sábado, 29 de diciembre de 2012

Sutra de la Perfección de la Sabiduría en 8000 Lineas Capítulo 31 Dharmodgata y 32 Confiándolo,

CAPÍTULO TREINTA Y UNO: DHARMODGATA.
 
EL IR Y EL VENIR DE LOS TATHAGATAS. (1)
 
Dharmodgata: Ciertamente, los Tathagatas ni vienen de ningún sitio, ni van a ningún sitio. La Talidad no se mueve; y un Tathagata es la Talidad. La no producción ni viene, ni va; y un Tathagata es no producción. Uno no puede concebir el ir, o el venir del límite de la realidad; y el Tathagata es el límite de la realidad. Lo mismo puede ser dicho de la vacuidad, de lo que existe con arreglo a un hecho, de la imparcialidad, del cese, del elemento del espacio. Pues el Tathagata no está fuera de esos fenómenos.
La Talidad de esos fenómenos, y la Talidad de todos los fenómenos, y la Talidad del Tathagata son simplemente una única Talidad. No hay división dentro de la Talidad. Pues esta Talidad es simplemente una; no dos, ni tres. La Talidad ha pasado más allá de toda cuenta, porque no es.
Un hombre, abrasado por el calor del verano, durante el último mes, a medio día puede ver un espejismo flotando a lo lejos; y puede correr hacia él y pensar: “Allí encontraré algo de agua, allí yo encontraré algo para beber.”
¿Qué crees, hijo de buena familia, ha venido el agua de algún sitio, o va ese agua a alguna parte; al gran océano del Este, o al Sur, o al Norte, o al Oeste?
Sadaprarudita: No existe agua en el espejismo. ¿Cómo podría ser conocido un ir, o un venir? Ese hombre es un necio y un estúpido si, tras ver el espejismo, genera la idea de agua donde no existe agua. El agua no existe verdaderamente en ese espejismo.
Dharmodgata: Igualmente necios son todos aquellos que se adhieren al Tathagata a través de la forma y del sonido, y que en consecuencia imaginan el ir y el venir de un Tathagata. Pues un Tathagata no puede ser visto viendo la forma de su cuerpo. Los Tathagatas son el Dharmakaya (Cuerpo de la Verdad), y la verdadera naturaleza primordial de todos los fenómenos ni viene, ni va. No existe el venir o el ir de un cuerpo de un elefante, caballo, carro, o soldado de infantería, todos los cuales han sido conjurados por un mago.
De la misma forma, no hay un venir o un ir de los Tathagatas.
Un hombre durmiendo puede ver en sus sueños a un Tathagata, o dos, o tres, o hasta un millar, o incluso más. Sin embargo, cuando se despierta, el ya no ve tan siquiera a un solo Tathagata. ¿Qué piensas, hijo de buena familia, han venido esos Tathagatas de alguna parte, o se han ido a alguna parte?
Sadaprarudita: Uno no puede concebir que en ese sueño ningún fenómeno tenga el estatus de una completa y perfecta realidad, pues el sueño era engañoso.
Dharmodgata: Similarmente, el Tathagata ha enseñado que todos los fenómenos son como un sueño. Todos aquellos que no conocen sabiamente a todos los fenómenos tal y como realmente son, esto es, como un sueño; tal como el Tathagata ha indicado, se adhieren a los Tathagatas a través de sus cuerpos del sonido (Sambhogakaya) y de sus cuerpos de la forma (Nirmanakaya); y en consecuencia ellos imaginan que los Tathagatas vienen y van.
Aquellos que en su ignorancia con respecto a la verdadera naturaleza de los fenómenos imaginan un venir, o un ir de los Tathagatas, son como la gente necia ordinaria, que siempre están perteneciendo al ciclo del nacimiento y de la muerte, con sus seis lugares de renacimiento; y ellos están alejados de la Perfección de la Sabiduría, alejados de los fenómenos de un Buda.
Al contrario, aquellos que saben cómo son realmente todos los fenómenos, esto es, como un sueño; en consecuencia con las enseñanzas del Tathagata, no se imaginan un venir o un ir de ningún fenómeno; ni su producción o cese. Ellos conocen sabiamente al Tathagata en su verdadera naturaleza, y ellos no se imaginan un venir o un ir de los Tathagatas. Y aquellos que sabiamente conocen esta naturaleza de un Tathagata, discurren cerca de la Completa Iluminación; y discurren en la Perfección de la Sabiduría.
Esos discípulos de los Señores no consumen sus limosnas infructuosamente; y ellos son dignos de los regalos del mundo.
Las gemas que están en el gran océano no vienen de ningún lugar en el Este u Oeste; ni de ninguna de las otras diez direcciones; pero ellas deben su existencia a las raíces de virtud de los seres. No son producidas sin ninguna causa. Y cuando dependiendo de la causa, condición, y razón, estas gemas han sido coproducidas y cesadas por las condiciones, no van a ningún otro lugar del mundo, en ninguna de las diez direcciones. Y sin embargo, cuando esas condiciones existen, las gemas aumentan; y cuando esas condiciones están ausentes, no hay lugar para ese aumento.
De la misma forma, el Cuerpo de la Verdad (Dharmakaya) de los Tathagatas no ha venido de ningún sitio en las diez direcciones, y no va a ningún sitio en el mundo, con sus diez direcciones. Pero el cuerpo de los Budas, los Señores, no carece de causa. Ha sido llevado a la perfección por su conducta en el pasado, y ha sido producido dependiendo de causas y de condiciones, coproducido por subsidiariedad, producido como un resultado del karma acumulado en el pasado. Sin embargo, no está en ningún lugar del mundo, con sus diez direcciones.
Pero cuando esas condiciones existen, la realización de este cuerpo tiene lugar; cuando esas condiciones están ausentes, la realización del cuerpo llega a ser inconcebible.
Cuando el sonido de un arpa está siendo producido, no viene de ningún sitio. Cuando para, no va a ningún sitio; ni tras morir se va a ningún sitio. Pero ha sido producido de forma condicionada por la totalidad de sus causas y condiciones- a saber, el cuerpo hueco del arpa semejante a la forma de un bote, el pergamino de la tapa de resonancia, las cuerdas, el brazo hueco del arpa, las sujeciones, el plectro, la persona que la toca, y sus esfuerzos. Este sonido viene del arpa de esta forma, dependiendo de causas, dependiendo de condiciones. Y sin embargo, ese sonido no viene ni del cuerpo hueco del arpa, ni del pergamino de la caja de resonancia, ni de las cuerdas, ni del brazo hueco, ni de las sujeciones, ni del plectro, ni de la persona que la toca, ni de sus esfuerzos. Es solo la combinación de todo ello lo que hace que se produzca el sonido. Y cuando para, el sonido no va a ningún sitio.
De la misma forma, el cuerpo perfecto de los Budas y Señores, está dependiendo de causas, dependiendo de condiciones; y es llevado a la perfección a través de esfuerzos que han llevado a muchas raíces de virtud. Pero el aumento de los cuerpos de Buda no resulta de una sola causa, ni de una sola condición, ni de una sola raíz de virtud. Y tampoco es sin ninguna causa.
Ha sido coproducido por una totalidad de muchas causas y condiciones, pero no viene de ningún lado. Y cuando la totalidad de las causas y condiciones ha cesado de ser, entonces no va a ningún lado.
Así es como tú debes de ver el venir y el ir de esos Tathagatas, y como tú deberías de conformarlo con respecto a la verdadera naturaleza de todos los fenómenos. Y es precisamente porque tú sabiamente conocerás que los Tathagatas, y también todos los fenómenos, ni son producidos ni son cesados, por lo que tú llegarás a estar fijado en la Completa Iluminación; y por lo que tú definitivamente discurrirás en la Perfección de la Sabiduría, y en la destreza en los medios.
Cuando esta disquisición sobre el hecho de que los Tathagatas ni vienen ni van fue enseñada, la tierra y todo el gran macrocosmos de tercer grado se movió de seis formas diferentes, se conmovió, tembló, fue agitada, resonó, y retumbó. Y todos los reinos de Mara fueron conmovidos y desconcertados.
Toda la hierba, los arbustos, hierbas, y árboles en el gran macrocosmos de tercer grado se inclinaron en dirección al Bodhisattva Dharmodgata. Florecieron fuera de la estación. Desde los altos del cielo, se derramó una gran lluvia de flores. Y Sakra, el Jefe de los Dioses, y los Cuatro Grandes Reyes esparcieron y desparramaron polvo de madera de sándalo celestial, y flores celestiales sobre el Bodhisattva Dharmodgata, y dijeron: “¡Bien hablado, hijo de buena familia! A través de tu poder hemos oído un sermón que ha surgido desde la realidad última; el cual es contrario al mundo entero, y el cual no da base a ninguno de esos seres que están establecidos en cualquiera de las visiones que suponen la asunción de una individualidad; o que se han establecido en cualquiera de las visiones que asumen la existencia de algo que no es.”
Entonces Sadaprarudita le preguntó a Dharmodgata: “¿Cuál es la causa, cuál es la razón por la que este gran terremoto se manifestó en el mundo?”
Dharmodgata: Como consecuencia de tu pregunta sobre esta disquisición del no venir y del no ir de los Tathagatas, y a través de mi exposición al respecto, ocho mil seres vivos han adquirido la paciente aceptación de los fenómenos, los cuales dejan ser producidos; ocho mil niyutas de seres sintientes han elevado sus corazones a la Completa Iluminación; y el imparcial e inmaculado Ojo del Dharma de sesenta y cuatro mil seres ha sido purificado para ver los fenómenos.
 
EL SACRIFICIO DE SADAPRARUDITA. (2)
 
El Bodhisattva Sadaprarudita tuvo entonces un sentimiento supremo, el más sublime sentimiento de entusiasmo y de gozo: “Esto es una ganancia para mí, una verdadera gran ganancia, que por haber preguntado por la Perfección de la Sabiduría y por esta disquisición, yo haya traído el bienestar a tan gran cantidad de seres. Eso solo ya tendría que aportarme el mérito suficiente para la realización de la Completa Iluminación. Incuestionablemente, yo seré un Tathagata.”
En su entusiasmo y gozo, se elevó en el aire hasta la altura de siete palmeras, y permaneciendo en el aire a la altura de siete palmeras, el reflexionó: “¿Cómo puedo yo, permaneciendo aquí en el aire, honrar al Bodhisattva Dharmodgata?”
Sakra, el Jefe de los Dioses, lo vio; y leyendo su pensamiento, le dijo: “¡Honra al Bodhisattva Dharmodgata con estas flores celestiales! Pues nosotros sentimos que deberíamos de honrar al hombre que te ayudó. Hoy tu poder ha traído el bienestar a muchos miles de seres vivos. Raros son los seres que como tú, tienen la fuerza para soportar la gran carga durante incontables eones, para el beneficio de todos los seres vivos.”
Entonces el Bodhisattva Sadaprarudita cogió las flores de Mandarava de Sakra, el Jefe de los Dioses, y las esparció sobre el Bodhisattva Dharmodgata. El hizo ofrenda de su propio cuerpo ante el Bodhisattva Dharmodgata, y le dijo: “Yo me entrego a ti como un regalo, y seré tu asistente y sirviente de hoy en adelante.” Y con las manos juntas permaneció ante el Bodhisattva Dharmodgata.
La hija del mercader y sus quinientas doncellas le dijeron entonces al Bodhisattva Sadaprarudita: “Nosotras, a nuestra vez, nos ofrecemos como regalo a ti, hijo de buena familia. Que a través de esta raíz de virtud también nosotras lleguemos a ser recipientes adecuados de esos mismos fenómenos; y junto contigo nosotras honraremos y veneraremos una y otra vez a los Budas y Señores, y a los Bodhisattvas; y permaneceremos cerca de ti.”
Sadaprarudita: Si vosotras, muchachas, a imitación de mi propia ferviente intención, os dais a mí con la intención más ferviente, entonces yo os aceptaré.
Las doncellas: Nosotras te imitaremos, y con la más ferviente resolución nos damos como regalo a ti, para que hagas con nosotras lo que quieras.
Entonces el Bodhisattva Sadaprarudita ofreció a la hija del mercader, junto con sus quinientas doncellas, todas ellas embellecidas y adornadas, junto con sus quinientos carros perfectamente decorados, al Bodhisattva Dharmodgata, y le dijo: “Yo te ofrezco a todas estas como asistentes y sirvientes, y también los carros, para tu uso.”
Sakra, el Jefe de los Dioses, lo aplaudió, y dijo: “¡Bien hecho, hijo de buena familia! Un Bodhisattva tiene que renunciar a todas sus propiedades. A través de ese pensamiento de renunciación pronto logra la Completa Iluminación; y la veneración que él le rinde de este modo a quienes exponen el Dharma le posibilita a él escuchar enseñanzas sobre la Perfección de la Sabiduría y la destreza en los medios. También en el pasado los Tathagatas, cuando aún eran Bodhisattvas, por el mero hecho de que han renunciado a todo, han generado una aspiración hacia la Completa Iluminación; y ellos también han hecho preguntas con respecto a la Perfección de la Sabiduría y a la destreza en los medios.”
El Bodhisattva Dharmodgata aceptó el regalo de Sadaprarudita, de forma que sus raíces de virtud pudieran alcanzar su plenitud. E inmediatamente después se lo devolvió a Sadaprarudita. Después de eso, el Bodhisattva Dharmodgata se fue para su casa. El Sol estaba a punto de ponerse.
El Bodhisattva Sadaprarudita pensó para sí: “Indudablemente no sería correcto por mi parte, que he venido aquí debido al amor hacia el Dharma, el sentarme o tumbarme. Yo permaneceré, o bien de pie, o bien caminando, hasta el momento en el que el Bodhisattva Dharmodgata vuelva a salir de su casa para enseñarnos el Dharma.”
Entonces, el Bodhisattva Dharmodgata permaneció durante siete años inmerso en un ininterrumpido estado de trance, y el meditó en incontables miles de concentraciones peculiares a los Bodhisattvas, emanadas de la Perfección de la Sabiduría y de la destreza en los medios hábiles. Durante siete años, el Bodhisattva Sadaprarudita no aceptó otra postura más que las dos mencionadas, y el no cayó en la indolencia ni en el sopor.
Durante siete años nunca sintió ninguna preocupación con los deseos de los sentidos, o con la malicia, o con el dañar a otros, nunca sintió ninguna atracción por los sabores, o por cualquier clase de satisfacción personal.
Pero el pensaba: “¿Cuándo emergerá el Bodhisattva Dharmodgata de su trance, de forma que podamos preparar un asiento para él, en el que pueda enseñar el Dharma, de forma que podamos rociar bien el lugar donde el revelará la Perfección de la Sabiduría y la destreza en los medios, ungiéndolo bien, y acolchándolo con muchísimas flores”
Y la hija del mercader y sus quinientas doncellas, siguieron su ejemplo, y pasaron su tiempo solo en las dos posturas, e imitaron sus labores.
Un día, el Bodhisattva Sadaprarudita oyó una Voz celestial que decía: “En el séptimo día a partir de hoy, el Bodhisattva Dharmodgata emergerá de su concentración, y entonces él, sentado en el centro de la ciudad, enseñará el Dharma.”
Cuando Sadaprarudita oyó la Voz celestial, estaba contento, extasiado, gozoso, lleno de gozo y de júbilo. Junto con la hija del mercader y sus quinientas doncellas, el limpió el suelo, abrió el asiento hecho de los siete materiales preciosos, y se quitó la parte superior de su vestimenta y la extendió encima del asiento. Las jóvenes también se quitaron la parte superior de sus vestimentas, y extendieron sus quinientas prendas sobre el asiento, y pensaron: “Sentado sobre este asiento, el Bodhisattva Dharmodgata enseñará el Dharma.” Y ellas también estaban contentas, extasiadas, gozosas, llenas de gozo y de júbilo.
Cuando el Bodhisattva Sadaprarudita quiso rociar el suelo, el no pudo encontrar nada de agua, aunque la buscó por todas partes. Pues Mara, el Maligno, había escondido toda el agua. Y el hizo esto para que Sadaprarudita, al no encontrar el agua, llegara a deprimirse y entristecerse, o que cambiara su mente con el resultado de que su raíz de virtud se desvaneciera, o de que el fervor de su veneración fuera debilitado.
El Bodhisattva Sadaprarudita entonces pensó para sí: “Déjame cortar mi propio cuerpo, y rociar el suelo con mi sangre. El suelo está lleno de polvo, y temo que algo de ello pueda caer en el cuerpo del Bodhisattva Dharmodgata. ¿Qué otra cosa puedo hacer con este cuerpo, el cual necesariamente está condenado a ser destruido? Con toda seguridad, es mejor que mi cuerpo sea destruido por tal acción, en vez de por otra infructuosa. Debido a la búsqueda de los placeres de los sentidos, como un resultado del buscar los placeres de los sentidos, muchas formas mías han sido destruidas una y otra vez, mientras yo vagaba en el ciclo del nacimiento y de la muerte, pero nunca encontré condiciones tan favorables como esta, nunca para obtener la buena ley. Si tiene que ser destruido una vez más, dejemos que lo sea por una causa sagrada.”
Entonces cogió una afilada espada, y cortó su cuerpo por ambos lados; y ese pedazo de suelo fue rociado por todas partes con su propia sangre. La hija del mercader y las quinientas doncellas siguieron su ejemplo, e hicieron lo que él hizo.
Pero no hubo ninguna alteración del pensamiento, ni en el Bodhisattva Sadaprarudita, ni en todas aquellas chicas, que le pudiera dar a Mara, el Maligno, una oportunidad de entrada para obstruir sus raíces de virtud.
Sakra, el Jefe de los Dioses, pensó para sí: “Es maravilloso cuánto ama al Dharma este Bodhisattva Sadaprarudita; qué firme es su sentido de la obligación; qué grande es la armadura que se ha puesto; y cómo descuida su cuerpo, su vida, y sus placeres; y cómo resueltamente se ha encaminado hacia el logro del conocimiento de la Completa Iluminación, en su deseo de liberar a todos los seres de los inmensurables sufrimientos del nacer y del morir, después de que haya conocido la Completa Iluminación.”
Entonces Sakra, el Jefe de los Dioses, por medio de la magia, cambió toda esa sangre en agua de madera de sándalo celestial. Y en todo el entorno de ese pedazo de suelo, hasta una distancia de cien leguas, una fragancia inconcebiblemente sublime, el perfume de esa agua de sándalo celestial, llenó el aire.
Sakra: ¡Bien hecho, hijo de buena familia! Yo aplaudo tu inconcebible esfuerzo, tu supremo amor y búsqueda del Dharma. Los Tathagatas en el pasado también se han ganado el derecho a la Completa Iluminación a través de este tipo de ferviente intención, del esfuerzo, y del amor hacia el Dharma.
El Bodhisattva Sadaprarudita pensó para sí: “Yo abrí el asiento para el Bodhisattva Dharmodgata, y barrí y rocié este pedazo de suelo. Ahora aún me queda coger flores con las que cubrir este trozo de suelo, y para desparramarlas sobre el Bodhisattva Dharmodgata conforme el enseñe el Dharma.”
Sakra: ¡Acepta estas flores celestiales de Mandarava para esos dos nobles propósitos!
Y él le obsequió con mil Kharas celestiales (una medida) de flores celestiales. Y el Bodhisattva Sadaprarudita aceptó esas flores, y utilizó algunas de ellas para cubrir el suelo, y más tarde, esparció otras sobre el Bodhisattva Dharmodgata.
 
LA ENSEÑANZA DE DHARMA DE DHARMODGATA. (3)
 
Después de un lapso de siete años, el Bodhisattva Dharmodgata emergió de su trance, se dirigió hacia el asiento abierto para él, se sentó en él, y rodeado y escuchado por una asamblea de muchos cientos de miles, enseñó el Dharma. En el momento en el que el Bodhisattva Sadaprarudita vio al Bodhisattva Dharmodgata, se sintió lleno con ese tipo de felicidad que un monje siente cuando, con atención unipuntual, él ha obtenido el primer trance.
Y esta es la revelación de la Perfección de la Sabiduría hecha por el Bodhisattva Dharmodgata:
“La Perfección de la Sabiduría es idéntica a sí misma, pues todos los fenómenos son lo mismo. La sabiduría perfecta es única, porque todos los fenómenos son una unidad. La sabiduría perfecta es inmóvil porque todos los fenómenos son inmóviles. La sabiduría perfecta carece de actos mentales, pues los fenómenos carecen de actos mentales. La sabiduría perfecta es no obstruida porque todos los fenómenos son no obstruidos. La sabiduría perfecta no tiene más que un único sabor, porque todos los fenómenos tienen un único y mismo sabor. La sabiduría perfecta es ilimitada pues todos los fenómenos son ilimitados. La sabiduría perfecta es no producción, porque todos los fenómenos son no producción. La sabiduría perfecta es no cese, porque todos los fenómenos no son parados.
Tan ilimitada como el firmamento, así es la sabiduría perfecta. Tan ilimitada como lo es el océano, así es la sabiduría perfecta. Lo mismo que el Monte Meru en su brillo multicolor, así es la sabiduría perfecta. Lo mismo que el firmamento no es formado, también la sabiduría perfecta es no formada. La sabiduría perfecta es ilimitada, porque la forma y los demás agregados son ilimitados. La sabiduría perfecta es ilimitada porque el elemento tierra, y los demás elementos son ilimitados. La sabiduría perfecta es idéntica a sí misma, porque lo adamantino es idéntico a sí mismo. La sabiduría perfecta es no diferenciada, y así todos los fenómenos son no diferenciados. La no aprehensión de la sabiduría perfecta viene de la no aprehensión de todos los fenómenos. La sabiduría perfecta permanece igual, independientemente de lo qué, o a quien pueda parecer que supera; y del mismo modo, todos los fenómenos permanecen igual, independientemente de qué o a quién parezca que estos pueden superar. La sabiduría perfecta es impotente para actuar, y del mismo modo los fenómenos son impotentes para actuar. La sabiduría perfecta es inconcebible, y como tal todos los fenómenos son inconcebibles.”
Acto seguido, en aquel momento, nació en el Bodhisattva Sadaprarudita el rey de las concentraciones, llamado “la igualdad de todos los fenómenos”, y consecuentemente con eso, nacieron las concentraciones llamadas “Unidad de todos los fenómenos”, “Inmovilidad de todos los fenómenos”, “Ausencia de todos los actos mentales en todos los fenómenos”, “Ausencia de obstrucción en todos los fenómenos”, “El gusto único de todos los fenómenos”, “Lo ilimitado de todos los fenómenos”, “Ilimitado como el firmamento”, “Ilimitado como el océano”, “Brillante y multicolor como Meru”, “No formado, como el firmamento”, “Ilimitado como la forma, etc”, “Ilimitado como el elemento tierra, etc”, “Adamantino”, “No diferenciación de todos los fenómenos”, “No producción de todos los fenómenos”, “Igualdad de todos los fenómenos sin importar lo que puedan superar”, “Todos los fenómenos son impotentes para actuar”, “Todos los fenómenos son inconcebibles”. Comenzando con esos, el Bodhisattva Sadaprarudita adquirió las puertas de seis millones de concentraciones.
 
CAPÍTULO TREINTA Y DOS: CONFIÁNDOLO.
 
FIN DE LA HISTORIA DE SADAPRARUDITA. (1)
 
En conjunción con la adquisición de las seis millones de puertas a las concentraciones, el Bodhisattva Sadaprarudita vio a los Budas y Señores- en todas las diez direcciones, en incontables macrocosmos de tercer grado- rodeados por su congregación de monjes, acompañados por una multitud de Bodhisattvas, enseñando esta misma Perfección de la Sabiduría, a través de estos métodos, con estas mismas palabras, con estas mismas letras; de la misma forma que yo, ahora, enseño el Dharma en este gran macrocosmos de tercer grado rodeado por la congregación de monjes, acompañado por una multitud de Bodhisattvas, enseñando esta misma Perfección de la Sabiduría, a través de estos mismos métodos, con estas mismas palabras, con estas mismas letras.
El llegó a estar dotado con un inconcebible saber, y un conocimiento sagrado tan vasto como el océano. En todos sus renacimientos nunca más fue privado del Buda. El renacía solo donde podía estar cara a cara con los Budas, los Señores. Había abandonado todos los renacimientos desafortunados, y se había asegurado las circunstancias que le permitían obtener un renacimiento auspicioso tras otro.
 
LA PERFECCIÓN DE LA SABIDURÍA ES CONFIADA A ANANDA. (3)
 
Entonces, a continuación, el Señor le dijo al Venerable Ananda: “De esta manera, tu también deberías de conocer esta Perfección de la Sabiduría, como lo que alimenta el conocimiento de la omnisciencia en los Bodhisattvas. Por lo tanto, Ananda, un Bodhisattva que quiere adquirir el conocimiento de la omnisciencia, debería de discurrir en esta Perfección de la Sabiduría, debería de oírla, adoptarla, estudiarla, difundirla, repetirla y escribirla.
Cuando a través del poder de sostener del Tathagata ha sido bien escrita, en letras muy elegantes, en un gran libro; uno debería de honrarla, reverenciarla, adorarla, y venerarla con flores, incienso, perfumes, guirnaldas, ungüentos, polvos aromáticos, tiras de tela, parasoles, estandartes, campanas, banderas, y con filas de lámparas en torno suyo, y con muchos diversos tipos de veneración. Esta es nuestra advertencia para ti, Ananda. Pues en esta Perfección de la Sabiduría el conocimiento de la omnisciencia será llevado a la perfección.
¿Qué piensas, Ananda, es el Tathagata tu maestro?
Ananda: Lo es, Oh Señor.
El Señor: El Tathagata es tu maestro, Ananda. Tú te has comportado conmigo, Ananda, con actos amistosos de cuerpo, habla, y mente. Por lo tanto, Ananda, puesto que tú me has dado afecto a mí, que ahora estoy en esta encarnación; de la misma forma, Ananda, tú tras mi muerte deberás de actuar así hacia esta Perfección de la Sabiduría.
Por segunda vez, por tercera vez, yo te confío y transmito esta Perfección de la Sabiduría a ti, de forma que pueda no desaparecer. Ningún hombre sería tan idóneo como tú. Mientras que esta Perfección de la Sabiduría sea observada en el mundo, uno puede estar seguro de que “Durante todo ese tiempo el Tathagata permanece en él”, que “Durante todo ese tiempo el Tathagata enseña el Dharma”; y que los seres en el mundo no están faltos de la visión de un Buda, del escuchar el Dharma, de la asistencia de la Sangha.
Uno debería de saber que todos esos seres que escucharán esta Perfección de la Sabiduría, la adoptarán, estudiarán, difundirán, repetirán, y escribirán; y que la honrarán, reverenciarán,  adorarán, y venerarán; están viviendo en la presencia del Tathagata.
Esto habló el Señor. Extasiados, los Bodhisattvas, liderados por Maitreya; y el Venerable Subhuti, y el Venerable Ananda, y Sakra, el Jefe de los Dioses, y el mundo entero con sus Dioses, hombres, Asuras, Garudas, y Gandharvas se deleitaron en la enseñanza del Señor.
 
 
Fin del Glorioso Sutra de la Perfección de la Sabiduría en 8000 Líneas, traducido al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.
¡Que pueda este Sutra servir de Guía a innumerables seres, a través de los tres mundos!
 
 
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario