sábado, 13 de enero de 2018

Sutra del Desarrollo de la actividad completa (Lalitavistara) Capítulo 7 El nacimiento-Primera parte.

Monjes, cuando pasaron diez meses lunares, y había llegado la noche del nacimiento del bodhisatva, aparecieron treinta y dos signos precursores en el palacio. ¿Cuáles eran estos treinta y dos signos? Todas las flores hincharon sus yemas y florecieron. En los estanques, los lotos azules, amarillos, rojos, y blancos hincharon sus yemas, y abrieron sus flores. En los jardines surgieron árboles frutales y florales nuevos, los cuales también florecieron. Aparecieron ocho árboles de joyas y emergieron veinte tesoros de la tierra, y se quedaron sobre el terreno. Dentro de los apartamentos de las mujeres brotaron ramas enjoyadas. Brotaron arroyos de aguas calientes y frías, perfumadas con dulces fragancias. Desde las estribaciones del Himalaya los cachorros de león encontraron el camino hasta la ciudad de Kapilavastu, y después de circunvalar la ciudad por tres veces, entonces se acercaron a descansar a las puertas de la ciudad, sin hacer nada a nadie. Llegaron quinientos elefantes jóvenes de color blanco que tocaron los pies del rey Suddhodana con la punta de su trompa, y entonces se quedaron cerca de él. Dioses niños llevando pañales, [77] fueron vistos balanceándose de un lado a otro en las habitaciones del séquito femenino de la reina del Rey Suddhodana.
Diez mil vasijas llenas de agua fueron vistas formando un anillo en torno a la gran ciudad de Kapilavastu. Las hijas de los nagas aparecieron suspendidas en la expansión del cielo, mostrando la mitad superior de sus cuerpos, y portando diversas ofrendas. También aparecieron en el cielo las hijas de los dioses, inmóviles y esperando; en el cielo fueron vistas diez mil jóvenes diosas, que portaban abanicos hechos con plumas de pavo real; también había diez mil diosas que portaban sobre sus cabezas vasos dorados de agua perfumada; diez mil diosas que llevaban parasoles, banderas, y estandartes; y cientos de miles de diosas sosteniendo conchas y tambores, con tambores de mano colgando de sus cuellos.
Los vientos se calmaron y dejaron de soplar. Los ríos y arroyos detuvieron su curso. La Luna, el Sol, los carros celestiales, los planetas, y las estrellas, todos permanecieron quietos. Apareció la constelación de Pusya. El palacio del rey Suddhodana apareció adornado por una red de joyas, y los fuegos de palacio se apagaron. Aparecieron perlas y piedras preciosas decorando los palacios, galerías, terrazas, y portales. Las puertas de las tiendas que trataban en paños blancos, y las que comerciaban con diversas cosas preciosas, todas ellas permanecieron abiertas. Cesaron los graznidos de los cuervos, búhos, y buitres; los aullidos de los lobos y chacales se acallaron; y solo se oían los sonidos más placenteros. Todas las labores de los hombres hicieron alto. El terreno se niveló sin que quedaran hoyos ni desniveles; todos los cruces de camino, plazas públicas, calles, y mercados quedaron tan lisos como la palma de una mano, y  cubiertos de pétalos de flores. Todas las mujeres preñadas alumbraron a sus hijos sin dificultad. Los dioses del bosque de árboles de sāla fueron vistos en medio de las hojas de los árboles, revelando la parte superior de sus cuerpos, y se quedaron allí, postrándose. Estos fueron los treinta y dos signos precursores. [78]

A través del poder del bodhisatva, la reina Māyā supo que la hora del nacimiento del bodhisatva estaba a punto de llegar, y a primera hora de la noche fue a buscar al Rey Suddhodana, y dijo lo siguiente:

“Señor, por favor, escucha lo que estoy pensando.
Desde hace mucho tiempo yo he estado pensando en el jardín de recreo;
Pero ahora yo deseo ir al jardín, si ello
No te causa desagrado, miedo, apuro, o pesar.

Tus pensamientos de han vuelto hacia el Dharma, y has practicado austeridades;
Por mi parte, yo he llevado dentro a un ser puro durante mucho tiempo,
Los sālas, los más hermosos de los árboles, están cubiertos de flores,
¡Oh, Rey! Es el momento para ir al jardín de recreo.

La primavera, la estación más hermosa, es una época deliciosa para las mujeres;
Las llamadas de los cucos y pavos reales resuenan en medio de los bosques,
Y la fragancia fresca de muy diversas flores vuela en todas partes.
¡Por favor, te ruego que des la orden de partir sin demora!

El más poderoso de los reyes quedó complacido al oír estas palabras de Māyādevī;
Y entonces dijo a su séquito, lleno de alegría:
“¡Preparad los caballos, elefantes, y carretas!
¡Preparad y decorad el Jardín de Lumbini, el jardín de belleza más excelente!

Preparad veinte mil elefantes
De color azul oscuro como las montañas o las nubes de tormenta. [79]
Cubridlos con redes de perlas y oro, y colgad pequeñas campanillas
A los flancos del rey de los elefantes de seis colmillos.

Preparad veinte mil caballos tan blancos como la nieve,
Como la plata, con bellas crines plateadas.
Adornad sus flancos con redes doradas, de las que cuelguen campanillas.
Las monturas del rey son ligeras y rápidas como el viento.

Reunid rápidamente a veinte mil bravos guerreros,
Héroes que anhelan el campo de batalla y el combate.
Que empuñen sus espadas, arcos, flechas, y jabalinas.
Que guarden a Māyā y a su séquito, con el más profundo respeto.

Engalanad el Jardín de Lumbini con adornos dorados y perlas,
Atad muchos estandartes rojos a los árboles,
Y plantad flores por todos lados; arreglad todo
Hasta que el Jardín de Lumbini sea como el jardín de los dioses.

Los asistentes prepararon rápidamente las monturas, y decoraron el Jardín de Lumbini;
Tan pronto como estuvo hecho, todos ellos exclamaron:
“¡Victoria, victoria, Oh Príncipe de los Hombres, que vivas por siempre!
Todo ha sido hecho tal como ordenaste, ¡Mira, Oh Señor, ha llegado la hora!

Con una mente alegre, el Príncipe de los Hombres,
Entró en el palacio y dijo a las mujeres:
“A aquellas de vosotras para quienes soy querido y deseáis complacerme,
Haced tal como os digo, y adornaros bien. [80]

Os ruego que os vistáis alegremente,
Perfumad con las más dulces esencias vuestras ropas de alegres colores,
Suaves y hermosos. Adornaros, con collares de perlas cubriendo vuestros pechos,
Mostrad hoy el esplendor de vuestros adornos.

Preparad los tambores y laudes, las flautas, arpas, y panderetas;
Y cien mil instrumentos deliciosos.
Mejorad la alegría de las hijas de los dioses.
¡Que puedan los más dulces sonidos encantar a los propios dioses!

Que la Reina Māyā vaya sola
En el mejor de los carruajes, conducido por jóvenes mujeres de rango;
Que ningún otro hombre o mujer vaya en él;
Que no se oiga nada desagradable o discordante.”

Entonces Māyādevī dejó el palacio y se dirigió a la puerta del rey,
Cuando llegó, los caballos, elefantes, carros, soldados de infantería,
Todos ellos lanzaron un rugido glorioso que era como un mar embravecido,
Y cientos de miles de campanillas sonaron como signo de bendición.

El mismo rey decoró
El carruaje resplandeciente.
Mientras miles de dioses
Preparaban el trono.

Los árboles ornamentales estaban cubiertos de hojas y flores,
Los pavos reales, grullas, y gansos graznaban alegremente; [81]
Había parasoles, estandartes, y banderas por todas partes,
Las hijas de los dioses observaban el carruaje cubierto con sedas,

Cuando Māyā estuvo sentada en el trono de león,
Ellas cantaron bellas melodías celestiales de alabanza.
La tierra en los tres millones de mundos tembló de seis formas diferentes;
Y los dioses ondularon pañuelos y esparcieron una lluvia de flores.

Hoy nacerá en el Jardín de Lumbini el Más Grande de los Hombres;
Los Cuatro Guardianes del Mundo tiran del carruaje; el propio Indra,
El Señor del Cielo de los Treinta y Tres[1] , purifica el camino; mientras Brahma,
Marcha en cabeza apartando a los incontrolados, y cien mil dioses se postran respetuosamente con las manos juntas.

El rey ve todo esto satisfecho, pensando: “Alguien a quien honran así
Los Cuatro Guardianes del Mundo, Brahma y los dioses, e Indra, seguramente será un Buda.
Ningún otro en los tres mundos puede soportar ese honor, rompería en pedazos;
Se rompería su cabeza, perdería su vida,
Pero quien está por encima de los dioses puede aceptar todos los honores.”

Monjes, Māyādevī partió desde las puertas de palacio rodeada por los 84.000 carruajes tirados por caballos, por 84.000 palanquines portados por elefantes, cubiertos por ornamentos de todo tipo, [82] y 84.000 bravos soldados de infantería portando escudos y sólidas y vistosas armaduras la guardaban. Sesenta mil mujeres del clan de los Sakya caminaban ante ella, y a su lado iban cuarenta mil de hombres del clan Sakya, parientes del Rey Suddhodana, viejos, jóvenes, y de mediana edad. Sesenta mil mujeres de las habitaciones internas del palacio real la rodeaban con cantos y música, empleando toda clase de instrumentos. La escoltaban 84.000 hijas de los dioses, y también 84.000 hijas de los nagas, 84.000 hijas de los gandharvas, 84.000 hijas de los kinnara, y 84.000 hijas de los asuras todas ellas bellamente adornadas, cantando alabanzas con voces melodiosas.

Todo el Jardín de Lumbini, el más bello de los jardines, estaba rociado con agua perfumada y lleno de flores celestiales. Cada árbol de esa arboleda perfecta tenía hojas, flores, y frutos. Los dioses lo habían decorado a la perfección, lo mismo que hacen con el Jardín de Misraka.

Bajando del más hermoso de los carruajes, Māyādevī entró en el Jardín de Lumbini rodeada por las hijas de los hombres y de los dioses; pasando de arboleda en arboleda, miraba un árbol tras otro, hasta que llegó bajo una higuera[2], la más bella de todas. Sus ramas bien proporcionadas estaban cubiertas con hojas y brotes brillantes, y también con flores celestiales y terrenales. Este árbol emitía el más dulce de los perfumes, y sus ramas estaban ricamente decoradas con tejidos de todos los colores. Centelleaba con la luz de muchas gemas y joyas, ya que sus raíces, tronco, sus gráciles ramas, e incluso sus hojas estaban adornadas con joyas. Sus ramas eran largas y se difundían ocupando un gran espacio. En el punto en el que el árbol enraizaba, la tierra estaba llana como la palma de una mano, y rodeada de hierba tan verde como el cuello de un pavo real, la cual era tan suave al tacto como una prenda de tejido de kācalindi.
Todas las madres de los Conquistadores del pasado se habían apoyado contra este árbol; y los dioses, de forma bella y perfectamente pura, lo habían alabado en canciones. [83] Cientos de miles de dioses de los cielos de las moradas puras[3], de mente calmada, postraron sus cabezas de cabellos plateados y coronadas con diademas ante este árbol para honrarlo. Ahora la reina y su séquito se habían acercado a esta higuera pura e inmaculada.

Cuando Māyādevī se aproximó, a través del poder del glorioso bodhisatva, la higuera se postró ante ella saludándola. Māyādevī elevó su brazo derecho, brillando como la luz de un relámpago en el cielo, y cogió una rama de la higuera para aguantar su peso. Estirándose, ella miró a la amplia extensión del cielo. Sesenta mil doncellas celestiales de los cielos del Reino del Deseo vinieron cerca de ella para servirla y formar una guardia de honor en torno a ella.
En aquel momento se produjeron manifestaciones milagrosas como las que había sucedido cuando el bodhisatva entró en el vientre de su madre. Había llegado el final de los diez meses lunares, y entonces nació el bodhisatva surgiendo del lado derecho del vientre, sin ser mancillado por la suciedad del vientre, poseyendo una memoria y sabiduría plena. No puede decirse esto de ningún otro.

Monjes, en ese mismo instante, Sakra, el jefe de los dioses; y Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, comparecieron ante el bodhisatva. Como ellos lo recordaban y sabían quién era, sintiendo una profunda reverencia y respeto hacia la tierna forma del bodhisatva, envolvieron al bodhisatva en un tejido de seda celestial con hilos de oro y plata, y lo sostuvieron en sus brazos.
Entonces, Brahma y los dioses del Cielo de Brahma cogieron la morada de joyas en la que el bodhisatva había residido mientras permaneció en el vientre de su madre, y lo llevaron hacia el Cielo de Brahma, construyendo una caitya para encerrarlo, y rendirle homenaje. Así pues, el bodhisatva fue recibido en primer lugar por los dioses, antes de que fuera tocado por los humanos.
Tan pronto como nació, el bodhisatva descendió a la tierra; y desde el interior de la tierra surgió un gran loto para recibirlo. Los reyes nagas Nanda y Upananda mostraron la parte superior de sus cuerpos en la gran expansión del cielo, haciendo que manaran dos corrientes de agua, una caliente y otra fría, para bañar al bodhisatva; [84] y a continuación Sakra, Brahma,  los Guardianes del Mundo, y cientos de miles de dioses bañaron al bodhisatva, lo rociaron con agua perfumada y esparcieron pétalos de flores sobre él.
En el aire aparecieron un parasol enjoyado y dos abanicos encima del bodhisatva, quien permanecía sobre un gran loto contemplando las diez direcciones con la mirada de un león, con la mirada de un gran ser.

Oh, monjes, el bodhisatva miró con el ojo divino surgido de la maduración completa de las raíces de virtud acumuladas previamente. Con el ojo divino sin obstrucciones él vio completamente los tres mil millones de mundos, con sus ciudades y aldeas, sus provincias, capitales, y reinos, y también a todos los hombres y dioses. El conocía perfectamente el pensamiento y la conducta de todos los seres; y conociéndolos, vio que no había nadie comparable a él en el gran macrocosmos de tres millones de mundos en conducta virtuosa, disciplina, absorción meditativa, y sabiduría.

Lo mismo que un león sin temor, el bodhisatva recordó el pensamiento de bondad que está libre de ansiedad, aprehensión, o terror. Conociendo los pensamientos y la conducta de todos los seres, el bodhisatva dio por sí mismo siete pasos hacia el este, y dijo: “Yo caminaré al frente de todos los fenómenos que tienen a la virtud como raíz.”
Conforme caminaba, sobre él flotaba un gran parasol blanco y dos abanicos reales; y bajo él surgían lotos en cada sitio en el que posaba el pie.

El bodhisatva dio siete pasos hacia el sur, y dijo: “Yo seré digno de las ofrendas de dioses y hombres.” Dando siete pasos hacia el oeste, como un león bien satisfecho, dijo: “Yo soy el ser supremo en el mundo [85] pues este es mi último nacimiento; yo pondré fin al nacimiento, vejez, enfermedad, y muerte.” Dio siete pasos hacia el norte, y dijo: “Yo seré el inigualado entre los seres.” Dando siete pasos más, miró hacia abajo, y dijo: “Yo destruiré a Māra y su ejército. Apagaré los fuegos del infierno con la lluvia de la gran nube del Dharma, llenando de alegría a los seres infernales.” Dando siete pasos finales, miró hacia arriba, y dijo: “Todos los seres me mirarán.”

Puesto que el bodhisatva habló de este modo, sus palabras fueron oídas inmediatamente a través de todo el gran macrocosmos de tres millones de mundos. Tal era la naturaleza de la sabiduría primordial, nacida de la maduración de las acciones previas del bodhisatva. Siempre que un bodhisatva nace en su última existencia, cuando despierta a la insuperable y completa iluminación de un Buda, tienen lugar diversas manifestaciones milagrosas.

Monjes, en aquel tiempo todos los seres estaban tan deleitados que los bellos de sus cuerpos se erizaron de placer. También hubo un aterrador terremoto, el cual hizo que sus cabellos se irguieran; los címbalos y los instrumentos de dioses y hombres sonaron sin que nadie los tocara. En aquel tiempo, en todo aquel gran macrocosmos, todos los árboles florecieron y dieron fruto, aunque no fuera la estación. De la expansión del cielo puro se oyó el sonido de un trueno, y de un cielo sin nubes los dioses hicieron que cayera una fina lluvia mezclada con flores celestiales coloreadas, paños, ornamentos, y polvos de incienso. Comenzaron a soplar vientos suaves y fragantes, deliciosos y refrescantes. Todos los lugares tenían una apariencia serena y luminosa, libres de la oscuridad, polvo, humo, y niebla.
Los grandes sonidos del Cielo de Brahma, dulces y prolongados, fueron oídos provenientes de lo alto del cielo. Toda la luz del Sol, la Luna, Sakra, Brahma, y de los Guardianes del Mundo [86] fueron eclipsados por una luz que se difundió a través de los tres millones de mundos, luciendo con cien mil colores, y haciendo que los seres que eran tocados por ella sintieran un gran bienestar, y alegría física y mental. Tan pronto como nació el bodhisatva todos los seres llegaron a llenarse de gozo. Todos ellos quedaron liberados del deseo, odio, e ignorancia; del orgullo, tristeza, depresión, y miedo. Fueron liberados del apego, envidia y codicia; y cesaron todas las acciones contrarias a la virtud. Los enfermos fueron curados, los hambrientos y sedientos no fueron oprimidos más por el hambre y la sed. Aquellos enloquecidos por la bebida perdieron su obsesión. Los locos recuperaron el control de sus sentidos, los ciegos recuperaron la vista, y los sordos pudieron volver a oír. Los mancos y cojos recuperaron unos miembros perfectos; los pobres obtuvieron riquezas; los cautivos recuperaron la libertad. Los seres arrojados en el Infierno de Avici y en otros infiernos fueron aliviados de su sufrimiento y miseria; el sufrimiento de los seres nacidos como animales, tales como el temor a ser devorados por otros, también fue pacificado; y los sufrimientos del hambre y de la sed experimentados por aquellos que habitaban en el Reino de Yāma, el Señor de la Muerte, fueron también pacificados.

El bodhisatva, debido a las acciones puras que él había realizado durante cientos de miríadas de eones, había adquirido la esencia del Dharma; y estaba dotado con una gran diligencia y fuerza. En el momento de su nacimiento, cuando dio los primeros siete pasos, el ya había alcanzado el estado de realidad; por lo tanto, todos los Budas de las diez direcciones, al unísono, dieron al lugar en el que posaba su pie la naturaleza del diamante, pues de otro modo la fuerza de sus pasos provocarían la devastación. Monjes, tal era la extraordinaria fuerza de los primeros pasos del bodhisatva recién nacido.

En aquel tiempo, todo el mundo se llenó de una gran luz brillante, y se oyó en el aire el sonido de cantos y música de danza; de numerosas nubes cayó una profusión de flores, incienso en polvo, perfumes, guirnaldas, perlas, ornamentos, y estandartes. Todos los seres estaban llenos de una alegría perfecta. [87] Esos fueron los grandes eventos que acontecieron cuando el bodhisatva, quien es el más destacado en todos los mundos, nació en este mundo.

Llegado a este punto, el Venerable Ananda, se levantó de su asiento, y colocando su túnica sobre un hombro, con la rodilla derecha en tierra, y las palmas de las manos juntas en dirección al Bhagavan, se postró, y dijo: “El Bhagavan, el Tathagata, es realmente más sorprendente que ningún otro. El bodhisatva posee unas cualidades increíbles, pero, ¿Qué puede decirse de alguien que ha alcanzado la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación de un Buda? ¡Oh, Bhagavan, por tanto yo tomo refugio en el Buda cuatro veces, cinco veces, diez veces, cincuenta veces, cien veces, varios cientos de miles de veces!”

Después de que hubiera hablado de esta manera el Venerable Ananda, el Bhagavan dijo: “Ananda, en el futuro habrá monjes que no han entrenado sus cuerpos, que no han entrenado sus mentes, que no han entrenado su conducta ni su conocimiento. Ignorantes y sin conocimientos, serán orgullosos y arrogantes, disipados y sin autocontrol, envidiosos, llenos de dudas, y carentes de fe. Ellos destacarán como mancillados en medio de los ascetas. Cuando lo oigan, ellos no creerán que la entrada pura del bodhisatva dentro del vientre de su madre fue perfectamente pura. Cuando estén reunidos, ellos se dirán unos a otros: “¡Escuchad todos, escuchad esta tontería! Supuestamente el bodhisatva entró dentro del vientre de su madre, donde él estaba en medio de fluidos impuros. Y sin embargo se dice que ha tenido grandes disfrutes. Además, se dice que cuando él nació, salió del lado derecho de su madre sin ser manchado por ninguna de las suciedades del vientre. ¿Pero cómo puede ser posible esto?”
Esos insensatos no entenderán que los cuerpos de aquellos que han realizado acciones excelentes, no han sido engendrados de fluidos impuros. Monjes, esos seres sublimes entran dentro del vientre de su madre y permanecen dentro de él de la mejor forma. [88] Los bodhisatvas nacen en el mundo de los humanos debido a su amor y compasión hacia los seres, puesto que los dioses no giran la rueda del Dharma. ¿Por qué esto es así? Ananda, es porque de otro modo los seres se desanimarían pensando: “El Bhagavan, el Tathagata, el Digno de Ofrendas[4], el Buda Perfecto y Completo es un dios; nosotros solo somos seres humanos, y por tanto somos incapaces de alcanzar ese estado.”
A esos seres insensatos, a esos ladrones del Dharma, no se les ocurrirá pensar: “Este ser es inconcebible, y nosotros somos incapaces de comprenderlo.” Ananda, esa gente del futuro tampoco creerá en los milagros del Buda, mucho menos en las manifestaciones del poder sobrenatural del bodhisatva como el bodhisatva Tathagata. Ananda, esos seres necios estarán deseosos de riquezas, respeto, y alabanzas. Se hundirán en la suciedad, y estarán dominados por su ansia de honores, de modo tal que estos seres insensatos abandonarán completamente las enseñanzas del Buda. ¡Considera cuanta cantidad de acciones negativas acumularán!”
Ananda dijo: “Bhagavan, ¿Realmente en el futuro habrá monjes que rechacen las enseñanzas de este Sutra excelente, y que incluso hablen contra él?”
Y el Bhagavan respondió: “Ananda, esos hombres aparecerán; no solo habrá hombres que rechazarán este Sutra y que hablarán contra él, sino que también habrá monjes que realizarán muchas acciones negativas, y que dejen de lado sus obligaciones como monjes.”
Entonces Ananda preguntó: “Bhagavan, ¿Cuál será el destino de esos hombre sin virtud? ¿Qué será de ellos en el futuro?”
El Bhagavan respondió: “Ellos compartirán el destino de aquellos que denigran la Iluminación del Buda, y de aquellos que insultan y difaman a los Budas, los Bhagavanes, del pasado, presente, y futuro.” [89]
Entonces el Venerable Ananda tembló y se le erizaron los cabellos, exclamando: “¡Homenaje al Buda!”; y dijo al Bhagavan: “¡Bhagavan, cuando oigo hablar de las conductas de esos hombres depravados, casi que me desmayo!”
Entonces el Bhagavan explicó: “Ananda, puesto que la conducta de esos hombres no es correcta, ellos sufrirán el destino de aquellos cuya conducta es inapropiada; ellos caerán en el gran infierno del Avici. ¿Y por qué esto? Ananda, hay algunos monjes, monjas, laicos, y laicas, que no se sienten inspirados cuando oyen Sutras como este. Ellos no creen en estos Sutras y los rechazan. Tan pronto como mueran, ellos serán arrojados dentro del gran infierno del Avici.
Ananda, uno nunca debería de intentar medir a los Tathagatas. ¿Por qué? Ananda, el Tathagata es inmensurable, profundo, vasto, y difícil de entender.
Ananda, cuando algunos seres oyen Sutras como este, se sienten alegres,  se deleitan, y llenan de fe. Tales seres obtendrán grandes beneficios. Sus vidas humanas serán significativas y fructíferas; su conducta es excelente  y ellos solo prestarán atención a aquello que es esencial. Evitarán los tres destinos desafortunados, y pronto llegarán a ser hijos del Tathagata, obteniendo aquello que desean. La adquisición de la fe será fructífera para ellos, y ellos compartirán apropiadamente lo producido por la tierra. Ellos creerán francamente en los seres nobles, y cortando las cadenas de los Maras, cruzarán  los desiertos de la existencia cíclica, y eliminarán las espinas del sufrimiento. Alcanzarán un lugar de alegría suprema, y tomarán refugio de forma genuina. Como objetos apropiados para la generosidad de otros, serán dignos de recibir ofrendas. Ananda, estos seres aparecen en el mundo raramente, y cuando están aquí son recipientes adecuados para la generosidad. ¿Por qué? Porque ellos tienen fe en las enseñanzas de los Tathagatas, las cuales no son acordes con las convenciones mundanas.
Ananda, esos seres no están manchados por la menor ausencia de virtud. [90]
Ananda, esos seres no son compañeros que hayan sido amigos míos solo durante unas pocas vidas. ¿Y por qué es esto? Algunos, Ananda, están complacidos y deleitados oyéndome, pero no me ven. Otros están complacidos y deleitados viéndome y oyéndome. Ananda, en cualquier caso, cuando los seres están complacidos y deleitados viéndome u oyéndome,  puedes estar seguro de que ellos son amigos que me han acompañado a lo largo de múltiples vidas. El Tathagata los ve, y el Tathagata los liberará, el Tathagata a quien ellos han ido a por refugio. Tienen las mismas cualidades que el Tathagata y han sido aceptados por el Tathagata.
Ananda, anteriormente, cuando yo practicaba la conducta del bodhisatva, yo di seguridad a quienes llegaron a mi presencia desesperados y acosados por el miedo, pidiendo protección para sus miedos. Por tanto, ahora que he  alcanzado la insuperable, perfecta, y completa budeidad, ciertamente haré lo mismo.
Ananda, esfuérzate en la fe; esto es a lo que te urge  el Tathagata. Ananda, todo lo que tú tienes que hacer lo ha hecho ya el Tathagata; y el Tathagata se ha sacado la espina del orgullo.
Ananda, si una persona está deseando viajar durante cientos de kilómetros solo para recibir noticias de un amigo, y se encuentra deleitado al oír esas noticias, entonces ¿Cómo se sentiría si realmente se encontrara con ese amigo? Quien confía en mí, y acumula raíces de virtud, será reconocido por los Tathagatas del futuro, los Budas perfectos y completos, quienes pensarán: “Estos seres son los viejos amigos de los Tathagatas. También son amigos nuestros.” Piensa así y tus deseos se verán colmados.
Ananda, considera un hombre que es fuerte y bien considerado, pero que tiene un solo hijo. Bien, si ese padre tiene muchos amigos, incluso aunque él muera, los amigos del padre lo aceptarán y no lo rechazarán. Ananda, de la misma forma, a quien tiene fe en mí, yo lo aceptaré como amigo. Tomará refugio en mí. El Tathagata tiene muchos amigos, y a esos amigos del Tathagata que dicen la verdad y no cuentan mentiras; yo los confío a los Tathagatas del futuro, los Arhats, los Budas perfectos y completos, de forma que ellos alcancen la Iluminación. Ananda, esfuérzate en la fe, esto es lo que yo recomiendo.”




[1] Tridasa.
[2] Plāksa.
[3] Suddhāvāsa.
[4] Arhat.

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