alguien cultiva la paciencia, la concentración,  la sabiduría, ejercita el esfuerzo para progresar, y se deleita en escuchar mucho el Dharma, él puede intensificar su práctica de la Perfección de la Moralidad, adornar la Iluminación, y adquirir el fruto de la Iluminación. Los preceptos ornamentan la Iluminación porque abarcan preceptos inmensurables, benefician a incontables seres, y traen buenas retribuciones inmensurables.
Buen hombre, después de que un Bodhisattva, un Gran Ser, ha recibido los preceptos, él ni habla de lo malo, ni presta oído a aquello que es malo, ni se deleita en hablar o en escuchar sobre temas mundanos. Ni tampoco se entretiene en percepciones no virtuosas, o en la compañía de malos amigos. Por tanto, los preceptos que él observa son llamados “preceptos puros y calmos”.
Cuando un Bodhisattva ve a la gente no virtuosa que ha violado los preceptos, él no los detesta. Al contrario, él aplica diversos medios hábiles para domarlos. Si no pueden ser domados, el se apena de ellos.
Un Bodhisattva nunca abandona o viola los preceptos para salvaguarda de su propio cuerpo o vida. En la vida diaria, él ejercita el autocontrol, y cultiva un sentido de la vergüenza y del deshonor. El cuida de su cuerpo y de su vida como si estuviera tratando una úlcera maligna. Cuando entra en una aldea, él la ve como un machete, y él refrena sus facultades y mantiene una atención mental correcta. Con autocontrol, él observa lo que puede, o no puede ser hecho.
El piensa: “Los otros hacen acciones virtuosas o no virtuosas, debido a mí. Por tanto, cuando yo recibo una gran ofrenda, no debería de alegrarme. Cuando estoy en la miseria, no debería de preocuparme. Cuando yo recibo una ofrenda pequeña, yo debería de reconocerlo como un indicador de que mi fe, mi observación de los preceptos, mi práctica de la generosidad, mi escucha del Dharma, y mi sabiduría no llegan al estándar del Dharma. Por lo tanto, yo no debería de sentirme decepcionado. Yo acepto la fe y las limosnas de otros por dos razones: 1) para incrementar el mérito de los demás; y 2) para incrementar mi propia bondad. Por tanto, cuando yo recibo pocas cosas, o cosas de muy escasa calidad, yo no debería de sentirme molesto. Si yo recibo algo después de haberlo esperado después de mucho tiempo, o tras haber sido regañado, yo debería de hacerme reproches a mí mismo, reconociendo que es debido a las faltas que yo he cometido anteriormente, y no a las de otros. Por tanto, yo no debería de sentirme molesto. Tras haber recibido los preceptos, si yo cometo una falta debido a otros, debería de reconocer que lo que yo he hecho no es el Sendero. ¿Por qué? Porque en las doce categorías de las escrituras no se afirma que las acciones no virtuosas sean el Sendero hacia la Iluminación. Por tanto, yo he recibido diversas retribuciones”. Si uno hace esas profundas reflexiones, uno puede lograr la Perfección de la Moralidad.
Buen hombre, has de saber que mientras uno realiza los cuatro tipos de actividad[3], uno puede lograr la Perfección de la Moralidad si uno aparta sus facultades de lo no virtuoso, si soporta pacientemente el sufrimiento, y no recurre a una forma incorrecta de ganarse la vida; si uno está atemorizado de quebrar los preceptos mayores y menores, sin permitirse violar ni tan siquiera un precepto menor, o consentir que las aflicciones manchen la mente de uno, y si se entrena en soportar pacientemente la adversidad; si uno evita los malos amigos, si posibilita que los seres abandonen las visiones erróneas, si reconoce la amabilidad recibida, y la retribuye con más amabilidad; si uno se empeña en la práctica de las acciones virtuosas sin escatimar su cuerpo o su vida, si abandona sus propios proyectos para hacer posible que se realicen los de otros, y si no alberga malicia hacia aquellos que han reñido con uno; si uno observa los preceptos tal como han sido pronunciados por el Tathagata, si protege la vida de los seres sin preocuparse de su propia vida o riqueza; y si no viola ni siquiera un precepto menor hasta el momento de su muerte; o si uno no tiene codicia tras haber adquirido los siete tesoros maravillosos; si da amabilidad a los otros movido por la compasión, y no como una retribución por la amabilidad recibida; si observa los preceptos y desea que también todos los seres reciban los preceptos.
Buen hombre, existen dos clases de Bodhisattvas: aquellos que han renunciado a la vida en familia, y aquellos que llevan una vida en familia. No es difícil para los Bodhisattvas que han renunciado a la vida en familia lograr la Perfección de la Moralidad; pero para los Bodhisattvas que llevan una vida en familia es difícil lograr la Perfección de la Moralidad. ¿Por qué? Porque aquellos que llevan una vida en familia están impedidos por muchas causas y condiciones adversas.



[1] Seres infernales, fantasmas hambrientos, animales, humanos, y dioses.
[2] Un ermitaño dedicado a la vida espiritual, dotado de poderes milagrosos, y de una larga vida.
[3] Mientras uno está de pie, andando, sentado, o acostado.

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