martes, 28 de agosto de 2018

Sutra del Desarrollo de la actividad completa. (Lalitavistara) Capítulo 16. La visita del Rey Bimbisara.


Monjes, a través de las bendiciones del bodhisatva, Chanda contó al Rey Suddhodana, a la princesa Sakya Gopā, al séquito de consortes, y a todos los demás Sakyas, lo que había sucedido, para aliviar su sufrimiento. [238]

Monjes, primero, el bodhisatva dio sus ropas de seda a un hijo de los dioses que apareció bajo la forma de un cazador, y este a cambió le dono sus ropas de color azafrán. El adoptó la forma de vida de un renunciante para actuar de acuerdo a la percepción de la gente mundana, y también porque sentía compasión hacia los demás, y deseaba madurarlos.

Entonces, el bodhisatva se dirigió hacia la ermita de una mujer brahmín, de nombre Sākī; la mujer le invitó a quedarse y a compartir una comida. De allí, a continuación, el bodhisatva fue hacia la ermita de una mujer brahmín llamada Padmā, quien también invitó al bodhisatva a quedarse a comer. Más tarde se marchó hacia la ermita de un erudito brahmín llamado Raivata, quien ofreció al bodhisatva la misma clase de hospitalidad. Similarmente, Rajāka, el hijo de Datrmadandika, también lo invitó como huésped.
Monjes, de esta manera el fue haciendo su camino por etapas hasta la gran ciudad de Vaisālī.

En aquel tiempo Ārāda Kālāpa había llegado a Vaisālī, en donde él había fijado su residencia, junto con una comunidad de Oyentes[1], y con trescientos estudiantes, a quienes él enseñaba las doctrinas que traen consigo grandes austeridades, asociadas con las diversas meditaciones sin forma. Cuando Ārāda Kālāpa vio acercarse al bodhisatva en la distancia, se llenó de asombro, y dijo a sus discípulos: “¡Oh, mirad a ese que se aproxima! ¡Qué hermoso es!”
Los estudiantes replicaron: “Si, lo vemos. ¡Es indudablemente maravilloso!”

Monjes, yo subí andando hasta donde estaba residiendo Ārāda Kālāpa, y me dirigí a él de la siguiente forma: “Ārāda Kālāpa, yo quiero aprender de ti la práctica espiritual.”
Ārāda Kālāpa respondió: “Gotama, yo te daré una enseñanza a través de la cual una persona de buena familia, con fe, puede alcanzar la omnisciencia con muy pocas privaciones.” [239]
Monjes, entonces yo pensé para mí: “Yo tengo fe, y también soy diligente; poseo atención mental y soy capaz de permanecer en absorción meditativa; también tengo sabiduría. Así que por consiguiente, para ser experto en ella, y realizar la enseñanza, yo practicaré en un lugar solitario, sin caer en la distracción.”

Monjes, entonces yo lo practiqué en la soledad, con cuidado y diligencia. E indudablemente, con solo pocas privaciones, yo fui capaz de entender y realizar la enseñanza.
Monjes, entonces yo fui a Ārāda Kālāpa y le pregunté: “Ārāda Kālāpa, ¿Tú has entendió y realizado esta enseñanza, verdad?”
El contestó: “Si, Gotama, así es.”
Entonces yo le dije: “Yo también he entendido y realizado esta enseñanza.”
Ārāda Kālāpa replicó: “Bien, entonces Gotama, toda la enseñanza conocida por mí, tú la conoces; y toda la enseñanza conocida por ti, yo la conozco. Así que ahora los dos podríamos asumir el patronazgo de los estudiantes.”
Después de haberme hecho esta oferta, Ārāda Kālāpa me honró haciéndome ofrendas exquisitas, y me instaló en la residencia como un maestro que debería de compartir sus obligaciones con él.

Monjes, entonces yo pensé para mí: “La enseñanza de Ārāda no trae la libertad. No traería la liberación total del sufrimiento para ninguno de nosotros. Así que ahora yo debo de partir, e ir en busca de una práctica mejor.”

Monjes, puesto que yo ya había permanecido en Vaisālī durante tanto tiempo como me pareció para disfrutarla, yo me dirigí hacia el país de Magadha y me encontré en camino hacia Rajagraha, la cuidad que es la capital del país. Una vez allí me quedé residiendo en Pāndava, el rey de los montes. Allí yo permanecí en soledad en su ladera, sin ninguna compañía. En aquel tiempo yo estaba protegido por muchos trillones de dioses. [240]

Una mañana, vestido con la camisa y los hábitos de un mendicante, y sujetando mi bol de mendigar, yo entré en la ciudad de Rajagraha a través de la Puerta del Agua Caliente, y comencé a hacer mi ronda de limosnas. Yo miraba de frente y a ambos lados, y caminaba de forma grácil, moviendo mis miembros con elegancia. Yo llevaba la camiseta, el bol de mendigar, y los hábitos monásticos de un modo muy hermoso. Mis sentidos estaban controlados, y mi mente no se veía afectada por los sucesos externos. Como una imagen de alguien que portara un vaso lleno de aceite, yo miraba hacia el frente, a una distancia de tres metros.

Cuando me vieron, la gente de Rajagraha se quedó asombrada, y pensó: “¿Quién será este? ¿Será Brahma? ¿O quizá Sakra, el jefe de los dioses; o Vaisravana? ¿O es alguna clase de dios de la montaña?”

Sobre este tema se dice:

“Inmaculado y con gloria infinita,
El bodhisatva se convirtió en un mendicante por su propio deseo.
Su mente está pacificada y sus acciones están bien controladas;
Reside en la ladera de Pāndava, el rey de los montes.

Viendo que ya había roto el día,
Se vistió sus hábitos, tan bellos de contemplar,
Llevando en sus brazos con actitud humilde su bol de mendigar.
Entró en Rajagraha haciendo su ronda de limosnas.

Lo mismo que el oro, su naturaleza está refinada;
Y posee las treinta y dos marcas.
Cuando hombres y mujeres lo ven,
No pueden cansarse de contemplarlo.

Las calles están adornadas con bellas telas;
La gente abandona su camino, solo para seguirlo.
Se preguntan: “¿Quién es ese ser al que nunca hemos visto,
Y cuyo brillo hace que toda la ciudad se ilumine?”

Miles de mujeres lo observan de pie desde sus tejados,
Y a través de sus portales y ventanas.
Dejan sus casas vacías llenando las calles;
Dejando de lado sus tareas, solo hacen mirar a este hombre perfecto.

Todos los negocios y compras se van suspendiendo,
E incluso aquellos que están en las tabernas, dejan de beber.
No pueden quedarse quietos en sus casas, o en las calles,
Pues ellos están contemplado la figura de este hombre perfecto.

Un hombre corre rápidamente hacia el palacio,
Y muy alegre cuenta la historia al Rey Bimbisāra:
“¡Parece que el propio Brahma está haciendo una ronda de limosnas en nuestra ciudad!
¡Su Majestad, eres el más afortunado!” [241]

Algunas personas dicen al rey que es Sakra, el jefe de los dioses;
Otros dicen que es un hijo de los dioses del Cielo de Suyāma.
Otros dicen que es un hijo de los dioses del Cielo de Tushita, o del Cielo de Nirmita.
Algunos sugieren que es un hijo de los dioses del Cielo de Sunirmita.

Algunos dicen que es Chandra o Surya,
Algunos dicen que es Rāhu, Balā, o Vemacitri.
Y aún hay otros que están diciendo:
“Vive en Pāndava, el rey de los montes.”

Puesto que el rey escucha todos estos informes,
Está lleno de regocijo, y se dirige a su terraza.
Desde allí ve al bodhisatva, al ser perfecto,
Quien brilla con la belleza del oro bien refinado.

El Rey Bimbisāra dio algunas limosnas para el bodhisatva,
Y dijo a sus hombres: “Averiguad donde va.”
Viendo que retorna al mejor de los montes, informaron:
“Su Majestad, se está quedando en la ladera de la montaña.”

Una vez que la noche se hubo terminado,
El rey Bimbisāra, rodeado por un largo séquito,
Llegó a la base de Pāndava, el rey de los montes,
Y vio que la montaña estaba ardiendo llena de gloria.

Desmontó de su carro, y emprendió a pie el camino.
Con gran devoción observó al bodhisatva que estaba sentado
Con las piernas cruzadas sobre un asiento hecho con hojas de hierba
Inmutable, como la montaña principal.

El rey toca con su cabeza los pies del bodhisatva;
Como ellos tratan de muy diversos asuntos, el rey dice:
“Te daré la mitad de mi reino;
Disfruta aquí de los placeres de los sentidos; te daré todo lo que necesites.”

El bodhisatva replica con palabras suaves:
“Gobernante de esta tierra, ¡Que tu vida pueda ser larga!
Yo ya he abandonado un hermoso reino, y me he convertido en un monje
Para buscar la paz, sin expectativas hacia el futuro.”

El Rey de Magadha responde al bodhisatva:
“Tú eres joven y estás en la flor de la juventud,
Tienes una complexión bella, y eres fuerte.
¡Déjame ofrecerte muchas riquezas y mujeres!

¡Por favor, quédate en mi reino y disfruta!
Cuando te veo me encuentro lleno de una alegría suprema;
¡Por favor, amigo mío, te daré todo mi reino!
Por favor, disfruta sus abundantes placeres.

Por favor, no te quedes en un bosque solitario;
A partir de ahora, no te sientes sobre la hierba en el suelo.
Tu cuerpo es tan joven y lozano,
Así que por favor, quédate en mi reino, y disfruta.” [242]

El bodhisatva replica con una voz agradable,
Con amor e interés por el bienestar del rey:
“¡Rey, que pueda la buena fortuna estar siempre contigo!
Yo no busco objetos deseables,

El deseo es como un veneno, y tiene ilimitadas faltas;
Arroja a los seres a los infiernos, y a los reinos de los fantasmas hambrientos y animales.
Los deseos impuros son condenados por los sabios,
Yo he expulsado tales cosas, como si fueran mocos de la nariz.

Los deseos caen como la fruta cae de los árboles;
Pasan como las nubes y la lluvia.
Son inestables y fugaces, se mueven como el viento;
Destruyen todo lo que es bueno, y debieran de ser evitados.

Si la gente no puede obtener lo que quiere, sus deseos los abrasan;
Pero incluso obteniendo lo que quieren, no es suficiente.
Sin embargo, cuando los deseos consumen a alguien que es incapaz de manejarlos,
Es cuando estos deseos aterrorizadores traen el mayor dolor.

Su Majestad, incluso si un hombre fuera capaz de conseguir
Todos los placeres de los dioses,
Y todo aquello que es deseable entre los humanos,
Aún no sería suficiente, y buscaría más.

Sin embargo, Su Majestad, quien es pacífico y amable,
Quien está instruido en el noble e inmaculado Dharma.
Y está lleno de sabiduría, ese, está satisfecho.
Para él los objetos de los sentidos no son algo atractivo.

Su Majestad, si uno persigue el deseo,
Nunca encontrará el final.
Lo mismo que cuando se bebe agua salada,
Perseguir el deseo solo hace que se incremente el ansia.

Su Majestad, considera cuan inestable es el cuerpo,
Carece de existencia inherente, y es una masa de sufrimiento.
Gotea constantemente por las nueve aberturas.
Su Majestad, yo no deseo los placeres.

Yo he abandonado muchos placeres,
Y miles de mujeres bellas de contemplar.
Ahora yo deseo la paz perfecta de la sagrada iluminación;
Y puesto que yo no encuentro placer en lo condicionado, lo he dejado.”

Ahora el Rey de Magadha, pregunta:

“Monje, ¿De dónde vienes?
¿Dónde naciste? ¿Dónde están tu padre y tu madre?
¿Eres miembro de los Ksatriyas, brahmines, o eres un rey?
Monje, por favor, dímelo todo, si no te importa.” [243]

El bodhisatva replica:

“Su Majestad, yo soy de la ciudad de Kapilavastu, de los Sakyas;
Es una ciudad maravillosa de la que quizás hayas oído hablar.
El nombre de mi padre es Suddhodana,
Yo renuncié a esta ciudad porque yo quise cualidades más profundas.”

El Rey de Magadha, dijo:

“Bien, ¡Estamos tan contentos de verte!
En cuanto a tu vida, nosotros también podemos aprender de ella.
Perdóname también por haber tenido la intención de invitar
Al que está libre del deseo, a disfrutar de los placeres de los sentidos.

Si llegas a alcanzar la Iluminación,
Señor del Dharma, por favor,  comparte el Dharma conmigo.
Nacido de sí mismo, el hecho de que ahora residas en mí reino
Es para mí el mejor regalo.”

Una vez más, el rey se postró a los pies del bodhisatva,
Y circunvaló al bodhisatva con gran respeto.
Entonces, rodeado por su séquito,
El gobernante retornó a su palacio.

El Protector del Mundo, habiendo llegado al país de Magadha,
Permaneció allí durante tanto tiempo como quiso, lleno de paz.
Entonces, atendiendo a las necesidades de dioses y humanos,
El Señor de los Hombres se dirigió hacia las orillas del Rio Nairañjanā.


Esto concluye el Capítulo Dieciséis, sobre “La visita del Rey Bimbisāra.”




[1] Sravakas.

jueves, 23 de agosto de 2018

Sutra del Desarrollo de la actividad completa. (Lalitavistara) Capítulo 15 : "Abandonando el hogar"


Monjes, mientras tanto, el bodhisatva pensó para él: “No sería correcto por mi parte no poner mis planes en conocimiento del gran Rey Suddhodana, y simplemente abandonar la casa sin su permiso. Sería ingrato por mi parte.”
Así que esa noche, cuando todo estaba en calma, abandonó sus propias habitaciones y se dirigió a las habitaciones del Rey Suddhodana. Tan pronto como el bodhisatva posó sus pies en el suelo de palacio, todo el palacio de iluminó con luz. El rey se despertó, y cuando vio la luz, prestamente preguntó a su chambelán: “¿Ha salido el Sol? ¡Qué bella es esta luz!”
Su chambelán respondió: “No, mi señor. Aún es medianoche.”

Y continuó diciendo:

“Mi señor, la luz del Sol hace que los árboles y muros den sombra;
Atormenta y recalienta el cuerpo;
Y también los cisnes, pavos reales, loros, cucos, y patos salvajes
Llaman al amanecer.

Sin embargo, Su Majestad, esta luz es atrayente y placentera;
Es calmante, auspiciosa, y no quema;
Penetra árboles y paredes, y no da sombra;
Aquí tiene que haber llegado alguien que posee grandes cualidades.”

El rey miró a su alrededor preocupado,
Y vio al ser puro de ojos como lotos. [199]
Intentó levantarse de su cama, pero no le fue posible.
Entonces el Ser Noble, con el corazón puro, sintió respeto por su padre.

De pie frente al Rey Suddhodana, dijo:
“Mi señor, ahora es el momento adecuado para que yo abandone el hogar;
Por favor, no me lo impidas, y no te angusties.
Mi rey, que podáis perdonarme tú, mi familia, y la gente del reino.

Entonces, con las lágrimas llenando sus ojos, el rey replicó:
“¿Qué puedo hacer para cambiar tu forma de pensar?
¿Me pedirás algún favor? ¡Dime, te daré todo!
Soy todo tuyo; puedes tener el palacio, los sirvientes, y todo el reino.”

“Mi señor, yo no quiero ser dañado por la vejez;
Quiero mantener mi bella figura y mi juventud por siempre;
Deseo tener salud y no sufrir ninguna enfermedad;
Y tener una vida infinita, sin que me llegue la muerte.”

Cuando el rey escuchó esas palabras, se sintió sumamente triste:
“Hijo mío, estás pidiendo lo imposible. En eso no tengo poder. [200]
Incluso los sabios que viven durante eones no están más allá
Del deterioro, y de los terrores de la enfermedad, vejez, y muerte.”

Señor, si no puedes darme esas cuatro cosas-
Verme libre del infortunio y de los terrores de la enfermedad, vejez, y muerte-
Entonces yo te pediré otro favor. Su Majestad, escucha,
Yo deseo no volver a renacer tras la muerte.”

Cuando el rey oyó estas palabras del mejor de los hombres,
Redujo su anhelo, y deponiendo su apego hacia su hijo, dijo:
“Entonces vete, y beneficia y libera a los seres. Yo me regocijo en eso.
¡Que puedan cumplirse todos tus deseos!”

Monjes, entonces el bodhisatva salió y se fue hacia su propia residencia, donde se acostó en su cama. Nadie se había dado cuenta de que había salido.
Monjes, al romper el día, el Rey Suddhodana reunió a todo el clan de los Sakya, y anunció: “El príncipe quiere abandonar su hogar. ¿Qué podemos hacer?”
Los Sakyas replicaron: “Su Majestad, permítenos guardarlo. En el clan de los Sakya somos muchos, y él es uno solo. No será capar de irse de su casa.”
Acto seguido, los Sakyas y el Rey Suddhodana colocaron a quinientos hombres jóvenes en la puerta este de la ciudad para guardar al bodhisatva. Todos los hombres estaban armados, entrenados en el combate, eran diestros en el manejo del arco y en arrojar la jabalina, y eran tan fuertes como los poderosos luchadores. [201] Para guardar al bodhisatva cada uno de los jóvenes Sakya tenía a su disposición quinientos carros, y para con cada carro tenían  a su disposición quinientos soldados de infantería.
También habían emplazado a quinientos hombres en las puertas sur, oeste, y norte de la ciudad, para guardar al bodhisatva. Todos los hombres estaban armados, entrenados en el combate, eran diestros en el manejo del arco y en arrojar la jabalina, y eran tan fuertes como los poderosos luchadores. Para guardar al bodhisatva cada uno de los jóvenes Sakya tenía a su disposición quinientos carros, y para con cada carro tenían  a su disposición quinientos soldados de infantería.
También los más ancianos de entre el clan de los Sakya, tanto hombres como mujeres,  se habían colocado en todos los cruces de carretera, confluencias, y en los muchos caminos, para guardar al bodhisatva. Incluso el Rey Suddhodana estaba vigilando la puerta de palacio, acompañado por quinientos jóvenes Sakyas montados sobre elefantes y caballos.

Mahāprajāpatī Gautamī dijo a sus sirvientas:

“¡Encended lámparas brillantes, y atad todas las joyas a la pica de los estandartes.
Colgad guirnaldas de perlas e iluminad todo este palacio!
Tocad música, cantad canciones, y permaneced despiertas y alerta en la noche.
Guardad al príncipe, de forma que no pueda irse sin que nadie lo sepa.

¡Armaros! ¡Llevad armas en vuestras manos!
Portad espadas y lanzas, arcos y flechas, y picas de dos puntas
Para guardar a nuestro amado príncipe.
¡Todas debéis de estar en alerta máxima!

Primero cerrad todas las puertas, y entonces echadles cerrojo
Y colocad pestillos firmemente en las hojas de las puertas.
A menos que no sea posible, no dejéis abierta ninguna puerta
Pues de otro modo el Ser Noble podría escapar.

Adornaros con collares de joyas y perlas,
Poneros adornos de flores, adornos en forma de media Luna, y cadenas;
Adornaros con cinturones, anillos, y pendientes;
Cuidaros de cerrar bien vuestras ajorcas.

Si este benefactor de dioses y humanos, quien actúa como un elefante orgulloso,
Intenta escapar de forma apresurada,
Deberíais de refrenarlo de una forma tal
Que no le sea hecho ningún daño. [202]

Vosotras, chicas, que empuñáis lanzas en vuestras manos,
Mientras rodeáis la cama de este ser puro,
No deberíais de caer en la pereza,
Sino que deberíais de vigilarlo con ojos como mariposas.

Para guardar al príncipe adornad
Este palacio con celosías enjoyadas,
Y coged vuestras flautas y tocadlas lo mejor que podáis.
¡Proteged al Ser Noble en la noche!

Manteneros despiertas unas a otras,
Y no descanséis.
De otro modo él pudiera renunciar a su hogar,
Abandonando al reino y a todos sus súbditos.

Si llegara a abandonar su casa,
Entonces el palacio real sería un lugar sin alegría.
La continuidad del linaje real, que ha perdurado por tanto tiempo,
Se vería interrumpido.”

Monjes, llegados a este punto, los veintiocho grandes generales yaksas, tales como Pāñcika, se encontraron con quinientos hijos de los dioses de Hāritī, y en voz alta expresaron su preocupación: “Amigos, esta noche el bodhisatva se marchará de su casa. Así que deberíais de deleitaros haciéndole ofrendas.”
También los Cuatro Grandes Reyes, quienes habían entrado en el Palacio de Adakavatī, dijeron a la gran reunión de yaksas: “Amigos, esta noche el bodhisatva abandonará su hogar. Debéis de ayudarlo sosteniendo los cascos de su hermoso caballo con vuestras manos.”
La asamblea de yaksas respondió:

“Siendo tan duro e indestructible como un diamante, y con un cuerpo tan poderoso como Narayana;
Fuerte y diligente, este hombre perfecto no puede ser movido.
Aunque el Monte Meru, el rey de los montes, pudiera ser levantado y sostenido en el cielo,
No hay nadie capaz de levantar la montaña de mérito de un Conquistador, basada en el mérito y la sabiduría.”

Vaisravana dijo: [203]

“Para la gente hinchada por el orgullo, este maestro será pesado;
Para aquellos que son agradables y respetuosos, él será liviano.
Si de todo corazón sentís devoción hacia él, con respeto,
Lo encontraréis tan ligero como un copo de algodón para un pájaro.”

Yo iré al frente,
Mientras, vosotros lleváis su caballo.
¡Cuando el bodhisatva se vaya,
Nosotros reuniremos una gran cantidad de mérito!”

Monjes, entonces Sakra, el jefe de los dioses, habló a los dioses del Cielo de los Treinta y Tres: “Amigos, está noche el bodhisatva abandonará su hogar. Así que deberíais de deleitaros haciéndole ofrendas.”
Sāntamati, el hijo de los dioses, replicó: “Yo haré que todos los hombres, mujeres, y niños en la ciudad de Kapilavastu se queden dormidos.”
Entonces, Lalitavyūha, el hijo de los dioses, ofreció: “Yo silenciaré todos los sonidos de los caballos, elefantes, burros, camellos, vacas, búfalos, mujeres, hombres, niños, y niñas.”
Entonces, Vyūhamati, el hijo de los dioses, expresó su voluntad: “Yo construiré en medio del aire una calzada fabulosa del ancho de siete carretas, a ambos lados estará flanqueada por plataformas enjoyadas, brillando con la luz de piedras solares; con la sombra proporcionada por los parasoles, banderas, y estandartes; con diversas flores esparcidas, y con el aroma del incienso proveniente de incensarios de diversas fragancias. El bodhisatva circulará por esta carretera.”
Entonces, Airāvana, el rey de los elefantes, dijo: “Yo erigiré sobre mi trompa una mansión de treinta y dos leguas de alto. En ese palacio podrán reunirse las hijas de los dioses [204] para servir y venerar al bodhisatva tocando música, cantando canciones, y tocando instrumentos.”
Entonces, Sakra, el jefe de los dioses, dijo: “Yo abriré las puertas, y le mostraré el camino.”
A continuación, Dharmacārin, el hijo de los dioses, dijo: “Yo haré que el séquito de mujeres parezca desagradable.”
Entonces, Sañcodaka, el hijo de los dioses, dijo: “Yo ayudaré al bodhisatva a levantarse de su cama.”
Finalmente los reyes nagas Varuna, Manasvin, Sāgara, Anavapta, Nanda, y Upananda, dijeron: “Por nuestra parte, nosotros produciremos bancos de nubes de sándalo, y dejaremos caer una lluvia de polvo de sándalo como ofrendas al bodhisatva.”

Monjes, entonces todos los dioses, nagas, yaksas, y gandharvas, se dispusieron a hacer lo que habían prometido.
Mientras tanto, la mente del bodhisatva estaba fija en el Dharma. Descansaba cómodamente en la sala de música, rodeado por sus mujeres. Puesto que él estaba reflexionando en la conducta de los Budas del pasado y en la forma de beneficiar a todos los seres, él estaba pensando en las cuatro oraciones de aspiración que había hecho en el pasado:

“En tiempos pasados yo desee ser un señor surgido de sí mismo, y perseguir la omnisciencia. En ese tiempo yo vestí la armadura de las siguientes cuatro valentías:
Yo he visto cómo sufren los seres. Así pues, que yo pueda liberar a aquellos que están atados al mundo y que están atrapados en la cárcel de la existencia cíclica. Que yo pueda liberar a los seres de los apretados grilletes y cadenas del deseo.”
Esa fue su primera oración de aspiración hecha en el pasado.

A continuación él pensó en su segunda oración de aspiración del pasado:

“Que pueda yo hacer brillar la luz del Dharma para aquellos que han sido arrojados dentro del mundo, en la gran oscuridad de la ignorancia; para aquellas personas cuyos ojos están oscurecidos por las cataratas de la ignorancia, quienes carecen del ojo de la sabiduría, quienes están cegados por la ignorancia y el engaño. Que pueda levantar yo la lámpara de la sabiduría, la cual destruye la oscuridad de aquellos que están cegados por la ignorancia. Que pueda aplicar yo la medicina de las tres puertas de la liberación, el remedio que emplea los medios, la sabiduría, y el conocimiento. Que pueda disipar la oscuridad de la ignorancia, y todas cataratas y las faltas de la estupidez, y de esta forma purificar su ojo de sabiduría.”

Entonces el bodhisatva pensó en su tercera oración de aspiración del pasado:

“¡Ay! Este mundo ha levantado el estandarte del orgullo y egoísmo. Está obsesionado con el aferramiento al “yo” y a lo “mío”. La mente de la gente se aferra al ego, y la noción falsa de un ego distorsiona sus visiones. Que pueda yo derribar ese estandarte del orgullo que piensa: “yo soy”, mostrándoles el sendero noble.”

Finalmente, el bodhisatva pensó en su cuarta oración de aspiración del pasado:

“¡Ay! Este mundo no está en paz debido al ego. El mundo está perturbado continuamente, y es como una maraña de cuerdas. Los seres vienen y van. Están siempre moviéndose, circulando entre este mundo y el otro. Su girar no conoce fin, y parece el círculo hecho por una antorcha. Que pueda yo enseñarles el Dharma de la tranquilidad, el cual trae la realización a través del conocimiento.”

Precisamente entonces, Dharmacārin, el hijo de los dioses, y los hijos de los dioses de Suddhāvāsa[1] hicieron que todo el séquito de consortes pareciera desagradable. Después de que los hijos de los dioses hubieran dejado manifiestas las apariencias y características desagradables de las mujeres, se situaron encima en el cielo, y pronunciaron los siguientes versos:

“Los hijos de los dioses, quienes tienen grandes poderes mágicos,
Dijeron a “aquel de ojos alongados como un pétalo de loto en flor”:
“¿Cómo puedes deleitarte tanto
Cuando vives en medio de un cementerio?” [206]

Inspirado por los señores de los dioses, el bodhisatva miró inmediatamente en torno a sí, y examinó al séquito de consortes. Viendo que se habían convertido en algo repulsivo, pensó: “Es cierto, vivo en medio de un cementerio.”

Cuando el bodhisatva posó su mirada en todo el séquito de sus mujeres, vio que algunas se habían quitado sus vestidos, que en otras sus cabellos estaban desordenados, y que algunas tenían sus joyas mal dispuestas. Otras habían perdido los adornos de su cabeza, algunas mostraban unos hombros feos, mientras que otras mantenían sus brazos y piernas al descubierto. Algunas tenían expresiones repulsivas, mientras que los ojos de otras estaban cerrados. Algunas estaban babeándose, mientras que otras estaban roncando.

Algunas estaban riendo alocadamente, algunas estaban escupiendo, y otras parloteaban de forma incoherente. Otras estaban rechinando sus dientes, y la forma del cuerpo de otras había cambiado. También habían cambiado las expresiones faciales de algunas. Los cuerpos de algunas parecían espantosos, y algunas de ellas estaban acostadas desnudas.
Algunas estaban encorvadas y emitían sonidos que parecían gárgaras. Algunas, que aún sostenían timbales de arcilla, tenían retorcidos sus cuerpos y cabezas. Algunas de las mujeres estaban cogiendo sus instrumentos, tales como laudes y laudes de tres cuerdas. Otras estaban mordisqueando las flautas con sus dientes, haciendo ruidos como de chasquidos. Algunas estaban tocando kampilas, nakalus, y sampas, a los cuales les faltaban sus cajas de resonancia. Algunas tenían cerrados sus ojos, algunas los tenían abiertos, y algunas tenían los ojos girando. Algunas de las mujeres estaban acostadas también con sus bocas abiertas.
El bodhisatva miró a su séquito de consortes, las cuales estaban allí tumbadas en el suelo formando lo que parecía un gran revoltijo, y él tuvo la impresión de que realmente estaba en un cementerio.

Con respecto a este tema, se dice:

“Viendo esto, el Protector del mundo se sintió disgustado.
Con un torrente de compasión, él exclamó:
“¡Ah, qué miserable es toda esta concurrencia!
¿Cómo puedo yo encontrar deleite en esta asamblea de demonios?

Debido al engaño, el juicio está oscurecido y errado
En aquel que piensa que los banales placeres de los sentidos están llenos de significado.
Lo mismo que un pájaro encerrado en una jaula,
Uno nunca puede volver a conseguir su libertad.” [207]

Entonces el bodhisatva examinó a su séquito de mujeres por medio de esta puerta a la luz del Dharma. Acto seguido, se lamentó por los seres, utilizando palabras surgidas de la gran compasión:

“Estos seres pueriles son matados, como el condenado al patíbulo.
Estos seres pueriles están llenos de deseo, como los locos que se sienten atraídos por un vaso lleno de vómito.
Estos seres pueriles se están ahogando, como elefantes hundiéndose en aguas profundas.
Estos seres pueriles están apresados, como los ladrones en un calabozo.
Estos seres pueriles están contentos, como un cerdo rodeado de inmundicia.
Estos seres pueriles son codiciosos, como un perro con un hueso.
Estos seres pueriles caen, como las polillas que vuelan hacia la llama de una lámpara.
Estos seres pueriles están atrapados, como un mono enredado en una trampa.
Estos seres pueriles están capturados, como un pez atrapado en una red.
Estos seres pueriles son cortados en pedazos, como una oveja en la tabla de despiece.
Estos seres pueriles son empalados, como un criminal sobre la punta de una estaca.
Estos seres pueriles están hundiéndose, como un elefante viejo en un pantano.
Estos seres pueriles perecen, como un barco naufragado en el océano.
Estos seres pueriles caen, como una persona ciega despeñandose en un abismo profundo.
Estos seres pueriles están agotados, como el agua corriendo dentro de la superficie de la tierra.
Estos seres pueriles van a convertirse en humo, como esta gran tierra al final del eón.
Estos seres pueriles están dando vueltas, como el giro de la rueda de un alfarero.
Estos seres pueriles se han extraviado en su camino, como la gente ciega perdida en las montañas.
Estos seres pueriles están atados y corren en círculos, como los perros atados con una correa.
Estos seres pueriles se marchitan, como la hierba y los árboles en la estación seca.
Estos seres pueriles menguan, como la Luna menguante en la quincena oscura.
Estos seres pueriles son devorados, como las serpientes por los garudas.
Estos seres pueriles son tragados, como los barcos por los grandes monstruos marinos.
Estos seres pueriles son robados, como un viajero por una horda de ladrones.
Estos seres pueriles son partidos, como las palmeras durante una tormenta.
Estos seres pueriles son matados, como alguien mordido por una serpiente venenosa. [208]
Estos seres pueriles son heridos buscando el gusto, como los necios que lamen el filo de un cuchillo untado con miel.
Estos seres pueriles son arrastrados, como los trozos de madera llevados por un rio.
Estos seres pueriles juegan, como los niños que juegan con sus propios excrementos.
Estos seres pueriles están controlados, como los elefantes por el gancho del mahut.
Estos seres pueriles están engañados, como la persona simple por un charlatán.
Estos seres pueriles agotan sus raíces de virtud, como un jugador que pierde su riqueza.
Estos seres pueriles son devorados, como los comerciantes consumidos por los demonios.”

El bodhisatva examinó el séquito de sus mujeres por medio de estos treinta y dos símiles. El contempló la naturaleza impura del cuerpo, y desarrolló un sentimiento de repulsión, y de ello surgió el disgusto. A continuación meditó en el hecho de que su propio cuerpo era como el de ellas, y de ese modo el vio los defectos del cuerpo físico. Entonces él dejó su apego al cuerpo, destruyendo su percepción de él como siendo atractivo, y en vez de ello lo contempló como algo repulsivo. El vio que el cuerpo, desde la suela de los pies hasta lo alto de la cabeza, está hecho de suciedad, y es emisor de suciedad. En ese momento el exclamó los siguientes versos:

“Crecido en los campos del karma, y nacido del agua del ansia, nosotros lo llamamos el cuerpo transitorio.
Este cuerpo está humedecido por las lágrimas, sudor, y mucosidad; y lleno de orina y sangre.
Está lleno de toda clase de suciedad, grasa, pus, y sesos;
Gotea constantemente excrementos, y hedores.

Está hecho de huesos, dientes, y pelo; y está cubierto por piel con vello.
Es débil, y en su interior están los intestinos, hígado, bazo, linfa, y saliva.
Es como una máquina sostenida por huesos y tendones, y adornada con carne.
Está lleno de enfermedades, sujeto a dolor, y siempre está afligido por el hambre y la sed.

El cuerpo de los seres tiene muchas cavidades,
Y se transforma en vejez y muerte.
Observando al cuerpo, ¿Qué persona sabia
No lo consideraría como un enemigo? [209]

De este modo, el bodhisatva permaneció consciente del cuerpo, considerándolo como algo que debe de ser dejado atrás.

Los hijos de los dioses, quienes estaban suspendidos encima en el cielo, preguntaron a Dharmacārin, el hijo de los dioses: “¿Qué es esto, querido amigo? Siddhārtha se entretiene y sigue mirando al séquito de consortes. Incluso sonríe y no parece disgustado. ¿Quizá es como un profundo océano que no puede ser sondeado? ¿Pues no es cierto que quien está desapegado no se aferra a los objetos? ¿O quizás el ha olvidado la promesa hecha cuando fue inspirado por los dioses?”
Dharmacārin, el hijo de los dioses, replicó: “¿Porqué decís ese tipo de cosas? Con seguridad, existe la evidencia de que, cuando él practicó en el pasado la conducta iluminada, él desarrolló esta clase de desapego. Entonces, ¿Por qué debiera de llegar a apegarse de repente en esta existencia, que es la última para él?”

Monjes, indudablemente, en el bodhisatva se había instalado la certeza. Estaba lleno de aversión, y había preparado su mente. Así que, sin ninguna dilación, se levantó graciosamente de su asiento en la sala de música, y se dirigió hacia el este. Con su mano derecha rompió la celosía enjoyada, y salió al tejado de palacio. Allí el juntó sus manos, y recordando a todos los Budas del pasado, se postró ante ellos. Cuando miró dentro de la expansión del espacio, vio a Indra, el jefe de los dioses, el de mil ojos[2], junto con un séquito de cien mil dioses que portaban flores, incienso, guirnaldas, perfumes, polvos aromáticos, ropas, parasoles, estandartes de la victoria, banderas, pendientes hechos de flores, y collares hechos de piedras preciosas. Postrándose ante él, Indra rindió sus respetos al bodhisatva.
El bodhisatva también vio a los Cuatro Guardianes del Mundo, junto con hordas de yaksas, demonios, gandharvas, y nagas. Todos ellos vestían corazas sólidas, cotas de malla, y yelmos. En sus brazos blandían espadas, arcos y flechas, lanzas, jabalinas, y tridentes. Graciosamente ellos se quitaron sus diademas enjoyadas y sus coronas, y se postraron ante el bodhisatva. Entonces él vio a Pusya, el jefe de las constelaciones levantándose sobre el horizonte, [210] flanqueado por Chandra, el dios de la Luna, y por Surya, el dios del Sol.
Entonces, cuando era exactamente la medianoche, el bodhisatva llamó a Chanda:

“Todos los signos auspiciosos se han juntado,
Sin duda, esta noche se cumplirán mis deseos.
¡Chanda, no dudes o te demores!
Adorna al rey de los caballos, y tráemelo engalanado.”

Cuando Chandra oyó estas palabras se sintió triste, y preguntó:

“¿Dónde vas a ir, tú que tienes las cejas largas,
Y cuyos ojos son tan bellos como lotos en flor?
¿Dónde vas a ir, León de los hombres, con una cara como la Luna en otoño,
Esa Luna que deleita a los lotos de la noche?

Tu rostro es como un loto blanco en flor,
Y es tan suave como un loto azul joven.
Tu esplendor es como el del Sol, o como el del oro bien purificado;
Es como la Luna recién salida e inmaculada.

Es semejante al fuego cuyas llamas son alimentadas por la mantequilla ofrecida en ofrenda.
Tu esplendor es como el resplandor de un relámpago;
Tu paso invencible es tan gracioso como el de un elefante seguro;
Tú caminas y colocas tus pies bellamente, con el paso de un toro, un león, o un cisne.”

El bodhisatva replicó:

“Dime, Chanda, ¿Entonces, para qué di en el pasado
Mis brazos, piernas, y mis ojos?
Yo he dado mi cabeza, y mi amada esposa e hijos;
Mi reino, riquezas, oro, y ropas.

He dado elefantes cargados de joyas,
Y caballos fuertes y rápidos como el viento.
Durante decenas de millones de eones me he entrenado en la moralidad y paciencia;
Deleitándome en el poder del esfuerzo, la concentración, y la sabiduría.

Yo he alcanzado la Iluminación suprema, que es felicidad y calma.
Ahora ha llegado el tiempo para que yo libere a los seres,
Quienes están atrapados en el océano
De la vejez y la muerte.”

[211] Chanda replicó: “Mi Señor, yo he oído que cuando naciste, tú fuiste examinado por brahmines que conocían los signos, y que en presencia del Rey Suddhodana ellos habían predicho que tu incrementarías la prosperidad de la familia real.
Cuando el Rey Suddhodana preguntó cómo sucedería esto, los brahmines contestaron: “Tu hijo nació brillando con cien signos de mérito. Será un monarca universal, con soberanía sobre los cuatro continentes, y poseedor de los siete tesoros. Pero si, después de haber visto cómo el mundo está de afligido por el sufrimiento, él abandona su familia y se marcha de las dependencias de las mujeres, él alcanzará la Iluminación Suprema, donde no hay vejez o muerte; y el aplacará la sed de los seres con el agua del Dharma.”
Mi Señor, existe esta profecía, y no puede ser negada. Pero por favor, escucha lo que tengo que decir, para que yo pueda ser capaz de ayudarte.”

El bodhisatva respondió: “¿Qué es?”

Chanda respondió: “Mi Señor, considera que alguna gente afronta grandes penitencias y austeridades. Visten ropas hechas con cortezas y pieles de ciervo; y atan su cabello en un rodete sobre sus cabezas. Dejan crecer las uñas de sus dedos, sus cabellos, y sus barbas. Someten sus cuerpos a grandes torturas por su propia elección, y se involucran en la práctica de terribles penitencias. Señor, ¿Por qué debería uno de buscar de esta forma la felicidad de los hombres y dioses, cuando tú, Señor, ya posees esa felicidad?
Este reino es grande, floreciente, y próspero; es abundante en todo, en él hay muchos hombres y también muchos otros seres.
¡Y estas tierras! Son las bellas entre las más bellas, adornadas con toda clase de flores y frutos, y llenas de bandadas de maravillosos pájaros canoros.
¡Y los estanques! Están embellecidos con lotos de color azul y amarillo, rojo y blanco; animados por las llamadas de los gansos, pavos reales, cucos, cakravākas, garzas reales, y arrendajos; están rodeados por jardines de árboles en flor, de mangos, asokas, magnolios, amarantos rojos, tilakas, y kesaras.
¡Y los parques! Están dispuestos como grandes tableros de ajedrez para los juegos, rodeados de mesas enjoyadas, y protegidas por celosías trabajadas, y listos para ser disfrutados en cualquier estación, sea primavera, verano, otoño, o invierno.
¡Y los grandes palacios! [212] Son como el Palacio de Vaijayanta, donde uno encuentra la paz del verdadero Dharma, y donde todos los pesares de uno se van. Puesto que tus palacios son del color de las nubes de otoño, se parecen al Monte Kailāsa. Están adornados con terrazas, pórticos, arcos, ventanas ornamentadas, pabellones frescos, y terrazas colgantes. En ellos resuenan el tintinear de pequeñas campanillas dispuestas en las celosías.
¡Y los apartamentos de las mujeres! Están bien entrenadas y bailan tan bien…, y sus voces se elevan en armonía; tocan tunas, panavas, flautas, laudes, timbales de madera, instrumentos de lengüeta, címbalos, kampilas, nakalus, guitarras, timbales de arcilla con un buen sonido, y patahas. Allí el tiempo discurre agradablemente, entre risas y bailes, en juegos y disfrutes.
¡Y tú, mi Señor! Aún eres joven, estás en la flor de la juventud. Eres un chico de cuerpo agraciado y bello, con un cabello negro y un cuerpo como un loto. Aun no te has dado a los placeres de los sentidos. Así que disfruta ahora, lo mismo que Indra, el señor del Cielo de los Treinta y Tres, el jefe de los dioses, el que posee mil ojos. Nosotros siempre podremos irnos después, cuando seamos viejos.”

En ese momento, Chanda pronunció los siguientes versos:

“Conoces las técnicas del disfrute, así que saboréalas,
Lo mismo que el poderoso jefe de los dioses en el Cielo de los Treinta y Tres.
Más tarde, cuando nos hayamos hecho viejos,
¡Podremos practicar la moralidad y las austeridades!”

El bodhisatva replicó:” ¡Ya basta, Chanda! Esos placeres de los sentidos son impermanentes e inestables. No perduran, y están sujetos a cambio. Como los rápidos de un torrente de montaña, son turbulentos y pasan rápidamente. Como las gotas de rocío, no duran. Son como un puño vacío que engaña a un niño, carecen de substancia. Como el corazón de un platanero, son vacíos. Como una vasija de arcilla sin cocer, su naturaleza es frágil. Como las nubes de otoño, aparecen durante un momento, para desaparecen en el siguiente. Como un relámpago en el cielo, no duran mucho. Como un vaso lleno de veneno, solo causan dolor. Como la hiedra venenosa, solo causan malestar.
Los objetos de los sentidos, los cuales son anhelados con desesperación por aquellos con mentes inmaduras, son como burbujas en el agua, siempre cambiando. Como los espejismos, están causados por una percepción errónea. Son como una alucinación producida por un pensamiento falso. Lo mismo que los sueños, no pueden satisfacer, pues uno se está aferrando a una apariencia falsa. Los deseos no pueden ser colmados, lo mismo que no puede llenarse un océano. Lo mismo que el agua salobre, los objetos de los sentidos solo incrementan tu sed. Lo mismo que la cabeza de una víbora, es peligroso tocarlos. [213] Lo mismo que un gran precipicio, son evitados por la gente sabia.
Una vez reconocido que los placeres de los sentidos están acompañados por peligros, disputas, faltas, y vicios, son evitados por los sabios; son criticados por los eruditos; y apartados de sí por los nobles. El inteligente los abandona; pero el inmaduro confía en ellos, y el ignorante se agarra a ellos.”

En ese instante, pronunció los siguientes versos:

“La gente sabia evita los placeres de los sentidos como haría con la cabeza de una víbora;
Los arrojan como a un recipiente lleno de excrementos.
Chanda, puesto que yo he entendido que los placeres de los sentidos
Destruyen lo virtuoso, yo no los disfruto. “

Entonces Chanda, gimiendo como si soportara una aguda pena, con los ojos llenos de lágrimas y como si estuviera sufriendo una agonía, pronunció los siguientes versos:

“¿Por qué perseveran algunos en la práctica de múltiples austeridades?
Visten con pieles de ciervo; y dejan crecer sus cabellos, uñas, y barbas.
Se cubren con cortezas de árbol,
Y debido a su práctica de las austeridades tienen demacrados sus cuerpos.

Algunos de ellos solo comen vegetales, mijo, y la planta gardūla.
Otros, siempre van con la cabeza baja, observando la frugalidad del ganado.
Sin embargo, nosotros deberíamos de ser los mejores y los más distinguidos en el mundo;
Y junto con los monarcas universales y los Guardianes del Mundo;

O a Sakra, quien sostiene el vajra; o a Yama el Señor de los dioses del Cielo de Nirmita,
Deberíamos de aspirar al gozo de las concentraciones del Cielo de Brahma.
¡Ser Perfecto, tu reino es rico, es floreciente debido a las excelentes cosechas,
Está lleno de parques y palacios, e iguala al Palacio Vaijayanta!

Esas mujeres están bien entrenadas para proporcionar placeres,
En combinación con los cantos y el sonido melodioso de laudes e instrumentos de viento.
¡Mi Señor, disfruta de estos placeres!
¡Si no te marchas, tu experimentarás grandes placeres!”

El bodhisatva contestó: [214]

“¡Escucha, Chanda! En mis renacimientos anteriores
Yo he experimentado cientos de sufrimientos,
Tales como prisión, esclavitud, ser golpeado y amenazado; y todo ello debido al deseo.
Mientras mi mente permaneció fija en lo condicionado, me fue imposible alcanzar la liberación.

Bajo el poder del descuido, y dominado por el engaño,
En el pasado yo estaba ciego, cubierto por un velo de visiones erróneas.
Esas visiones erróneas hicieron que yo asiera la noción de un ego,
Hizo que se perpetuaran la experiencia de sensaciones, debido al desconocimiento del Dharma.

Todas las cosas se mueven y cambian, y son impermanentes como las nubes;
Pueden ser comparadas al destello de un relámpago.
Son como una gota de rocío sobre una brizna de hierba, y engañosas como un puño vacío.
Carecen de esencia y de un ego; de toda existencia inherente.

Así que mi mente ya no está atada a los objetos.
Chanda, tráeme a Kanthaka, el rey supremo de todos los caballos, bien adornado.
Mis aspiraciones auspiciosas del pasado se han realizado;
Venciendo todo, seré el sabio con dominio sobre todos los fenómenos, seré un Rey del Dharma”

Chanda, replicó:

“¿No ves a esas mujeres cuyos ojos son como lotos en flor,
Quienes están adornadas con guirnaldas de múltiples gemas preciosas,
Que brillan como el destello de un relámpago en el cielo, en medio de un banco de nubes;
Tan bellas, descansando sobre sus camas?

¿O a esas que tocan esas flautas y címbalos de dulces sonidos,
Los tambores de arcilla y los instrumentos de lengüeta, haciendo música y cantando.
Acompañadas por los sonidos de perdices, pavos reales, y cucos?
¿Vas a abandonar este lugar, que es como una ciudad de kinnaras?

Aquí hay muchas flores, tales como jazmines, lotos azules, aloes, y magnolios.
Y guirnaldas de suaves perfumes.
Hay incensarios donde arden los mejores perfumes hechos de madera de aloe negro,
Y los ungüentos más finos y olorosos. ¿No los ves?

Aquí tienes la cocina más exquisita y los mejores platos,
Con el sabor más excelente y con las especias más supremas,
Y junto a ello, las mejores bebidas endulzadas.
¿No las ves, mi Señor? ¿Dónde vas a ir? [215]

Esas prendas finas y suaves guardadas en plata y oro,
Son cálidas y confortables en la estación fría y en la calurosa por igual;
Y están impregnadas con la esencia del sándalo de Uraga.
¿No las ves, mi Señor? ¿Dónde vas a ir?

Aquí los cinco placeres de los sentidos
Son tan exquisitos como en los reinos celestiales.
¡Regocíjate ahora en ellos con alegría;
Y entonces, más tarde, Noble Señor de los Sakya, retírate a los bosques!”

El bodhisatva replicó:

“¡Chanda! Durante inmensurables e incontables eones
Yo he disfrutado de todos los placeres de dioses y humanos;
Aquellos surgidos de la forma, sonido, olfato, gusto, y tacto;
Y no me he sentido satisfecho.

Yo he sido un príncipe supremo,
Y he sido un monarca universal con gobierno sobre los cuatro continentes.
He sido un monarca universal que poseía los siete tesoros,
Y que vivía en medio de mujeres.

Yo goberné sobre el Cielo de los Treinta y Tres, y del de Suyāma[3];
Después de estar en medio de ellos, yo llegue a ser el supremo entre los dioses de emanaciones[4]. Yo he disfrutado los mayores placeres.
Tuve el poder de los dioses más elevados, y el dominio de sus reinos. Y no estaba satisfecho.
¿Cómo puedo complacerme en algo inferior? Esta es la cuestión.

Además, Chanda, yo veo que este mundo solo es sufrimiento;
Está atrapado en el medio de la existencia cíclica.
Esto es un desierto de miseria, lleno de aflicciones y de males;
Donde los seres están constantemente engañados. [216]

En la oscuridad de la ignorancia y la confusión, los seres carecen de refugio y protector;
Son perseguidos por el miedo a la vejez, la enfermedad, y la muerte;
Son golpeados por el sufrimiento del nacimiento;
Los seres hieren constantemente a otros, y a su vez son heridos.

Así, una vez realizado esto, yo me vuelvo al barco excelente del Dharma,
Que está construido con la madera más resistente:
Generosidad, disciplina moral, paciencia, y esfuerzo diligente.
Y todos ellos asegurados con mi motivación superior, tan  indestructible como un diamante.

Es mi intención navegar en este barco, y cruzar el océano de la existencia cíclica;
Entonces yo llevaré a seres innumerables a través de este océano.
Este mar de sufrimiento que es tan difícil de cruzar, con sus olas de enojo,
Los monstruos de las pasiones, y los remolinos de la enemistad.

Esta es mi intención: puesto que yo he cruzado este océano de la existencia
Infestado con los monstruos de las visiones erróneas,
Y con los demonios de la emociones aflictivas,
Yo estableceré a todos los seres en la paz, donde no hay más vejez ni muerte.”

Entonces Chanda, quien ahora lloraba incluso con más intensidad, exclamó:”Señor, ¿Tu intención es firme?”

El bodhisatva contestó:

“Chanda, escucha mi resolución:
¡Yo me esforzaré para beneficiar y liberar a los seres!
Mi resolución es como una montaña: inmutable, firme, y estable.
Es tan difícil de mover como el Monte Meru, el Rey de los Montes.”

Entonces Chanda preguntó: “Señor, ¿Cómo puedes estar tan seguro?”

El bodhisatva replicó:

“Si incluso llovieran sobre mí rayos, hachas de guerra, lanzas, y flechas;
E incluso si hierro fundido tan ardiente como un relámpago,
Y la erupción de un volcán cayeran sobre mi cabeza,
Yo no querría volver a ser un cabeza de familia.”[217]

En ese mismo instante, los hijos de los dioses que estaban observando en el cielo, dejaron caer una lluvia de flores, y exclamaron con gritos de alegría:

“Con una mente libre de apego hacia ningún objeto,
Y lleno de compasión y amor hacia los seres,
¡Que puedas resultar victorioso, tu, el de inteligencia suprema!
Tu eres el protector que otorgas la ausencia de miedo.

Lo mismo que el cielo, el cual no está apegado a la oscuridad, polvo, humo, o cometas,
La mente de los seres supremos permanece desapegada.
El ser puro no está contaminado por los objetos placenteros,
Lo mismo que un loto surgiendo del agua.”

Monjes, cuando Sāntamati y Lalitavyūha, los hijos de los dioses, entendieron la determinación del bodhisatva, hicieron que todos los hombres, mujeres, y niños en la ciudad de Kapilavastu se quedaran dormidos. Consiguieron que todo se hundiera en un profundo silencio.
Monjes, en ese momento, el bodhisatva se dio cuenta de que todo el mundo en la ciudad estaba sumido en el sueño, que había llegado la media noche, y que la Luna estaba en la constelación de Pusya. Era consciente de que precisamente entonces había llegado la hora para que él abandonara su casa.
Así que dijo a su sirviente: “¡Chanda, no me acoses más ahora! En vez de ello, sin demora, tráeme a mi caballo Kanthaka, bien adornado.”
Tan pronto como el bodhisatva pronunció estas palabras, los Cuatro Grandes Reyes partieron de sus residencias. Ellos habían escuchado las palabras del bodhisatva, y se habían preparado para hacerle ofrendas. Ahora ellos se apresuraron para llegar a la ciudad de Kapilavastu.
El Rey Dhrtarāstra, el rey de los gandharvas, llegó desde el este junto con varios trillones de kinnaras que tocaban diversos instrumentos y que cantaban canciones. Tan pronto como llegó el Rey Dhrtarāstra, comenzó a circunvalar la ciudad de Kapilavastu. Cuando llegó al este, el lugar de donde él había venido, paró a rendir homenaje al bodhisatva.
El gran rey Virūdhaka llegó desde el sur, junto con varios trillones de kumbhāndas que sostenían en sus manos varios collares de perlas. [218] Además ellos portaban diversas piedras preciosas, y vasos llenos de varias clases de perfumes. Tan pronto como llegó Virūdhaka, también se puso a circunvalar la ciudad de Kapilavastu. Cuando llegó al sur, el lugar de donde había venido, paró a rendir homenaje al bodhisatva.
El gran rey Virūpāksa llegó desde el oeste con varios trillones de nagas llevando en sus manos varios collares confeccionados con perlas y diversos tipos de piedras preciosas. Ellos hicieron que se derramara una dulce brisa proveniente de una lluvia de flores y de polvos perfumados que emitían agradables aromas. Cuando llegó Virūpāksa, también circunvaló la ciudad de Kapilavastu. Cuando llegó al oeste, el lugar de donde había venido, rindió homenaje al bodhisatva.
El gran rey Kubera llegó desde el norte junto con varios trillones de yaksas que sostenían en sus manos lámparas enjoyadas, y también lámparas de mantequilla, y antorchas. En sus manos portaban diversas armas, tales como arcos y flechas, espadas, lanzas, lanzas con dos y tres puntas, discos, picas de una sola punta, y jabalinas; y estaban armados con armaduras fuertes y yelmos. Cuando llegó Kubera, también comenzó a circunvalar la ciudad de Kapilavastu. Cuando llego al norte, el lugar del que había venido, rindió homenaje al bodhisatva.
A continuación, Sakra, el jefe de los dioses, llegó allí junto con los dioses del Cielo de los Treinta y Tres, trayendo flores celestiales, perfumes, guirnaldas, ungüentos, polvos aromáticos, vestimentas, parasoles, estandartes de la victoria, banderas, pendientes, y atavíos. Cuando llegaron allí comenzaron a circunvalar la ciudad de Kapilavastu.
Entonces se sentaron todos juntos en el espacio que había encima, en la misma dirección de la que habían llegado, y comenzaron a rendir homenaje al bodhisatva.

Monjes, cuando Chanda oyó las palabras del bodhisatva, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, y dijo: “Señor, tú conoces el tiempo adecuado, el momento adecuado, y la ocasión adecuada. Sin embargo, esta no es la época adecuada, ni tampoco la ocasión para marchar. Así que, ¿Por qué me das la orden de partir?”
El bodhisatva replicó: “Chanda, ¡Ha llegado el momento!” [219]
Y entonces Chanda preguntó: “¿El momento para qué, mi Señor.”

El bodhisatva replicó:

“Hace mucho tiempo, mientras estaba buscando el beneficio de los seres,
Yo generé el deseo de liberar el mundo
Una vez que hubiera alcanzado el estado de la Iluminación, más allá de la vejez y la muerte.
¡Ahora ha llegado el momento!”

Con respecto a este tema, se dice:

“Cuando llegó el momento para que el Ser Supremo partiera,
Todos los dioses estaban haciendo ofrendas entusiasmados.
Vinieron todos los dioses protectores de cielos y tierra,
Como hizo Sakra, el jefe de los dioses, junto con sus seguidores.

Vinieron los dioses de los Cielos de Yama y de Tushita;
Y los dioses de Nirmita y Parinirmita.
También lo hicieron los reyes nagas Varuna y Manasvin,
Anavapta y también Sāgara.

También vinieron los dioses del Reino de la Forma,
Quienes actúan con calma y permanecen en estado de contemplación;
Y también se apresuraron a hacer ofrendas al Ser Supremo,
Quien es digno del homenaje de los tres reinos.

También los bodhisatvas, quienes fueron sus compañeros en las acciones del pasado,
Se reunieron viniendo desde las diez direcciones, diciendo:
“Vayamos a ver la partida del Conquistador;
Y le hicieron ofrendas de la manera adecuada.”

El gran ser que es el señor de los guhyakas,
Pradīptavajra, se posicionó encima sobre el cielo,
Y luciendo una armadura; fuerte, bravo, enérgico;
Sostenía un vajra centelleante en su mano.

Chandra y Surya[5], los hijos de los dioses,
Vinieron a colocarse a su derecha e izquierda;
Juntaron las palmas de sus manos,
Y reflexionaron sobre la partida del bodhisatva.

La constelación de Pusya junto con sus seguidores,
Transforma su cuerpo de forma majestuosa,
Y permaneció de pie ante el más noble de los hombres.
Con una voz deliciosa, el dijo:

“Ahora que está presente Pusya, es el momento perfecto para marcharse.
Esta noche se cumplirán todas tus oraciones virtuosas y auspiciosas.
Yo te acompañaré.
Destructor del deseo, ¡Que puedas no encontrar obstáculos! [220]

Tú has sido animado por Sañcodaka, el hijo de los dioses;
¡Manifiesta ahora tu fuerza y coraje,
Y libera a todos los seres que están oprimidos por el sufrimiento!
¡Ahora es el momento adecuado para irte!”

Se habían reunido muchas miríadas de dioses,
Y habían dejado caer una gran cantidad de flores encantadoras.
Por su parte, el bodhisatva se sentó con las piernas cruzadas, en la mejor de las posiciones;
Y rodeado por los dioses y brillando esplendorosamente, era hermoso.

En la ciudad, todos los hombres, mujeres, y niños
Se sintieron muy cansados y cayeron dormidos, abandonando sus tareas.
Los caballos, elefantes, bueyes, loros, grullas, pavos reales, y mynas
Se sintieron cansados y pronto de durmieron, no dándose cuenta de nada.

Armados con lanzas tan duras como el diamante, y montados en elefantes, caballos, y carros;
Los jóvenes Sakya, que se mantenían vigilantes, también cayeron dormidos;
Lo mismo que les sucedió al rey, príncipes, y a los pajes reales.
Completamente desnudas, las mujeres del séquito de consortes estaban dormidas e inconscientes.

Cuando llegó la medianoche, el bodhisatva se dirigió a Chanda
Con una voz tan cautivadora como la de Brahma, y tan dulce como un ruiseñor:
“¡Chanda, trae a Kanthaka bien adornado y acicalado;
Si tienes algún afecto hacia mí, no causes obstáculos, y no vaciles.”

Los ojos de Chanda se llenaron de lágrimas, y dijo a su señor:
“¡Gran Guía! ¿Dónde irás? ¿Para qué necesitas el caballo?
Tú conoces la época y el momento adecuado, y este no es el momento para la práctica del Dharma.
Las puertas están cerradas y bajo llave; ¿Así que quien las abrirá para ti?”

Precisamente entonces, Sakra abrió la puerta meramente a través del poder de su mente;
Al verlo, Chanda se puso contento, sin embargo pronto se entristeció y quedó a punto de llorar. [221]
“Oh, no. ¿Qué haré yo ahora? ¿Quién podría ayudarme? ¿A quién dirigirme?
Sakra solo escuchará a quien tiene un poder tan invencible.

¿De qué sirve este ejército poderoso con sus cuatro cuerpos?
El rey, los príncipes, y los pajes reales, ninguno de ellos sabe lo que está haciendo el bodhisatva.
Yasovatī y el séquito de consortes están en sus camas, inducidas al sueño por los dioses.
¡Ay! Se está marchando. ¡Se está cumpliendo el voto que él hizo en el pasado!”

En aquel mismo instante, miríadas de dioses llenos de alegría dijeron a Chanda:
“Chanda, tráele a Kanthaka, el caballo excelente. No decepciones a nuestro guía.
Los dioses y semidioses tocan sus miríadas de tambores e instrumentos,
¡Y aún así esta ciudad suprema que los dioses han inducido al sueño, es incapaz de despertarse!

¡Chanda, observa el cielo puro en el que luce bellamente una luz divina!
¡Mira los millones de bodhisatvas reunidos haciendo ofrendas!
¡Mira al glorioso Sakra, el marido de Sacī, quien está con su ejército a las puertas!
¡Mira a los dioses, semidioses, y kinnaras haciendo ofrendas aquí!”

Chanda oyó a los dioses, y dijo a Kanthaka, el caballo:
“¡Tienes que relinchar ahora, porque aquí viene el Guía supremo de los seres!”
Entonces él adornó los cascos del caballo, de color jazmín, con oro.
Angustiado y sollozante, el trajo el caballo a Quien es un océano de cualidades, diciendo:

“Tú que posees las marcas nobles, que beneficias a otros, aquí está tu caballo de inmaculado pedigrí.
¡Qué puedan cumplirse tus aspiraciones del pasado! ¡Por favor, hazlo!
¡Que puedan pacificarse todos los obstáculos, y que puedas conseguir tu deseada conducta moral!
¡Qué puedas otorgar la felicidad a todos los seres, los renacimientos superiores, y la paz!” [222]

Cuando el bodhisatva se levantó de su asiento, la tierra tembló de seis formas diferentes;
Montó al rey supremo de los caballos, que parecía la Luna llena.
Los Guardianes del Mundo, con sus manos puras como lotos, levantaron al caballo supremo.
Sakra y Brahma iban al frente mostrando el camino.

La luz pura y brillante emitida por el bodhisatva iluminaba el camino;
Los destinos desafortunados fueron pacificados, y todos los seres estaban felices y libres de aflicciones.
Cayó una lluvia de flores, sonaron millones de instrumentos, y los dioses y semidioses estaban gozosos.
Entonces todos ellos circunvalaron la ciudad, y partieron deleitados.

Puesto que el Gran Ser estaba partiendo, vino la deidad de la mejor de las ciudades, sintiéndose deprimido.
Apareciendo ante el bodhisatva, sintiéndose miserable y abatido, la deidad habló ante su faz de loto:
“Si te marchas, la ciudad se verá perturbada y caminará en la oscuridad;
Si abandonas esta noche tu palacio, no habrá alegría y felicidad para mí.

Ya no oiré más el canto de los pájaros,
O el dulce sonido de la flauta en las dependencias de las mujeres,
O el sonido de las canciones con letras propicias,
Que tú, ¡Oh, de fama infinita!, solías oír tras levantarte.

Ya no contemplaré más a la asamblea de sabios realizados,
Quienes te hacen ofrendas de parasoles y estandartes día y noche;
Ni seré capaz de disfrutar las fragancias de los perfumes celestiales,
Si tú, Destructor de los grilletes, abandonas esta noche el palacio.

Si lo abandonas, este palacio
Será como una guirnalda marchita y usada;
Parecerá un escenario vacío.
Cuando te hayas marchado, toda magnificencia y esplendor desaparecerán.

Tú te llevarás todo el poder y la vitalidad de toda la ciudad,
Como una tierra agotada, ya no brillará más con belleza.
Hoy las profecías de los sabios han fracasado,
Aquellas que decían que tú serías un monarca universal que gobernaría el mundo.

Sobre esta tierra, el poder de los Sakyas declinará;
Y el linaje de la familia real se verá interrumpido.
Las esperanzas de toda la asamblea de los Sakya se verán frustradas,
Si tú partes, ¡Oh, Gran árbol de mérito! [223]

¡Oh, Ser inmaculado, Oh, Ser sin falta, déjame ir contigo,
A donde quiera que tu desees ir!
¡Por favor, genera amor y compasión,
Y dirige una mirada más a este palacio!”

El Inteligente miró al palacio,
Y con la más dulce de las voces, dijo:
“Hasta que no haya puesto fin al nacimiento y la muerte,
No retornaré a la ciudad de Kapilavastu.

Hasta que yo no haya alcanzado la Iluminación suprema,
El nivel supremo de inmortalidad que está más allá de la vejez y la muerte,
No volveré mi cara hacia la ciudad de Kapilavastu,
Tanto que permanezca de pie, sentado, acostado, o caminando.”

Cuando partió el bodhisatva, el Señor de los seres,
Las hijas de los dioses comenzaron a cantar su canción de alabanza a través del cielo:
“El es el supremo objeto de ofrendas, y un gran campo de mérito,
Es el campo para aquellos que quieren acumular mérito, y quien da el fruto de la inmortalidad.”

Movido por la compasión hacia los seres, el se ha entrenado durante diez millones de eones,
En la generosidad, el auto control, y el refreno; y así alcanzó la Iluminación.
Su moralidad es pura, su conducta excelente, y su práctica firme;
No perseguía los placeres y disfrutes, sino que observaba la moralidad.

Siempre hablaba con paciencia para proteger a los demás,
Incluso cuando sus miembros fueron cortados, nunca estuvo enojado u hostil.
Permaneciendo en el esfuerzo durante millones de eones, nunca se desanimó:
Habiendo alcanzado la Iluminación completa, realizó millones de ofrendas.

Permaneciendo siempre en absorción meditativa, su mente se ha hecho tranquila y calma;
Puesto que ha quemado todas las emociones aflictivas, liberará a miríadas de seres.
Posee un conocimiento sin obstrucciones, y está libre de toda conceptualización.
Con una mente libre de conceptualización, se ha convertido en un Conquistador surgido por sí mismo. [224]

Su mente siempre está impregnada de amor, y su compasión es completa;
Satisfecho, meditando en la ecuanimidad, conoce el sendero de la castidad.
Es el dios supremo de los dioses, digno de la veneración de todos los dioses.
Con su mente sublime, pura, e inmaculada, perfeccionó millones de cualidades.

Es el refugio del temeroso, y para el ciego es una lámpara;
Es un lugar de descanso para el perseguido, y un medico para quienes sufren una larga enfermedad;
Es como un rey del Dharma, como Sakra con mil ojos;
Como el Brahma surgido por sí mismo, puro en cuerpo y mente.

El es firme, con abundante conocimiento, diligente, y desapegado;
Es un héroe porque ha destruido las aflicciones; invencible, el conquista a todos los enemigos.
Lo mismo que un león, no tiene miedo; y es amable como un elefante.
Como un toro perfecto, es el guía de la manada; siempre paciente y sin enojo.

Brilla como la Luna, e ilumina lo mismo que el Sol;
Alumbra como una antorcha, y resplandece como una estrella.
Es inmaculado como un loto, y el olor de su disciplina moral  es tan dulce como el de una flor.
Este maestro es inamovible como el Monte Meru, y como la tierra provee de sustento. Como un océano es inquebrantable.

Ha derrotado al demonio de las aflicciones y al de los agregados;
Ha derrotado al demonio de la muerte y al demonio hijo de los dioses.
El es gran líder que pronto enseñará el sendero supremo, el óctuple sendero de los nobles,
A aquellos que están establecidos en los senderos erróneos. [225]

Libre de la oscuridad de la ignorancia, el destruye la vejez, la muerte, y las aflicciones;
Se convertirá en un Conquistador surgido de sí mismo, famoso en la tierra y el cielo.
Bajo la forma de un ser supremo, es alabado de formas infinitas;
A través del mérito de alabarte, que nosotros seamos como tú, León de los maestros.”

Monjes, una vez que el bodhisatva hubo abandonado su hogar, el cruzó los territorios de los Sakya, los Krodyas, y los Mallas. Al romper el día, él había llegado a seis leguas de la ciudad de Anumaineya, en el País de Maineya. Allí desmontó de Kanthaka, su caballo, y una vez que estuvo en el suelo, despidió a la gran asamblea de dioses, nagas, yaksas, gandharvas, asuras, garudas, kinnaras, y mahoragas. Entonces pensó para sí: “Yo debería de confiar a Chanda estos adornos y el caballo, y mandarlo de vuelta.”
Así que llamó a Chanda, y le dijo: “Chanda, deberías de dar la vuelta. Coge estos adornos y a mi caballo Kanthaka, y retorna a palacio.”
En el lugar en el que Chanda dejó al bodhisatva para volver a casa, más tarde fue construido un monumento conmemorativo. Este monumento aún es conocido hoy como el Retorno de Chanda[6].

Entonces el bodhisatva pensó: “Teniendo este cabello tan largo, no puedo ser un monje.” Así que cogió su espada, cortó el pelo, y lo lanzó al aire. Los dioses del Cielo de los Treinta y Tres lo cogieron como signo de reverencia. Incluso hasta el día de hoy los dioses del Cielo de los Treinta y Tres celebran este evento durante el Festival del Cabello. En este mismo lugar también fue construido un monumento conmemorativo, el cual el día de hoy aún es conocido como Recepción del Cabello[7].

Entonces el bodhisatva también consideró: “Si voy a ser un monje, no sería correcto vestir prendas confeccionadas con sedas. Así que sería bueno si pudiera encontrar unas ropas que fueran adecuadas para la vida en el bosque.” [226]

Los dioses de las moradas puras pensaron entonces: “El bodhisatva necesita unos hábitos de color azafrán.” Inmediatamente un hijo de los dioses se fue, y se manifestó frente al bodhisatva bajo la apariencia de un cazador que vestía una ropa de color azafrán.
El bodhisatva pidió al hijo de los dioses: “Amigo mío, ¿Me darías tu ropas de color azafrán? A cambio yo te daría mis vestimentas de seda.”
El hijo de los dioses replicó: “Tu ropas te quedan bien, y yo estoy contento con las mías.”
Pero el bodhisatva insistió: “Por favor, te lo ruego”
Entonces el hijo de los dioses, aún bajo la forma de un cazador, dio sus ropas de color azafrán al bodhisatva, mientras él se hizo cargo de las ropas de seda del bodhisatva. Debido a que el hijo de los dioses estaba lleno de devoción hacia el bodhisatva, tocó las vestimentas con su cabeza, sosteniéndolas con ambas manos. Entonces él retornó a su cielo para hacer ofrendas y venerar allí a esas prendas. Chanda fue testigo del intercambio de ropas, y más tarde fue erigido en el sitio un monumento conmemorativo. Este monumento aún es conocido hoy en día como el Monumento de la recepción de las ropas del príncipe[8].

Cuando el bodhisatva se cortó el pelo y se puso las ropas de color azafrán, cien mil dioses se sintieron alegres, complacidos, y extasiados. Felices y dichosos, dieron gritos de alegría, y exclamaron:
“¡Amigos, el Príncipe Siddhartha a abandonado su hogar! ¡Amigos, el Príncipe Siddhartha se ha hecho monje!” El despertará a la Insuperable, perfecta, y completa Iluminación, y girará la Rueda del Dharma. Entonces los liberará de la vejez, la muerte, la enfermedad, el dolor, la lamentación, el sufrimiento, la depresión, y la angustia; y los llevará a la otra orilla del océano de la existencia cíclica. El los establecerá en la insuperable esfera del Dharma, la cual es gozo, llena de paz, libre de miedo, dolor, [227] y confusión, libre de deseo, y más allá de la muerte.”

Y estas palabras de alegría fueron pasando de un cielo a otro, hasta llegar a los dioses de Akanistha.

En ese preciso intervalo, las mujeres del séquito de consortes no veían al joven príncipe, y empezaron a buscarlo en el palacio de primavera, verano, e invierno; y en sus habitaciones y apartamentos privados. Incapaces de encontrarlo, comenzaron a lamentarse como halcones pescadores. Las mujeres estaban vencidas por el dolor, y algunas gritaban: “¡Hijo mío!”; otras gritaban: “” ¡Hermano mío!”, “Mi esposo”, “Mi Señor”, y “Mi maestro.” Algunas mascullaban diferentes palabras llenas de ternura, mientras que otras retorcían sus cuerpos de formas diversas, y lloraban. Algunas de las mujeres se tiraban de sus cabellos, mientras que otras se miraban unas a otras, y sollozaban.
Algunas lloraban poniendo los ojos en blanco, y otras se secaban las lágrimas, secándose sus rostros con sus vestimentas. Algunas se golpeaban sus muslos con sus manos; y otras se daban golpes en el pecho. Algunas golpeaban sus brazos con sus manos, y otras se golpeaban en su cabeza. Algunas cubrieron sus cabezas con polvo, y lloraban; gritando en voz alta. Algunas mujeres fueron vistas deshaciendo sus peinados, y otras se tiraban de los cabellos. Algunas elevaban sus brazos al cielo, y se lamentaban en voz alta. Algunas corrieron precipitadamente, como gacelas heridas por una flecha envenenada, mientras lloraban continuamente. Algunas de ellas se tambaleaban como plataneros movidos por el viento, y sollozaban. Otras echaron sus cuerpos en el suelo, como si estuvieran a punto de morir. Mientras que otras se retorcían en el suelo, como si fueran peces sacados del agua, y lloraban. Otras caían desmalladas de repente al suelo, como un árbol cortado de raíz, y lloraban.

Cuando el Rey Suddhodana oyó todo este ruido, preguntó a sus amigos Sakyas: “¿Qué es todo este fuerte ruido que proviene de los apartamentos de las mujeres.”
Los Sakyas investigaron el asunto, y replicaron: “Su Majestad, el joven príncipe [228] no está en las habitaciones de las mujeres.” 

Entonces el rey ordenó: “¡Rápido, cerrad las puertas de la ciudad! ¡Busquemos al príncipe puertas adentro!” Pero el príncipe no fue encontrado en ninguna parte, ni dentro ni fuera de las puertas.

Mahāprajāpatī Gautamī se desmalló cayendo al suelo mientras se lamentaba, y dijo al Rey Suddhodana: “Su Majestad, tráeme rápidamente de vuelta a mi hijo.” Entonces el rey envió mensajeros a caballo en las cuatro direcciones, con la orden: “¡Id, y no volváis hasta que hayáis encontrado al príncipe!”

Puesto que aquellos que eran capaces de leer los signos y el futuro habían profetizado que el bodhisatva se marcharía a través de la Puerta de lo Auspicioso, los mensajeros se dirigieron hacia ese lugar. Allí vieron que sobre la carretera había caído una lluvia de flores, y entonces ellos pensaron: “Tiene que haber marchado por este camino.”
Cuando habían llegado un poco más lejos, encontraron al hijo de los dioses que llevaba las vestimentas del bodhisatva sobre su cabeza. Entonces pensaron: “Estas son las prendas de seda del príncipe. ¿Pudiera ocurrir que hubiera sido asesinado para quitárselas? ¡Cojamos a este hombre!”
Sin embargo, precisamente entonces vieron a Chanda andando tras el hijo de los dioses, llevando al caballo Kanthaka, y portando los adornos del bodhisatva. Así que dijeron: “Aquí viene Chanda con Kanthaka. No actuemos precipitadamente; lo mejor será preguntar primero a Chanda.”
Así que le preguntaron: “Chanda, ¿Ha matado este hombre al príncipe para hacerse con sus vestimentas de seda?” [229]
Chanda replicó: “No, en modo alguno. Esta persona ofreció al príncipe sus propias ropas de color azafrán, y el príncipe a su vez le dio sus vestimentas de seda. Entonces ese hijo de los dioses colocó las ropas sobre lo alto de su cabeza, y retornó a su cielo para venerarlas.”
Los hombres también preguntaron a Chanda: “¿Qué piensas, Chanda? ¿Deberíamos de ir tras el príncipe? ¿Seremos capaces de hacerle volver?”
Chanda replicó: “No, no seréis capaces de hacerlo. El joven príncipe es tan diligente, disciplinado, y firme. El dice que a menos que despierte a la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación, no volverá a entrar en la ciudad de Kapilavastu. Así que no volverá con vosotros. Lo que el príncipe dijo que sucederá es lo que de hecho sucederá. ¿Y por qué no volverá el príncipe? Debido a su diligencia, disciplina, y firmeza.”

Entonces Chanda cogió al caballo Kanthaka, y los adornos, y fue hacia las dependencias interiores. Tres jóvenes Sakyas llamados Bhadrika, Mahānāma, y Aniruddha intentaron durante bastante tiempo levantar los adornos, pero fueron incapaces. Estos adornos habían sido hechos para el cuerpo de alguien que tuviera la fuerza de Narayana, así que las demás personas no eran capaces de lucirlas.
Cuando Mahāprajāpatī Gautamī vio que nadie era capaz de mover los adornos, pensó: “Cuando veo sus adornos tirados allí, mi corazón siente punzadas de dolor. Por tanto, pienso que lo mejor será arrojar esos adornos al estanque.” Así que ella permitió que sus adornos fueran arrojados dentro del estanque, y hasta el día de hoy este lago es llamado el Estanque de los Adornos[9].

Sobre este tema, se dice:

“Cuando el sabio y valeroso bodhisatva marchó de su casa,
Toda la ciudad de Kapilavastu despertó de su sueño. [230]
Todo el mundo pensaba que el joven príncipe estaba aún dormido en su cama;
Y felices de verse, conversaban unos con otros.

Cuando Gopā y el séquito de consortes se despertaron,
Miraron hacia su cama, pero no encontraron en ella al bodhisatva.
Rompieron en gritos que llegaron a los aposentos del rey:
“¡Ay! ¡Hemos sido engañadas! ¿Dónde fue el bodhisatva?”

Cuando el Rey Suddhodana oyó eso, cayó desvanecido al suelo;
Lloraba y gritaba: “¡Oh, no; mi único hijo!”
Muchos cientos de Sakyas intentaron recobrarle,
Arrojando vasos de agua sobre él, ya que yacía inmóvil.

Gopā también se había caído de su cama precipitándose al suelo;
Se cortó los cabellos y se quitó todas sus joyas.
Exclamó: “Sin que pase mucho tiempo, tenemos que separarnos de aquellos que amamos;
Eso me dijo el Guía de los seres; me hizo perfectamente consciente de esto.

Tu forma es están hermosa, tus miembros sin falta son perfectos;
Tú eres tan brillante y puro, que todos los seres te quieren.
Eres alabado como el que trae la buena fortuna, eres honrado en cielo y tierra.
Cuando dejaste mi cama, ¿Dónde fuiste?

Hasta que no vuelva a ver de nuevo al bodhisatva con sus buenas cualidades,
Yo no beberé agua, hidromiel, o licor.
Dormiré en el suelo, y llevaré mi cabello recogido en un moño sobre mi cabeza.
Sin bañarme, me dedicaré a la práctica de la conducta moral y las austeridades. [231]

En todos los parques han desaparecido las hojas, flores, y frutas;
Los brillantes collares de perlas blancas han perdido su color y está cubiertos de polvo,
Puesto que el más noble de los seres ha abandonado esta bella ciudad.
¡El palacio ha perdido su belleza, y la ciudad se ha vuelto como un desierto!

¡Ay, las deliciosas voces cantando!
¡Ay, el conjunto de las consortes con sus bellas alhajas!
¡Ay, los espacios cubiertos con redes de oro!
Todo esto no lo volveré a ver sin él, quien está tan lleno de cualidades.”

La tía materna, quien también se sentía desgraciada,
Intentaba consolarla, diciendo: “Hija de los Sakyas, no llores;
En el pasado, el ser supremo entre los hombres, ha dicho:
“Yo liberaré a este mundo del nacimiento y la vejez.”

El Gran sabio, quien está bien entrenado en miles de virtudes,
Viajo seis leguas durante la noche,
Dio su hermoso caballo y sus adornos a Chanda, y dijo:
“¡Chanda, coge esto y retorna a la ciudad de Kapilavastu!”

Repite lo siguiente a mis padres:
“El joven príncipe se ha ido. ¡Por favor, no caigáis en la tristeza!
Cuando alcance la Iluminación, él retornará.
Entonces escucharéis el Dharma, y alcanzaréis la paz.”

Chanda comenzó a sollozar, y dijo de nuevo al Guía: [232]
“Tus parientes, la mejor gente, pueden pegarme y preguntar:
“¿Chanda, donde has cogido al virtuoso bodhisatva?
Pero yo carezco de habilidad, entereza, y fuerza.”

El bodhisatva replicó: “Chanda, no temas;
Mis familiares estarán felices de volver a verte.
Siempre te verán como su maestro
Y te querrán de la misma forma en que me aman a mí.”

Portando al más hermoso de los caballos y las alhajas,
Chanda retornó al parque del Más Noble entre los hombres.
La guardia del parque se alegró al verlo,
Y comunicaron la noticia rápidamente a los Sakyas.

“El príncipe, el caballo noble, y también Chanda
Han retornado al parque, así que no os preocupéis más.”
Cuando el rey, el cual estaba rodeado por un séquito de Sakyas, oyó esto,
Se excitó y fue rápidamente hacia el parque.

Pero Gopā, conocedora de la intención y firmeza del bodhisatva,
No se entusiasmó, no dando crédito a esas palabras.
Pensó: “Es una equivocación asumir que el bodhisatva ha retornado aquí,
Antes de haber alcanzado la Iluminación.”

Cuando el rey solo vio a Chanda y al caballo Kanthaka,
Lloró, y cayó al suelo desvanecido.
“Ay, hijo mío, tan talentoso tocando música y cantando canciones;
¿Dónde has ido, abandonando este reino?” [233]

“Chanda, explícame aquí ahora mismo:
“¿Dónde fue el bodhisatva, y cuáles son sus planes?
¿Quién le abrió la puerta, quién lo ha guiado?
¿Cómo fue que los dioses le han hecho ofrendas?”

Chanda contestó: “Poderoso rey, escúchame;
Durante la noche, cuando los viejos y jóvenes en la ciudad estaban profundamente dormidos,
El bodhisatva me dijo con una voz suave y dulce:
“Chanda, tráeme rápidamente al rey de los caballos.”

Yo intenté despertar a la asamblea de hombres y mujeres,
Pero estaban tan profundamente dormidos que no oyeron mis palabras.
En lágrimas, yo me vi obligado a llevarle al rey de los caballos,
Y entonces le dije: “Benefactor de los seres, ve donde te plazca.”

Sakra abrió las puertas que estaban cerradas con candados,
Los Guardianes del Mundo sujetaban firmemente los cascos del caballo;
Cuando el héroe montó sobre el caballo, el universo de tres millones de mundos tembló;
El camino por el que viajaba a través del cielo indudablemente era muy ancho.

Apareció una luz brillante, la cual disipó la completa oscuridad,
Cayeron flores, y se oyó el sonido de cientos de instrumentos musicales.
Los dioses y diosas le ofrecieron alabanzas,
Ya que él se movía en el cielo rodeado por un séquito celestial.”

Entonces Chanda cogió al noble caballo y los adornos,
Y se dirigió hacia las habitaciones de las mujeres, llorando. [234]
Cuando Gopā vio a Chanda y al noble caballo,
Se desvaneció y cayó desmayada al suelo.

Asustadas, la gran reunión de las mujeres
Trajo agua, la lavaron, y gritaron con fuerza:
“¡Que nuestra princesa Sakya no muera ahora!
¡Sería insoportable la pérdida de dos seres queridos!”

La abatida princesa de los Sakya aunó sus fuerzas,
Y se abrazó al cuello del noble rey de los caballos.
Recordando los juegos de amor del pasado,
Ella sucumbió al pesar, y se dio a gritar:

“¡Ay, tú me diste la alegría!
¡Ay, el hombre noble, cuya cara es como la Luna inmaculada!
¡Ay, el más noble de los hombres!
¡Ay, tú, poseedor de las marcas excelentes; que eres tan puro y espléndido!

¡Ay, mi hombre bien nacido, con un cuerpo perfecto;
Bien formado y ahusado, eres inigualable.
¡Ay, mi señor, pleno de cualidades supremas,
Venerado por los humanos y dioses, y lleno de gran compasión.

¡Ay, mi hombre poderoso, quien es tan fuerte como Nārāyana;
Conquistador de las hordas de los demonios!
¡Ay, mi dulce amor, con una voz tan dulce como la de Brahma,
Tan suave como el canto de un ruiseñor!

¡Ay, mi hombre de fama ilimitada;
Tú has surgido de cientos de virtudes, y tienes un mérito puro!
¡Ay, tu eres mi amor, cuya gloria no conoce límites!
¡Adornado por las buenas cualidades, eres el deleite de los sabios!

¡AY, mi amor hermoso, quien nació en el sublime bosque de Lumbini,
El cual resuena con el zumbido de las abejas!
¡Ay, querido mío, famoso en cielo y tierra,
Que eres un respetado árbol de sabiduría!

¡Ay, mi hombre de sabor dulce, cuyos labios son como la fruta de bimba,
Cuyos ojos son como lotos, y cuya piel es de color dorado!
¡Ay, querido mío, de dientes sin falta,
Tan blancos como la leche de vaca o la nieve. [235]

¡Ay, querido mío, de hermosa nariz, bellas cejas,
Y el círculo de pelo inmaculado entre sus ojos!
¡Ay, querido mío, con los hombros tan bien formados,
Con una cintura como un arco, piernas como un ciervo, y caderas redondeadas!

¡Ay, mi hombre, de  muslos como la trompa de un elefante,
Con bellas manos y pies, y con uñas del color del cobre!
Todos estos bellos atributos fueron creados en base a tu mérito,
Y deleitaron al rey.

¡Ay, tú fuiste mi canción y música melodiosas;
Un bálsamo obtenido de flores exquisitas en la mejor de las estaciones!
¡Ay, tú eras para mí la fragancia de las flores;
Aportaste deleite al séquito las consortes con tus cantos y música!

¡Ay, bello Kanthaka, compañero de mi marido!
¿Dónde lo llevaste?
¡Ay, Chanda! ¿No tienes la menor compasión?
¿Por qué no nos despertaste cuando el mejor de los hombres se estaba marchando?

Hoy el guía compasivo de aquellos que necesitan guía
Ha abandonado esta ciudad.
¿Por qué no nos dijiste que nuestro benefactor
Se estaba marchando?


¿Cómo marchó nuestro benefactor?
¿Y quién lo ayudó a marcharse?
¿En qué dirección se marchó?
Son afortunadas las deidades de los bosques que son ahora sus compañeras.

Chanda, me siento miserable, puesto que se me ha enseñado un tesoro.
Y sin embargo ahora, que es como si mis ojos hubieran sido arrancados, ¡Restaura mi vista!
Chanda, los Conquistadores siempre enseñan
Que los padres de uno han de ser honrados.

¡Si él los ha abandonado, no hace falta mencionar
Que él abandonaría los placeres del amor con una mujer!
¡Ay, separarse de aquellos a quienes amamos
Es como asistir a una representación, ¡Nada perdura!

Debido al aferramiento a las concepciones, los seres pueriles adoptan visiones erróneas;
Por esto es por lo que tienen que renacer y morir.
En el pasado él enseñó que todos los que están condicionados por el nacimiento y la muerte,
No tienen ningún amigo.

Así pues, que puedan cumplirse sus deseos, y que pueda él,
Bajo el mejor de los árboles, alcanzar la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación.
¡Que cuando él haya alcanzado la inmaculada Iluminación,
Pueda retornar a esta noble ciudad!”

Cuando chanda oyó las palabras de Gopā
Se sintió tremendamente infeliz.
Dijo con una voz quebrada por las lágrimas:
“Gopā, escucha mis palabras. [236]

Sobre la medianoche, cuando todas las mujeres
Estaban profundamente dormidas, secretamente,
El Superior con cientos de méritos
Me dijo que le llevara a su caballo Kanthaka.

Cuando yo oí sus palabras,
Inmediatamente te miré a ti, dormida sobre tu cama,
Y te grité en voz alta:
“¡Gopā, tu amado está a punto de marcharse, levántate!”

Pero los dioses bloquearon mis palabras,
Y ni siquiera una mujer se despertó.
Sollozando, yo engalané al rey de los caballos,
Y se lo di al Supremo entre los hombres.

Entonces Kanthaka relinchó con su salvaje energía,
Y aunque su sonido pudo oírse en más de un kilómetro,
Nadie en nuestra bella ciudad pudo oírlo,
Pues habían sido inducidos al sueño por los dioses.

Cuando los cascos de Kanthaka,
Cubiertos por oro, plata, y gemas preciosas, golpearon el suelo,
La tierra emitió un sonido tremendo y hermoso,
Y sin embargo nadie fue capaz de oírlo.

En el instante en el que hubo salido la constelación de Pusya,
Y cuando la Luna y las estrellas ya estaban brillando en el firmamento,
Desde el cielo vinieron decenas de millones de dioses con sus manos juntas,
Que le rindieron homenaje.

Atendidos por la asamblea de yakshas y raksasas,
Los Cuatro Guardianes del Mundo, quienes poseen grandes poderes,
Levantaron los cascos de Kanthaka con sus manos,
Que son tan pulcros y puros como las anteras de una flor de loto.

El Señor supremo con cientos de méritos
Montó sobre el caballo, y parecían un loto rojo y un jazmín.
En aquel instante la tierra tembló de seis formas diferentes,
Y los campos búdicos fueron interpenetrados por una luz inmaculada.

Entonces el dios Sakra, el marido de Sacī,
Y el jefe de todos los dioses, abrió las puertas.
Cien millones de dioses precedían al bodhisatva,
Y los nagas y los dioses le veneraron puesto que se marchaba.

El noble Kanthaka sabía que llevaba
Al protector del mundo a través del cielo.
Multitudes de dioses y semidioses, junto con Sakra,
Escoltaron al Ido al Gozo[10], quien se había marchado.

Las hijas de los dioses, tan diestras en la música,
Alabaron las cualidades del bodhisatva.
Ellas dieron fuerza a Kanthaka,
Y le cantaban las más deliciosas canciones y la mejor música: [237]

“¡Kanthaka, lleva al Guía de este mundo!
¡Se rápido y no te sientas tristes!
Puesto que ayudas al Protector de este mundo,
Estás libre de los peligros de los reinos inferiores y de los malos renacimientos.”

Cada uno de los dioses también expresó sus deseos, diciendo:
“Yo también quiero llevar al Guía de este mundo.”
No había un lugar en el mundo
Que no fuera hoyado por los millones de dioses, quienes dijeron:

“¡Kanthaka, mira el sendero preparado para ti en el cielo!
Es tan brillante y hermoso,
Sus enjoyados bordes están adornados de formas diversas.
Y está perfumado con incienso divino hecho con esencias supremas.

Kanthaka, debido a tus acciones meritorias
Tú renacerás mágicamente en el Cielo de los Treinta y Tres.
Como las doncellas celestiales te rodean y atienden,
Te deleitarás en los placeres de los sentidos celestiales.”

¡Gopā, no derrames más lágrimas!
¡Se feliz y regocíjate!
Antes de que pase mucho tiempo, serás testigo de la Iluminación del mejor de los hombres.
Lo verás honrado y servido por los inmortales.

¡Gopā, uno nunca debería de derramar lágrimas
Por la gente que hace acciones tan excelentes!
Al revés, regocíjate pues el bodhisatva se ha elevado por el esplendor de cientos de méritos.
¡No llores más!

Gopā, cuando partió el príncipe,
Honrado por dioses y humanos,
La gloria del espectáculo no podría ser describido,
Incluso aunque uno estuviera hablando durante siete días.

Tú has servido y respetado
A Quién beneficia a los seres.
Así que tú encontrarás el logro supremo e inconcebible.
¡Y creo que tu llegarás a ser alguien como él, el Ser más noble!”



Esto concluye el Capítulo Quince, sobre “Abandonando el hogar”






[1] Los dioses de los diversos cielos de las moradas puras.
[2] Dasasatanayana.
[3] El Cielo libre de conflictos.
[4] Nirmitas.
[5] La Luna y el Sol.
[6] Chandaka-nivartana.
[7] Cūdāpratigrahana.
[8] Kāsāyagrahana.
[9] Ābharanapuskari.
[10] Sugata.