Monjes,
mientras tanto, el bodhisatva pensó para él: “No sería correcto por mi parte no
poner mis planes en conocimiento del gran Rey Suddhodana, y simplemente
abandonar la casa sin su permiso. Sería ingrato por mi parte.”
Así que
esa noche, cuando todo estaba en calma, abandonó sus propias habitaciones y se
dirigió a las habitaciones del Rey Suddhodana. Tan pronto como el bodhisatva posó
sus pies en el suelo de palacio, todo el palacio de iluminó con luz. El rey se
despertó, y cuando vio la luz, prestamente preguntó a su chambelán: “¿Ha salido
el Sol? ¡Qué bella es esta luz!”
Su
chambelán respondió: “No, mi señor. Aún es medianoche.”
Y continuó
diciendo:
“Mi
señor, la luz del Sol hace que los árboles y muros den sombra;
Atormenta
y recalienta el cuerpo;
Y
también los cisnes, pavos reales, loros, cucos, y patos salvajes
Llaman
al amanecer.
Sin
embargo, Su Majestad, esta luz es atrayente y placentera;
Es
calmante, auspiciosa, y no quema;
Penetra
árboles y paredes, y no da sombra;
Aquí
tiene que haber llegado alguien que posee grandes cualidades.”
El
rey miró a su alrededor preocupado,
Y
vio al ser puro de ojos como lotos. [199]
Intentó
levantarse de su cama, pero no le fue posible.
Entonces
el Ser Noble, con el corazón puro, sintió respeto por su padre.
De
pie frente al Rey Suddhodana, dijo:
“Mi
señor, ahora es el momento adecuado para que yo abandone el hogar;
Por
favor, no me lo impidas, y no te angusties.
Mi
rey, que podáis perdonarme tú, mi familia, y la gente del reino.
Entonces,
con las lágrimas llenando sus ojos, el rey replicó:
“¿Qué
puedo hacer para cambiar tu forma de pensar?
¿Me
pedirás algún favor? ¡Dime, te daré todo!
Soy
todo tuyo; puedes tener el palacio, los sirvientes, y todo el reino.”
“Mi
señor, yo no quiero ser dañado por la vejez;
Quiero
mantener mi bella figura y mi juventud por siempre;
Deseo
tener salud y no sufrir ninguna enfermedad;
Y
tener una vida infinita, sin que me llegue la muerte.”
Cuando
el rey escuchó esas palabras, se sintió sumamente triste:
“Hijo
mío, estás pidiendo lo imposible. En eso no tengo poder. [200]
Incluso
los sabios que viven durante eones no están más allá
Del
deterioro, y de los terrores de la enfermedad, vejez, y muerte.”
Señor,
si no puedes darme esas cuatro cosas-
Verme
libre del infortunio y de los terrores de la enfermedad, vejez, y muerte-
Entonces
yo te pediré otro favor. Su Majestad, escucha,
Yo
deseo no volver a renacer tras la muerte.”
Cuando
el rey oyó estas palabras del mejor de los hombres,
Redujo
su anhelo, y deponiendo su apego hacia su hijo, dijo:
“Entonces
vete, y beneficia y libera a los seres. Yo me regocijo en eso.
¡Que
puedan cumplirse todos tus deseos!”
Monjes,
entonces el bodhisatva salió y se fue hacia su propia residencia, donde se
acostó en su cama. Nadie se había dado cuenta de que había salido.
Monjes, al
romper el día, el Rey Suddhodana reunió a todo el clan de los Sakya, y anunció:
“El príncipe quiere abandonar su hogar. ¿Qué podemos hacer?”
Los Sakyas
replicaron: “Su Majestad, permítenos guardarlo. En el clan de los Sakya somos
muchos, y él es uno solo. No será capar de irse de su casa.”
Acto
seguido, los Sakyas y el Rey Suddhodana colocaron a quinientos hombres jóvenes
en la puerta este de la ciudad para guardar al bodhisatva. Todos los hombres
estaban armados, entrenados en el combate, eran diestros en el manejo del arco
y en arrojar la jabalina, y eran tan fuertes como los poderosos luchadores.
[201] Para guardar al bodhisatva cada uno de los jóvenes Sakya tenía a su
disposición quinientos carros, y para con cada carro tenían a su disposición quinientos soldados de
infantería.
También
habían emplazado a quinientos hombres en las puertas sur, oeste, y norte de la
ciudad, para guardar al bodhisatva. Todos los hombres estaban armados, entrenados
en el combate, eran diestros en el manejo del arco y en arrojar la jabalina, y
eran tan fuertes como los poderosos luchadores. Para guardar al bodhisatva cada
uno de los jóvenes Sakya tenía a su disposición quinientos carros, y para con
cada carro tenían a su disposición
quinientos soldados de infantería.
También
los más ancianos de entre el clan de los Sakya, tanto hombres como mujeres, se habían colocado en todos los cruces de
carretera, confluencias, y en los muchos caminos, para guardar al bodhisatva.
Incluso el Rey Suddhodana estaba vigilando la puerta de palacio, acompañado por
quinientos jóvenes Sakyas montados sobre elefantes y caballos.
Mahāprajāpatī
Gautamī dijo a sus sirvientas:
“¡Encended
lámparas brillantes, y atad todas las joyas a la pica de los estandartes.
Colgad
guirnaldas de perlas e iluminad todo este palacio!
Tocad
música, cantad canciones, y permaneced despiertas y alerta en la noche.
Guardad
al príncipe, de forma que no pueda irse sin que nadie lo sepa.
¡Armaros!
¡Llevad armas en vuestras manos!
Portad
espadas y lanzas, arcos y flechas, y picas de dos puntas
Para
guardar a nuestro amado príncipe.
¡Todas
debéis de estar en alerta máxima!
Primero
cerrad todas las puertas, y entonces echadles cerrojo
Y
colocad pestillos firmemente en las hojas de las puertas.
A
menos que no sea posible, no dejéis abierta ninguna puerta
Pues
de otro modo el Ser Noble podría escapar.
Adornaros
con collares de joyas y perlas,
Poneros
adornos de flores, adornos en forma de media Luna, y cadenas;
Adornaros
con cinturones, anillos, y pendientes;
Cuidaros
de cerrar bien vuestras ajorcas.
Si
este benefactor de dioses y humanos, quien actúa como un elefante orgulloso,
Intenta
escapar de forma apresurada,
Deberíais
de refrenarlo de una forma tal
Que
no le sea hecho ningún daño. [202]
Vosotras,
chicas, que empuñáis lanzas en vuestras manos,
Mientras
rodeáis la cama de este ser puro,
No
deberíais de caer en la pereza,
Sino
que deberíais de vigilarlo con ojos como mariposas.
Para
guardar al príncipe adornad
Este
palacio con celosías enjoyadas,
Y
coged vuestras flautas y tocadlas lo mejor que podáis.
¡Proteged
al Ser Noble en la noche!
Manteneros
despiertas unas a otras,
Y
no descanséis.
De
otro modo él pudiera renunciar a su hogar,
Abandonando
al reino y a todos sus súbditos.
Si
llegara a abandonar su casa,
Entonces
el palacio real sería un lugar sin alegría.
La
continuidad del linaje real, que ha perdurado por tanto tiempo,
Se
vería interrumpido.”
Monjes,
llegados a este punto, los veintiocho grandes generales yaksas, tales como
Pāñcika, se encontraron con quinientos hijos de los dioses de Hāritī, y en voz
alta expresaron su preocupación: “Amigos, esta noche el bodhisatva se marchará
de su casa. Así que deberíais de deleitaros haciéndole ofrendas.”
También
los Cuatro Grandes Reyes, quienes habían entrado en el Palacio de Adakavatī,
dijeron a la gran reunión de yaksas: “Amigos, esta noche el bodhisatva
abandonará su hogar. Debéis de ayudarlo sosteniendo los cascos de su hermoso
caballo con vuestras manos.”
La
asamblea de yaksas respondió:
“Siendo
tan duro e indestructible como un diamante, y con un cuerpo tan poderoso como
Narayana;
Fuerte
y diligente, este hombre perfecto no puede ser movido.
Aunque
el Monte Meru, el rey de los montes, pudiera ser levantado y sostenido en el
cielo,
No
hay nadie capaz de levantar la montaña de mérito de un Conquistador, basada en
el mérito y la sabiduría.”
Vaisravana
dijo: [203]
“Para
la gente hinchada por el orgullo, este maestro será pesado;
Para
aquellos que son agradables y respetuosos, él será liviano.
Si
de todo corazón sentís devoción hacia él, con respeto,
Lo
encontraréis tan ligero como un copo de algodón para un pájaro.”
Yo
iré al frente,
Mientras,
vosotros lleváis su caballo.
¡Cuando
el bodhisatva se vaya,
Nosotros
reuniremos una gran cantidad de mérito!”
Monjes,
entonces Sakra, el jefe de los dioses, habló a los dioses del Cielo de los
Treinta y Tres: “Amigos, está noche el bodhisatva abandonará su hogar. Así que
deberíais de deleitaros haciéndole ofrendas.”
Sāntamati,
el hijo de los dioses, replicó: “Yo haré que todos los hombres, mujeres, y
niños en la ciudad de Kapilavastu se queden dormidos.”
Entonces,
Lalitavyūha, el hijo de los dioses, ofreció: “Yo silenciaré todos los sonidos
de los caballos, elefantes, burros, camellos, vacas, búfalos, mujeres, hombres,
niños, y niñas.”
Entonces,
Vyūhamati, el hijo de los dioses, expresó su voluntad: “Yo construiré en medio
del aire una calzada fabulosa del ancho de siete carretas, a ambos lados estará
flanqueada por plataformas enjoyadas, brillando con la luz de piedras solares;
con la sombra proporcionada por los parasoles, banderas, y estandartes; con
diversas flores esparcidas, y con el aroma del incienso proveniente de
incensarios de diversas fragancias. El bodhisatva circulará por esta
carretera.”
Entonces,
Airāvana, el rey de los elefantes, dijo: “Yo erigiré sobre mi trompa una
mansión de treinta y dos leguas de alto. En ese palacio podrán reunirse las
hijas de los dioses [204] para servir y venerar al bodhisatva tocando música,
cantando canciones, y tocando instrumentos.”
Entonces,
Sakra, el jefe de los dioses, dijo: “Yo abriré las puertas, y le mostraré el
camino.”
A
continuación, Dharmacārin, el hijo de los dioses, dijo: “Yo haré que el séquito
de mujeres parezca desagradable.”
Entonces,
Sañcodaka, el hijo de los dioses, dijo: “Yo ayudaré al bodhisatva a levantarse
de su cama.”
Finalmente
los reyes nagas Varuna, Manasvin, Sāgara, Anavapta, Nanda, y Upananda, dijeron:
“Por nuestra parte, nosotros produciremos bancos de nubes de sándalo, y
dejaremos caer una lluvia de polvo de sándalo como ofrendas al bodhisatva.”
Monjes,
entonces todos los dioses, nagas, yaksas, y gandharvas, se dispusieron a hacer
lo que habían prometido.
Mientras
tanto, la mente del bodhisatva estaba fija en el Dharma. Descansaba cómodamente
en la sala de música, rodeado por sus mujeres. Puesto que él estaba
reflexionando en la conducta de los Budas del pasado y en la forma de
beneficiar a todos los seres, él estaba pensando en las cuatro oraciones de
aspiración que había hecho en el pasado:
“En tiempos
pasados yo desee ser un señor surgido de sí mismo, y perseguir la omnisciencia.
En ese tiempo yo vestí la armadura de las siguientes cuatro valentías:
Yo he
visto cómo sufren los seres. Así pues, que yo pueda liberar a aquellos que
están atados al mundo y que están atrapados en la cárcel de la existencia
cíclica. Que yo pueda liberar a los seres de los apretados grilletes y cadenas
del deseo.”
Esa fue su
primera oración de aspiración hecha en el pasado.
A
continuación él pensó en su segunda oración de aspiración del pasado:
“Que pueda
yo hacer brillar la luz del Dharma para aquellos que han sido arrojados dentro
del mundo, en la gran oscuridad de la ignorancia; para aquellas personas cuyos
ojos están oscurecidos por las cataratas de la ignorancia, quienes carecen del
ojo de la sabiduría, quienes están cegados por la ignorancia y el engaño. Que
pueda levantar yo la lámpara de la sabiduría, la cual destruye la oscuridad de
aquellos que están cegados por la ignorancia. Que pueda aplicar yo la medicina
de las tres puertas de la liberación, el remedio que emplea los medios, la
sabiduría, y el conocimiento. Que pueda disipar la oscuridad de la ignorancia,
y todas cataratas y las faltas de la estupidez, y de esta forma purificar su
ojo de sabiduría.”
Entonces
el bodhisatva pensó en su tercera oración de aspiración del pasado:
“¡Ay! Este
mundo ha levantado el estandarte del orgullo y egoísmo. Está obsesionado con el
aferramiento al “yo” y a lo “mío”. La mente de la gente se aferra al ego, y la
noción falsa de un ego distorsiona sus visiones. Que pueda yo derribar ese
estandarte del orgullo que piensa: “yo soy”, mostrándoles el sendero noble.”
Finalmente,
el bodhisatva pensó en su cuarta oración de aspiración del pasado:
“¡Ay! Este
mundo no está en paz debido al ego. El mundo está perturbado continuamente, y
es como una maraña de cuerdas. Los seres vienen y van. Están siempre
moviéndose, circulando entre este mundo y el otro. Su girar no conoce fin, y
parece el círculo hecho por una antorcha. Que pueda yo enseñarles el Dharma de
la tranquilidad, el cual trae la realización a través del conocimiento.”
Precisamente
entonces, Dharmacārin, el hijo de los dioses, y los hijos de los dioses de
Suddhāvāsa
hicieron que todo el séquito de consortes pareciera desagradable. Después de
que los hijos de los dioses hubieran dejado manifiestas las apariencias y
características desagradables de las mujeres, se situaron encima en el cielo, y
pronunciaron los siguientes versos:
“Los
hijos de los dioses, quienes tienen grandes poderes mágicos,
Dijeron
a “aquel de ojos alongados como un pétalo de loto en flor”:
“¿Cómo
puedes deleitarte tanto
Cuando
vives en medio de un cementerio?” [206]
Inspirado
por los señores de los dioses, el bodhisatva miró inmediatamente en torno a sí,
y examinó al séquito de consortes. Viendo que se habían convertido en algo
repulsivo, pensó: “Es cierto, vivo en medio de un cementerio.”
Cuando el
bodhisatva posó su mirada en todo el séquito de sus mujeres, vio que algunas se
habían quitado sus vestidos, que en otras sus cabellos estaban desordenados, y
que algunas tenían sus joyas mal dispuestas. Otras habían perdido los adornos
de su cabeza, algunas mostraban unos hombros feos, mientras que otras mantenían
sus brazos y piernas al descubierto. Algunas tenían expresiones repulsivas,
mientras que los ojos de otras estaban cerrados. Algunas estaban babeándose,
mientras que otras estaban roncando.
Algunas
estaban riendo alocadamente, algunas estaban escupiendo, y otras parloteaban de
forma incoherente. Otras estaban rechinando sus dientes, y la forma del cuerpo
de otras había cambiado. También habían cambiado las expresiones faciales de
algunas. Los cuerpos de algunas parecían espantosos, y algunas de ellas estaban
acostadas desnudas.
Algunas
estaban encorvadas y emitían sonidos que parecían gárgaras. Algunas, que aún
sostenían timbales de arcilla, tenían retorcidos sus cuerpos y cabezas. Algunas
de las mujeres estaban cogiendo sus instrumentos, tales como laudes y laudes de
tres cuerdas. Otras estaban mordisqueando las flautas con sus dientes, haciendo
ruidos como de chasquidos. Algunas estaban tocando kampilas, nakalus, y sampas,
a los cuales les faltaban sus cajas de resonancia. Algunas tenían cerrados sus
ojos, algunas los tenían abiertos, y algunas tenían los ojos girando. Algunas
de las mujeres estaban acostadas también con sus bocas abiertas.
El
bodhisatva miró a su séquito de consortes, las cuales estaban allí tumbadas en
el suelo formando lo que parecía un gran revoltijo, y él tuvo la impresión de
que realmente estaba en un cementerio.
Con
respecto a este tema, se dice:
“Viendo
esto, el Protector del mundo se sintió disgustado.
Con
un torrente de compasión, él exclamó:
“¡Ah,
qué miserable es toda esta concurrencia!
¿Cómo
puedo yo encontrar deleite en esta asamblea de demonios?
Debido
al engaño, el juicio está oscurecido y errado
En
aquel que piensa que los banales placeres de los sentidos están llenos de
significado.
Lo
mismo que un pájaro encerrado en una jaula,
Uno
nunca puede volver a conseguir su libertad.” [207]
Entonces
el bodhisatva examinó a su séquito de mujeres por medio de esta puerta a la luz
del Dharma. Acto seguido, se lamentó por los seres, utilizando palabras
surgidas de la gran compasión:
“Estos
seres pueriles son matados, como el condenado al patíbulo.
Estos
seres pueriles están llenos de deseo, como los locos que se sienten atraídos
por un vaso lleno de vómito.
Estos
seres pueriles se están ahogando, como elefantes hundiéndose en aguas
profundas.
Estos
seres pueriles están apresados, como los ladrones en un calabozo.
Estos
seres pueriles están contentos, como un cerdo rodeado de inmundicia.
Estos
seres pueriles son codiciosos, como un perro con un hueso.
Estos
seres pueriles caen, como las polillas que vuelan hacia la llama de una
lámpara.
Estos
seres pueriles están atrapados, como un mono enredado en una trampa.
Estos
seres pueriles están capturados, como un pez atrapado en una red.
Estos
seres pueriles son cortados en pedazos, como una oveja en la tabla de despiece.
Estos
seres pueriles son empalados, como un criminal sobre la punta de una estaca.
Estos
seres pueriles están hundiéndose, como un elefante viejo en un pantano.
Estos
seres pueriles perecen, como un barco naufragado en el océano.
Estos
seres pueriles caen, como una persona ciega despeñandose en un abismo profundo.
Estos
seres pueriles están agotados, como el agua corriendo dentro de la superficie
de la tierra.
Estos
seres pueriles van a convertirse en humo, como esta gran tierra al final del
eón.
Estos
seres pueriles están dando vueltas, como el giro de la rueda de un alfarero.
Estos
seres pueriles se han extraviado en su camino, como la gente ciega perdida en
las montañas.
Estos
seres pueriles están atados y corren en círculos, como los perros atados con una
correa.
Estos
seres pueriles se marchitan, como la hierba y los árboles en la estación seca.
Estos
seres pueriles menguan, como la Luna menguante en la quincena oscura.
Estos
seres pueriles son devorados, como las serpientes por los garudas.
Estos
seres pueriles son tragados, como los barcos por los grandes monstruos marinos.
Estos
seres pueriles son robados, como un viajero por una horda de ladrones.
Estos
seres pueriles son partidos, como las palmeras durante una tormenta.
Estos
seres pueriles son matados, como alguien mordido por una serpiente venenosa. [208]
Estos
seres pueriles son heridos buscando el gusto, como los necios que lamen el filo
de un cuchillo untado con miel.
Estos
seres pueriles son arrastrados, como los trozos de madera llevados por un rio.
Estos
seres pueriles juegan, como los niños que juegan con sus propios excrementos.
Estos
seres pueriles están controlados, como los elefantes por el gancho del mahut.
Estos
seres pueriles están engañados, como la persona simple por un charlatán.
Estos
seres pueriles agotan sus raíces de virtud, como un jugador que pierde su
riqueza.
Estos
seres pueriles son devorados, como los comerciantes consumidos por los demonios.”
El
bodhisatva examinó el séquito de sus mujeres por medio de estos treinta y dos
símiles. El contempló la naturaleza impura del cuerpo, y desarrolló un
sentimiento de repulsión, y de ello surgió el disgusto. A continuación meditó
en el hecho de que su propio cuerpo era como el de ellas, y de ese modo el vio
los defectos del cuerpo físico. Entonces él dejó su apego al cuerpo,
destruyendo su percepción de él como siendo atractivo, y en vez de ello lo
contempló como algo repulsivo. El vio que el cuerpo, desde la suela de los pies
hasta lo alto de la cabeza, está hecho de suciedad, y es emisor de suciedad. En
ese momento el exclamó los siguientes versos:
“Crecido
en los campos del karma, y nacido del agua del ansia, nosotros lo llamamos el
cuerpo transitorio.
Este
cuerpo está humedecido por las lágrimas, sudor, y mucosidad; y lleno de orina y
sangre.
Está
lleno de toda clase de suciedad, grasa, pus, y sesos;
Gotea
constantemente excrementos, y hedores.
Está
hecho de huesos, dientes, y pelo; y está cubierto por piel con vello.
Es
débil, y en su interior están los intestinos, hígado, bazo, linfa, y saliva.
Es
como una máquina sostenida por huesos y tendones, y adornada con carne.
Está
lleno de enfermedades, sujeto a dolor, y siempre está afligido por el hambre y
la sed.
El
cuerpo de los seres tiene muchas cavidades,
Y
se transforma en vejez y muerte.
Observando
al cuerpo, ¿Qué persona sabia
No
lo consideraría como un enemigo? [209]
De este
modo, el bodhisatva permaneció consciente del cuerpo, considerándolo como algo
que debe de ser dejado atrás.
Los hijos
de los dioses, quienes estaban suspendidos encima en el cielo, preguntaron a
Dharmacārin, el hijo de los dioses: “¿Qué es esto, querido amigo? Siddhārtha se
entretiene y sigue mirando al séquito de consortes. Incluso sonríe y no parece
disgustado. ¿Quizá es como un profundo océano que no puede ser sondeado? ¿Pues
no es cierto que quien está desapegado no se aferra a los objetos? ¿O quizás el
ha olvidado la promesa hecha cuando fue inspirado por los dioses?”
Dharmacārin,
el hijo de los dioses, replicó: “¿Porqué decís ese tipo de cosas? Con
seguridad, existe la evidencia de que, cuando él practicó en el pasado la
conducta iluminada, él desarrolló esta clase de desapego. Entonces, ¿Por qué
debiera de llegar a apegarse de repente en esta existencia, que es la última
para él?”
Monjes,
indudablemente, en el bodhisatva se había instalado la certeza. Estaba lleno de
aversión, y había preparado su mente. Así que, sin ninguna dilación, se levantó
graciosamente de su asiento en la sala de música, y se dirigió hacia el este.
Con su mano derecha rompió la celosía enjoyada, y salió al tejado de palacio.
Allí el juntó sus manos, y recordando a todos los Budas del pasado, se postró
ante ellos. Cuando miró dentro de la expansión del espacio, vio a Indra, el
jefe de los dioses, el de mil ojos,
junto con un séquito de cien mil dioses que portaban flores, incienso,
guirnaldas, perfumes, polvos aromáticos, ropas, parasoles, estandartes de la
victoria, banderas, pendientes hechos de flores, y collares hechos de piedras
preciosas. Postrándose ante él, Indra rindió sus respetos al bodhisatva.
El bodhisatva
también vio a los Cuatro Guardianes del Mundo, junto con hordas de yaksas,
demonios, gandharvas, y nagas. Todos ellos vestían corazas sólidas, cotas de
malla, y yelmos. En sus brazos blandían espadas, arcos y flechas, lanzas,
jabalinas, y tridentes. Graciosamente ellos se quitaron sus diademas enjoyadas
y sus coronas, y se postraron ante el bodhisatva. Entonces él vio a Pusya, el
jefe de las constelaciones levantándose sobre el horizonte, [210] flanqueado por
Chandra, el dios de la Luna, y por Surya, el dios del Sol.
Entonces,
cuando era exactamente la medianoche, el bodhisatva llamó a Chanda:
“Todos
los signos auspiciosos se han juntado,
Sin
duda, esta noche se cumplirán mis deseos.
¡Chanda,
no dudes o te demores!
Adorna
al rey de los caballos, y tráemelo engalanado.”
Cuando
Chandra oyó estas palabras se sintió triste, y preguntó:
“¿Dónde
vas a ir, tú que tienes las cejas largas,
Y
cuyos ojos son tan bellos como lotos en flor?
¿Dónde
vas a ir, León de los hombres, con una cara como la Luna en otoño,
Esa
Luna que deleita a los lotos de la noche?
Tu
rostro es como un loto blanco en flor,
Y
es tan suave como un loto azul joven.
Tu
esplendor es como el del Sol, o como el del oro bien purificado;
Es
como la Luna recién salida e inmaculada.
Es
semejante al fuego cuyas llamas son alimentadas por la mantequilla ofrecida en
ofrenda.
Tu
esplendor es como el resplandor de un relámpago;
Tu
paso invencible es tan gracioso como el de un elefante seguro;
Tú
caminas y colocas tus pies bellamente, con el paso de un toro, un león, o un
cisne.”
El
bodhisatva replicó:
“Dime,
Chanda, ¿Entonces, para qué di en el pasado
Mis
brazos, piernas, y mis ojos?
Yo
he dado mi cabeza, y mi amada esposa e hijos;
Mi
reino, riquezas, oro, y ropas.
He
dado elefantes cargados de joyas,
Y
caballos fuertes y rápidos como el viento.
Durante
decenas de millones de eones me he entrenado en la moralidad y paciencia;
Deleitándome
en el poder del esfuerzo, la concentración, y la sabiduría.
Yo
he alcanzado la Iluminación suprema, que es felicidad y calma.
Ahora
ha llegado el tiempo para que yo libere a los seres,
Quienes
están atrapados en el océano
De
la vejez y la muerte.”
[211]
Chanda replicó: “Mi Señor, yo he oído que cuando naciste, tú fuiste examinado
por brahmines que conocían los signos, y que en presencia del Rey Suddhodana
ellos habían predicho que tu incrementarías la prosperidad de la familia real.
Cuando el
Rey Suddhodana preguntó cómo sucedería esto, los brahmines contestaron: “Tu hijo
nació brillando con cien signos de mérito. Será un monarca universal, con
soberanía sobre los cuatro continentes, y poseedor de los siete tesoros. Pero
si, después de haber visto cómo el mundo está de afligido por el sufrimiento,
él abandona su familia y se marcha de las dependencias de las mujeres, él
alcanzará la Iluminación Suprema, donde no hay vejez o muerte; y el aplacará la
sed de los seres con el agua del Dharma.”
Mi Señor,
existe esta profecía, y no puede ser negada. Pero por favor, escucha lo que
tengo que decir, para que yo pueda ser capaz de ayudarte.”
El
bodhisatva respondió: “¿Qué es?”
Chanda
respondió: “Mi Señor, considera que alguna gente afronta grandes penitencias y
austeridades. Visten ropas hechas con cortezas y pieles de ciervo; y atan su
cabello en un rodete sobre sus cabezas. Dejan crecer las uñas de sus dedos, sus
cabellos, y sus barbas. Someten sus cuerpos a grandes torturas por su propia
elección, y se involucran en la práctica de terribles penitencias. Señor, ¿Por
qué debería uno de buscar de esta forma la felicidad de los hombres y dioses, cuando
tú, Señor, ya posees esa felicidad?
Este reino
es grande, floreciente, y próspero; es abundante en todo, en él hay muchos
hombres y también muchos otros seres.
¡Y estas
tierras! Son las bellas entre las más bellas, adornadas con toda clase de
flores y frutos, y llenas de bandadas de maravillosos pájaros canoros.
¡Y los
estanques! Están embellecidos con lotos de color azul y amarillo, rojo y
blanco; animados por las llamadas de los gansos, pavos reales, cucos, cakravākas,
garzas reales, y arrendajos; están rodeados por jardines de árboles en flor, de
mangos, asokas, magnolios, amarantos rojos, tilakas, y kesaras.
¡Y los
parques! Están dispuestos como grandes tableros de ajedrez para los juegos,
rodeados de mesas enjoyadas, y protegidas por celosías trabajadas, y listos
para ser disfrutados en cualquier estación, sea primavera, verano, otoño, o
invierno.
¡Y los
grandes palacios! [212] Son como el Palacio de Vaijayanta, donde uno encuentra
la paz del verdadero Dharma, y donde todos los pesares de uno se van. Puesto
que tus palacios son del color de las nubes de otoño, se parecen al Monte Kailāsa.
Están adornados con terrazas, pórticos, arcos, ventanas ornamentadas,
pabellones frescos, y terrazas colgantes. En ellos resuenan el tintinear de
pequeñas campanillas dispuestas en las celosías.
¡Y los
apartamentos de las mujeres! Están bien entrenadas y bailan tan bien…, y sus
voces se elevan en armonía; tocan tunas, panavas, flautas, laudes, timbales de
madera, instrumentos de lengüeta, címbalos, kampilas, nakalus, guitarras,
timbales de arcilla con un buen sonido, y patahas. Allí el tiempo discurre
agradablemente, entre risas y bailes, en juegos y disfrutes.
¡Y tú, mi
Señor! Aún eres joven, estás en la flor de la juventud. Eres un chico de cuerpo
agraciado y bello, con un cabello negro y un cuerpo como un loto. Aun no te has
dado a los placeres de los sentidos. Así que disfruta ahora, lo mismo que
Indra, el señor del Cielo de los Treinta y Tres, el jefe de los dioses, el que
posee mil ojos. Nosotros siempre podremos irnos después, cuando seamos viejos.”
En ese
momento, Chanda pronunció los siguientes versos:
“Conoces
las técnicas del disfrute, así que saboréalas,
Lo
mismo que el poderoso jefe de los dioses en el Cielo de los Treinta y Tres.
Más
tarde, cuando nos hayamos hecho viejos,
¡Podremos
practicar la moralidad y las austeridades!”
El bodhisatva
replicó:” ¡Ya basta, Chanda! Esos placeres de los sentidos son impermanentes e
inestables. No perduran, y están sujetos a cambio. Como los rápidos de un
torrente de montaña, son turbulentos y pasan rápidamente. Como las gotas de
rocío, no duran. Son como un puño vacío que engaña a un niño, carecen de
substancia. Como el corazón de un platanero, son vacíos. Como una vasija de
arcilla sin cocer, su naturaleza es frágil. Como las nubes de otoño, aparecen
durante un momento, para desaparecen en el siguiente. Como un relámpago en el
cielo, no duran mucho. Como un vaso lleno de veneno, solo causan dolor. Como la
hiedra venenosa, solo causan malestar.
Los
objetos de los sentidos, los cuales son anhelados con desesperación por
aquellos con mentes inmaduras, son como burbujas en el agua, siempre cambiando.
Como los espejismos, están causados por una percepción errónea. Son como una
alucinación producida por un pensamiento falso. Lo mismo que los sueños, no
pueden satisfacer, pues uno se está aferrando a una apariencia falsa. Los
deseos no pueden ser colmados, lo mismo que no puede llenarse un océano. Lo
mismo que el agua salobre, los objetos de los sentidos solo incrementan tu sed.
Lo mismo que la cabeza de una víbora, es peligroso tocarlos. [213] Lo mismo que
un gran precipicio, son evitados por la gente sabia.
Una vez
reconocido que los placeres de los sentidos están acompañados por peligros,
disputas, faltas, y vicios, son evitados por los sabios; son criticados por los
eruditos; y apartados de sí por los nobles. El inteligente los abandona; pero
el inmaduro confía en ellos, y el ignorante se agarra a ellos.”
En ese
instante, pronunció los siguientes versos:
“La
gente sabia evita los placeres de los sentidos como haría con la cabeza de una
víbora;
Los
arrojan como a un recipiente lleno de excrementos.
Chanda,
puesto que yo he entendido que los placeres de los sentidos
Destruyen
lo virtuoso, yo no los disfruto. “
Entonces
Chanda, gimiendo como si soportara una aguda pena, con los ojos llenos de
lágrimas y como si estuviera sufriendo una agonía, pronunció los siguientes
versos:
“¿Por
qué perseveran algunos en la práctica de múltiples austeridades?
Visten
con pieles de ciervo; y dejan crecer sus cabellos, uñas, y barbas.
Se
cubren con cortezas de árbol,
Y
debido a su práctica de las austeridades tienen demacrados sus cuerpos.
Algunos
de ellos solo comen vegetales, mijo, y la planta gardūla.
Otros,
siempre van con la cabeza baja, observando la frugalidad del ganado.
Sin
embargo, nosotros deberíamos de ser los mejores y los más distinguidos en el
mundo;
Y
junto con los monarcas universales y los Guardianes del Mundo;
O
a Sakra, quien sostiene el vajra; o a Yama el Señor de los dioses del Cielo de
Nirmita,
Deberíamos
de aspirar al gozo de las concentraciones del Cielo de Brahma.
¡Ser
Perfecto, tu reino es rico, es floreciente debido a las excelentes cosechas,
Está
lleno de parques y palacios, e iguala al Palacio Vaijayanta!
Esas
mujeres están bien entrenadas para proporcionar placeres,
En
combinación con los cantos y el sonido melodioso de laudes e instrumentos de
viento.
¡Mi
Señor, disfruta de estos placeres!
¡Si
no te marchas, tu experimentarás grandes placeres!”
El
bodhisatva contestó: [214]
“¡Escucha,
Chanda! En mis renacimientos anteriores
Yo
he experimentado cientos de sufrimientos,
Tales
como prisión, esclavitud, ser golpeado y amenazado; y todo ello debido al deseo.
Mientras
mi mente permaneció fija en lo condicionado, me fue imposible alcanzar la
liberación.
Bajo
el poder del descuido, y dominado por el engaño,
En
el pasado yo estaba ciego, cubierto por un velo de visiones erróneas.
Esas
visiones erróneas hicieron que yo asiera la noción de un ego,
Hizo
que se perpetuaran la experiencia de sensaciones, debido al desconocimiento del
Dharma.
Todas
las cosas se mueven y cambian, y son impermanentes como las nubes;
Pueden
ser comparadas al destello de un relámpago.
Son
como una gota de rocío sobre una brizna de hierba, y engañosas como un puño
vacío.
Carecen
de esencia y de un ego; de toda existencia inherente.
Así
que mi mente ya no está atada a los objetos.
Chanda,
tráeme a Kanthaka, el rey supremo de todos los caballos, bien adornado.
Mis
aspiraciones auspiciosas del pasado se han realizado;
Venciendo
todo, seré el sabio con dominio sobre todos los fenómenos, seré un Rey del
Dharma”
Chanda,
replicó:
“¿No
ves a esas mujeres cuyos ojos son como lotos en flor,
Quienes
están adornadas con guirnaldas de múltiples gemas preciosas,
Que
brillan como el destello de un relámpago en el cielo, en medio de un banco de
nubes;
Tan
bellas, descansando sobre sus camas?
¿O
a esas que tocan esas flautas y címbalos de dulces sonidos,
Los
tambores de arcilla y los instrumentos de lengüeta, haciendo música y cantando.
Acompañadas
por los sonidos de perdices, pavos reales, y cucos?
¿Vas
a abandonar este lugar, que es como una ciudad de kinnaras?
Aquí
hay muchas flores, tales como jazmines, lotos azules, aloes, y magnolios.
Y
guirnaldas de suaves perfumes.
Hay
incensarios donde arden los mejores perfumes hechos de madera de aloe negro,
Y
los ungüentos más finos y olorosos. ¿No los ves?
Aquí
tienes la cocina más exquisita y los mejores platos,
Con
el sabor más excelente y con las especias más supremas,
Y
junto a ello, las mejores bebidas endulzadas.
¿No
las ves, mi Señor? ¿Dónde vas a ir? [215]
Esas
prendas finas y suaves guardadas en plata y oro,
Son
cálidas y confortables en la estación fría y en la calurosa por igual;
Y
están impregnadas con la esencia del sándalo de Uraga.
¿No
las ves, mi Señor? ¿Dónde vas a ir?
Aquí
los cinco placeres de los sentidos
Son
tan exquisitos como en los reinos celestiales.
¡Regocíjate
ahora en ellos con alegría;
Y
entonces, más tarde, Noble Señor de los Sakya, retírate a los bosques!”
El
bodhisatva replicó:
“¡Chanda!
Durante inmensurables e incontables eones
Yo
he disfrutado de todos los placeres de dioses y humanos;
Aquellos
surgidos de la forma, sonido, olfato, gusto, y tacto;
Y
no me he sentido satisfecho.
Yo
he sido un príncipe supremo,
Y
he sido un monarca universal con gobierno sobre los cuatro continentes.
He
sido un monarca universal que poseía los siete tesoros,
Y
que vivía en medio de mujeres.
Yo
goberné sobre el Cielo de los Treinta y Tres, y del de Suyāma;
Después
de estar en medio de ellos, yo llegue a ser el supremo entre los dioses de
emanaciones.
Yo he disfrutado los mayores placeres.
Tuve
el poder de los dioses más elevados, y el dominio de sus reinos. Y no estaba
satisfecho.
¿Cómo
puedo complacerme en algo inferior? Esta es la cuestión.
Además,
Chanda, yo veo que este mundo solo es sufrimiento;
Está
atrapado en el medio de la existencia cíclica.
Esto
es un desierto de miseria, lleno de aflicciones y de males;
Donde
los seres están constantemente engañados. [216]
En
la oscuridad de la ignorancia y la confusión, los seres carecen de refugio y
protector;
Son
perseguidos por el miedo a la vejez, la enfermedad, y la muerte;
Son
golpeados por el sufrimiento del nacimiento;
Los
seres hieren constantemente a otros, y a su vez son heridos.
Así,
una vez realizado esto, yo me vuelvo al barco excelente del Dharma,
Que
está construido con la madera más resistente:
Generosidad,
disciplina moral, paciencia, y esfuerzo diligente.
Y
todos ellos asegurados con mi motivación superior, tan indestructible como un diamante.
Es
mi intención navegar en este barco, y cruzar el océano de la existencia
cíclica;
Entonces
yo llevaré a seres innumerables a través de este océano.
Este
mar de sufrimiento que es tan difícil de cruzar, con sus olas de enojo,
Los
monstruos de las pasiones, y los remolinos de la enemistad.
Esta
es mi intención: puesto que yo he cruzado este océano de la existencia
Infestado
con los monstruos de las visiones erróneas,
Y
con los demonios de la emociones aflictivas,
Yo
estableceré a todos los seres en la paz, donde no hay más vejez ni muerte.”
Entonces
Chanda, quien ahora lloraba incluso con más intensidad, exclamó:”Señor, ¿Tu intención
es firme?”
El
bodhisatva contestó:
“Chanda,
escucha mi resolución:
¡Yo
me esforzaré para beneficiar y liberar a los seres!
Mi
resolución es como una montaña: inmutable, firme, y estable.
Es
tan difícil de mover como el Monte Meru, el Rey de los Montes.”
Entonces
Chanda preguntó: “Señor, ¿Cómo puedes estar tan seguro?”
El
bodhisatva replicó:
“Si
incluso llovieran sobre mí rayos, hachas de guerra, lanzas, y flechas;
E
incluso si hierro fundido tan ardiente como un relámpago,
Y
la erupción de un volcán cayeran sobre mi cabeza,
Yo
no querría volver a ser un cabeza de familia.”[217]
En ese
mismo instante, los hijos de los dioses que estaban observando en el cielo,
dejaron caer una lluvia de flores, y exclamaron con gritos de alegría:
“Con
una mente libre de apego hacia ningún objeto,
Y
lleno de compasión y amor hacia los seres,
¡Que
puedas resultar victorioso, tu, el de inteligencia suprema!
Tu
eres el protector que otorgas la ausencia de miedo.
Lo
mismo que el cielo, el cual no está apegado a la oscuridad, polvo, humo, o
cometas,
La
mente de los seres supremos permanece desapegada.
El
ser puro no está contaminado por los objetos placenteros,
Lo
mismo que un loto surgiendo del agua.”
Monjes,
cuando Sāntamati y Lalitavyūha, los hijos de los dioses, entendieron la
determinación del bodhisatva, hicieron que todos los hombres, mujeres, y niños
en la ciudad de Kapilavastu se quedaran dormidos. Consiguieron que todo se
hundiera en un profundo silencio.
Monjes, en
ese momento, el bodhisatva se dio cuenta de que todo el mundo en la ciudad
estaba sumido en el sueño, que había llegado la media noche, y que la Luna
estaba en la constelación de Pusya. Era consciente de que precisamente entonces
había llegado la hora para que él abandonara su casa.
Así que
dijo a su sirviente: “¡Chanda, no me acoses más ahora! En vez de ello, sin
demora, tráeme a mi caballo Kanthaka, bien adornado.”
Tan pronto
como el bodhisatva pronunció estas palabras, los Cuatro Grandes Reyes partieron
de sus residencias. Ellos habían escuchado las palabras del bodhisatva, y se
habían preparado para hacerle ofrendas. Ahora ellos se apresuraron para llegar
a la ciudad de Kapilavastu.
El Rey
Dhrtarāstra, el rey de los gandharvas, llegó desde el este junto con varios
trillones de kinnaras que tocaban diversos instrumentos y que cantaban canciones.
Tan pronto como llegó el Rey Dhrtarāstra, comenzó a circunvalar la ciudad de
Kapilavastu. Cuando llegó al este, el lugar de donde él había venido, paró a
rendir homenaje al bodhisatva.
El gran
rey Virūdhaka llegó desde el sur, junto con varios trillones de kumbhāndas que
sostenían en sus manos varios collares de perlas. [218] Además ellos portaban diversas
piedras preciosas, y vasos llenos de varias clases de perfumes. Tan pronto como
llegó Virūdhaka, también se puso a circunvalar la ciudad de Kapilavastu. Cuando
llegó al sur, el lugar de donde había venido, paró a rendir homenaje al
bodhisatva.
El gran
rey Virūpāksa llegó desde el oeste con varios trillones de nagas llevando en
sus manos varios collares confeccionados con perlas y diversos tipos de piedras
preciosas. Ellos hicieron que se derramara una dulce brisa proveniente de una
lluvia de flores y de polvos perfumados que emitían agradables aromas. Cuando
llegó Virūpāksa, también circunvaló la ciudad de Kapilavastu. Cuando llegó al
oeste, el lugar de donde había venido, rindió homenaje al bodhisatva.
El gran
rey Kubera llegó desde el norte junto con varios trillones de yaksas que
sostenían en sus manos lámparas enjoyadas, y también lámparas de mantequilla, y
antorchas. En sus manos portaban diversas armas, tales como arcos y flechas,
espadas, lanzas, lanzas con dos y tres puntas, discos, picas de una sola punta,
y jabalinas; y estaban armados con armaduras fuertes y yelmos. Cuando llegó
Kubera, también comenzó a circunvalar la ciudad de Kapilavastu. Cuando llego al
norte, el lugar del que había venido, rindió homenaje al bodhisatva.
A
continuación, Sakra, el jefe de los dioses, llegó allí junto con los dioses del
Cielo de los Treinta y Tres, trayendo flores celestiales, perfumes, guirnaldas,
ungüentos, polvos aromáticos, vestimentas, parasoles, estandartes de la
victoria, banderas, pendientes, y atavíos. Cuando llegaron allí comenzaron a
circunvalar la ciudad de Kapilavastu.
Entonces
se sentaron todos juntos en el espacio que había encima, en la misma dirección
de la que habían llegado, y comenzaron a rendir homenaje al bodhisatva.
Monjes,
cuando Chanda oyó las palabras del bodhisatva, sus ojos comenzaron a llenarse
de lágrimas, y dijo: “Señor, tú conoces el tiempo adecuado, el momento
adecuado, y la ocasión adecuada. Sin embargo, esta no es la época adecuada, ni
tampoco la ocasión para marchar. Así que, ¿Por qué me das la orden de partir?”
El
bodhisatva replicó: “Chanda, ¡Ha llegado el momento!” [219]
Y entonces
Chanda preguntó: “¿El momento para qué, mi Señor.”
El
bodhisatva replicó:
“Hace
mucho tiempo, mientras estaba buscando el beneficio de los seres,
Yo
generé el deseo de liberar el mundo
Una
vez que hubiera alcanzado el estado de la Iluminación, más allá de la vejez y
la muerte.
¡Ahora
ha llegado el momento!”
Con
respecto a este tema, se dice:
“Cuando
llegó el momento para que el Ser Supremo partiera,
Todos
los dioses estaban haciendo ofrendas entusiasmados.
Vinieron
todos los dioses protectores de cielos y tierra,
Como
hizo Sakra, el jefe de los dioses, junto con sus seguidores.
Vinieron
los dioses de los Cielos de Yama y de Tushita;
Y
los dioses de Nirmita y Parinirmita.
También
lo hicieron los reyes nagas Varuna y Manasvin,
Anavapta
y también Sāgara.
También
vinieron los dioses del Reino de la Forma,
Quienes
actúan con calma y permanecen en estado de contemplación;
Y
también se apresuraron a hacer ofrendas al Ser Supremo,
Quien
es digno del homenaje de los tres reinos.
También
los bodhisatvas, quienes fueron sus compañeros en las acciones del pasado,
Se
reunieron viniendo desde las diez direcciones, diciendo:
“Vayamos
a ver la partida del Conquistador;
Y
le hicieron ofrendas de la manera adecuada.”
El
gran ser que es el señor de los guhyakas,
Pradīptavajra,
se posicionó encima sobre el cielo,
Y
luciendo una armadura; fuerte, bravo, enérgico;
Sostenía
un vajra centelleante en su mano.
Chandra
y Surya,
los hijos de los dioses,
Vinieron
a colocarse a su derecha e izquierda;
Juntaron
las palmas de sus manos,
Y
reflexionaron sobre la partida del bodhisatva.
La
constelación de Pusya junto con sus seguidores,
Transforma
su cuerpo de forma majestuosa,
Y
permaneció de pie ante el más noble de los hombres.
Con
una voz deliciosa, el dijo:
“Ahora
que está presente Pusya, es el momento perfecto para marcharse.
Esta
noche se cumplirán todas tus oraciones virtuosas y auspiciosas.
Yo
te acompañaré.
Destructor
del deseo, ¡Que puedas no encontrar obstáculos! [220]
Tú
has sido animado por Sañcodaka, el hijo de los dioses;
¡Manifiesta
ahora tu fuerza y coraje,
Y
libera a todos los seres que están oprimidos por el sufrimiento!
¡Ahora
es el momento adecuado para irte!”
Se
habían reunido muchas miríadas de dioses,
Y
habían dejado caer una gran cantidad de flores encantadoras.
Por
su parte, el bodhisatva se sentó con las piernas cruzadas, en la mejor de las
posiciones;
Y
rodeado por los dioses y brillando esplendorosamente, era hermoso.
En
la ciudad, todos los hombres, mujeres, y niños
Se
sintieron muy cansados y cayeron dormidos, abandonando sus tareas.
Los
caballos, elefantes, bueyes, loros, grullas, pavos reales, y mynas
Se
sintieron cansados y pronto de durmieron, no dándose cuenta de nada.
Armados
con lanzas tan duras como el diamante, y montados en elefantes, caballos, y
carros;
Los
jóvenes Sakya, que se mantenían vigilantes, también cayeron dormidos;
Lo
mismo que les sucedió al rey, príncipes, y a los pajes reales.
Completamente
desnudas, las mujeres del séquito de consortes estaban dormidas e
inconscientes.
Cuando
llegó la medianoche, el bodhisatva se dirigió a Chanda
Con
una voz tan cautivadora como la de Brahma, y tan dulce como un ruiseñor:
“¡Chanda,
trae a Kanthaka bien adornado y acicalado;
Si
tienes algún afecto hacia mí, no causes obstáculos, y no vaciles.”
Los
ojos de Chanda se llenaron de lágrimas, y dijo a su señor:
“¡Gran
Guía! ¿Dónde irás? ¿Para qué necesitas el caballo?
Tú
conoces la época y el momento adecuado, y este no es el momento para la
práctica del Dharma.
Las
puertas están cerradas y bajo llave; ¿Así que quien las abrirá para ti?”
Precisamente
entonces, Sakra abrió la puerta meramente a través del poder de su mente;
Al
verlo, Chanda se puso contento, sin embargo pronto se entristeció y quedó a
punto de llorar. [221]
“Oh,
no. ¿Qué haré yo ahora? ¿Quién podría ayudarme? ¿A quién dirigirme?
Sakra
solo escuchará a quien tiene un poder tan invencible.
¿De
qué sirve este ejército poderoso con sus cuatro cuerpos?
El
rey, los príncipes, y los pajes reales, ninguno de ellos sabe lo que está haciendo
el bodhisatva.
Yasovatī
y el séquito de consortes están en sus camas, inducidas al sueño por los
dioses.
¡Ay!
Se está marchando. ¡Se está cumpliendo el voto que él hizo en el pasado!”
En
aquel mismo instante, miríadas de dioses llenos de alegría dijeron a Chanda:
“Chanda,
tráele a Kanthaka, el caballo excelente. No decepciones a nuestro guía.
Los
dioses y semidioses tocan sus miríadas de tambores e instrumentos,
¡Y
aún así esta ciudad suprema que los dioses han inducido al sueño, es incapaz de
despertarse!
¡Chanda,
observa el cielo puro en el que luce bellamente una luz divina!
¡Mira
los millones de bodhisatvas reunidos haciendo ofrendas!
¡Mira
al glorioso Sakra, el marido de Sacī, quien está con su ejército a las puertas!
¡Mira
a los dioses, semidioses, y kinnaras haciendo ofrendas aquí!”
Chanda
oyó a los dioses, y dijo a Kanthaka, el caballo:
“¡Tienes
que relinchar ahora, porque aquí viene el Guía supremo de los seres!”
Entonces
él adornó los cascos del caballo, de color jazmín, con oro.
Angustiado
y sollozante, el trajo el caballo a Quien es un océano de cualidades, diciendo:
“Tú
que posees las marcas nobles, que beneficias a otros, aquí está tu caballo de
inmaculado pedigrí.
¡Qué
puedan cumplirse tus aspiraciones del pasado! ¡Por favor, hazlo!
¡Que
puedan pacificarse todos los obstáculos, y que puedas conseguir tu deseada
conducta moral!
¡Qué
puedas otorgar la felicidad a todos los seres, los renacimientos superiores, y
la paz!” [222]
Cuando
el bodhisatva se levantó de su asiento, la tierra tembló de seis formas
diferentes;
Montó
al rey supremo de los caballos, que parecía la Luna llena.
Los
Guardianes del Mundo, con sus manos puras como lotos, levantaron al caballo
supremo.
Sakra
y Brahma iban al frente mostrando el camino.
La
luz pura y brillante emitida por el bodhisatva iluminaba el camino;
Los
destinos desafortunados fueron pacificados, y todos los seres estaban felices y
libres de aflicciones.
Cayó
una lluvia de flores, sonaron millones de instrumentos, y los dioses y
semidioses estaban gozosos.
Entonces
todos ellos circunvalaron la ciudad, y partieron deleitados.
Puesto
que el Gran Ser estaba partiendo, vino la deidad de la mejor de las ciudades,
sintiéndose deprimido.
Apareciendo
ante el bodhisatva, sintiéndose miserable y abatido, la deidad habló ante su
faz de loto:
“Si
te marchas, la ciudad se verá perturbada y caminará en la oscuridad;
Si
abandonas esta noche tu palacio, no habrá alegría y felicidad para mí.
Ya
no oiré más el canto de los pájaros,
O
el dulce sonido de la flauta en las dependencias de las mujeres,
O
el sonido de las canciones con letras propicias,
Que
tú, ¡Oh, de fama infinita!, solías oír tras levantarte.
Ya
no contemplaré más a la asamblea de sabios realizados,
Quienes
te hacen ofrendas de parasoles y estandartes día y noche;
Ni
seré capaz de disfrutar las fragancias de los perfumes celestiales,
Si
tú, Destructor de los grilletes, abandonas esta noche el palacio.
Si
lo abandonas, este palacio
Será
como una guirnalda marchita y usada;
Parecerá
un escenario vacío.
Cuando
te hayas marchado, toda magnificencia y esplendor desaparecerán.
Tú
te llevarás todo el poder y la vitalidad de toda la ciudad,
Como
una tierra agotada, ya no brillará más con belleza.
Hoy
las profecías de los sabios han fracasado,
Aquellas
que decían que tú serías un monarca universal que gobernaría el mundo.
Sobre
esta tierra, el poder de los Sakyas declinará;
Y
el linaje de la familia real se verá interrumpido.
Las
esperanzas de toda la asamblea de los Sakya se verán frustradas,
Si
tú partes, ¡Oh, Gran árbol de mérito! [223]
¡Oh,
Ser inmaculado, Oh, Ser sin falta, déjame ir contigo,
A
donde quiera que tu desees ir!
¡Por
favor, genera amor y compasión,
Y
dirige una mirada más a este palacio!”
El
Inteligente miró al palacio,
Y
con la más dulce de las voces, dijo:
“Hasta
que no haya puesto fin al nacimiento y la muerte,
No
retornaré a la ciudad de Kapilavastu.
Hasta
que yo no haya alcanzado la Iluminación suprema,
El
nivel supremo de inmortalidad que está más allá de la vejez y la muerte,
No
volveré mi cara hacia la ciudad de Kapilavastu,
Tanto
que permanezca de pie, sentado, acostado, o caminando.”
Cuando
partió el bodhisatva, el Señor de los seres,
Las
hijas de los dioses comenzaron a cantar su canción de alabanza a través del
cielo:
“El
es el supremo objeto de ofrendas, y un gran campo de mérito,
Es
el campo para aquellos que quieren acumular mérito, y quien da el fruto de la
inmortalidad.”
Movido
por la compasión hacia los seres, el se ha entrenado durante diez millones de
eones,
En
la generosidad, el auto control, y el refreno; y así alcanzó la Iluminación.
Su
moralidad es pura, su conducta excelente, y su práctica firme;
No
perseguía los placeres y disfrutes, sino que observaba la moralidad.
Siempre
hablaba con paciencia para proteger a los demás,
Incluso
cuando sus miembros fueron cortados, nunca estuvo enojado u hostil.
Permaneciendo
en el esfuerzo durante millones de eones, nunca se desanimó:
Habiendo
alcanzado la Iluminación completa, realizó millones de ofrendas.
Permaneciendo
siempre en absorción meditativa, su mente se ha hecho tranquila y calma;
Puesto
que ha quemado todas las emociones aflictivas, liberará a miríadas de seres.
Posee
un conocimiento sin obstrucciones, y está libre de toda conceptualización.
Con
una mente libre de conceptualización, se ha convertido en un Conquistador surgido
por sí mismo. [224]
Su
mente siempre está impregnada de amor, y su compasión es completa;
Satisfecho,
meditando en la ecuanimidad, conoce el sendero de la castidad.
Es
el dios supremo de los dioses, digno de la veneración de todos los dioses.
Con
su mente sublime, pura, e inmaculada, perfeccionó millones de cualidades.
Es
el refugio del temeroso, y para el ciego es una lámpara;
Es
un lugar de descanso para el perseguido, y un medico para quienes sufren una
larga enfermedad;
Es
como un rey del Dharma, como Sakra con mil ojos;
Como
el Brahma surgido por sí mismo, puro en cuerpo y mente.
El
es firme, con abundante conocimiento, diligente, y desapegado;
Es
un héroe porque ha destruido las aflicciones; invencible, el conquista a todos
los enemigos.
Lo
mismo que un león, no tiene miedo; y es amable como un elefante.
Como
un toro perfecto, es el guía de la manada; siempre paciente y sin enojo.
Brilla
como la Luna, e ilumina lo mismo que el Sol;
Alumbra
como una antorcha, y resplandece como una estrella.
Es
inmaculado como un loto, y el olor de su disciplina moral es tan dulce como el de una flor.
Este
maestro es inamovible como el Monte Meru, y como la tierra provee de sustento.
Como un océano es inquebrantable.
Ha
derrotado al demonio de las aflicciones y al de los agregados;
Ha
derrotado al demonio de la muerte y al demonio hijo de los dioses.
El
es gran líder que pronto enseñará el sendero supremo, el óctuple sendero de los
nobles,
A
aquellos que están establecidos en los senderos erróneos. [225]
Libre
de la oscuridad de la ignorancia, el destruye la vejez, la muerte, y las
aflicciones;
Se
convertirá en un Conquistador surgido de sí mismo, famoso en la tierra y el
cielo.
Bajo
la forma de un ser supremo, es alabado de formas infinitas;
A
través del mérito de alabarte, que nosotros seamos como tú, León de los
maestros.”
Monjes,
una vez que el bodhisatva hubo abandonado su hogar, el cruzó los territorios de
los Sakya, los Krodyas, y los Mallas. Al romper el día, él había llegado a seis
leguas de la ciudad de Anumaineya, en el País de Maineya. Allí desmontó de
Kanthaka, su caballo, y una vez que estuvo en el suelo, despidió a la gran
asamblea de dioses, nagas, yaksas, gandharvas, asuras, garudas, kinnaras, y
mahoragas. Entonces pensó para sí: “Yo debería de confiar a Chanda estos
adornos y el caballo, y mandarlo de vuelta.”
Así que
llamó a Chanda, y le dijo: “Chanda, deberías de dar la vuelta. Coge estos
adornos y a mi caballo Kanthaka, y retorna a palacio.”
En el
lugar en el que Chanda dejó al bodhisatva para volver a casa, más tarde fue
construido un monumento conmemorativo. Este monumento aún es conocido hoy como
el Retorno de Chanda.
Entonces
el bodhisatva pensó: “Teniendo este cabello tan largo, no puedo ser un monje.”
Así que cogió su espada, cortó el pelo, y lo lanzó al aire. Los dioses del
Cielo de los Treinta y Tres lo cogieron como signo de reverencia. Incluso hasta
el día de hoy los dioses del Cielo de los Treinta y Tres celebran este evento
durante el Festival del Cabello. En este mismo lugar también fue construido un
monumento conmemorativo, el cual el día de hoy aún es conocido como Recepción
del Cabello.
Entonces
el bodhisatva también consideró: “Si voy a ser un monje, no sería correcto
vestir prendas confeccionadas con sedas. Así que sería bueno si pudiera
encontrar unas ropas que fueran adecuadas para la vida en el bosque.” [226]
Los dioses
de las moradas puras pensaron entonces: “El bodhisatva necesita unos hábitos de
color azafrán.” Inmediatamente un hijo de los dioses se fue, y se manifestó
frente al bodhisatva bajo la apariencia de un cazador que vestía una ropa de
color azafrán.
El
bodhisatva pidió al hijo de los dioses: “Amigo mío, ¿Me darías tu ropas de
color azafrán? A cambio yo te daría mis vestimentas de seda.”
El hijo de
los dioses replicó: “Tu ropas te quedan bien, y yo estoy contento con las
mías.”
Pero el
bodhisatva insistió: “Por favor, te lo ruego”
Entonces
el hijo de los dioses, aún bajo la forma de un cazador, dio sus ropas de color
azafrán al bodhisatva, mientras él se hizo cargo de las ropas de seda del
bodhisatva. Debido a que el hijo de los dioses estaba lleno de devoción hacia
el bodhisatva, tocó las vestimentas con su cabeza, sosteniéndolas con ambas
manos. Entonces él retornó a su cielo para hacer ofrendas y venerar allí a esas
prendas. Chanda fue testigo del intercambio de ropas, y más tarde fue erigido
en el sitio un monumento conmemorativo. Este monumento aún es conocido hoy en
día como el Monumento de la recepción de las ropas del príncipe.
Cuando el
bodhisatva se cortó el pelo y se puso las ropas de color azafrán, cien mil
dioses se sintieron alegres, complacidos, y extasiados. Felices y dichosos,
dieron gritos de alegría, y exclamaron:
“¡Amigos,
el Príncipe Siddhartha a abandonado su hogar! ¡Amigos, el Príncipe Siddhartha
se ha hecho monje!” El despertará a la Insuperable, perfecta, y completa Iluminación,
y girará la Rueda del Dharma. Entonces los liberará de la vejez, la muerte, la
enfermedad, el dolor, la lamentación, el sufrimiento, la depresión, y la
angustia; y los llevará a la otra orilla del océano de la existencia cíclica. El
los establecerá en la insuperable esfera del Dharma, la cual es gozo, llena de
paz, libre de miedo, dolor, [227] y confusión, libre de deseo, y más allá de la
muerte.”
Y estas
palabras de alegría fueron pasando de un cielo a otro, hasta llegar a los
dioses de Akanistha.
En ese
preciso intervalo, las mujeres del séquito de consortes no veían al joven
príncipe, y empezaron a buscarlo en el palacio de primavera, verano, e
invierno; y en sus habitaciones y apartamentos privados. Incapaces de
encontrarlo, comenzaron a lamentarse como halcones pescadores. Las mujeres
estaban vencidas por el dolor, y algunas gritaban: “¡Hijo mío!”; otras
gritaban: “” ¡Hermano mío!”, “Mi esposo”, “Mi Señor”, y “Mi maestro.” Algunas
mascullaban diferentes palabras llenas de ternura, mientras que otras retorcían
sus cuerpos de formas diversas, y lloraban. Algunas de las mujeres se tiraban
de sus cabellos, mientras que otras se miraban unas a otras, y sollozaban.
Algunas
lloraban poniendo los ojos en blanco, y otras se secaban las lágrimas, secándose
sus rostros con sus vestimentas. Algunas se golpeaban sus muslos con sus manos;
y otras se daban golpes en el pecho. Algunas golpeaban sus brazos con sus
manos, y otras se golpeaban en su cabeza. Algunas cubrieron sus cabezas con
polvo, y lloraban; gritando en voz alta. Algunas mujeres fueron vistas
deshaciendo sus peinados, y otras se tiraban de los cabellos. Algunas elevaban
sus brazos al cielo, y se lamentaban en voz alta. Algunas corrieron
precipitadamente, como gacelas heridas por una flecha envenenada, mientras
lloraban continuamente. Algunas de ellas se tambaleaban como plataneros movidos
por el viento, y sollozaban. Otras echaron sus cuerpos en el suelo, como si
estuvieran a punto de morir. Mientras que otras se retorcían en el suelo, como
si fueran peces sacados del agua, y lloraban. Otras caían desmalladas de
repente al suelo, como un árbol cortado de raíz, y lloraban.
Cuando el
Rey Suddhodana oyó todo este ruido, preguntó a sus amigos Sakyas: “¿Qué es todo
este fuerte ruido que proviene de los apartamentos de las mujeres.”
Los Sakyas
investigaron el asunto, y replicaron: “Su Majestad, el joven príncipe [228] no
está en las habitaciones de las mujeres.”
Entonces
el rey ordenó: “¡Rápido, cerrad las puertas de la ciudad! ¡Busquemos al
príncipe puertas adentro!” Pero el príncipe no fue encontrado en ninguna parte,
ni dentro ni fuera de las puertas.
Mahāprajāpatī
Gautamī se desmalló cayendo al suelo mientras se lamentaba, y dijo al Rey
Suddhodana: “Su Majestad, tráeme rápidamente de vuelta a mi hijo.” Entonces el
rey envió mensajeros a caballo en las cuatro direcciones, con la orden: “¡Id, y
no volváis hasta que hayáis encontrado al príncipe!”
Puesto que
aquellos que eran capaces de leer los signos y el futuro habían profetizado que
el bodhisatva se marcharía a través de la Puerta de lo Auspicioso, los
mensajeros se dirigieron hacia ese lugar. Allí vieron que sobre la carretera
había caído una lluvia de flores, y entonces ellos pensaron: “Tiene que haber
marchado por este camino.”
Cuando
habían llegado un poco más lejos, encontraron al hijo de los dioses que llevaba
las vestimentas del bodhisatva sobre su cabeza. Entonces pensaron: “Estas son
las prendas de seda del príncipe. ¿Pudiera ocurrir que hubiera sido asesinado
para quitárselas? ¡Cojamos a este hombre!”
Sin
embargo, precisamente entonces vieron a Chanda andando tras el hijo de los
dioses, llevando al caballo Kanthaka, y portando los adornos del bodhisatva.
Así que dijeron: “Aquí viene Chanda con Kanthaka. No actuemos precipitadamente;
lo mejor será preguntar primero a Chanda.”
Así que le
preguntaron: “Chanda, ¿Ha matado este hombre al príncipe para hacerse con sus
vestimentas de seda?” [229]
Chanda
replicó: “No, en modo alguno. Esta persona ofreció al príncipe sus propias
ropas de color azafrán, y el príncipe a su vez le dio sus vestimentas de seda.
Entonces ese hijo de los dioses colocó las ropas sobre lo alto de su cabeza, y
retornó a su cielo para venerarlas.”
Los
hombres también preguntaron a Chanda: “¿Qué piensas, Chanda? ¿Deberíamos de ir
tras el príncipe? ¿Seremos capaces de hacerle volver?”
Chanda
replicó: “No, no seréis capaces de hacerlo. El joven príncipe es tan diligente,
disciplinado, y firme. El dice que a menos que despierte a la Insuperable,
Perfecta, y Completa Iluminación, no volverá a entrar en la ciudad de
Kapilavastu. Así que no volverá con vosotros. Lo que el príncipe dijo que sucederá
es lo que de hecho sucederá. ¿Y por qué no volverá el príncipe? Debido a su
diligencia, disciplina, y firmeza.”
Entonces
Chanda cogió al caballo Kanthaka, y los adornos, y fue hacia las dependencias
interiores. Tres jóvenes Sakyas llamados Bhadrika, Mahānāma, y Aniruddha
intentaron durante bastante tiempo levantar los adornos, pero fueron incapaces.
Estos adornos habían sido hechos para el cuerpo de alguien que tuviera la
fuerza de Narayana, así que las demás personas no eran capaces de lucirlas.
Cuando
Mahāprajāpatī Gautamī vio que nadie era capaz de mover los adornos, pensó:
“Cuando veo sus adornos tirados allí, mi corazón siente punzadas de dolor. Por
tanto, pienso que lo mejor será arrojar esos adornos al estanque.” Así que ella
permitió que sus adornos fueran arrojados dentro del estanque, y hasta el día
de hoy este lago es llamado el Estanque de los Adornos.
Sobre este
tema, se dice:
“Cuando
el sabio y valeroso bodhisatva marchó de su casa,
Toda
la ciudad de Kapilavastu despertó de su sueño. [230]
Todo
el mundo pensaba que el joven príncipe estaba aún dormido en su cama;
Y
felices de verse, conversaban unos con otros.
Cuando
Gopā y el séquito de consortes se despertaron,
Miraron
hacia su cama, pero no encontraron en ella al bodhisatva.
Rompieron
en gritos que llegaron a los aposentos del rey:
“¡Ay!
¡Hemos sido engañadas! ¿Dónde fue el bodhisatva?”
Cuando
el Rey Suddhodana oyó eso, cayó desvanecido al suelo;
Lloraba
y gritaba: “¡Oh, no; mi único hijo!”
Muchos
cientos de Sakyas intentaron recobrarle,
Arrojando
vasos de agua sobre él, ya que yacía inmóvil.
Gopā
también se había caído de su cama precipitándose al suelo;
Se
cortó los cabellos y se quitó todas sus joyas.
Exclamó:
“Sin que pase mucho tiempo, tenemos que separarnos de aquellos que amamos;
Eso
me dijo el Guía de los seres; me hizo perfectamente consciente de esto.
Tu
forma es están hermosa, tus miembros sin falta son perfectos;
Tú
eres tan brillante y puro, que todos los seres te quieren.
Eres
alabado como el que trae la buena fortuna, eres honrado en cielo y tierra.
Cuando
dejaste mi cama, ¿Dónde fuiste?
Hasta
que no vuelva a ver de nuevo al bodhisatva con sus buenas cualidades,
Yo
no beberé agua, hidromiel, o licor.
Dormiré
en el suelo, y llevaré mi cabello recogido en un moño sobre mi cabeza.
Sin
bañarme, me dedicaré a la práctica de la conducta moral y las austeridades.
[231]
En
todos los parques han desaparecido las hojas, flores, y frutas;
Los
brillantes collares de perlas blancas han perdido su color y está cubiertos de
polvo,
Puesto
que el más noble de los seres ha abandonado esta bella ciudad.
¡El
palacio ha perdido su belleza, y la ciudad se ha vuelto como un desierto!
¡Ay,
las deliciosas voces cantando!
¡Ay,
el conjunto de las consortes con sus bellas alhajas!
¡Ay,
los espacios cubiertos con redes de oro!
Todo
esto no lo volveré a ver sin él, quien está tan lleno de cualidades.”
La
tía materna, quien también se sentía desgraciada,
Intentaba
consolarla, diciendo: “Hija de los Sakyas, no llores;
En
el pasado, el ser supremo entre los hombres, ha dicho:
“Yo
liberaré a este mundo del nacimiento y la vejez.”
El
Gran sabio, quien está bien entrenado en miles de virtudes,
Viajo
seis leguas durante la noche,
Dio
su hermoso caballo y sus adornos a Chanda, y dijo:
“¡Chanda,
coge esto y retorna a la ciudad de Kapilavastu!”
Repite
lo siguiente a mis padres:
“El
joven príncipe se ha ido. ¡Por favor, no caigáis en la tristeza!
Cuando
alcance la Iluminación, él retornará.
Entonces
escucharéis el Dharma, y alcanzaréis la paz.”
Chanda
comenzó a sollozar, y dijo de nuevo al Guía: [232]
“Tus
parientes, la mejor gente, pueden pegarme y preguntar:
“¿Chanda,
donde has cogido al virtuoso bodhisatva?
Pero
yo carezco de habilidad, entereza, y fuerza.”
El
bodhisatva replicó: “Chanda, no temas;
Mis
familiares estarán felices de volver a verte.
Siempre
te verán como su maestro
Y
te querrán de la misma forma en que me aman a mí.”
Portando
al más hermoso de los caballos y las alhajas,
Chanda
retornó al parque del Más Noble entre los hombres.
La
guardia del parque se alegró al verlo,
Y
comunicaron la noticia rápidamente a los Sakyas.
“El
príncipe, el caballo noble, y también Chanda
Han
retornado al parque, así que no os preocupéis más.”
Cuando
el rey, el cual estaba rodeado por un séquito de Sakyas, oyó esto,
Se
excitó y fue rápidamente hacia el parque.
Pero
Gopā, conocedora de la intención y firmeza del bodhisatva,
No
se entusiasmó, no dando crédito a esas palabras.
Pensó:
“Es una equivocación asumir que el bodhisatva ha retornado aquí,
Antes
de haber alcanzado la Iluminación.”
Cuando
el rey solo vio a Chanda y al caballo Kanthaka,
Lloró,
y cayó al suelo desvanecido.
“Ay,
hijo mío, tan talentoso tocando música y cantando canciones;
¿Dónde
has ido, abandonando este reino?” [233]
“Chanda,
explícame aquí ahora mismo:
“¿Dónde
fue el bodhisatva, y cuáles son sus planes?
¿Quién
le abrió la puerta, quién lo ha guiado?
¿Cómo
fue que los dioses le han hecho ofrendas?”
Chanda
contestó: “Poderoso rey, escúchame;
Durante
la noche, cuando los viejos y jóvenes en la ciudad estaban profundamente
dormidos,
El
bodhisatva me dijo con una voz suave y dulce:
“Chanda,
tráeme rápidamente al rey de los caballos.”
Yo
intenté despertar a la asamblea de hombres y mujeres,
Pero
estaban tan profundamente dormidos que no oyeron mis palabras.
En
lágrimas, yo me vi obligado a llevarle al rey de los caballos,
Y
entonces le dije: “Benefactor de los seres, ve donde te plazca.”
Sakra
abrió las puertas que estaban cerradas con candados,
Los
Guardianes del Mundo sujetaban firmemente los cascos del caballo;
Cuando
el héroe montó sobre el caballo, el universo de tres millones de mundos tembló;
El
camino por el que viajaba a través del cielo indudablemente era muy ancho.
Apareció
una luz brillante, la cual disipó la completa oscuridad,
Cayeron
flores, y se oyó el sonido de cientos de instrumentos musicales.
Los
dioses y diosas le ofrecieron alabanzas,
Ya
que él se movía en el cielo rodeado por un séquito celestial.”
Entonces
Chanda cogió al noble caballo y los adornos,
Y
se dirigió hacia las habitaciones de las mujeres, llorando. [234]
Cuando
Gopā vio a Chanda y al noble caballo,
Se
desvaneció y cayó desmayada al suelo.
Asustadas,
la gran reunión de las mujeres
Trajo
agua, la lavaron, y gritaron con fuerza:
“¡Que
nuestra princesa Sakya no muera ahora!
¡Sería
insoportable la pérdida de dos seres queridos!”
La
abatida princesa de los Sakya aunó sus fuerzas,
Y
se abrazó al cuello del noble rey de los caballos.
Recordando
los juegos de amor del pasado,
Ella
sucumbió al pesar, y se dio a gritar:
“¡Ay,
tú me diste la alegría!
¡Ay,
el hombre noble, cuya cara es como la Luna inmaculada!
¡Ay,
el más noble de los hombres!
¡Ay,
tú, poseedor de las marcas excelentes; que eres tan puro y espléndido!
¡Ay,
mi hombre bien nacido, con un cuerpo perfecto;
Bien
formado y ahusado, eres inigualable.
¡Ay,
mi señor, pleno de cualidades supremas,
Venerado
por los humanos y dioses, y lleno de gran compasión.
¡Ay,
mi hombre poderoso, quien es tan fuerte como Nārāyana;
Conquistador
de las hordas de los demonios!
¡Ay,
mi dulce amor, con una voz tan dulce como la de Brahma,
Tan
suave como el canto de un ruiseñor!
¡Ay,
mi hombre de fama ilimitada;
Tú
has surgido de cientos de virtudes, y tienes un mérito puro!
¡Ay,
tu eres mi amor, cuya gloria no conoce límites!
¡Adornado
por las buenas cualidades, eres el deleite de los sabios!
¡AY,
mi amor hermoso, quien nació en el sublime bosque de Lumbini,
El
cual resuena con el zumbido de las abejas!
¡Ay,
querido mío, famoso en cielo y tierra,
Que
eres un respetado árbol de sabiduría!
¡Ay,
mi hombre de sabor dulce, cuyos labios son como la fruta de bimba,
Cuyos
ojos son como lotos, y cuya piel es de color dorado!
¡Ay,
querido mío, de dientes sin falta,
Tan
blancos como la leche de vaca o la nieve. [235]
¡Ay,
querido mío, de hermosa nariz, bellas cejas,
Y
el círculo de pelo inmaculado entre sus ojos!
¡Ay,
querido mío, con los hombros tan bien formados,
Con
una cintura como un arco, piernas como un ciervo, y caderas redondeadas!
¡Ay,
mi hombre, de muslos como la trompa de
un elefante,
Con
bellas manos y pies, y con uñas del color del cobre!
Todos
estos bellos atributos fueron creados en base a tu mérito,
Y
deleitaron al rey.
¡Ay,
tú fuiste mi canción y música melodiosas;
Un
bálsamo obtenido de flores exquisitas en la mejor de las estaciones!
¡Ay,
tú eras para mí la fragancia de las flores;
Aportaste
deleite al séquito las consortes con tus cantos y música!
¡Ay,
bello Kanthaka, compañero de mi marido!
¿Dónde
lo llevaste?
¡Ay,
Chanda! ¿No tienes la menor compasión?
¿Por
qué no nos despertaste cuando el mejor de los hombres se estaba marchando?
Hoy
el guía compasivo de aquellos que necesitan guía
Ha
abandonado esta ciudad.
¿Por
qué no nos dijiste que nuestro benefactor
Se
estaba marchando?
¿Cómo
marchó nuestro benefactor?
¿Y
quién lo ayudó a marcharse?
¿En
qué dirección se marchó?
Son
afortunadas las deidades de los bosques que son ahora sus compañeras.
Chanda,
me siento miserable, puesto que se me ha enseñado un tesoro.
Y
sin embargo ahora, que es como si mis ojos hubieran sido arrancados, ¡Restaura
mi vista!
Chanda,
los Conquistadores siempre enseñan
Que
los padres de uno han de ser honrados.
¡Si
él los ha abandonado, no hace falta mencionar
Que
él abandonaría los placeres del amor con una mujer!
¡Ay,
separarse de aquellos a quienes amamos
Es
como asistir a una representación, ¡Nada perdura!
Debido
al aferramiento a las concepciones, los seres pueriles adoptan visiones erróneas;
Por
esto es por lo que tienen que renacer y morir.
En
el pasado él enseñó que todos los que están condicionados por el nacimiento y
la muerte,
No
tienen ningún amigo.
Así
pues, que puedan cumplirse sus deseos, y que pueda él,
Bajo
el mejor de los árboles, alcanzar la Insuperable, Perfecta, y Completa
Iluminación.
¡Que
cuando él haya alcanzado la inmaculada Iluminación,
Pueda
retornar a esta noble ciudad!”
Cuando
chanda oyó las palabras de Gopā
Se
sintió tremendamente infeliz.
Dijo
con una voz quebrada por las lágrimas:
“Gopā,
escucha mis palabras. [236]
Sobre
la medianoche, cuando todas las mujeres
Estaban
profundamente dormidas, secretamente,
El
Superior con cientos de méritos
Me
dijo que le llevara a su caballo Kanthaka.
Cuando
yo oí sus palabras,
Inmediatamente
te miré a ti, dormida sobre tu cama,
Y
te grité en voz alta:
“¡Gopā,
tu amado está a punto de marcharse, levántate!”
Pero
los dioses bloquearon mis palabras,
Y
ni siquiera una mujer se despertó.
Sollozando,
yo engalané al rey de los caballos,
Y
se lo di al Supremo entre los hombres.
Entonces
Kanthaka relinchó con su salvaje energía,
Y
aunque su sonido pudo oírse en más de un kilómetro,
Nadie
en nuestra bella ciudad pudo oírlo,
Pues
habían sido inducidos al sueño por los dioses.
Cuando
los cascos de Kanthaka,
Cubiertos
por oro, plata, y gemas preciosas, golpearon el suelo,
La
tierra emitió un sonido tremendo y hermoso,
Y
sin embargo nadie fue capaz de oírlo.
En
el instante en el que hubo salido la constelación de Pusya,
Y
cuando la Luna y las estrellas ya estaban brillando en el firmamento,
Desde
el cielo vinieron decenas de millones de dioses con sus manos juntas,
Que
le rindieron homenaje.
Atendidos
por la asamblea de yakshas y raksasas,
Los
Cuatro Guardianes del Mundo, quienes poseen grandes poderes,
Levantaron
los cascos de Kanthaka con sus manos,
Que
son tan pulcros y puros como las anteras de una flor de loto.
El
Señor supremo con cientos de méritos
Montó
sobre el caballo, y parecían un loto rojo y un jazmín.
En
aquel instante la tierra tembló de seis formas diferentes,
Y
los campos búdicos fueron interpenetrados por una luz inmaculada.
Entonces
el dios Sakra, el marido de Sacī,
Y
el jefe de todos los dioses, abrió las puertas.
Cien
millones de dioses precedían al bodhisatva,
Y
los nagas y los dioses le veneraron puesto que se marchaba.
El
noble Kanthaka sabía que llevaba
Al
protector del mundo a través del cielo.
Multitudes
de dioses y semidioses, junto con Sakra,
Escoltaron
al Ido al Gozo,
quien se había marchado.
Las
hijas de los dioses, tan diestras en la música,
Alabaron
las cualidades del bodhisatva.
Ellas
dieron fuerza a Kanthaka,
Y
le cantaban las más deliciosas canciones y la mejor música: [237]
“¡Kanthaka,
lleva al Guía de este mundo!
¡Se
rápido y no te sientas tristes!
Puesto
que ayudas al Protector de este mundo,
Estás
libre de los peligros de los reinos inferiores y de los malos renacimientos.”
Cada
uno de los dioses también expresó sus deseos, diciendo:
“Yo
también quiero llevar al Guía de este mundo.”
No
había un lugar en el mundo
Que
no fuera hoyado por los millones de dioses, quienes dijeron:
“¡Kanthaka,
mira el sendero preparado para ti en el cielo!
Es
tan brillante y hermoso,
Sus
enjoyados bordes están adornados de formas diversas.
Y
está perfumado con incienso divino hecho con esencias supremas.
Kanthaka,
debido a tus acciones meritorias
Tú
renacerás mágicamente en el Cielo de los Treinta y Tres.
Como
las doncellas celestiales te rodean y atienden,
Te
deleitarás en los placeres de los sentidos celestiales.”
¡Gopā,
no derrames más lágrimas!
¡Se
feliz y regocíjate!
Antes
de que pase mucho tiempo, serás testigo de la Iluminación del mejor de los
hombres.
Lo
verás honrado y servido por los inmortales.
¡Gopā,
uno nunca debería de derramar lágrimas
Por
la gente que hace acciones tan excelentes!
Al
revés, regocíjate pues el bodhisatva se ha elevado por el esplendor de cientos
de méritos.
¡No
llores más!
Gopā,
cuando partió el príncipe,
Honrado
por dioses y humanos,
La
gloria del espectáculo no podría ser describido,
Incluso
aunque uno estuviera hablando durante siete días.
Tú
has servido y respetado
A
Quién beneficia a los seres.
Así
que tú encontrarás el logro supremo e inconcebible.
¡Y
creo que tu llegarás a ser alguien como él, el Ser más noble!”
Esto concluye el Capítulo Quince, sobre “Abandonando el hogar”