lunes, 5 de enero de 2015

Jataka Nº 4 El Joven que Vendió un Ratón (Cullaka-Setthi Jataka)

Jataka Nº 4  El Joven que Vendió un Ratón.
CULLAKA-SETTHI JATAKA.
[114] “Con comienzos humildes”. Esta historia fue contada por el Maestro acerca del Mayor llamado Pequeño Caminero[1], mientras estaba en la Arboleda de Mangos de Jivaka, cerca de Rajagraha.  Y aquí pudo darse un relato sobre el nacimiento de Pequeño Caminero.
La tradición nos cuenta que la hija de una rica familia de mercaderes de Rajagraha, sintió una verdadera inclinación a intimar con un esclavo. Sintiéndose alarmada por si su mala conducta llegara a ser conocida, ella le dijo al esclavo: “No podemos seguir viviendo aquí; pues si mi padre o mi madre llegan a conocer esta falta nuestra, nos desmembrarán miembro a miembro”.
Así que con sus pertenencias en las manos, que ellos robaron juntos, salieron por la puerta difícil de abrir, y salieron huyendo, sin importar a donde, para encontrar un refugio lejos del conocimiento de la familia de ella. Entonces ellos se marcharon y vivieron juntos en un cierto lugar, con el resultado de que ella quedó encinta. Y cuando el tiempo de dar a luz se iba acercando, ella dijo a su marido: “Si yo estoy en la labor, lejos de parientes y amigos, eso será un problema para nosotros. Así que volvamos a casa”.
Al principio el estuvo de acuerdo en empezar la marcha hoy, y entonces lo dejó para mañana; y así él fue dejando que los días fueran pasando, hasta que ella pensó para sí: “Este insensato es tan consciente de su gran ofensa, que no se atreve a ir. Los padres de uno son sus mejores amigos, así que tanto que vaya como que quede, yo tengo que ir”. Así que cuando ella partió, puso en orden todas las cosas de su casa, y salió de la casa, diciéndole al vecino de al lado donde iba.
Al volver a casa, y no encontrar a su esposa, pero descubriendo por el vecino que había marchado de la casa, el se apresuró tras ella y la encontró en el camino; y entonces y allí, ella estaba en la labor.
“¿Qué es esto, querida mía?” dijo él.
Yo he dado a luz a un hijo, esposo mío” dijo ella.
De mutuo acuerdo, como la cosa  que ahora había ocurrido era el motivo del viaje, ambos convinieron que no era bueno el hacerlo ahora, y así volvieron de nuevo a su casa. Como su niño había nacido en el camino, lo llamaron Caminero.
[115] No mucho tiempo después, ella volvió a quedar embarazada, y todo sucedió como la vez anterior. Como este segundo hijo también nació en el camino, ellos también lo llamaron Caminero, distinguiendo al más mayor como “Gran Caminero”[2], y al más joven como “Pequeño Caminero”. Entonces, con ambos niños, volvieron a su casa.
Ahora, como ellos estaban viviendo allí, sus niños oyeron a otros niños hablar de sus tíos y abuelos y abuelas, así que ellos preguntaron a sus padres si ellos no tenían familiares como los otros chicos.  “Oh, sí querido” dijo su madre “pero ellos no viven aquí. Tu abuelo es un acaudalado mercader en la ciudad de Rajagraha, y vosotros tenéis muchos familiares allí”.
“¿Por qué no vamos allá, mamá?”
Ella le explicó al muchacho la razón por la que estaban alejados, pero como los niños seguían hablando de esos familiares, ella le dijo a su marido: “Los niños siempre me están dando la lata, ¿Van a comernos mis padres por vernos? Vamos, enseñémosles a los niños la familia de su abuelo.”
“Bien, no me importa llevarlos allá; pero yo realmente no podría encararme con tus padres.”
“De acuerdo, de una forma o de otra, los niños van a ir a ver a  la familia de su abuelo”-dijo ella.
Así que aquellos dos cogieron a sus niños, y yendo por el curso debido hasta Rajagraha, se alojaron en una casa de huéspedes pública, en la puerta de entrada de la ciudad. Entonces, llevando con ellos a los dos niños, la mujer dio a conocer a sus padres la causa de su venida. Los últimos, después de haber oído el mensaje,  mandaron esta respuesta: “En verdad, es raro estar aún sin hijos salvo que uno haya renunciado al mundo en búsqueda del estado de un Arhat. Aún ahora, es tan grande la ofensa de la pareja hacia nosotros, que ellos no pueden comparecer ante nuestra vista. Aquí hay una suma de dinero para ellos: que cojan esto y que vayan a vivir donde quieran. Pero los niños tienen que ser enviados aquí
Entonces la hija del mercader cogió el dinero que le fue enviado de este modo, y despachó a los niños por los mensajeros. De este modo, los niños crecieron en la casa de su abuelo. Pequeño Caminero aún estaba en su tierna infancia, mientras que Gran Caminero solía ir con su abuelo a oír al Buda exponer el Dharma. Y a base de oír constantemente el Dharma de los propios labios del Maestro, el corazón del muchacho ansiaba renunciar al mundo para abrazar la vida de un monje.
Con su permiso” dijo a su abuelo “me gustaría unirme a la Sangha”.
“¿Qué oigo?” gritó el anciano, “Porque me daría una alegría mayor el verte a ti uniéndote a la Sangha, que unirse a ella al mundo entero. Conviértete en un monje, si te sientes capaz.” Y él lo llevó al Maestro.
Bien, mercader” dijo el Maestro, “¿Has traído a tu chico contigo?”
Sí, Señor; este es mi nieto, quien desea unirse a Tu Sangha”.
Entonces el Maestro envió en busca de un mendicante, y le dijo que admitiera al muchacho en la Orden; y el mendicante repitió la fórmula del cuerpo perecedero y admitió al muchacho como novicio. Cuando hubo aprendido de memoria bastantes de las palabras del Buda, y cuando alcanzó la edad suficiente, fue admitido como un monje completo. Entonces él se aplicó con el más fervoroso pensamiento, hasta que alcanzó el estado de un Arhat; y puesto que él pasaba sus días en el disfrute de la Visión Penetrante y de los Senderos, el pensó si no podría impartir la misma felicidad al Pequeño Caminero. Por tanto, fue a su abuelo, el mercader, y le dijo: “Gran mercader, con tu consentimiento, yo admitiré a Pequeño Caminero en la Orden”.
“Te ruego que lo hagas, reverendo señor” fue la contestación.
Entonces el Mayor admitió al joven Pequeño Caminero, y lo estableció en los Diez Preceptos. Pero Pequeño Caminero dio pruebas de ser poco inteligente: en cuatro meses de estudio fracasó en la memorización de esta sola stanza[3].
“¡He aquí el resultado! Como un loto fragante al despuntar el día,
Completamente abierto, con la riqueza virgen de la fragancia,
Que sostiene al Glorioso Buda emitiendo luminosidad,
Del mismo modo en que el cielo sin nubes da soporte al Sol.”

Pues se nos ha dicho, que en la época del Buda Kassapa, este Pequeño Caminero, tras haber alcanzado conocimiento como un monje, se rió mofándose de un monje torpe que estaba aprendiendo un pasaje de memoria. Su burla lo confundió hasta tal extremo, que no pudo aprender ni recitar el pasaje. Y ahora, como consecuencia, una vez que se unió a la Sangha, el mismo probó ser un lerdo. Cada línea nueva que el aprendía, expulsaba de su memoria a la anterior; y ya habían pasado cuatro meses luchando por memorizar esta simple stanza. Su hermano mayor le dijo: “Caminero, tú no eres adecuado para recibir esta Doctrina. En cuatro meses has sido incapaz de aprender una sola stanza. ¿Cómo puedes entonces esperar coronar tu vocación  con el éxito supremo? Abandona el monasterio.” Pero aunque fue expulsado de este modo por su hermano, Pequeño Caminero estaba tan apegado al credo del Buda, que no quería convertirse en un laico.
Ahora, en aquel tiempo, Gran Caminero estaba desempeñando la función de responsable de los suministros y existencias. Y Jivaka Kumarabhacca[4], yendo a su arboleda de mangos con un amplio presente de perfumes y flores para el Maestro, había hecho su ofrenda y escuchado un discurso. Entonces, se levantó de su asiento, se postró ante el Buda, y se dirigió a donde estaba Gran Caminero, y le preguntó:”Venerable señor, ¿Cuántos monjes hay allí con el Maestro?”
Exactamente 500, señor”.
“¿Traerás a los 500 monjes, con el Buda a la cabeza, para comer en mi casa?”
Upasaka, uno de ellos, el llamado Pequeño Caminero, es uno de pocas luces, y no hace progresos en el Dharma” dijo el Mayor, “Acepto la invitación para todos, excepto para él”
[117] Al oír esto, Pequeño Caminero pensó para sí “Al aceptar la invitación para todos esos monjes, el Mayor acepta poniendo mucho cuidado en excluirme. Esto prueba que el afecto de mi hermano hacia mí está muerto. ¿Qué haré con respecto a este Dharma? Me convertiré en un laico y viviré en la práctica de la caridad y de otras acciones virtuosas propias del carácter de un laico.” Y por la mañana temprano se fue, abandonando sus votos, para volver a convertirse en un practicante laico.
Ahora, en el primer comienzo del alba, cuando estaba observando el mundo, el Maestro llego a hacerse consciente de esto, y yendo incluso más rápido de lo que iba Pequeño Caminero, estaba paseando de un lado a otro por el pórtico por el cual salía Pequeño Caminero. Cuando este último salía del edificio, vio al Maestro, y con un saludo fue hacia El.
“¿Dónde vas a estas horas, Pequeño Caminero?” dijo el Maestro.
Mi hermano me ha expulsado de la Sangha de los monjes, Señor; y ahora me voy por ahí
Pequeño Caminero, fue conmigo con quien tomaste tus votos, ¿Por qué no viniste a mí cuando te expulsó tu hermano? Ven, ¿Qué tienes tú que ver con la vida de un laico? Tu pararás conmigo.” Diciendo esto, cogió a Pequeño Caminero, y lo sentó a la puerta de su propia habitación perfumada. Entonces, dándole un paño perfectamente limpio que El había creado sobrenaturalmente, el Maestro dijo: “Ponte frente al Este, y cogiendo en la mano este paño, repite estas palabras: “Eliminación de las impurezas, eliminación de las impurezas”.
Entonces, en el momento indicado, el Maestro, atendido por toda la Sangha, se dirigió a la casa de Jivaka, y se sentó en el asiento que estaba preparado para Él.
Ahora, Pequeño Caminero, con su mirada fija en el Sol, se sentó cogiendo el paño en sus manos, y repitiendo las palabras “Eliminación de las impurezas, eliminación de las impurezas”. Y conforme estaba sujetando con su mano el trozo de paño, este se fue ensuciando. Entonces él pensó: “Hasta ahora mismo, este trozo de paño estaba perfectamente limpio, pero yo, personalmente, he destruido su estado original y lo he hecho sucio. ¡Indudablemente, todas las cosas compuestas son impermanentes!” Y entonces, conforme realizó la Decadencia y la Muerte, alcanzó la Iluminación de un Arhat.
Conociendo que la mente de Pequeño Caminero había obtenido la Iluminación, el Maestro envió hacia él una aparición, y una réplica de Sí Mismo apareció ante él, como si estuviera sentado ante él, y diciendo: “Atiende, Pequeño Caminero, no es que esta pieza de paño se haya ensuciado y manchado con las impurezas; dentro están las impurezas del deseo sensual y otras cosas malas. Elimínalas
Y entonces la aparición pronunció las siguientes stanzas:

“La impureza consiste en el deseo sensual, no en la suciedad;
Y al deseo sensual nosotros lo llamamos la verdadera impureza.
Ciertamente, oh monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el Dharma del Purificado[5].

[118]La impureza consiste en el enfado, no en la suciedad;
Y al enfado nosotros lo llamamos la verdadera impureza.
Ciertamente, oh monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el Dharma del Purificado.

La impureza consiste en la ilusión, no en la suciedad;
Y a la ilusión nosotros la llamados la verdadera impureza.
Ciertamente, oh monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el Dharma del Purificado.”

Tras escuchar el final de estas stanzas, Pequeño Caminero alcanzó el estado de Arhat con las cuatro ramas del conocimiento[6], por medio de las cuales consiguió el conocimiento correcto de todos los textos de las escrituras. La tradición dice, que en edades pasadas, cuando él era un rey, y estaba haciendo una solemne procesión en torno a la ciudad, el secó el sudor de su frente con un paño perfectamente limpio que él llevaba, y así el paño quedó manchado. El pensó: “Es este cuerpo mío el que ha destruido la pureza original y la blancura de este paño; indudablemente, todas las cosas compuestas son impermanentes”. De este modo, el aprehendió la idea de la impermanencia, y por consiguiente llegó a entender que es eliminando las impurezas como lograría su salvación.
Mientras tanto, Jivaka Kumarabhacca ofreció el Agua de la Donación[7], pero el Maestro puso su mano sobre el vaso, diciendo: “Jivaka, ¿No quedan monjes en el monasterio?”
Gran Caminero dijo: “Allí no hay monjes, Reverendo Señor.”
Oh sí, sí que hay, Jivaka” dijo el Maestro.
Ve allí” dijo Jivaka a un sirviente “solo ir allá, y mirar si hay o no hay algún monje en el monasterio”.
En aquel momento, Pequeño Caminero, consciente de que su hermano estaba declarando que no había ningún monje en el monasterio, determinó  mostrarle que estaba, y llenó toda la arboleda de mangos con monjes. Algunos estaban confeccionando hábitos, otros aplicando tinte, mientras que otros estaban recitando las escrituras. Cada uno de los mil monjes que hizo era distinto de los otros.
Encontrando esta multitud de monjes en el monasterio, el hombre retornó, y dijo que toda la arboleda de mangos estaba llena de monjes.
Con respecto al Mayor en el monasterio, el Maestro supo:
“Caminero, se ha multiplicado por mil;
Y espera sentado hasta que se le ordene, en esa agradable arboleda
Entonces el Maestro dijo al hombre: “Ahora da la vuelta, y di: “El Maestro envía en busca de aquel cuyo nombre es Pequeño Caminero”.
Pero cuando el hombre fue y entregó el mensaje, mil bocas contestaron: “¡Yo soy Pequeño Caminero! ¡Yo soy Pequeño Caminero!”
Entonces el hombre volvió contando lo sucedido: “Todos ellos dicen que son Pequeño Caminero, Reverendo Señor”
El Maestro dijo: “Bien, ahora ve, y coge por la mano al primero que diga que es Pequeño Caminero, [119] y todos los demás se desvanecerán.”El hombre hizo tal como le fue ordenado, y los mil monjes se desvanecieron de su vista. El Mayor vino de vuelta con el hombre.
Cuando la comida llegó a su fin, el Maestro dijo: “Jivaka, coge el cuenco de Pequeño Caminero; el te dará las gracias.” Jivaka lo hizo así. Entonces, como un joven león rugiendo desafiante, el Mayor recorrió todos los textos sagrados a través del dar las gracias. Finalmente, el Maestro se levantó de su asiento, y atendido por los miembros de la Sangha, volvió al monasterio; y allí, después de asignar tareas para la Sangha, se levantó de su asiento, y permaneciendo de pie a la puerta de su habitación perfumada, expuso un Sutra a la Sangha. Finalizó con un tema que les dio como meditación, y despidiéndose de los monjes, entró en su habitación perfumada, y se acostó a descansar sobre su lado derecho en la postura del león.
A la tarde, los monjes de hábito anaranjado se reunieron todos juntos, viniendo de todas partes, en el Salón de la Verdad, y cantaron las alabanzas del Maestro; cuando se sentaron parecía como si se hubiera puesto una cortina de color naranja en torno a él. Se decía: “Monjes, Gran Caminero falló en el reconocer la tendencia de Pequeño Caminero, y lo expulsó del monasterio como a un zoquete incapaz de aprender una sola stanza en cuatro meses completos. Pero el Buda Omnisciente, por Su supremacía en la verdad, le otorgó el estado de un Arhat con todo su conocimiento sobrenatural, incluso en el tiempo en el que se estaba preparando una sola comida. Y por ese conocimiento el aprehendió el significado de todos los textos sagrados. ¡Oh, qué grande es el poder de un Buda!”
Ahora, el Bhagavan, conociendo perfectamente bien la conversación que se estaba desarrollando en el Salón de la Verdad, pensó en ir allá para encontrarse con ellos. Así que levantándose de su lecho de Buda, vistió las dos piezas interiores del hábito de color naranja, las ciño a Él como si estuvieran iluminando, se envolvió en su hábito anaranjado, el espacioso hábito de un Buda, y se dirigió hacia el Salón de la Verdad con la gracia infinita de un Buda, moviéndose con la forma de andar del rey de los elefantes en la plenitud de su vigor. Ascendiendo al glorioso trono de Buda, se sentó en el medio del salón resplandeciente, sentado en el medio del trono emitiendo esos seis rayos de colores que son la marca de un Buda-como el Sol nuevamente salido, cuando desde los picos de las Montañas de Yugandhara ilumina las profundidades del océano.
Cuando el Omnisciente llegó al Salón, inmediatamente todos los monjes dejaron de hablar, y guardaron silencio. Mirando a toda la asamblea reunida con amor benevolente, el Maestro pensó para sí: “¡Esta asamblea es perfecta! Ningún hombre es culpable de mover una mano o un pie inadecuadamente, no se oye ni un sonido, ni una tos, ni estornudo. En su reverencia y respeto hacia la majestad y gloria del Buda, ningún hombre osaría a hablar antes de que yo lo haga, incluso aunque yo me sentara en silencio durante toda mi vida. Pero es mi papel empezar, y yo abriré la conversación”
Entonces, con su dulce tono divino, se dirigió a los monjes, y dijo [120] “Os ruego, ¿Cuál es el tema de esta reunión? ¿Cuál era la conversación que quedó interrumpida?”
Señor,” dijeron, “no era un tema baladí, sino que en esta reunión estábamos contando Tus alabanzas.”
Y entonces cuando ellos le contaron palabra por palabra de qué habían estado hablando, el Maestro dijo: “Monjes, a través de mí, para Pequeño Caminero han surgido ahora grandes cosas en el Dharma; en el pasado para él surgieron grandes cosas en forma de riqueza-pero igualmente a través de mí.”
Los monjes pidieron al Maestro que les explicara esto, y el Bhagavan dejó claro con estas palabras una cosa que en sucesivas existencias había estado oculta para ellos:

“Una vez, cuando Brahmadatta estaba reinado en Benarés, en Kasi, el Bodhisattva había nacido en la familia del Tesorero, y cuando creció, fue hecho Tesorero, siendo conocido como el Tesorero Pequeño. Era un hombre sabio e inteligente, con un buen ojo para los signos y augurios. Un día, mientras iba de camino para tener audiencia con el rey, llegó a donde se encontraba un ratón muerto, que estaba tirado en la carretera; y tomando nota de la posición de las estrellas en aquel preciso momento, dijo: “Cualquier joven honrado y con buen juicio solo tiene que coger este ratón, y puede comenzar un negocio y mantener a una esposa.”
Estas palabras fueron oídas por un joven de buena familia, pero venida a menos, el cual se dijo a sí mismo: “Este es un hombre que siempre tiene una razón para lo que dice.” Y actuando de forma acorde, cogió el ratón, el cual vendió por unos céntimos a un tabernero, para su gato.
Con esos céntimos compró melaza, y cogió agua potable en un jarro. Cuando los jardineros venían de retorno del bosque, el dio a cada uno una pequeña cantidad de melaza, y les dio agua. Cada uno de ellos le dio un puñado de flores, con las ganancias de las cuales, al día siguiente volvió de nuevo a los campos de flores con más melaza, y con un jarro de agua. Ese día, los jardineros le dieron antes de irse, plantas floridas que tenían aún la mitad de las flores en ellas; y así en un momento obtuvo ocho monedas.
Más tarde, en un día de lluvia y viento, la fuerza del viento hizo caer gran cantidad de ramas rotas y de hojas en el jardín de disfrute del rey, y el jardinero no veía la forma de quitarlas de allí. [121] Entonces llegó el joven con la oferta de quitárselo todo de allí, si es que la madera y las hojas pudieran ser suyas. El jardinero aceptó la oferta en el mismo momento. Entonces este capaz discípulo del Tesorero Pequeño se dirigió hacia el lugar de juegos de los niños, y en un momento, a cambio de un poco de melaza, los tenía a todos ellos cogiendo todos los palos y las hojas, los cuales amontonaron en una pila a la entrada del jardín de placer.
Justamente entonces, el alfarero del rey estaba buscando combustible para cocer los boles para el palacio, y llegando hasta ese montón, se lo quitó todo de las manos. Por esta venta de la madera, el aventajado discípulo del Tesorero Pequeño, obtuvo dieciséis monedas, y también cinco boles y otros vasos.
Ahora que tenía veinticuatro monedas, se le ocurrió un plan. Se dirigió a las cercanías de la puerta de la ciudad con una jarra llena de agua, y asistió a 500 segadores llevándoles agua para beber. Ellos dijeron: “Amigo, nos has hecho mucho bien. ¿Qué podemos hacer por ti?”
“¡Oh! Os lo diré cuando necesite vuestra ayuda” dijo el joven; y conforme retornaba, en el camino de vuelta trabó amistad con dos comerciantes, uno que comerciaba por tierra, y otro por el mar. El primero de ellos le dijo: “Mañana vendrá a la ciudad un tratante de caballos, con 500 caballos para vender.” Tras oír esta noticia, dijo a los segadores: “Quiero que cada uno de vosotros me traiga hoy a casa un haz de hierba, y que no vendáis la vuestra hasta que yo haya vendido la mía.”  “Tenlo seguro” dijeron ellos, y le trajeron los 500 haces de hierba a su casa. Al ser incapaz de encontrar hierba en ningún otro sitio, el tratante de caballos compró la hierba de nuestro amigo por 1000 monedas.
Solo unos pocos días después, su amigo comerciante marítimo vino a darle la noticia de que un gran barco había atracado en el puerto, y entonces se le ocurrió otro plan. Por ocho monedas alquiló un hermoso carruaje bien arreglado, el cual había comprometido a devolver en una hora, y con un gran donaire bajó hacia el puerto. Tras haber comprado a crédito el barco y la mercancía del barco, dejando como garantía  su sello personal, metió toda la mercancía en pabellón, y le dijo a su gente que él estaría sentado dentro.  Les dijo: “Cuando los mercaderes vengan, dejadles pasar en tres tandas sucesivas a mi presencia.”
[122] Habiendo oído que había llegado un barco al puerto, unos cien mercaderes vinieron a comprar la mercancía; solo se les dijo que no podían acceder a ella porque un gran mercader había hecho ya un pago a cuenta. Entonces todos ellos fueron a donde estaba el joven; y los que actuaban como porteros sin gran diligencia, los anunciaron en tres tandas sucesivas, tal como había estado arreglado de antemano. Cada uno de los comerciantes por separado le dio 1000 monedas de oro para comprar una parte del barco, y entonces cada uno de  los cien comerciantes puso otras mil piezas de oro para comprar la parte de él. Así fue, que este discípulo aventajado del Tesorero Pequeño retornó a Benarés con 200.000 piezas de oro.
Actuando con un deseo de mostrar su gratitud, fue con 100.000 piezas de oro a llamar y dárselas al Tesorero Pequeño. “¿Cómo te hiciste con toda esta riqueza?” preguntó Tesorero Pequeño.
El joven respondió: “En solo cuatro meses, simplemente siguiendo tu consejo.” Y le contó toda la historia, comenzando con el ratón muerto. El Gran Señor, el Tesorero Pequeño pensó después de haber oído todo esto: “Tengo que ver que un joven de estas cualidades no caiga en las manos de cualquier otro.” Así que el casó al joven con su propia hija, y puso todos los intereses familiares en las manos del joven. Y a la muerte de Tesorero Pequeño, el se convirtió en el Tesorero en esa ciudad.  Y el Bodhisattva murió, recibiendo de acuerdo a sus merecimientos.”

[123] Terminada esta lección, el Buda Supremo, el Omnisciente, repitió esta stanza:
Con el más humilde comienzo y el insignificante capital
De una musaraña, un hombre capaz alcanzará la riqueza,
Como si su respiración alimentara una pequeña llama.”

El Bhagavan también dijo: “Es a través de mí, monjes, que Pequeño Caminero ha alcanzado ahora a grandes cosas en el Dharma; como en tiempos pasados llegó a grandes cosas en el camino de la riqueza.” Su lección acabó así; y el Maestro mostró la conexión entre las dos historias que había contado, e identificó el nacimiento con estas palabras concluyentes: “Pequeño Caminero fue en aquellos tiempos el discípulo de Tesorero Pequeño, y yo mismo fui el Gran Señor Tesorero Pequeño.”




[1] Chudapanthaka.
[2] Mahapanthaka.
[3] Composición en verso, con cuatro versos por estrofa.
[4] Jivaka, el hijo adoptivo del príncipe.
[5] El Buda, que logrado la purificación de todas las manchas, las cuales son adventicias.
[6] Las cuatro ramas del conocimiento son: 1) comprensión del significado de las escrituras, 2) comprensión de su verdad ética, 3) la habilidad para justificar la interpretación gramatical, lógica, etc., 4) la habilidad para exponerlo públicamente.
[7] Cuando se hacía un regalo, el donante derramaba agua sobre la mano del receptor de la donación; el regalo hecho por Jivaka era la comida ofrecida a la Sangha. 

sábado, 3 de enero de 2015

Jataka Nº 2 Cavando un Pozo Incansablemente.

Jataka Nº 2  Cavando un Pozo  de Forma Incansable.

Vannupatha Jataka.

 

“Incansablemente, ellos cavaron hondo” – Este discurso fue pronunciado por el Bhagavan mientras estaba residiendo en Savatthi. 

¿Acerca de quién? Os preguntaréis.

Acerca de un monje que abandonó la perseverancia.

La tradición dice, que mientras el Buda estaba residiendo en Savatthi, llegó a Jetavana[1] un vástago de una familia de Savatthi, quien, tras oír un discurso dado por el Maestro, realizó que la lujuria genera sufrimiento, y fue admitido en el primer nivel de la Comunidad[2]. Después de que hubieran pasado cinco años preparándose para la completa admisión en la Comunidad de los monjes, una vez que él hubo aprendido dos resúmenes, y se había entrenado en los métodos de la Visión Penetrante, el obtuvo del Maestro un tema de meditación el cual comentó para él. Retirándose a un bosque, el pasó allí la estación de las lluvias; pero por todo el esfuerzo de esos tres meses no pudo tener ni tan siquiera un vislumbre o un indicio de sabiduría. Así que él pensó en volver a Él: “El Maestro dijo que hay cuatro tipos de hombres, y yo tengo que pertenecer a la clase más inferior de todas; en este nacimiento, pienso yo, no hay para mí ni Sendero, ni Fruto. ¿Qué bien habrá con que yo viva en el bosque?  Yo volveré al Maestro, y pasaré mi vida disfrutando las bendiciones de la presencia del Buda, y escuchando sus dulces enseñanzas”. Y entonces volvió a Jetavana.

Ahora, sus amigos e íntimos le dijeron: “Señor, tú fuiste quien obtuvo del Maestro un tema para la meditación, y partiste para vivir la vida solitaria de un sabio. No obstante, tú has vuelto de nuevo aquí, viniendo a disfrutar de la amistad. ¿Puede ser que hayas logrado el culmen de la vocación de un monje, y que ya no volverás a renacer nunca más?”

El respondió: “Señores, como yo no logré ni el Sendero, ni el Fruto, sentí que mi esfuerzo era inútil, así que he abandonado el perseverar, y he vuelto”.

Ellos el respondieron: “Te has equivocado, Señor, al mostrarte pusilánime cuando te has dedicado a la Doctrina del Maestro Intrépido. [107] Ven, pongamos esto tuyo en conocimiento del Buda.” Y lo llevaron con ellos ante el Maestro.

Cuando el Maestro fue consciente de su llegada, dijo: “Monjes, vosotros traéis a este monje en contra de su voluntad, ¿Qué ha hecho?”

Los monjes dijeron: “Señor, después de haberse dedicado por completo a la Verdadera Doctrina, este monje ha abandonado el perseverar en la vida solitaria de un sabio, y ha vuelto”

Entonces el Maestro le dijo:” ¿Es cierto, como ellos dicen, que tú, monje, has abandonado la perseverancia? “

El monje respondió: “Es verdad, Bhagavan

El Buda dijo: “¿Pero cómo es eso, que después de haberte dedicado a esa Doctrina, tu, oh monje, no te muestres como un hombre con pocos deseos, contentado, solitario, y determinado, y que en vez de ello seas un hombre falto de perseverancia? ¿No fuiste tú quien fue tan resuelto en días pasados? ¿No fue por tu esfuerzo, gracias a tu perseverancia, por lo que en un desierto de arena, los hombres y los bueyes pertenecientes a una caravana de quinientos carros tuvieron agua y fueron animados? ¿Y cómo es que ahora, tú estás abandonando?”

Tras haber oído estas palabras, los monjes preguntaron al Bhagavan, diciendo: “Señor, la actual pusilanimidad de este monje está clara para nosotros; pero para nosotros está escondido el conocimiento de cómo, por la perseverancia de este hombre solo, los hombres y los bueyes tuvieron agua en un desierto arenoso, y fueron animados. Esto es conocido solo pata Ti, que eres omnisciente; Te rogamos que nos lo cuentes

El Bhagavan dijo: “Entonces, monjes, escuchad con atención”. Y después de haber excitado su atención, El hizo claro aquello que en aquel renacimiento había tenido que ver con ellos.

 

 

“Una vez, cuando Brahmadatta era rey en Benarés, en Kasi, el Bodhisattva había renacido en una familia de mercaderes. Cuando fue creciendo, solía viajar para comerciar llevando quinientos carros. En una ocasión llegó a un desierto arenoso de sesenta leguas de ancho, y la arena era tan fina que cuando era cogida, caía al suelo escurriéndose entre los dedos con puño cerrado. Tan pronto como el Sol se levantaba, la arena se iba calentando y era como una cama de ascuas de carbón, y nadie podía caminar sobre ella. Adecuándose a ello, quienes lo atravesaban hacían provisión de leña para el fuego, agua, aceite, arroz y demás, en sus carros; y solo viajaban durante la noche. Al amanecer solían disponer sus carros formando un círculo para protegerse, con un toldo desplegado por encima, y después de una temprana comida, solían sentase a la sombra durante todo el día. Cuando el Sol se iba poniendo, hacían su comida de la tarde; y tan pronto como el suelo se enfriaba, solían uncir sus carros, y comenzar la marcha. El viajar a través de este desierto era como estar viajando a través del mar; un llamado “piloto del desierto” tenía que guiarlos a todos ellos orientándose siguiendo las estrellas. [108] Y esta era la forma en la que nuestros mercaderes estaban viajando ahora en aquella soledad.

Cuando ya no le quedaban más que unas siete millas ante él, pensó: “Esta noche nos veremos fuera de este desierto arenoso”. Así pues, después de que hubieron hecho su comida, ordenó que fueran arrojados leña y agua, y unciendo sus carros, se pusieron en camino. En el carro que iba en cabeza, el piloto se echó sobre un diván, mirando las estrellas del cielo, y dirigiendo la marcha de acuerdo a ello. Pero puesto que estaba sin dormir, y se encontraba cansado, se quedó dormido; con el resultado de que no se apercibió de que los bueyes habían dado la vuelta, y que habían vuelto sobre sus pasos. Los bueyes siguieron su camino durante toda la noche, pero al amanecer el piloto se despertó, y observando la disposición de las estrellas sobre su cabeza, de repente gritó: “¡Dad vuelta a los carros! ¡Dad vuelta a los carros!” Y conforme dieron vuelta a los carros y formaron una línea, el día amaneció.

La gente de la caravana se lamentaba: “Puesto que este es el lugar en el que acampamos ayer, y no tenemos leña ni agua, estamos perdidos”. Diciendo eso, desuncieron sus carros y desplegaron el toldo por encima; entonces cada hombre se hundió en la desesperación bajo su propio carro.

El Bodhisattva pensó para él: “Si yo me doy por vencido, todos y cada uno de ellos morirán”. Así que salió sin rumbo, andando de un lado para otro toda vez que la arena aún no estaba muy caliente, hasta que llegó a donde había una mata de yerba de kusa. Al verla pensó “Esta hierba solo pudo haber crecido aquí gracias a la presencia de agua debajo”. Así que ordenó que fuera traída una pala, y que fuera cavado un pozo en ese lugar. Cavaron hasta llegar a los nueve metros de profundidad, hasta que a esa profundidad la pala golpeó en una roca, y todo el mundo se desanimó. Pero el Bodhisattva, sintiéndose seguro de que bajo esa roca había agua, descendió dentro del pozo, y puso sus pies sobre la roca. Agachándose, aplicó su oído a la roca, y escuchó. Oyendo el sonido del agua fluyendo debajo, salió del pozo, y le dijo a un joven sirviente “Muchacho mío, si te das por vencido, todos pereceremos. Así que anímate y esfuérzate. Baja al pozo con este martillo de hierro, y rompe esa roca

Obediente a las indicaciones de su maestro, [109] el muchacho, lleno de resolución cuando todos los demás habían caído en el desánimo, bajó al pozo y golpeó la roca. La roca que estaba obstruyendo el arroyo, saltó rota en pedazos y cayó dentro. En el hoyo surgió un chorro de agua que llenó el pozo hasta que cubría la altura de una palmera; y todos bebieron y se bañaron. Entonces ellos picaron sus ejes y yugos de repuesto, y otros pertrechos sobrantes, cocinaron su arroz y lo comieron, y dieron de comer a los bueyes. Y tan pronto como se puso el Sol, colocaron una bandera al lado del manantial para que fuera vista por otros viajeros,  y siguieron viajando hacia su destino. Allí ellos trocaron sus bienes por dos y cuatro veces su valor. Con las ganancias ellos volvieron a sus hogares, donde cada uno vivió su tiempo de vida, y al final murieron recibiendo de acuerdo a sus merecimientos. El Bodhisattva también, después de una vida pasada practicando la caridad y otras buenas acciones, murió también recibiendo de acuerdo a sus merecimientos.

 

Cuando el Buda Insuperable hubo expuesto este discurso, El, el Omnisciente, pronunció este verso:

 

Incansablemente, ellos cavaron profundamente en ese pedazo de arena,

Hasta que en el camino pisado, ellos encontraron agua.

Así, que pueda el sabio, fuerte en la perseverancia,

No flaquear ni cansarse, hasta que su corazón encuentre la Paz.”

 

[110] Cuando este discurso finalizó, enseño las Cuatro Verdades, hasta el punto que el monje pusilánime fue establecido en el fruto superior, que es el estado de un Arhat.

Después de haber contado estas dos historias, el Maestro estableció la conexión vinculándolos a ellos juntos, e identificó el nacimiento diciendo: “Este monje pusilánime de hoy, fue en aquellos días el muchacho sirviente quien, perseverando, rompió la roca y dio agua a toda la gente; los seguidores del Buda eran el resto de la gente de la caravana; y yo mismo era su líder”.

 

 




[1] La Arboleda de Jeta.
[2] La Sangha..