Monjes, cuando pasaron diez
meses lunares, y había llegado la noche del nacimiento del bodhisatva,
aparecieron treinta y dos signos precursores en el palacio. ¿Cuáles eran estos
treinta y dos signos? Todas las flores hincharon sus yemas y florecieron. En
los estanques, los lotos azules, amarillos, rojos, y blancos hincharon sus
yemas, y abrieron sus flores. En los jardines surgieron árboles frutales y florales
nuevos, los cuales también florecieron. Aparecieron ocho árboles de joyas y
emergieron veinte tesoros de la tierra, y se quedaron sobre el terreno. Dentro
de los apartamentos de las mujeres brotaron ramas enjoyadas. Brotaron arroyos
de aguas calientes y frías, perfumadas con dulces fragancias. Desde las
estribaciones del Himalaya los cachorros de león encontraron el camino hasta la
ciudad de Kapilavastu, y después de circunvalar la ciudad por tres veces,
entonces se acercaron a descansar a las puertas de la ciudad, sin hacer nada a
nadie. Llegaron quinientos elefantes jóvenes de color blanco que tocaron los
pies del rey Suddhodana con la punta de su trompa, y entonces se quedaron cerca
de él. Dioses niños llevando pañales, [77] fueron vistos balanceándose de un
lado a otro en las habitaciones del séquito femenino de la reina del Rey
Suddhodana.
Diez mil vasijas llenas de
agua fueron vistas formando un anillo en torno a la gran ciudad de Kapilavastu.
Las hijas de los nagas aparecieron suspendidas en la expansión del cielo,
mostrando la mitad superior de sus cuerpos, y portando diversas ofrendas.
También aparecieron en el cielo las hijas de los dioses, inmóviles y esperando;
en el cielo fueron vistas diez mil jóvenes diosas, que portaban abanicos hechos
con plumas de pavo real; también había diez mil diosas que portaban sobre sus
cabezas vasos dorados de agua perfumada; diez mil diosas que llevaban
parasoles, banderas, y estandartes; y cientos de miles de diosas sosteniendo
conchas y tambores, con tambores de mano colgando de sus cuellos.
Los vientos se calmaron y
dejaron de soplar. Los ríos y arroyos detuvieron su curso. La Luna, el Sol, los
carros celestiales, los planetas, y las estrellas, todos permanecieron quietos.
Apareció la constelación de Pusya. El palacio del rey Suddhodana apareció adornado
por una red de joyas, y los fuegos de palacio se apagaron. Aparecieron perlas y
piedras preciosas decorando los palacios, galerías, terrazas, y portales. Las
puertas de las tiendas que trataban en paños blancos, y las que comerciaban con
diversas cosas preciosas, todas ellas permanecieron abiertas. Cesaron los
graznidos de los cuervos, búhos, y buitres; los aullidos de los lobos y
chacales se acallaron; y solo se oían los sonidos más placenteros. Todas las
labores de los hombres hicieron alto. El terreno se niveló sin que quedaran
hoyos ni desniveles; todos los cruces de camino, plazas públicas, calles, y
mercados quedaron tan lisos como la palma de una mano, y cubiertos de pétalos de flores. Todas las
mujeres preñadas alumbraron a sus hijos sin dificultad. Los dioses del bosque
de árboles de sāla fueron vistos en medio de las hojas de los árboles,
revelando la parte superior de sus cuerpos, y se quedaron allí, postrándose.
Estos fueron los treinta y dos signos precursores. [78]
A través del poder del bodhisatva,
la reina Māyā supo que la hora del nacimiento del bodhisatva estaba a punto de
llegar, y a primera hora de la noche fue a buscar al Rey Suddhodana, y dijo lo
siguiente:
“Señor,
por favor, escucha lo que estoy pensando.
Desde
hace mucho tiempo yo he estado pensando en el jardín de recreo;
Pero
ahora yo deseo ir al jardín, si ello
No
te causa desagrado, miedo, apuro, o pesar.
Tus
pensamientos de han vuelto hacia el Dharma, y has practicado austeridades;
Por
mi parte, yo he llevado dentro a un ser puro durante mucho tiempo,
Los
sālas, los más hermosos de los árboles, están cubiertos de flores,
¡Oh,
Rey! Es el momento para ir al jardín de recreo.
La
primavera, la estación más hermosa, es una época deliciosa para las mujeres;
Las
llamadas de los cucos y pavos reales resuenan en medio de los bosques,
Y
la fragancia fresca de muy diversas flores vuela en todas partes.
¡Por
favor, te ruego que des la orden de partir sin demora!
El
más poderoso de los reyes quedó complacido al oír estas palabras de Māyādevī;
Y
entonces dijo a su séquito, lleno de alegría:
“¡Preparad
los caballos, elefantes, y carretas!
¡Preparad
y decorad el Jardín de Lumbini, el jardín de belleza más excelente!
Preparad
veinte mil elefantes
De
color azul oscuro como las montañas o las nubes de tormenta. [79]
Cubridlos
con redes de perlas y oro, y colgad pequeñas campanillas
A
los flancos del rey de los elefantes de seis colmillos.
Preparad
veinte mil caballos tan blancos como la nieve,
Como
la plata, con bellas crines plateadas.
Adornad
sus flancos con redes doradas, de las que cuelguen campanillas.
Las
monturas del rey son ligeras y rápidas como el viento.
Reunid
rápidamente a veinte mil bravos guerreros,
Héroes
que anhelan el campo de batalla y el combate.
Que
empuñen sus espadas, arcos, flechas, y jabalinas.
Que
guarden a Māyā y a su séquito, con el más profundo respeto.
Engalanad
el Jardín de Lumbini con adornos dorados y perlas,
Atad
muchos estandartes rojos a los árboles,
Y
plantad flores por todos lados; arreglad todo
Hasta
que el Jardín de Lumbini sea como el jardín de los dioses.
Los
asistentes prepararon rápidamente las monturas, y decoraron el Jardín de
Lumbini;
Tan
pronto como estuvo hecho, todos ellos exclamaron:
“¡Victoria,
victoria, Oh Príncipe de los Hombres, que vivas por siempre!
Todo
ha sido hecho tal como ordenaste, ¡Mira, Oh Señor, ha llegado la hora!
Con
una mente alegre, el Príncipe de los Hombres,
Entró
en el palacio y dijo a las mujeres:
“A
aquellas de vosotras para quienes soy querido y deseáis complacerme,
Haced
tal como os digo, y adornaros bien. [80]
Os
ruego que os vistáis alegremente,
Perfumad
con las más dulces esencias vuestras ropas de alegres colores,
Suaves
y hermosos. Adornaros, con collares de perlas cubriendo vuestros pechos,
Mostrad
hoy el esplendor de vuestros adornos.
Preparad
los tambores y laudes, las flautas, arpas, y panderetas;
Y
cien mil instrumentos deliciosos.
Mejorad
la alegría de las hijas de los dioses.
¡Que
puedan los más dulces sonidos encantar a los propios dioses!
Que
la Reina Māyā vaya sola
En
el mejor de los carruajes, conducido por jóvenes mujeres de rango;
Que
ningún otro hombre o mujer vaya en él;
Que
no se oiga nada desagradable o discordante.”
Entonces
Māyādevī dejó el palacio y se dirigió a la puerta del rey,
Cuando
llegó, los caballos, elefantes, carros, soldados de infantería,
Todos
ellos lanzaron un rugido glorioso que era como un mar embravecido,
Y
cientos de miles de campanillas sonaron como signo de bendición.
El
mismo rey decoró
El
carruaje resplandeciente.
Mientras
miles de dioses
Preparaban
el trono.
Los
árboles ornamentales estaban cubiertos de hojas y flores,
Los
pavos reales, grullas, y gansos graznaban alegremente; [81]
Había
parasoles, estandartes, y banderas por todas partes,
Las
hijas de los dioses observaban el carruaje cubierto con sedas,
Cuando
Māyā estuvo sentada en el trono de león,
Ellas
cantaron bellas melodías celestiales de alabanza.
La
tierra en los tres millones de mundos tembló de seis formas diferentes;
Y
los dioses ondularon pañuelos y esparcieron una lluvia de flores.
Hoy
nacerá en el Jardín de Lumbini el Más Grande de los Hombres;
Los
Cuatro Guardianes del Mundo tiran del carruaje; el propio Indra,
El
Señor del Cielo de los Treinta y Tres[1] ,
purifica el camino; mientras Brahma,
Marcha
en cabeza apartando a los incontrolados, y cien mil dioses se postran
respetuosamente con las manos juntas.
El
rey ve todo esto satisfecho, pensando: “Alguien a quien honran así
Los
Cuatro Guardianes del Mundo, Brahma y los dioses, e Indra, seguramente será un
Buda.
Ningún
otro en los tres mundos puede soportar ese honor, rompería en pedazos;
Se
rompería su cabeza, perdería su vida,
Pero
quien está por encima de los dioses puede aceptar todos los honores.”
Monjes, Māyādevī partió desde
las puertas de palacio rodeada por los 84.000 carruajes tirados por caballos,
por 84.000 palanquines portados por elefantes, cubiertos por ornamentos de todo
tipo, [82] y 84.000 bravos soldados de infantería portando escudos y sólidas y
vistosas armaduras la guardaban. Sesenta mil mujeres del clan de los Sakya
caminaban ante ella, y a su lado iban cuarenta mil de hombres del clan Sakya,
parientes del Rey Suddhodana, viejos, jóvenes, y de mediana edad. Sesenta mil
mujeres de las habitaciones internas del palacio real la rodeaban con cantos y
música, empleando toda clase de instrumentos. La escoltaban 84.000 hijas de los
dioses, y también 84.000 hijas de los nagas, 84.000 hijas de los gandharvas,
84.000 hijas de los kinnara, y 84.000 hijas de los asuras todas ellas
bellamente adornadas, cantando alabanzas con voces melodiosas.
Todo el Jardín de Lumbini, el
más bello de los jardines, estaba rociado con agua perfumada y lleno de flores
celestiales. Cada árbol de esa arboleda perfecta tenía hojas, flores, y frutos.
Los dioses lo habían decorado a la perfección, lo mismo que hacen con el Jardín
de Misraka.
Bajando del más hermoso de
los carruajes, Māyādevī entró en el Jardín de Lumbini rodeada por las hijas de
los hombres y de los dioses; pasando de arboleda en arboleda, miraba un árbol
tras otro, hasta que llegó bajo una higuera[2], la más
bella de todas. Sus ramas bien proporcionadas estaban cubiertas con hojas y
brotes brillantes, y también con flores celestiales y terrenales. Este árbol
emitía el más dulce de los perfumes, y sus ramas estaban ricamente decoradas
con tejidos de todos los colores. Centelleaba con la luz de muchas gemas y
joyas, ya que sus raíces, tronco, sus gráciles ramas, e incluso sus hojas
estaban adornadas con joyas. Sus ramas eran largas y se difundían ocupando un
gran espacio. En el punto en el que el árbol enraizaba, la tierra estaba llana
como la palma de una mano, y rodeada de hierba tan verde como el cuello de un
pavo real, la cual era tan suave al tacto como una prenda de tejido de
kācalindi.
Todas las madres de los
Conquistadores del pasado se habían apoyado contra este árbol; y los dioses, de
forma bella y perfectamente pura, lo habían alabado en canciones. [83] Cientos
de miles de dioses de los cielos de las moradas puras[3], de
mente calmada, postraron sus cabezas de cabellos plateados y coronadas con
diademas ante este árbol para honrarlo. Ahora la reina y su séquito se habían
acercado a esta higuera pura e inmaculada.
Cuando Māyādevī se aproximó,
a través del poder del glorioso bodhisatva, la higuera se postró ante ella
saludándola. Māyādevī elevó su brazo derecho, brillando como la luz de un
relámpago en el cielo, y cogió una rama de la higuera para aguantar su peso.
Estirándose, ella miró a la amplia extensión del cielo. Sesenta mil doncellas
celestiales de los cielos del Reino del Deseo vinieron cerca de ella para
servirla y formar una guardia de honor en torno a ella.
En aquel momento se
produjeron manifestaciones milagrosas como las que había sucedido cuando el
bodhisatva entró en el vientre de su madre. Había llegado el final de los diez
meses lunares, y entonces nació el bodhisatva surgiendo del lado derecho del
vientre, sin ser mancillado por la suciedad del vientre, poseyendo una memoria
y sabiduría plena. No puede decirse esto de ningún otro.
Monjes, en ese mismo
instante, Sakra, el jefe de los dioses; y Brahma, el Señor del Mundo de Sahā,
comparecieron ante el bodhisatva. Como ellos lo recordaban y sabían quién era,
sintiendo una profunda reverencia y respeto hacia la tierna forma del
bodhisatva, envolvieron al bodhisatva en un tejido de seda celestial con hilos
de oro y plata, y lo sostuvieron en sus brazos.
Entonces, Brahma y los dioses
del Cielo de Brahma cogieron la morada de joyas en la que el bodhisatva había
residido mientras permaneció en el vientre de su madre, y lo llevaron hacia el
Cielo de Brahma, construyendo una caitya
para encerrarlo, y rendirle homenaje. Así pues, el bodhisatva fue recibido en
primer lugar por los dioses, antes de que fuera tocado por los humanos.
Tan pronto como nació, el
bodhisatva descendió a la tierra; y desde el interior de la tierra surgió un gran
loto para recibirlo. Los reyes nagas Nanda y Upananda mostraron la parte
superior de sus cuerpos en la gran expansión del cielo, haciendo que manaran
dos corrientes de agua, una caliente y otra fría, para bañar al bodhisatva;
[84] y a continuación Sakra, Brahma, los
Guardianes del Mundo, y cientos de miles de dioses bañaron al bodhisatva, lo
rociaron con agua perfumada y esparcieron pétalos de flores sobre él.
En el aire aparecieron un
parasol enjoyado y dos abanicos encima del bodhisatva, quien permanecía sobre
un gran loto contemplando las diez direcciones con la mirada de un león, con la
mirada de un gran ser.
Oh, monjes, el bodhisatva
miró con el ojo divino surgido de la maduración completa de las raíces de
virtud acumuladas previamente. Con el ojo divino sin obstrucciones él vio
completamente los tres mil millones de mundos, con sus ciudades y aldeas, sus
provincias, capitales, y reinos, y también a todos los hombres y dioses. El
conocía perfectamente el pensamiento y la conducta de todos los seres; y
conociéndolos, vio que no había nadie comparable a él en el gran macrocosmos de
tres millones de mundos en conducta virtuosa, disciplina, absorción meditativa,
y sabiduría.
Lo mismo que un león sin
temor, el bodhisatva recordó el pensamiento de bondad que está libre de
ansiedad, aprehensión, o terror. Conociendo los pensamientos y la conducta de
todos los seres, el bodhisatva dio por sí mismo siete pasos hacia el este, y
dijo: “Yo caminaré al frente de todos los fenómenos que tienen a la virtud como
raíz.”
Conforme caminaba, sobre él
flotaba un gran parasol blanco y dos abanicos reales; y bajo él surgían lotos
en cada sitio en el que posaba el pie.
El bodhisatva dio siete pasos
hacia el sur, y dijo: “Yo seré digno de las ofrendas de dioses y hombres.”
Dando siete pasos hacia el oeste, como un león bien satisfecho, dijo: “Yo soy
el ser supremo en el mundo [85] pues este es mi último nacimiento; yo pondré
fin al nacimiento, vejez, enfermedad, y muerte.” Dio siete pasos hacia el
norte, y dijo: “Yo seré el inigualado entre los seres.” Dando siete pasos más,
miró hacia abajo, y dijo: “Yo destruiré a Māra y su ejército. Apagaré los
fuegos del infierno con la lluvia de la gran nube del Dharma, llenando de
alegría a los seres infernales.” Dando siete pasos finales, miró hacia arriba,
y dijo: “Todos los seres me mirarán.”
Puesto que el bodhisatva
habló de este modo, sus palabras fueron oídas inmediatamente a través de todo
el gran macrocosmos de tres millones de mundos. Tal era la naturaleza de la
sabiduría primordial, nacida de la maduración de las acciones previas del
bodhisatva. Siempre que un bodhisatva nace en su última existencia, cuando
despierta a la insuperable y completa iluminación de un Buda, tienen lugar
diversas manifestaciones milagrosas.
Monjes, en aquel tiempo todos
los seres estaban tan deleitados que los bellos de sus cuerpos se erizaron de
placer. También hubo un aterrador terremoto, el cual hizo que sus cabellos se irguieran;
los címbalos y los instrumentos de dioses y hombres sonaron sin que nadie los
tocara. En aquel tiempo, en todo aquel gran macrocosmos, todos los árboles
florecieron y dieron fruto, aunque no fuera la estación. De la expansión del
cielo puro se oyó el sonido de un trueno, y de un cielo sin nubes los dioses
hicieron que cayera una fina lluvia mezclada con flores celestiales coloreadas,
paños, ornamentos, y polvos de incienso. Comenzaron a soplar vientos suaves y
fragantes, deliciosos y refrescantes. Todos los lugares tenían una apariencia
serena y luminosa, libres de la oscuridad, polvo, humo, y niebla.
Los grandes sonidos del Cielo
de Brahma, dulces y prolongados, fueron oídos provenientes de lo alto del
cielo. Toda la luz del Sol, la Luna, Sakra, Brahma, y de los Guardianes del
Mundo [86] fueron eclipsados por una luz que se difundió a través de los tres
millones de mundos, luciendo con cien mil colores, y haciendo que los seres que
eran tocados por ella sintieran un gran bienestar, y alegría física y mental. Tan
pronto como nació el bodhisatva todos los seres llegaron a llenarse de gozo.
Todos ellos quedaron liberados del deseo, odio, e ignorancia; del orgullo,
tristeza, depresión, y miedo. Fueron liberados del apego, envidia y codicia; y
cesaron todas las acciones contrarias a la virtud. Los enfermos fueron curados,
los hambrientos y sedientos no fueron oprimidos más por el hambre y la sed.
Aquellos enloquecidos por la bebida perdieron su obsesión. Los locos
recuperaron el control de sus sentidos, los ciegos recuperaron la vista, y los
sordos pudieron volver a oír. Los mancos y cojos recuperaron unos miembros
perfectos; los pobres obtuvieron riquezas; los cautivos recuperaron la
libertad. Los seres arrojados en el Infierno de Avici y en otros infiernos
fueron aliviados de su sufrimiento y miseria; el sufrimiento de los seres
nacidos como animales, tales como el temor a ser devorados por otros, también
fue pacificado; y los sufrimientos del hambre y de la sed experimentados por
aquellos que habitaban en el Reino de Yāma, el Señor de la Muerte, fueron
también pacificados.
El bodhisatva, debido a las
acciones puras que él había realizado durante cientos de miríadas de eones, había
adquirido la esencia del Dharma; y estaba dotado con una gran diligencia y
fuerza. En el momento de su nacimiento, cuando dio los primeros siete pasos, el
ya había alcanzado el estado de realidad; por lo tanto, todos los Budas de las
diez direcciones, al unísono, dieron al lugar en el que posaba su pie la
naturaleza del diamante, pues de otro modo la fuerza de sus pasos provocarían
la devastación. Monjes, tal era la extraordinaria fuerza de los primeros pasos
del bodhisatva recién nacido.
En aquel tiempo, todo el
mundo se llenó de una gran luz brillante, y se oyó en el aire el sonido de
cantos y música de danza; de numerosas nubes cayó una profusión de flores,
incienso en polvo, perfumes, guirnaldas, perlas, ornamentos, y estandartes.
Todos los seres estaban llenos de una alegría perfecta. [87] Esos fueron los
grandes eventos que acontecieron cuando el bodhisatva, quien es el más
destacado en todos los mundos, nació en este mundo.
Llegado a este punto, el
Venerable Ananda, se levantó de su asiento, y colocando su túnica sobre un
hombro, con la rodilla derecha en tierra, y las palmas de las manos juntas en
dirección al Bhagavan, se postró, y dijo: “El Bhagavan, el Tathagata, es
realmente más sorprendente que ningún otro. El bodhisatva posee unas cualidades
increíbles, pero, ¿Qué puede decirse de alguien que ha alcanzado la
Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación de un Buda? ¡Oh, Bhagavan, por tanto
yo tomo refugio en el Buda cuatro veces, cinco veces, diez veces, cincuenta
veces, cien veces, varios cientos de miles de veces!”
Después de que hubiera
hablado de esta manera el Venerable Ananda, el Bhagavan dijo: “Ananda, en el
futuro habrá monjes que no han entrenado sus cuerpos, que no han entrenado sus
mentes, que no han entrenado su conducta ni su conocimiento. Ignorantes y sin
conocimientos, serán orgullosos y arrogantes, disipados y sin autocontrol,
envidiosos, llenos de dudas, y carentes de fe. Ellos destacarán como
mancillados en medio de los ascetas. Cuando lo oigan, ellos no creerán que la
entrada pura del bodhisatva dentro del vientre de su madre fue perfectamente
pura. Cuando estén reunidos, ellos se dirán unos a otros: “¡Escuchad todos,
escuchad esta tontería! Supuestamente el bodhisatva entró dentro del vientre de
su madre, donde él estaba en medio de fluidos impuros. Y sin embargo se dice
que ha tenido grandes disfrutes. Además, se dice que cuando él nació, salió del
lado derecho de su madre sin ser manchado por ninguna de las suciedades del
vientre. ¿Pero cómo puede ser posible esto?”
Esos insensatos no entenderán
que los cuerpos de aquellos que han realizado acciones excelentes, no han sido
engendrados de fluidos impuros. Monjes, esos seres sublimes entran dentro del
vientre de su madre y permanecen dentro de él de la mejor forma. [88] Los
bodhisatvas nacen en el mundo de los humanos debido a su amor y compasión hacia
los seres, puesto que los dioses no giran la rueda del Dharma. ¿Por qué esto es
así? Ananda, es porque de otro modo los seres se desanimarían pensando: “El
Bhagavan, el Tathagata, el Digno de Ofrendas[4], el Buda
Perfecto y Completo es un dios; nosotros solo somos seres humanos, y por tanto
somos incapaces de alcanzar ese estado.”
A esos seres insensatos, a
esos ladrones del Dharma, no se les ocurrirá pensar: “Este ser es inconcebible,
y nosotros somos incapaces de comprenderlo.” Ananda, esa gente del futuro
tampoco creerá en los milagros del Buda, mucho menos en las manifestaciones del
poder sobrenatural del bodhisatva como el bodhisatva Tathagata. Ananda, esos
seres necios estarán deseosos de riquezas, respeto, y alabanzas. Se hundirán en
la suciedad, y estarán dominados por su ansia de honores, de modo tal que estos
seres insensatos abandonarán completamente las enseñanzas del Buda. ¡Considera
cuanta cantidad de acciones negativas acumularán!”
Ananda dijo: “Bhagavan,
¿Realmente en el futuro habrá monjes que rechacen las enseñanzas de este Sutra
excelente, y que incluso hablen contra él?”
Y el Bhagavan respondió:
“Ananda, esos hombres aparecerán; no solo habrá hombres que rechazarán este
Sutra y que hablarán contra él, sino que también habrá monjes que realizarán
muchas acciones negativas, y que dejen de lado sus obligaciones como monjes.”
Entonces Ananda preguntó:
“Bhagavan, ¿Cuál será el destino de esos hombre sin virtud? ¿Qué será de ellos
en el futuro?”
El Bhagavan respondió: “Ellos
compartirán el destino de aquellos que denigran la Iluminación del Buda, y de
aquellos que insultan y difaman a los Budas, los Bhagavanes, del pasado,
presente, y futuro.” [89]
Entonces el Venerable Ananda tembló
y se le erizaron los cabellos, exclamando: “¡Homenaje al Buda!”; y dijo al
Bhagavan: “¡Bhagavan, cuando oigo hablar de las conductas de esos hombres
depravados, casi que me desmayo!”
Entonces el Bhagavan explicó:
“Ananda, puesto que la conducta de esos hombres no es correcta, ellos sufrirán
el destino de aquellos cuya conducta es inapropiada; ellos caerán en el gran
infierno del Avici. ¿Y por qué esto? Ananda, hay algunos monjes, monjas,
laicos, y laicas, que no se sienten inspirados cuando oyen Sutras como este.
Ellos no creen en estos Sutras y los rechazan. Tan pronto como mueran, ellos
serán arrojados dentro del gran infierno del Avici.
Ananda, uno nunca debería de
intentar medir a los Tathagatas. ¿Por qué? Ananda, el Tathagata es
inmensurable, profundo, vasto, y difícil de entender.
Ananda, cuando algunos seres
oyen Sutras como este, se sienten alegres, se deleitan, y llenan de fe. Tales seres
obtendrán grandes beneficios. Sus vidas humanas serán significativas y
fructíferas; su conducta es excelente y
ellos solo prestarán atención a aquello que es esencial. Evitarán los tres
destinos desafortunados, y pronto llegarán a ser hijos del Tathagata,
obteniendo aquello que desean. La adquisición de la fe será fructífera para
ellos, y ellos compartirán apropiadamente lo producido por la tierra. Ellos
creerán francamente en los seres nobles, y cortando las cadenas de los Maras,
cruzarán los desiertos de la existencia
cíclica, y eliminarán las espinas del sufrimiento. Alcanzarán un lugar de
alegría suprema, y tomarán refugio de forma genuina. Como objetos apropiados
para la generosidad de otros, serán dignos de recibir ofrendas. Ananda, estos
seres aparecen en el mundo raramente, y cuando están aquí son recipientes
adecuados para la generosidad. ¿Por qué? Porque ellos tienen fe en las
enseñanzas de los Tathagatas, las cuales no son acordes con las convenciones
mundanas.
Ananda, esos seres no están
manchados por la menor ausencia de virtud. [90]
Ananda, esos seres no son
compañeros que hayan sido amigos míos solo durante unas pocas vidas. ¿Y por qué
es esto? Algunos, Ananda, están complacidos y deleitados oyéndome, pero no me
ven. Otros están complacidos y deleitados viéndome y oyéndome. Ananda, en
cualquier caso, cuando los seres están complacidos y deleitados viéndome u
oyéndome, puedes estar seguro de que
ellos son amigos que me han acompañado a lo largo de múltiples vidas. El
Tathagata los ve, y el Tathagata los liberará, el Tathagata a quien ellos han
ido a por refugio. Tienen las mismas cualidades que el Tathagata y han sido
aceptados por el Tathagata.
Ananda, anteriormente, cuando
yo practicaba la conducta del bodhisatva, yo di seguridad a quienes llegaron a
mi presencia desesperados y acosados por el miedo, pidiendo protección para sus
miedos. Por tanto, ahora que he
alcanzado la insuperable, perfecta, y completa budeidad, ciertamente
haré lo mismo.
Ananda, esfuérzate en la fe;
esto es a lo que te urge el Tathagata.
Ananda, todo lo que tú tienes que hacer lo ha hecho ya el Tathagata; y el
Tathagata se ha sacado la espina del orgullo.
Ananda, si una persona está
deseando viajar durante cientos de kilómetros solo para recibir noticias de un
amigo, y se encuentra deleitado al oír esas noticias, entonces ¿Cómo se
sentiría si realmente se encontrara con ese amigo? Quien confía en mí, y
acumula raíces de virtud, será reconocido por los Tathagatas del futuro, los
Budas perfectos y completos, quienes pensarán: “Estos seres son los viejos
amigos de los Tathagatas. También son amigos nuestros.” Piensa así y tus deseos
se verán colmados.
Ananda, considera un hombre
que es fuerte y bien considerado, pero que tiene un solo hijo. Bien, si ese
padre tiene muchos amigos, incluso aunque él muera, los amigos del padre lo
aceptarán y no lo rechazarán. Ananda, de la misma forma, a quien tiene fe en
mí, yo lo aceptaré como amigo. Tomará refugio en mí. El Tathagata tiene muchos
amigos, y a esos amigos del Tathagata que dicen la verdad y no cuentan
mentiras; yo los confío a los Tathagatas del futuro, los Arhats, los Budas
perfectos y completos, de forma que ellos alcancen la Iluminación. Ananda,
esfuérzate en la fe, esto es lo que yo recomiendo.”
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