jueves, 9 de junio de 2011

Sutra del Corazón de la Perfección de la Sabiduría, la Madre Bienaventurada.






 



Homenaje a la Perfección de la Sabiduría, la Madre Bienaventurada.

Esto he oído. Una vez, el Ser Bienaventurado moraba en Rajagriba, en la Montaña Banda de Buitres, junto con una gran asamblea de monjes y una gran asamblea de bodhisattvas. En aquel tiempo, el Ser Bienaventurado estaba sumido en la profunda concentración de los innumerables aspectos de los fenómenos, llamada Completa y Perfecta  Iluminación.
En aquel tiempo, también el Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisattva, el Gran Ser, observaba perfectamente la práctica de la profunda perfección de la sabiduría, observando perfectamente la vacuidad de la existencia intrínseca, observando también la vacuidad de los cinco agregados.
Entonces, a través del poder del Buda, el Venerable Shariputra le dijo al Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisattva, el Gran Ser: “¿Cómo debería de adiestrarse el hijo del linaje que desea emprender la práctica de la profunda perfección de la sabiduría?”
Esto dijo, y el Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisattva, el Gran Ser, le respondió al Venerable Shariputra lo siguiente: “Shariputra, cualquier hijo o hija del linaje que desee emprender la práctica de la profunda perfección de la sabiduría, debería de observar perfectamente así: subsiguientemente observando la vacuidad de la existencia intrínseca, también la de los cinco agregados.
La forma es vacía; la vacuidad es forma. La vacuidad no es otra cosa que la forma; la forma no es otra cosa que la vacuidad. Asimismo, la sensación, el discernimiento, los factores producidos y la consciencia, también son vacíos. Shariputra, de esta forma, todos los fenómenos son meramente vacíos. No son producidos y no cesan. No tienen máculas, ni están libres de ellas. No tienen ni decrecimiento ni crecimiento. Por lo tanto, Shariputra, en la vacuidad no hay forma, ni sensación, ni discernimiento, ni factores producidos, ni consciencia. No hay ojo, ni oído, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo; ni forma, ni sonido, ni olor, ni sabor, objeto tangible, ni fenómeno. No hay elemento del ojo, ni demás elementos, ni tampoco el elemento de la mente, y ni siquiera el de la consciencia mental. No hay ignorancia ni extinción de la ignorancia, ni demás vínculos interdependientes, … ni envejecimiento ni muerte, ni tan siquiera extinción del envejecimiento y de la muerte. Asimismo no hay sufrimiento, ni origen del sufrimiento, ni cesación de este, ni camino; ni sabiduría excelsa, ni realización y tampoco no realización. Por lo tanto, Shariputra, porque no hay realización, los bodhisattvas dependen y permanecen en la perfección de la sabiduría; sus mentes carecen de obstrucción ni miedo. Yendo totalmente más allá de la perversidad, alcanzan el ultimado nirvana. De la misma forma, todos los Budas que residen perfectamente en los tres tiempos, dependiendo de la perfección  de la sabiduría, llegaron a ser Budas verdaderos y completos en el estado de la Insuperable, Perfecta y Completa Iluminación.
Por lo tanto, el mantra de la perfección de la sabiduría, el mantra del gran conocimiento, el mantra insuperable, el mantra que es igual al mantra inigualable, el mantra que pacifica todo sufrimiento, puesto que no es falso, ha de conocerse como la verdad. El mantra de la perfección de la sabiduría es proclamado:
Tadyatha Om gate gate paragate parasamgate bodhi soha.
Shariputra, el Bodhisattva, el Gran Ser, ha de adiestrarse de este modo en la profunda perfección de la sabiduría”.
Entonces, el Ser Bienaventurado surgió de aquella concentración y le dijo al Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisattva, el Gran Ser: “ Bien, bien, hijo del linaje. Así es. Puesto que es así, justo como tú lo has revelado, la profunda perfección de la sabiduría ha de practicarse de esta manera, y los Tathagatas también se regocijarán”.
Cuando el Ser Bienaventurado hubo dicho esto, el Venerable Shariputra, el Sumo Avalokiteshvara, el Bodhisattva, el Gran Ser; y aquella asamblea completa de discípulos, junto con los seres mundanos (dioses, humanos, asuras y espíritus) quedaron deleitados, y alabaron grandemente lo que el Ser Bienaventurado había dicho.

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