martes, 20 de diciembre de 2011

Jataka nº 1 "Cruzando el Desierto" Apannaka Jataka

Mientras el Buda permanecía en el Monasterio de Jetavana, cerca de Saraswati, Anathapindika, el rico banquero, fue un día a presentarle sus respetos. Sus criados llevaban cantidad de flores, perfumes, mantequilla, aceite, miel, melazas, paños, y hábitos monásticos. Anathapindika prestó obediencia al Buda, le presentó las ofrendas que le había traído, y se sentó en el suelo respetuosamente. En aquel tiempo, estaba acompañado por quinientos amigos, los cuales eran seguidores de maestros heréticos. Sus amigos también le presentaron sus respetos al Buda, y se sentaron cerca del banquero. El rostro del Buda parecía una luna llena, y su cuerpo estaba rodeado por un aura radiante.
Tras escuchar la enseñanza del Buda, los quinientos abandonaron sus prácticas heréticas, y se refugiaron en las Tres Joyas: el Buda, el Dharma, y la Sangha. Después de esto, ellos iban regularmente con Anathapindika a ofrecer flores e incienso, y a escuchar la enseñanza. Ellos hicieron donaciones con generosidad, guardaron los preceptos, y llenos de fe observaban el Día de Uposatha. Poco después de que el Buda abandonara Saraswati para volver a Rajagaha, sin embargo, estos hombres abandonaron su nueva fe, y volvieron a sus anteriores creencias.
Siete u ocho meses más tarde, el Buda retornó a Jetavana. De nuevo, Anathapindika trajo a estos amigos a visitar al Buda. Le presentaron sus respetos, pero Anathapindika explicó que ellos habían olvidado su refugio, y que habían vuelto a reemprender sus anteriores prácticas.
El Buda preguntó:”¿Es cierto que habéis abandonado el refugio en las Tres Joyas, por refugiaros en otras doctrinas?”  La voz del Buda era increíblemente clara, porque a través de miríadas de eones, siempre había hablado la verdad.
Cuando estos hombres lo oyeron, eran incapaces de ocultar la verdad. “Si, Bendito, es verdad” confesaron.
Entonces el Buda dijo:”Discípulos, en ningún lugar entre los infiernos más inferiores y los cielos más elevados, en ningún lugar en todos los mundos infinitos que se extienden a derecha e izquierda, hay alguien igual, y mucho menos superior, a un Buda. Es incalculable la excelencia que surge de obedecer los preceptos y otras formas de conducta virtuosa.”
Entonces Él declaró las virtudes de las Tres Joyas:”Tomando refugio en las Tres Joyas, uno escapa del renacer en los estados de sufrimiento”. A continuación explicó que la meditación en las Tres Joyas, lleva a la Iluminación a través de los Cuatro Caminos.
Él les recriminó: “Abandonando un refugio como este, verdaderamente os habéis equivocado. En el pasado, también hombres que locamente confundieron lo que no era un refugio con un verdadero refugio, encontraron el desastre. Realmente, ellos cayeron presas de los Yakshas (espíritus malignos) en la soledad, y fueron completamente destruidos. En contraposición, los hombres que se agarraron a la verdad, no solo sobrevivieron, sino que verdaderamente prosperaron en esa misma naturaleza hostil”
Anathapindika juntó sus manos, las llevó su frente, alabó al Buda, y le pidió que contara esa historia del pasado.
Entonces el Buda proclamó: “Para disipar la ignorancia del mundo, y para conquistar el sufrimiento, yo practiqué las Diez Perfecciones durante incontables eones. Escuchad atentamente, y os lo contaré”
Captando toda su atención, el Buda puso claro, como si la luna llena estuviera saliendo de un banco de nubes, qué renacimiento había tenido que ver con ellos.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando Brahmadatta estaba reinando en Benarés, el Bodhisattva nació en una familia de mercaderes, y creció hasta convertirse en un sabio comerciante. Al mismo tiempo, en la misma ciudad, había otro mercader, un compañero muy estúpido, que no demostraba mucho sentido común.
Un día sucedió que cada uno de los dos mercaderes fletaron una caravana de quinientos carros, repletos de costosas mercancías de Benarés, y se prepararon para ir en la misma dirección, y al mismo lugar, exactamente al mismo tiempo. El mercader sabio pensó: “Si este tonto joven alocado viaja conmigo, y si nuestros cientos de carros permanecen juntos, será demasiado para la carreta. El encontrar leña y agua para los hombres será difícil, y no habrá suficiente yerba para los bueyes. Uno de los dos, él o yo, hemos de ir primero”
Le dijo al otro mercader:”Mira, los dos no podemos viajar juntos. ¿Quieres ir tu primero, o prefieres seguirme?”
El mercader insensato pensó:”Habrá muchas ventajas si yo tomo la delantera. Tendré una carretera, la cual aún no estará trillada. Mis bueyes podrán elegir la hierba. Mis hombres podrán escoger las hierbas salvajes para el curry. El agua no estará turbia. Y lo mejor de todo, es que seré capaz de fijar mi propio precio permutando mis mercancías” Considerando todas estas ventajeas, dijo: “Iré delante de ti, amigo mío”
El Bodhisattva estaba complacido de oír esto, porque él veía muchas ventajas en seguirlo más tarde. El razonó:”Al ir todos estos carros delante, nivelarán el camino donde esté impracticable, y yo podré utilizad el camino que ellos hayan abierto. Sus bueyes pastarán la hierba vieja y dura, y los míos pastarán donde hay hierba joven y fresca, que brotará en estos lugares. Mis hombres encontrarán hierbas frescas para el curry donde han sido cortadas las viejas. Donde no hay agua, la primera caravana tendrá que cavar para poder aprovisionarse, y nosotros podremos beber en las fuentes que ellos hayan escavado. El conseguir buenos precios es algo muy duro; él me hará el trabajo, y yo seré capaz de intercambiar mis artículos a los precios que él ya haya fijado”
“Muy bien, amigo mío. Por favor, vete el primero” dijo.
“Iré” dijo el alocado mercader; y unció sus carros y partió. Después de un cierto trecho, llegó a los aledaños de un yermo. Llenó todas sus grandes tinajas de agua antes de afrontar la travesía de las sesenta yojanas de desierto, que se encontraban ante él.
El yaksha que frecuentaba esa soledad había estado observando a la caravana. Cuando había alcanzado el medio, usó sus poderes mágicos para con un conjuro crear la apariencia de un hermoso carruaje tirado por dos jóvenes toros de un blanco puro. Con un séquito de una docena de distinguidos Yakshas portando espadas y escudos, montaba en ese carruaje como si fuera un poderoso señor. Sus cabellos y sus ropas estaban húmedas, y tenía una guirnalda de lotos azules y de lirios de agua blancos alrededor de su cabeza. Sus asistentes también estaban húmedos y lucían guirnaldas. Incluso los cascos de los bueyes y las ruedas del carruaje estaban embarradas.
Como el viento estaba soplando de frente, el mercader iba al frente de la caravana para evitar el polvo. El yaksha colocó su carruaje al lado del carro del mercader, y lo saludó con gran amabilidad. El mercader le devolvió el saludo, y apartó su carro a un lado para permitir el paso de la caravana, mientras el charlaba con el yaksha.
El mercader le explicó: “Estamos haciendo nuestro camino desde Benarés, señor. Veo que tus hombres están mojados y embarrados, y que tenéis lotos y lirios de agua. ¿Llovió mientras hacíais el camino?
¿Vinisteis por donde hay estanques con lotos y lirios de agua?”
El yaksha exclamó:”¿Qué quieres decir? Más allá de ahí, esta la espesura verde oscuro de la jungla. Y más allá de esto, está lleno de agua. Siempre está lloviendo allí, y hay muchos lagos con lotos y lirios de agua”
Entonces, pretendiendo interesarse por los negocios del mercader, le preguntó: “¿Qué tienes en esos carros?”
“Mercancías caras” respondió el mercader.
“¿Qué hay en este carro que parece llevar tanto peso?” preguntó el yaksha al paso del último carro
“Está lleno de agua” contestó el mercader.
El yaksha le dijo:” Habéis sido precavidos trayendo con vosotros el agua tan lejos, pero ahora no es necesario, puesto que hay agua en abundancia en adelante. Podríais viajar mucho más rápidos y ligeros sin esas pesadas tinajas. Haríais mejor rompiéndolas y tirando el agua. Bueno, buen día” dijo de repente, y volvió su carruaje “Nosotros tenemos que seguir nuestro camino. Ya nos hemos parado demasiado”. Y se dirigió rápidamente hacia donde estaban sus hombres. Tan pronto como se perdieron de vista, dieron la vuelta, y regresaron a su ciudad.
El mercader fue tan tonto que siguió el consejo del Yaksha. Rompió todas las jarras, sin dejar ni tan siquiera una copa de agua, y ordenó a los hombres que apuraran el paso. Por supuesto, ellos no encontraron ni rastro de agua, y pronto se vieron exhaustos por la sed. A la puesta del sol, colocaron sus carros en círculo, y ataron a los bueyes a las ruedas; pero no había agua para los cansados animales. Sin agua, los hombres no podían ni tan siquiera cocinar el arroz. Se acostaron en el suelo, y se quedaron dormidos. Tan pronto como llegó la noche, los yakshas atacaron, matando a todos y cada uno de los hombres y de las bestias. Los demonios devoraron la carne, dejando solo los huesos, y se fueron. Los esqueletos fueron esparcidos en todas direcciones, pero los quinientos carros permanecieron con su carga intacta. Por lo tanto, el descuidado joven mercader fue la única causa de la destrucción de toda la caravana.
Después de dejar transcurrir seis semanas tras la marcha del alocado comerciante, el Bodhisattva se puso en camino con su caravana. Cuando alcanzó el borde del desierto, llenó sus tinajas de agua. Entonces reunió a sus hombres y les dijo:”No utilicéis más cantidad de agua que la del cuenco de vuestra mano, sin mi permiso. Además, hay plantas venenosas en este yermo. No comáis ninguna hoja, flor, o fruto que nunca hayáis comido antes, sin enseñármela a mí primero”
Tras haber advertido a sus hombres con tal cuidado, dirigió la caravana a través del desierto.
Entonces, cuando habían alcanzado la mitad del desierto, el Yaksha apareció en el camino, lo mismo que la vez anterior. El mercader se dio cuenta de sus ojos rojos, y de su forma de comportarse sin ningún temor, y sospechó que había algo extraño. “Sé que no hay agua en este desierto” pensó para sí, “Además, este extraño no proyecta sombra. Tiene que ser un demonio. El probablemente engaño a aquel alocado comerciante, pero no sabe lo listo que yo soy”
“¡Lárgate!” le gritó al Yaksha, “Nosotros somos hombres de negocios. Nosotros no tiramos nuestra agua antes de ver donde hay más para cogerla”
Sin decir nada más, el yaksha se fue.
Tan pronto como los Yakshas se fueron, los hombres del mercader se aproximaron a su jefe y le dijeron:”Señor, estos hombres traían lotos y lirios de agua en sus cabezas. Sus vestidos y sus cabellos estaban húmedos. Nos dijeron que frente a nosotros hay un tupido bosque en el que siempre está lloviendo. Déjanos tirar nuestro agua para que podamos ir más rápidos y con los carros aligerados”
El mercader mandó parar, y reunió a todos sus hombres. Les preguntó:”¿Algún hombre entre vosotros ha oído, antes de hoy, que hubiera un lago o un estanque en este desierto”
“No, señor. Es conocido como el Desierto sin Agua”
“Tan solo nos han dicho unos extraños que hay una jungla lluviosa justo enfrente. ¿Desde qué distancia podría verse caer la lluvia?”
“Desde una Yojana, señor”
“Alguno de los hombres que están aquí ha visto tan siquiera la parte superior de una nube tormentosa?”
“No, señor”
“Desde qué distancia podría verse el resplandor de un relámpago?”
“Desde cuatro o cinco yojanas, señor”
“¿Alguno de los hombres aquí presentes ha visto el resplandor de un relámpago?”
“No, señor”
“¿Desde qué distancia puede escucharse el sonido de un trueno?”
“Desde dos o tres Yojanas, señor”
“¿Alguno de los hombres que está aquí ha oído un trueno?”
“No, señor”
“Estos no eran hombres, sino yakshas” les dijo el sabio mercader. “Están esperando a que tiremos nuestro agua. Entonces, cuando estemos débiles y desmayados, volverán para devorarnos. Puesto que el joven mercader que vino antes que nosotros, no era un hombre con buen sentido, lo más probable es que haya sido devorado por ellos. Nosotros podemos esperar encontrar sus carros, que estarán tal y como fueron cargados. Probablemente los veamos hoy. Apresuraros, y ¡sin tirar ni una sola gota de agua!”
Tal y como el mercader había predicho, su caravana pronto encontró los quinientos carros con los esqueletos de los hombres y de los bueyes, esparcidos en todas direcciones. El ordenó a sus hombres agrupar a los carros en un círculo fortificado, que cuidaran a los bueyes, y que prepararan cena para ellos. Después de que los animales y los hombres se hubieran acostado a salvo, el mercader y sus hombres más leales, espada en mano, se mantuvieron de pie en guardia toda la noche.
Al amanecer, el mercader reemplazó sus carros más debilitados por otros que estaban mejor, y cambió sus mercancías que eran más corrientes, por las abandonadas que eran más valiosas. Cuando llegó a su destino, fue capaz de cambiar sus mercancías a dos o tres veces su valor. El volvió de regreso a su ciudad sin haber perdido a un solo hombre de su grupo.
Esta historia se acabó, dijo el Buda.
Así fue, laicos, que en tiempos pasados, el insensato llegaba a ser completamente destruido, mientras que quienes se asían a la verdad se escapaban de las manos de los yakshas, lograban su objetivo a salvo, y volvían de nuevo a sus casas.
Este adoptar la verdad, no solo aporta felicidad, incluso renaciendo en el Reino de Brahma, sino que también lleva al logro de la condición de Arhat. El seguir lo que no es verdad, supone el renacer en los estados desafortunados del castigo, o en las condiciones más bajas de entre los humanos”
Después de que el Buda expusiera las Cuatro Verdades, aquellos quinientos discípulos fueron establecidos en el fruto del Primer Camino.
El Buda concluyó esta lección identificando los nacimientos como sigue:”El necio mercader joven era Devadatta, y sus hombres eran los seguidores de Devadatta. Los hombres del sabio mercader eran los seguidores del Buda, y yo mismo era ese sabio comerciante”


Trad. al castellano por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.