Jataka Nº 4 El
Joven que Vendió un Ratón.
CULLAKA-SETTHI JATAKA.
[114] “Con
comienzos humildes”. Esta historia fue contada por el Maestro acerca del Mayor
llamado Pequeño Caminero[1],
mientras estaba en la Arboleda de Mangos de Jivaka, cerca de Rajagraha. Y aquí pudo darse un relato sobre el
nacimiento de Pequeño Caminero.
La tradición nos cuenta que la hija de una rica
familia de mercaderes de Rajagraha, sintió una verdadera inclinación a intimar
con un esclavo. Sintiéndose alarmada por si su mala conducta llegara a ser
conocida, ella le dijo al esclavo: “No
podemos seguir viviendo aquí; pues si mi padre o mi madre llegan a conocer esta
falta nuestra, nos desmembrarán miembro a miembro”.
Así que con sus pertenencias en las manos, que ellos
robaron juntos, salieron por la puerta difícil de abrir, y salieron huyendo,
sin importar a donde, para encontrar un refugio lejos del conocimiento de la
familia de ella. Entonces ellos se marcharon y vivieron juntos en un cierto
lugar, con el resultado de que ella quedó encinta. Y cuando el tiempo de dar a
luz se iba acercando, ella dijo a su marido: “Si yo estoy en la labor, lejos de parientes y amigos, eso será un
problema para nosotros. Así que volvamos a casa”.
Al principio el estuvo de acuerdo en empezar la marcha
hoy, y entonces lo dejó para mañana; y así él fue dejando que los días fueran
pasando, hasta que ella pensó para sí: “Este
insensato es tan consciente de su gran ofensa, que no se atreve a ir. Los
padres de uno son sus mejores amigos, así que tanto que vaya como que quede, yo
tengo que ir”. Así que cuando ella partió, puso en orden todas las cosas de
su casa, y salió de la casa, diciéndole al vecino de al lado donde iba.
Al volver a casa, y no encontrar a su esposa, pero
descubriendo por el vecino que había marchado de la casa, el se apresuró tras
ella y la encontró en el camino; y entonces y allí, ella estaba en la labor.
“¿Qué es esto,
querida mía?” dijo él.
“Yo he dado a
luz a un hijo, esposo mío” dijo ella.
De mutuo acuerdo, como la cosa que ahora había ocurrido era el motivo del viaje,
ambos convinieron que no era bueno el hacerlo ahora, y así volvieron de nuevo a
su casa. Como su niño había nacido en el camino, lo llamaron Caminero.
[115] No mucho tiempo después, ella volvió a quedar
embarazada, y todo sucedió como la vez anterior. Como este segundo hijo también
nació en el camino, ellos también lo llamaron Caminero, distinguiendo al más
mayor como “Gran Caminero”[2],
y al más joven como “Pequeño Caminero”. Entonces, con ambos niños, volvieron a
su casa.
Ahora, como ellos estaban viviendo allí, sus niños
oyeron a otros niños hablar de sus tíos y abuelos y abuelas, así que ellos
preguntaron a sus padres si ellos no tenían familiares como los otros
chicos. “Oh, sí querido” dijo su madre “pero
ellos no viven aquí. Tu abuelo es un acaudalado mercader en la ciudad de
Rajagraha, y vosotros tenéis muchos familiares allí”.
“¿Por qué no
vamos allá, mamá?”
Ella le explicó al muchacho la razón por la que
estaban alejados, pero como los niños seguían hablando de esos familiares, ella
le dijo a su marido: “Los niños siempre
me están dando la lata, ¿Van a comernos mis padres por vernos? Vamos,
enseñémosles a los niños la familia de su abuelo.”
“Bien, no me
importa llevarlos allá; pero yo realmente no podría encararme con tus padres.”
“De acuerdo, de
una forma o de otra, los niños van a ir a ver a
la familia de su abuelo”-dijo ella.
Así que aquellos dos cogieron a sus niños, y yendo por
el curso debido hasta Rajagraha, se alojaron en una casa de huéspedes pública,
en la puerta de entrada de la ciudad. Entonces, llevando con ellos a los dos
niños, la mujer dio a conocer a sus padres la causa de su venida. Los últimos,
después de haber oído el mensaje,
mandaron esta respuesta: “En
verdad, es raro estar aún sin hijos salvo que uno haya renunciado al mundo en
búsqueda del estado de un Arhat. Aún ahora, es tan grande la ofensa de la
pareja hacia nosotros, que ellos no pueden comparecer ante nuestra vista. Aquí
hay una suma de dinero para ellos: que cojan esto y que vayan a vivir donde
quieran. Pero los niños tienen que ser enviados aquí”
Entonces la hija del mercader cogió el dinero que le
fue enviado de este modo, y despachó a los niños por los mensajeros. De este
modo, los niños crecieron en la casa de su abuelo. Pequeño Caminero aún estaba
en su tierna infancia, mientras que Gran Caminero solía ir con su abuelo a oír
al Buda exponer el Dharma. Y a base de oír constantemente el Dharma de los
propios labios del Maestro, el corazón del muchacho ansiaba renunciar al mundo
para abrazar la vida de un monje.
“Con su permiso”
dijo a su abuelo “me gustaría unirme a la
Sangha”.
“¿Qué oigo?”
gritó el anciano, “Porque me daría una
alegría mayor el verte a ti uniéndote a la Sangha, que unirse a ella al mundo
entero. Conviértete en un monje, si te sientes capaz.” Y él lo llevó al
Maestro.
“Bien, mercader”
dijo el Maestro, “¿Has traído a tu chico
contigo?”
“Sí, Señor; este
es mi nieto, quien desea unirse a Tu Sangha”.
Entonces el Maestro envió en busca de un mendicante, y
le dijo que admitiera al muchacho en la Orden; y el mendicante repitió la
fórmula del cuerpo perecedero y admitió al muchacho como novicio. Cuando hubo
aprendido de memoria bastantes de las palabras del Buda, y cuando alcanzó la
edad suficiente, fue admitido como un monje completo. Entonces él se aplicó con
el más fervoroso pensamiento, hasta que alcanzó el estado de un Arhat; y puesto
que él pasaba sus días en el disfrute de la Visión Penetrante y de los
Senderos, el pensó si no podría impartir la misma felicidad al Pequeño
Caminero. Por tanto, fue a su abuelo, el mercader, y le dijo: “Gran mercader, con tu consentimiento, yo
admitiré a Pequeño Caminero en la Orden”.
“Te ruego que
lo hagas, reverendo señor” fue la contestación.
Entonces el Mayor admitió al joven Pequeño Caminero, y
lo estableció en los Diez Preceptos. Pero Pequeño Caminero dio pruebas de ser
poco inteligente: en cuatro meses de estudio fracasó en la memorización de esta
sola stanza[3].
“¡He aquí el
resultado! Como un loto fragante al despuntar el día,
Completamente
abierto, con la riqueza virgen de la fragancia,
Que sostiene al
Glorioso Buda emitiendo luminosidad,
Del mismo modo
en que el cielo sin nubes da soporte al Sol.”
Pues se nos ha dicho, que en la época del Buda
Kassapa, este Pequeño Caminero, tras haber alcanzado conocimiento como un
monje, se rió mofándose de un monje torpe que estaba aprendiendo un pasaje de
memoria. Su burla lo confundió hasta tal extremo, que no pudo aprender ni
recitar el pasaje. Y ahora, como consecuencia, una vez que se unió a la Sangha,
el mismo probó ser un lerdo. Cada línea nueva que el aprendía, expulsaba de su
memoria a la anterior; y ya habían pasado cuatro meses luchando por memorizar
esta simple stanza. Su hermano mayor le dijo: “Caminero, tú no eres adecuado para recibir esta Doctrina. En cuatro
meses has sido incapaz de aprender una sola stanza. ¿Cómo puedes entonces
esperar coronar tu vocación con el éxito supremo? Abandona el monasterio.”
Pero aunque fue expulsado de este modo por su hermano, Pequeño Caminero estaba
tan apegado al credo del Buda, que no quería convertirse en un laico.
Ahora, en aquel tiempo, Gran Caminero estaba
desempeñando la función de responsable de los suministros y existencias. Y
Jivaka Kumarabhacca[4],
yendo a su arboleda de mangos con un amplio presente de perfumes y flores para
el Maestro, había hecho su ofrenda y escuchado un discurso. Entonces, se
levantó de su asiento, se postró ante el Buda, y se dirigió a donde estaba Gran
Caminero, y le preguntó:”Venerable señor,
¿Cuántos monjes hay allí con el Maestro?”
“Exactamente
500, señor”.
“¿Traerás a los
500 monjes, con el Buda a la cabeza, para comer en mi casa?”
“Upasaka, uno de
ellos, el llamado Pequeño Caminero, es uno de pocas luces, y no hace progresos
en el Dharma” dijo el Mayor, “Acepto
la invitación para todos, excepto para él”
[117] Al oír esto, Pequeño Caminero pensó para sí “Al aceptar la invitación para todos esos
monjes, el Mayor acepta poniendo mucho cuidado en excluirme. Esto prueba que el
afecto de mi hermano hacia mí está muerto. ¿Qué haré con respecto a este
Dharma? Me convertiré en un laico y viviré en la práctica de la caridad y de
otras acciones virtuosas propias del carácter de un laico.” Y por la mañana
temprano se fue, abandonando sus votos, para volver a convertirse en un
practicante laico.
Ahora, en el primer comienzo del alba, cuando estaba
observando el mundo, el Maestro llego a hacerse consciente de esto, y yendo
incluso más rápido de lo que iba Pequeño Caminero, estaba paseando de un lado a
otro por el pórtico por el cual salía Pequeño Caminero. Cuando este último
salía del edificio, vio al Maestro, y con un saludo fue hacia El.
“¿Dónde vas a
estas horas, Pequeño Caminero?” dijo el Maestro.
“Mi hermano me
ha expulsado de la Sangha de los monjes, Señor; y ahora me voy por ahí”
“Pequeño
Caminero, fue conmigo con quien tomaste tus votos, ¿Por qué no viniste a mí
cuando te expulsó tu hermano? Ven, ¿Qué tienes tú que ver con la vida de un
laico? Tu pararás conmigo.” Diciendo esto, cogió a Pequeño Caminero, y lo
sentó a la puerta de su propia habitación perfumada. Entonces, dándole un paño
perfectamente limpio que El había creado sobrenaturalmente, el Maestro dijo: “Ponte frente al Este, y cogiendo en la mano
este paño, repite estas palabras: “Eliminación de las impurezas, eliminación
de las impurezas”.
Entonces, en el momento indicado, el Maestro, atendido
por toda la Sangha, se dirigió a la casa de Jivaka, y se sentó en el asiento
que estaba preparado para Él.
Ahora, Pequeño Caminero, con su mirada fija en el Sol,
se sentó cogiendo el paño en sus manos, y repitiendo las palabras “Eliminación de las impurezas, eliminación de
las impurezas”. Y conforme estaba sujetando con su mano el trozo de paño,
este se fue ensuciando. Entonces él pensó: “Hasta
ahora mismo, este trozo de paño estaba perfectamente limpio, pero yo,
personalmente, he destruido su estado original y lo he hecho sucio.
¡Indudablemente, todas las cosas compuestas son impermanentes!” Y entonces,
conforme realizó la Decadencia y la Muerte, alcanzó la Iluminación de un Arhat.
Conociendo que la mente de Pequeño Caminero había
obtenido la Iluminación, el Maestro envió hacia él una aparición, y una réplica
de Sí Mismo apareció ante él, como si estuviera sentado ante él, y diciendo: “Atiende, Pequeño Caminero, no es que esta
pieza de paño se haya ensuciado y manchado con las impurezas; dentro están las
impurezas del deseo sensual y otras cosas malas. Elimínalas”
Y entonces la aparición pronunció las siguientes
stanzas:
“La impureza
consiste en el deseo sensual, no en la suciedad;
Y al deseo
sensual nosotros lo llamamos la verdadera impureza.
Ciertamente, oh
monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el
Dharma del Purificado[5].
[118]La impureza
consiste en el enfado, no en la suciedad;
Y al enfado
nosotros lo llamamos la verdadera impureza.
Ciertamente, oh
monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el
Dharma del Purificado.
La impureza
consiste en la ilusión, no en la suciedad;
Y a la ilusión
nosotros la llamados la verdadera impureza.
Ciertamente, oh
monje, aquel que lo elimina de su corazón,
Vive en el
Dharma del Purificado.”
Tras escuchar el final de estas stanzas, Pequeño
Caminero alcanzó el estado de Arhat con las cuatro ramas del conocimiento[6],
por medio de las cuales consiguió el conocimiento correcto de todos los textos
de las escrituras. La tradición dice, que en edades pasadas, cuando él era un
rey, y estaba haciendo una solemne procesión en torno a la ciudad, el secó el
sudor de su frente con un paño perfectamente limpio que él llevaba, y así el
paño quedó manchado. El pensó: “Es este
cuerpo mío el que ha destruido la pureza original y la blancura de este paño;
indudablemente, todas las cosas compuestas son impermanentes”. De este
modo, el aprehendió la idea de la impermanencia, y por consiguiente llegó a
entender que es eliminando las impurezas como lograría su salvación.
Mientras tanto, Jivaka Kumarabhacca ofreció el Agua de
la Donación[7],
pero el Maestro puso su mano sobre el vaso, diciendo: “Jivaka, ¿No quedan monjes en el monasterio?”
Gran Caminero dijo: “Allí no hay monjes, Reverendo Señor.”
“Oh sí, sí que
hay, Jivaka” dijo el Maestro.
“Ve allí”
dijo Jivaka a un sirviente “solo ir allá,
y mirar si hay o no hay algún monje
en el monasterio”.
En aquel momento, Pequeño Caminero, consciente de que
su hermano estaba declarando que no había ningún monje en el monasterio,
determinó mostrarle que estaba, y llenó
toda la arboleda de mangos con monjes. Algunos estaban confeccionando hábitos,
otros aplicando tinte, mientras que otros estaban recitando las escrituras.
Cada uno de los mil monjes que hizo era distinto de los otros.
Encontrando esta multitud de monjes en el monasterio,
el hombre retornó, y dijo que toda la arboleda de mangos estaba llena de
monjes.
Con respecto al Mayor en el monasterio, el Maestro
supo:
“Caminero, se
ha multiplicado por mil;
Y espera
sentado hasta que se le ordene, en esa agradable arboleda”
Entonces el Maestro dijo al hombre: “Ahora da la vuelta, y di: “El Maestro envía
en busca de aquel cuyo nombre es Pequeño Caminero”.
Pero cuando el hombre fue y entregó el mensaje, mil
bocas contestaron: “¡Yo soy Pequeño
Caminero! ¡Yo soy Pequeño Caminero!”
Entonces el hombre volvió contando lo sucedido: “Todos ellos dicen que son Pequeño Caminero,
Reverendo Señor”
El Maestro dijo: “Bien,
ahora ve, y coge por la mano al primero que diga que es Pequeño Caminero, [119]
y todos los demás se desvanecerán.”El hombre hizo tal como le fue ordenado,
y los mil monjes se desvanecieron de su vista. El Mayor vino de vuelta con el
hombre.
Cuando la comida llegó a su fin, el Maestro dijo: “Jivaka, coge el cuenco de Pequeño Caminero;
el te dará las gracias.” Jivaka lo hizo así. Entonces, como un joven león
rugiendo desafiante, el Mayor recorrió todos los textos sagrados a través del
dar las gracias. Finalmente, el Maestro se levantó de su asiento, y atendido
por los miembros de la Sangha, volvió al monasterio; y allí, después de asignar
tareas para la Sangha, se levantó de su asiento, y permaneciendo de pie a la
puerta de su habitación perfumada, expuso un Sutra a la Sangha. Finalizó con un
tema que les dio como meditación, y despidiéndose de los monjes, entró en su
habitación perfumada, y se acostó a descansar sobre su lado derecho en la
postura del león.
A la tarde, los monjes de hábito anaranjado se
reunieron todos juntos, viniendo de todas partes, en el Salón de la Verdad, y
cantaron las alabanzas del Maestro; cuando se sentaron parecía como si se
hubiera puesto una cortina de color naranja en torno a él. Se decía: “Monjes, Gran Caminero falló en el reconocer
la tendencia de Pequeño Caminero, y lo expulsó del monasterio como a un zoquete
incapaz de aprender una sola stanza en cuatro meses completos. Pero el Buda
Omnisciente, por Su supremacía en la verdad, le otorgó el estado de un Arhat
con todo su conocimiento sobrenatural, incluso en el tiempo en el que se estaba
preparando una sola comida. Y por ese conocimiento el aprehendió el significado
de todos los textos sagrados. ¡Oh, qué grande es el poder de un Buda!”
Ahora, el Bhagavan, conociendo perfectamente bien la
conversación que se estaba desarrollando en el Salón de la Verdad, pensó en ir
allá para encontrarse con ellos. Así que levantándose de su lecho de Buda,
vistió las dos piezas interiores del hábito de color naranja, las ciño a Él
como si estuvieran iluminando, se envolvió en su hábito anaranjado, el
espacioso hábito de un Buda, y se dirigió hacia el Salón de la Verdad con la
gracia infinita de un Buda, moviéndose con la forma de andar del rey de los
elefantes en la plenitud de su vigor. Ascendiendo al glorioso trono de Buda, se
sentó en el medio del salón resplandeciente, sentado en el medio del trono emitiendo
esos seis rayos de colores que son la marca de un Buda-como el Sol nuevamente
salido, cuando desde los picos de las Montañas de Yugandhara ilumina las
profundidades del océano.
Cuando el Omnisciente llegó al Salón, inmediatamente
todos los monjes dejaron de hablar, y guardaron silencio. Mirando a toda la
asamblea reunida con amor benevolente, el Maestro pensó para sí: “¡Esta asamblea es perfecta! Ningún hombre
es culpable de mover una mano o un pie inadecuadamente, no se oye ni un sonido,
ni una tos, ni estornudo. En su reverencia y respeto hacia la majestad y gloria
del Buda, ningún hombre osaría a hablar antes de que yo lo haga, incluso aunque
yo me sentara en silencio durante toda mi vida. Pero es mi papel empezar, y yo
abriré la conversación”
Entonces, con su dulce tono divino, se dirigió a los
monjes, y dijo [120] “Os ruego, ¿Cuál es
el tema de esta reunión? ¿Cuál era la conversación que quedó interrumpida?”
“Señor,”
dijeron, “no era un tema baladí, sino que
en esta reunión estábamos contando Tus alabanzas.”
Y entonces cuando ellos le contaron palabra por
palabra de qué habían estado hablando, el Maestro dijo: “Monjes, a través de mí, para Pequeño Caminero han surgido ahora grandes
cosas en el Dharma; en el pasado para él surgieron grandes cosas en forma de
riqueza-pero igualmente a través de mí.”
Los monjes pidieron al Maestro que les explicara esto,
y el Bhagavan dejó claro con estas palabras una cosa que en sucesivas
existencias había estado oculta para ellos:
“Una vez, cuando Brahmadatta estaba reinado en
Benarés, en Kasi, el Bodhisattva había nacido en la familia del Tesorero, y
cuando creció, fue hecho Tesorero, siendo conocido como el Tesorero Pequeño.
Era un hombre sabio e inteligente, con un buen ojo para los signos y augurios. Un
día, mientras iba de camino para tener audiencia con el rey, llegó a donde se
encontraba un ratón muerto, que estaba tirado en la carretera; y tomando nota
de la posición de las estrellas en aquel preciso momento, dijo: “Cualquier joven honrado y con buen juicio
solo tiene que coger este ratón, y puede comenzar un negocio y mantener a una esposa.”
Estas palabras fueron oídas por un joven de buena
familia, pero venida a menos, el cual se dijo a sí mismo: “Este es un hombre que siempre tiene una razón para lo que dice.” Y
actuando de forma acorde, cogió el ratón, el cual vendió por unos céntimos a un
tabernero, para su gato.
Con esos céntimos compró melaza, y cogió agua potable
en un jarro. Cuando los jardineros venían de retorno del bosque, el dio a cada
uno una pequeña cantidad de melaza, y les dio agua. Cada uno de ellos le dio un
puñado de flores, con las ganancias de las cuales, al día siguiente volvió de
nuevo a los campos de flores con más melaza, y con un jarro de agua. Ese día,
los jardineros le dieron antes de irse, plantas floridas que tenían aún la
mitad de las flores en ellas; y así en un momento obtuvo ocho monedas.
Más tarde, en un día de lluvia y viento, la fuerza del
viento hizo caer gran cantidad de ramas rotas y de hojas en el jardín de
disfrute del rey, y el jardinero no veía la forma de quitarlas de allí. [121]
Entonces llegó el joven con la oferta de quitárselo todo de allí, si es que la
madera y las hojas pudieran ser suyas. El jardinero aceptó la oferta en el
mismo momento. Entonces este capaz discípulo del Tesorero Pequeño se dirigió
hacia el lugar de juegos de los niños, y en un momento, a cambio de un poco de
melaza, los tenía a todos ellos cogiendo todos los palos y las hojas, los
cuales amontonaron en una pila a la entrada del jardín de placer.
Justamente entonces, el alfarero del rey estaba
buscando combustible para cocer los boles para el palacio, y llegando hasta ese
montón, se lo quitó todo de las manos. Por esta venta de la madera, el
aventajado discípulo del Tesorero Pequeño, obtuvo dieciséis monedas, y también
cinco boles y otros vasos.
Ahora que tenía veinticuatro monedas, se le ocurrió un
plan. Se dirigió a las cercanías de la puerta de la ciudad con una jarra llena
de agua, y asistió a 500 segadores llevándoles agua para beber. Ellos dijeron: “Amigo, nos has hecho mucho bien. ¿Qué podemos hacer por ti?”
“¡Oh! Os lo
diré cuando necesite vuestra ayuda” dijo el joven; y conforme retornaba, en el camino de
vuelta trabó amistad con dos comerciantes, uno que comerciaba por tierra, y
otro por el mar. El primero de ellos le dijo: “Mañana vendrá a la ciudad un tratante de caballos, con 500 caballos
para vender.” Tras oír esta noticia, dijo a los segadores: “Quiero que cada uno de vosotros me traiga
hoy a casa un haz de hierba, y que no vendáis la vuestra hasta que yo haya
vendido la mía.” “Tenlo seguro” dijeron ellos, y le
trajeron los 500 haces de hierba a su casa. Al ser incapaz de encontrar hierba
en ningún otro sitio, el tratante de caballos compró la hierba de nuestro amigo
por 1000 monedas.
Solo unos pocos días después, su amigo comerciante
marítimo vino a darle la noticia de que un gran barco había atracado en el
puerto, y entonces se le ocurrió otro plan. Por ocho monedas alquiló un hermoso
carruaje bien arreglado, el cual había comprometido a devolver en una hora, y
con un gran donaire bajó hacia el puerto. Tras haber comprado a crédito el
barco y la mercancía del barco, dejando como garantía su sello personal, metió toda la mercancía en
pabellón, y le dijo a su gente que él estaría sentado dentro. Les dijo: “Cuando los mercaderes vengan, dejadles pasar en tres tandas sucesivas a
mi presencia.”
[122] Habiendo oído que había llegado un barco al
puerto, unos cien mercaderes vinieron a comprar la mercancía; solo se les dijo
que no podían acceder a ella porque un gran mercader había hecho ya un pago a
cuenta. Entonces todos ellos fueron a donde estaba el joven; y los que actuaban
como porteros sin gran diligencia, los anunciaron en tres tandas sucesivas, tal
como había estado arreglado de antemano. Cada uno de los comerciantes por
separado le dio 1000 monedas de oro para comprar una parte del barco, y entonces
cada uno de los cien comerciantes puso
otras mil piezas de oro para comprar la parte de él. Así fue, que este
discípulo aventajado del Tesorero Pequeño retornó a Benarés con 200.000 piezas
de oro.
Actuando con un deseo de mostrar su gratitud, fue con
100.000 piezas de oro a llamar y dárselas al Tesorero Pequeño. “¿Cómo te hiciste con toda esta riqueza?”
preguntó Tesorero Pequeño.
El joven respondió: “En solo cuatro meses, simplemente siguiendo tu consejo.” Y le contó
toda la historia, comenzando con el ratón muerto. El Gran Señor, el Tesorero
Pequeño pensó después de haber oído todo esto: “Tengo que ver que un joven de estas
cualidades no caiga en las manos de cualquier otro.” Así que el casó al
joven con su propia hija, y puso todos los intereses familiares en las manos
del joven. Y a la muerte de Tesorero Pequeño, el se convirtió en el Tesorero en
esa ciudad. Y el Bodhisattva murió,
recibiendo de acuerdo a sus merecimientos.”
[123] Terminada esta lección, el Buda Supremo, el
Omnisciente, repitió esta stanza:
“Con el más
humilde comienzo y el insignificante capital
De una
musaraña, un hombre capaz alcanzará la riqueza,
Como si su
respiración alimentara una pequeña llama.”
El Bhagavan también dijo: “Es a través de mí, monjes, que Pequeño Caminero ha alcanzado ahora a
grandes cosas en el Dharma; como en tiempos pasados llegó a grandes cosas en el
camino de la riqueza.” Su lección acabó así; y el Maestro mostró la
conexión entre las dos historias que había contado, e identificó el nacimiento
con estas palabras concluyentes: “Pequeño
Caminero fue en aquellos tiempos el discípulo de Tesorero Pequeño, y yo mismo
fui el Gran Señor Tesorero Pequeño.”
[1] Chudapanthaka.
[2] Mahapanthaka.
[3]
Composición en verso, con cuatro versos por estrofa.
[4] Jivaka,
el hijo adoptivo del príncipe.
[5]
El Buda, que logrado la purificación de todas las manchas, las cuales son
adventicias.
[6]
Las cuatro ramas del conocimiento son: 1) comprensión del significado de las
escrituras, 2) comprensión de su verdad ética, 3) la habilidad para justificar
la interpretación gramatical, lógica, etc., 4) la habilidad para exponerlo
públicamente.
[7]
Cuando se hacía un regalo, el donante derramaba agua sobre la mano del receptor
de la donación; el regalo hecho por Jivaka era la comida ofrecida a la Sangha.