domingo, 31 de diciembre de 2017

Jataka nº 4 El tasador incompetente. (Tandulanali Jataka)

TANDULANĀLI  JATAKA.

“¿Sabe cuál es el valor de un montón[1] de arroz?” preguntó el Maestro mientras estaba en la Arboleda de Jeta, con respecto al Mayor Udāyi, llamado “el zoquete”.
En aquel tiempo, el Venerable Dabba, que pertenecía al clan de los Malla, era el administrador de los víveres de la comunidad. Cuando a primera hora de la mañana el Venerable Dabba estaba inspeccionando el arroz asignado, a veces era seleccionado un buen arroz, pero otras veces era de una calidad inferior y caía en la parte que le correspondía al Mayor Udāyi.
Los días en los que le tocaba el arroz de calidad inferior, solía crear revuelo en el lugar de examen, diciendo: “¿Acaso es solo Dabba el único que sabe examinar el arroz? ¿Es que no sabemos nosotros?” Un día, cuando estaba agitando, ellos cogieron el cesto de seleccionar, se lo dieron, y dijeron: “Ten, aquí tienes. De hoy en adelante serás tú quien elija.” Por consiguiente, fue Udāyi quien ese día escogió el arroz para la comunidad. Pero, en su distribución, no sabía diferenciar el arroz superior del más inferior; ni tampoco sabía para qué jerarquía estaba asignado el mejor arroz, y para cual el inferior. Así que cuando estaba haciendo la lista, no tenía idea de cuál era la jerarquía dentro de la comunidad. Consecuentemente, cuando los miembros de la comunidad ocuparon sus lugares, el hizo una marca en el suelo o en el muro para marcar el tamaño de un grupo y del otro. Al día siguiente, en la sala había menos miembros de la comunidad de un grupo, y más del otro. Donde eran menos, la marca estaba muy por debajo; y donde eran más la marca estaba muy por encima. Pero Udāyi, completamente ignorante de las categorías, distribuyó la comida de acuerdo a las marcas que había hecho previamente.
Entonces los miembros de la comunidad le dijeron: “Amigo Udāyi, la marca es demasiado alta o demasiado baja. El mejor arroz es para aquellos de tal y tal jerarquía; y el inferior para aquellos y aquellos.”Pero él lo rechazó con el siguiente argumento: “Si esta marca está donde está, ¿Qué hacéis vosotros ahí? ¿Por qué voy a creeros? ¡Solo confío en mi señalización!”
Entonces los niños y los novicios [124] lo sacaron a empujones de la sala de selección gritando: “Amigo Udāyi, zoquete, cuando tú distribuyes, los miembros de la comunidad reciben menos de lo que deberían de recibir; tú no estás capacitado para distribuir, así que mejor te vas de aquí.” Y entonces se levantó un gran alboroto de la sala de distribución.

Oyendo el ruido, el Maestro preguntó a Ananda, diciendo: “Ananda, hay un gran alboroto en la sala de distribución. ¿A qué se debe?”
Entonces, Ananda se lo explicó todo al Buda. Este dijo: “Ananda, esta no es la primera vez en la que Udāyi, con su estupidez, a robado a otros su beneficio. El hizo lo mismo hace mucho, mucho tiempo.”
Entonces el Mayor Ananda, pidió una explicación al Bhagavan, y el Bhagavan dejó claro que tenía que ver con el renacimiento.


Cierta vez, cuando Brahmadatta estaba reinando en Benarés, en Kasi, en aquel tiempo el bodhisatva era un tasador. El solía tasar caballos, elefantes, y similares; también joyas, oro, y similares; y solía pagar a los propietarios de los bienes el precio adecuado, conforme a como él lo había fijado en su tasación.
Pero el rey era codicioso, y su codicia le sugirió el siguiente pensamiento: “Con un tasador con este estilo para tasar, pronto se agotarán todas las riquezas que hay en mi casa. Tengo que conseguir otro tasador.” Abriendo la ventana de su palacio, y mirando al patio, vio que por el cruzaba andando un hombre estúpido y codicioso que le pareció un candidato adecuado para el puesto. Así que el rey ordenó que fueran a buscarlo, y una vez ante él le preguntó si sería capaz de desempeñar el puesto. El hombre dijo: “¡Oh, sí!”; y de este modo, para salvaguardar el tesoro real, esta persona estúpida fue nombrada tasador. Después de esto, esta persona necia, a la hora de valorar elefantes, caballos y demás, solía fijar un precio fijo dictado por su propio antojo, negando su verdadero valor; pero puesto que él era el tasador, el precio era el que él había determinado, y no ningún otro.

En aquel tiempo llegó a la ciudad un proveedor de  caballos que venía del norte del país, con 500 caballos. El rey envió a buscar a su nuevo tasador, y le mandó que tasara los caballos. Y el precio que estableció para los 500 caballos en su conjunto fue el de una sola medida de arroz, la cual ordenó que fuera pagada al proveedor, y ordenando que los caballos fueran llevados a los establos. [125] El vendedor se dirigió a casa del antiguo tasador, a quien le contó lo que había sucedido, y le preguntó qué podía hacerse.
El antiguo tasador dijo: “Dale un soborno, y plantéale esto: “Sabiendo como sabemos que nuestros caballos valen una sola medida de arroz, nosotros sentimos la curiosidad de saber de boca tuya cuál es valor preciso de una medida de arroz, ¿Podrías establecer su valor en presencia del rey?” Si te dice que si puede, entonces llévalo ante el rey, y yo también estaré allí.”
Siguiendo rápidamente el consejo del bodhisatva, el proveedor de caballos sobornó al tasador, y le planteó la pregunta. El otro, tras haber expresado su habilidad para determinar el valor de una medida de arroz, fue conducido rápidamente al palacio, a donde también había acudido el bodhisatva, y también muchos ministros.
Con la obediencia debida, el proveedor de caballos dijo: “Señor, yo no discuto que el precio de 500 caballos sea una sola medida de arroz; pero quisiera pedirle a su majestad que le preguntara a su tasador cuál es el valor preciso de esa medida de arroz.”
El rey, ignorante de lo que había sucedido, dijo al sujeto: “Tasador, ¿Cuál es el valor de 500 caballos?”
La contestación fue: “Una medida de arroz, Señor.”
El rey dijo: “Muy bien, amigo mío. Si 500 caballos son el valor de una medida de arroz, ¿Cuál es el valor de esa medida de arroz?”
El necio respondió: “Es el valor de todo Benarés, con sus suburbios.”
Así podemos saber que, tras haber valorado primero 500 caballos en una medida de arroz, para complacer al rey; después fue sobornado por el proveedor de caballos para que determinara que el valor de esa medida de arroz era el de toda la ciudad de Benarés, junto con sus suburbios, ¡Y eso aunque la longitud de las murallas de Benarés era de doce leguas, mientras que la ciudad y sus suburbios tenían tres leguas de perímetro!¡Y no obstante el necio valoró toda esta vasta ciudad y sus suburbios en una sola medida de arroz!

[126] Después de oír esto, los ministros aplaudían y reían alegremente, mientras decían en burla: “Nosotros solíamos pensar que el valor de la tierra y del reino estaba más allá de cualquier precio, ¡Pero ahora sabemos que el valor de todo el reino de Benarés, junto con su rey, es solo una única medida de arroz! ¡Qué talento tiene el tasador! ¿Pero, cómo puede haber retenido su puesto durante tanto tiempo? Pero realmente, nuestro tasador complace a nuestro rey admirablemente.”

Entonces el bodhisatva repitió esta estrofa:
“Alguien pregunta cuánto vale una medida de arroz.
¿Por qué? Porque valiendo todo Benarés, lo de dentro y fuera;
Resulta extraño decir que también 500 caballos
Son precisamente el valor de esa misma medida de arroz.”

Esto hizo que sintiera vergüenza, y entonces el rey despidió al necio, reponiendo de nuevo al bodhisatva en el puesto. Y cuando el tiempo de su vida se agotó, el bodhisatva murió para recibir de acuerdo a sus méritos.




[1] Una medida de volumen equivalente a 9,087 litros. 

jueves, 28 de diciembre de 2017

Sutra del Desarrollo de la actividad completa. (Lalitavistara) Capítulo Seis: El descenso dentro del vientre.

Monjes, había pasado la estación fría y era el tercer mes de primavera. Era la más hermosa de las estaciones, cuando las hojas nuevas de color verde adornan los árboles, y cuando la tierra está cubierta de flores. La hierba tierna y verde cubría los campos, el aire no era ni demasiado frio, ni demasiado cálido; y no había niebla, ni tampoco polvo suspendido en el aire. Era el mes de Visakha, cuando la Luna entra en la constelación de Visakha.
El bodhisatva, el Señor de los Tres Reinos, [55] quien es venerado por los Tres Reinos, juzgó que ahora había llegado el momento. En el momento apropiado, en el quinceavo día del mes lunar, durante la Luna llena y en conjunción con la constelación de Pusya, el bodhisatva descendió desde el Cielo de Tushita y, manteniendo una memoria y sabiduría completa, entró dentro del vientre de su madre, quien estaba observando los preceptos de posadha.
El entró a través del lado derecho de ella bajo la forma de un pequeño elefante blanco con seis colmillos, con su cabeza de color del cochinel[1], y sus colmillos de color del oro. Tenía todos sus miembros y facultades perfectos y sin falta. Tras haber entrado en el vientre, siempre permaneció en el lado derecho, sin desplazarse nunca al lado izquierdo. La reina Māyā estaba durmiendo plácidamente en su lecho, y en su sueño vio lo siguiente:

Un elefante entró en su vientre. Era blanco como la nieve o plateado,
Con seis colmillos perfectos, unas patas hermosas, con una trompa excelente,
Y la cabeza de color rosado, era el más bello de los elefantes,
Con un paso grácil, inalterable como un diamante.

Completamente absorta en la contemplación,
Nunca había sentido una felicidad semejante;
Ella nunca había sentido tal placer
Tanto físico como mental.

Cuando despertó y se levantó de su cama, se adornó con ornamentos y ropas holgadas, y el profundo deleite y bienestar del sueño aún permanecía. Rodeada y precedida por sus asistentes femeninas, ella descendió de las habitaciones superiores del más hermoso de los palacios, y se dirigió hacia el bosque de árboles asoka, donde se sintió a gusto. Una vez allí envió un mensaje al Rey Suddhodana: “Su majestad, que pueda el rey atenderme, por favor, la reina desea verlo.”

Cuando el Rey Suddhodana oyó estas palabras, se levantó de su trono lleno de alegría, y rodeado y precedido por sus ministros y consejeros, acompañando por su séquito y parientes, se encaminó hacia el bosque de árboles asoka. Sin embargo, cuando llegó allí, su cuerpo comenzó a sentirse pesado, y se dio cuenta de que era incapaz de entrar en el bosque. A la entrada del bosque de árboles asoka, reflexionó durante un instante, y pronunció estos versos:

“No recuerdo que nunca sintiera mi cuerpo tan pesado como hoy, [56]
Ni siquiera cuando cabalgué a la batalla al frente de hombres valientes,
¡Ahora soy incapaz de entrar en donde está mi propia familia!
¿Alguien puede decirme que está sucediendo?”

Al oír estas palabras, algunos de los dioses de las moradas puras que estaban en el medio del cielo, hicieron visible la parte superior de sus cuerpos, y dirigieron estos versos al Rey Suddhodana:

“Su majestad, el gran bodhisatva, el gran ser, ha descendido del Cielo de Tushita;
Es rico en austeridades, en práctica espiritual, y en virtud.
El es digno de recibir el homenaje de los tres mil mundos;
Es amoroso y compasivo, iniciado por su mérito y sabiduría.
¡Oh, gran rey! El ha abandonado el Cielo de Tushita,
Y ha entrado en el vientre de la reina Māyā, como hijo tuyo.”

Entonces, juntando sus manos y postrando su cabeza,
El rey se dirigió hacia el bosque, lleno de reverencia y asombro.
Mirando a Māyādevī, sin rastro de orgullo o arrogancia,
Preguntó: “¿Qué puedo hacer por ti? Por favor, dímelo.”

La reina dijo:

“Un elefante agradable y bello, blanco como la nieve o la plata,
Más brillante que el Sol y la Luna, bien proporcionado,
Con unas patas hermosas, seis grandes colmillos, y unas cuerpo como el diamante,
Ha entrado en mi vientre. Por favor, escucha esta historia.

Mientras soñaba, yo vi el universo de tres mil mundos claramente iluminado,
Mientras diez millones de dioses me estaban alabando.
Yo no sentía enfado, agresividad, odio, o confusión:
Mi mente estaba en paz, disfrutando del gozo de la concentración. [57]

Sería bueno, ¡Oh Maestro de los Hombres!,
Que convocarás rápidamente a los brahmines especializados
En los tratados védicos sobre los sueños, para ver si es verdadero;
Y para averiguar si es un presagio bueno o malo para nuestra familia.

Tras escuchar estas palabras, instantáneamente el rey convocó a los brahmines expertos en los Vedas y en sus tratados. Cuando llegaron ante la reina Māyā, ella dijo:

“Escuchad mi relato, esto es lo que yo soñé.”

Los brahmines replicaron: “Su majestad, hable, por favor. Cuando escuchemos lo que ha visto en el sueño, nosotros lo explicaremos.”

Entonces la reina dijo:

“Un elefante agradable y bello, blanco como la nieve o la plata,
Más brillante que el Sol y la Luna, bien proporcionado,
Con unas patas hermosas, seis grandes colmillos, y cuerpo como el diamante;
Entró en mi vientre.”

Cuando escucharon estas palabras, los brahmines predijeron:
“Obtendréis una gran alegría; no hay ningún augurio de infelicidad en ese sueño.
De ti nacerá un hijo cuyo cuerpo estará adornado con las marcas,
El pertenecerá al linaje de los reyes, un gran monarca universal girando la rueda;

Si renuncia a sus placeres, su reino, y su palacio,
Y adopta la vida de un monje, libre de apego, lleno de compasión y de amor hacia el mundo,
Llegará a ser un Buda digno de recibir las ofrendas de los Tres Reinos.
El satisfará el mundo con el sabor supremo del néctar de la inmortalidad.” [58]

Tras haber hecho esta predicción positiva,
Los brahmines comieron en palacio,
Y tras recibir muchos regalos,
Partieron de allí.

Monjes, tan pronto como el Rey Suddhodana oyó la respuesta de los brahmines, quienes conocían los signos y los presagios, quienes son conocedores de las marcas y signos, y del significado de los sueños, se llenó de contentamiento y de placer, de alegría y deleite. Para complacer a los brahmines, el les sirvió platos delicados, bien preparados y sabrosos; y antes de despedirse de ellos, los colmó de regalos.
Al mismo tiempo, fueron distribuidas limosnas en las cuatro puertas de la ciudad de Kapilavastu, y en todos los cruces de carretera y en las plazas públicas, con la intención de rendir homenaje al bodhisatva. Dio comida a quienes deseaban comida, bebida a quienes deseaban bebida, ropa a aquellos que querían ropa, carretas a quienes deseaban transporte, dio perfumes a quienes querían perfumes, guirnaldas a quienes deseaban guirnaldas, aceites a quienes deseaban ungüentos, sábanas a quienes querían ropas para la cama, dio cobijo a quienes no tenían hogar, y todo lo necesario a quienes demandaban provisiones.
Monjes, entonces el Rey Suddhodana consideró: “¿Dónde podría residir Māyādevī para que fuera feliz y no sufriera perturbaciones?”

En ese mismo instante, los Cuatro Grandes Reyes se aproximaron al Rey Suddhodana, y dijeron: “Su Majestad, no os preocupéis; permaneced feliz en la ecuanimidad. Nosotros haremos un palacio para el bodhisatva.”

Entonces Sakra, el jefe de los dioses, se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“El palacio preparado por los Cuatro Grandes Reyes es un lugar pobre;
Es mucho mejor el palacio del Cielo de los Treinta y Tres;
Yo daré al bodhisatva un palacio como el de Vaijayanta.

Entonces Suyāma, un hijo de los dioses del Cielo de Yāma se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Viendo mi palacio, diez millones de Sakras
Quedaron maravillados de admiración. `59]
Yo daré al bodhisatva
Esta afortunada morada de Suyāma.”

Entonces Santusita, un hijo de los dioses del Cielo de Tushita se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Anteriormente, este ser afamado
Habitaba en un palacio espléndido
Cuando moraba en el Cielo de Tushita.
Yo le ofreceré ese mismo palacio al bodhisatva.”

Entonces Sunirmita, un hijo de los dioses del Cielo de Nirmita se aproximó al Rey Suddhodana, y le dijo:
“Rey, yo ofreceré al bodhisatva
Un palacio creado mentalmente
Que está hecho de joyas,
Como un acto de homenaje.”

Entonces, un hijo de los dioses del Cielo de Parinirmita vasavartin se aproximó al Rey Suddhodana, y dijo:
“El resplandor de mi mansión
Eclipsa la luz y el color
De cualquier palacio existente
En todo el Reino del Deseo.

Así que permíteme que yo de esta mansión gloriosa
Como una ofrenda al bodhisatva.
Su Majestad, yo traeré
Mi bello palacio hecho de joyas.

En él están esparcidas flores preciosas,
Y con la fragancia de los perfumes divinos;
Yo ofreceré ese espacioso palacio,
Allí puede quedarse la reina.”

Monjes, de esta forma cada uno de los dioses eminentes del Reino del Deseo, individualmente ofreció sus respectivas residencias  como obsequio al bodhisatva, precisamente allí, en la bella ciudad de Kapilavastu. El Rey Suddhodana también había dispuesto una mansión magnífica; esta superaba con mucho a cualquier otra vivienda construida por humanos, aunque no podía compararse con los palacios celestiales. Sin embargo, debido al poder de la concentración del bodhisatva, Māyādevī parecía estar residiendo en cada uno de esos palacios.
El bodhisatva, durante el periodo en el que permaneció en el vientre de la reina Māyā, permaneció en el lado derecho del vientre, sentado manteniendo la postura de piernas cruzadas. [60] En suma, todos los más destacados de entre los dioses creyeron que la madre del bodhisatva estaba residiendo en el palacio que ellos habían donado, y no en ningún otro.
Con respecto a esto, se dijo:
“Mientras el bodhisatva permaneció en la gran concentración,
A través de sus inconcebibles poderes milagrosos,
Todos los dioses vieron sus deseos plenamente satisfechos.
Y también el Rey Suddhodana vio colmados sus deseos.”

Entonces, en aquella asamblea, algunos hijos de los dioses comenzaron a preguntarse: “Incluso los dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes dan la vuelta cuando se aproximan cerca de los humanos, repelidos por su olor. ¿Cómo podrían soportarlo los dioses de otros cielos superiores, los de los Cielos de los Treinta y Tres, de los Cielos Libres de Conflicto, o del Cielo de Tushita? ¿Cómo puede el bodhisatva puro, quien está libre de los malos olores, quien es superior al mundo entero, quien es una joya entre los seres, descender desde el Cielo de Tushita, y permanecer durante diez meses lunares dentro del vientre de su madre, en un cuerpo maloliente?

Entonces, en aquel tiempo, por el poder del Buda, el Venerable Ananda preguntó al Bhagavan: “¡Oh, Bhagavan! El Tathagata ha enseñado que el cuerpo de la mujer es impuro, y que es propensa al deseo. Es asombroso. Pero aún resulta más asombroso que tú, cuando eras un bodhisatva, hayas descendido del Cielo de Tushita, y hayas entrado en el vientre de tu madre, permaneciendo dentro de un cuerpo humano, en el lado derecho del vientre. ¡Bhagavan, tú has dicho como ha sucedido todo, y sin embargo me resulta increíble!”
El Bhagavan respondió: “Ananda, ¿Te gustaría ver el Ratnavyhūa, la morada de joyas en el que residía el bodhisatva cuando entró dentro del vientre de su madre?”
Ananda dijo: “Bhagavan, seguramente este es el momento. Sugata, seguramente este es el momento adecuado. Que pueda el Tathagata mostrarnos como era la mansión del bodhisatva. ¡Cómo nos gustaría ser testigos de ello!”

Entonces el Bhagavan hizo un gesto, y Brahma el Señor del Mundo de Sahā, vino ante la presencia del Bhagavan acompañado por 6,8 millones de dioses del Cielo de Brahma. Todos ellos aparecieron ante el Bhagavan, y se postraron a los pies del Bhagavan, y lo circunvalaron tres veces. Después, Brahma, con las palmas de las manos juntas, se postró ante el Bhagavan, y se sentó a un lado.

Entonces el Bhagavan dijo a Brahma, el Señor del Mundo de Sahā: “Brahma, previamente, ¿Tú llevaste el palacio en cual yo residí durante diez meses como un bodhisatva en el vientre de mi madre?”
Y Brahma respondió: “Así es Bhagavan, así es Sugata.”
El Bhagavan dijo: “Bien Brahma, ¿Dónde está ahora?”
Brahma respondió: “Está en el Cielo de Brahma.”
Entonces el Bhagavan dijo: “Brahma, en ese caso, muestra el Ratnavyhūa, la morada del bodhisatva mientras estuvo dentro del vientre durante diez meses, para que puedan saber cómo está construido.”

Entonces Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, se dirigió a los dioses del Cielo de Brahma, diciendo: “Por favor, esperad aquí hasta que yo traiga la mansión que deleitaba al bodhisatva.”
Entonces Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, postró su cabeza a los pies del Bhagavan, antes de desaparecer de su presencia, alcanzando en un instante el Cielo de Brahma. Allí él pronunció estas palabras a Subrahmā, el hijo de los dioses: “Amigo, ve desde este Cielo de Brahma al Cielo de los Treinta y Tres, eleva tu voz y que sean oídas estas palabras: “Nosotros llevaremos el Ratnavyhūa ante la presencia del Tathagata. Quien desee verlo que se aproxime rápidamente.”
Entonces Brahma, el Señor del mundo de Sahā, junto con los 84 trillones de dioses, cogieron la morada hecha de joyas, y la colocaron en lo alto de un gran palacio de Brahma, que tenía trescientas leguas de alto. Rodeado por todos estos trillones de dioses, descendió con la mansión a Jambudvipa[2]. [62]

En aquel tiempo había una gran cantidad de dioses del Reino del Deseo reunidos con la intención de servir al Bhagavan. Ellos cubrieron el Ratnavyhūa con tejidos celestiales y lo adornaron con guirnaldas, incienso divino, y flores. Además sonaba música celestial, y había otros tipos de divertimentos celestiales, mientras que dioses famosos por su gran poder rodeaban la morada sagrada.
Sakra, el jefe de los dioses, que en aquel momento se encontraba a gran distancia del lugar, sobre el gran Monte Sumeru, en medio del océano, colocó su mano para dar sombra a su cara. Se vio obligado a girar hacia un lado su cabeza, incapaz de ver nada, con los ojos cegados. ¿Por qué sucedía esto? Los dioses del Cielo de Brahma son conocidos por su gran poder, en cambio el de los dioses de los Cielos de Los Treinta y Tres, de los Yamas, de Nirmita, y de Parinirmita vasavartin era inferior. Si Sakra, el jefe de los dioses, estaba confuso, ¿Cuánto más lo estarían los otros?

Entonces el Bhagavan hizo que la música celestial cesase, puesto que de oírla, los hombres de Jambudvipa se volverían locos.
Los dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes se acercaron a Sakra, el jefe de los dioses, y le preguntaron: “Señor de los Dioses, ¿Cómo puede ser que no veamos la mansión enjoyada que deleitaba al bodhisatva?”
Y Sakra contestó: “Amigos, al igual que vosotros, soy incapaz de verla. Sin embargo, amigos, cuando sea traída en presencia del Bhagavan, la veremos.”
Ellos replicaron: “Señor de los Dioses, ¡Nosotros haremos todo lo necesario para verla, y lo haremos tan pronto como podamos!”
Sakra les dijo: “Amigos, esperemos hasta que el más eminente de los hijos de los dioses deleite al Bhagavan con sus palabras.” Así que se sentaron a un lado, y girando sus cabezas, miraron atentamente hacia el Bhagavan. [63] Súbitamente, Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, llegó junto con los 84 trillones de dioses, portando el Ratnavyhūa, la morada enjoyada del bodhisatva, para ofrecérsela al Tathagata.
La morada enjoyada del bodhisatva tenía una forma hermosa, era brillante y agradable de contemplar. Tenía cuatro lados, y descansaba sobre cuatro pilares. En la parte alta había un piso bellamente adornado del tamaño adecuado para un feto de seis meses, y en el medio de este piso había un trono del tamaño adecuado para un feto de seis meses.
En todas las partes del mundo, incluyendo los cielos de los dioses del reino del Deseo y el de los dioses de Brahma, los ojos de los dioses quedaban deslumbrados, y se sentían admirados al verlo. Cuando fue colocado ante el Bhagavan, era brillante, resplandeciente, e irradiaba calor. Esta morada enjoyada brillaba como el oro puro refinado por un orfebre experto, completamente puro y libre de todo defecto o mancha.
No había nada en los reinos celestiales y humanos que pudiera compararse en tamaño y forma al trono que había dentro de la morada que había deleitado al bodhisatva, excepto quizá el cuello del bodhisatva, el cual semejaba una concha en cuanto a forma y color.
Incluso las ropas vestidas por el gran Brahma perdían su belleza frente al trono del bodhisatva, haciendo que parecieran la piel de una gacela negra cuando es golpeada por el viento y la lluvia. Este piso está hecho de la esencia de sándalo uraga, de forma tal que una simple mota de este polvo de sándalo es igual al valor de mil universos. Además, estaba rodeado por los cuatro lados por bosques de sándalo uraga.
Un segundo piso exactamente igual está situado en la parte baja del piso, sin tocarlo. En el segundo piso hay un tercer nivel hecho de madera de sándalo, [64] exactamente igual, y en este tercer piso se encuentra un trono con cojines, del color del lapislázuli. Cubriendo este piso de sándalo hay hermosas flores, las cuales sobrepasan en belleza a todas las flores celestiales y terrenales, nacidas de la maduración del mérito acumulado previamente por el bodhisatva.
El Ratnavyhūa, la morada de joyas del bodhisatva, es sólido e indestructible como un diamante, y sin embargo es tan suave al tacto como una prenda de paño de kācalindi. Además, en la morada de joyas del bodhisatva se reflejaba todo lo que podía ser encontrado en los cielos del Reino del Deseo.

La noche en la que el bodhisatva entró en el vientre de su madre, desde las grandes profundidades del mar, y desde una profundidad sesenta y ocho millones de leguas, se elevó un loto hasta llegar al Cielo de Brahma, el cual solo pudo ser visto por el mejor de los hombres y por el gran Brahma, quien domina miles de poderes. Reunido dentro del gran loto, y bajo la forma de una gota de néctar, estaba la esencia, la quintaesencia, de las substancias elementales del macrocosmos de tres millones de mundos. El gran Brahma, colocando esa gota dentro de un brillante vaso de lapislázuli, se la ofreció al bodhisatva. Lleno afecto hacia el gran Brahma, el bodhisatva cogió el vaso y bebió de él. Excepto un bodhisatva que está en su última existencia, y que ha realizado todos los niveles del bodhisatva, no existe nadie entre toda la multitud de los seres que sea capaz de digerir esa gota de elixir.

¿Cuáles fueron las maduraciones de las acciones previas que posibilitaron que el bodhisatva pudiera digerir esa gota de elixir? Durante los eones en los que el bodhisatva estaba practicando, él había dado medicinas a los enfermos, había dado esperanza a los seres, había satisfecho los deseos de sus corazones, y había dado refugio a quienes necesitaban refugio. El siempre había ofrecido las primeras flores, los primeros frutos, y el primer bocado de comida al Tathagata, a las caityas[3] de los Tathagatas, a las asambleas de los Oyentes, y a sus padres. Solo después de esto disfrutaba lo disfrutaba él. Debido a la maduración de esas acciones, el gran Brahma ofrece esta gota de néctar al bodhisatva.

Dentro del Ratnavyhūa aparece todo lo que es lo mejor, todas las cosas agradables, y cuerdas de guirnaldas, todo ello apareciendo debido a la maduración completa de las acciones del bodhisatva. En el Ratnavyhūa, la morada enjoyada del bodhisatva, también apareció un surtido de prendas, que era llamada el ornamento de cien mil[4]. Aparte de un bodhisatva en su última existencia, nadie entre todas las multitudes de los seres es capaz de recibir esas prendas. De hecho, todas las formas sublimes y perfectas, todos los sonidos, olores, sabores, y texturas estaban presentes dentro de esa morada puntiaguda.
De este modo, la morada que complacía al bodhisatva estaba tan bien construida que era igual por dentro y por fuera, tan suave al tacto como una prenda hecha con tejido de kācalindi. Una vez que ha sido visto, nada puede compararse con este Ratnavyhūa.

Debido a las oraciones de aspiración hechas previamente por el bodhisatva, sus intenciones se hicieron realidad. Es cierto que un bodhisatva, un gran ser, nacerá en el mundo de los hombres; que tras abandonar su hogar se llegará a convertir en un Buda completo, y que girará la Rueda del Dharma.

El Ratnavyhūa se manifiesta en el lado derecho del vientre de su madre, donde el bodhisatva hace su entrada, tras haber descendido del Cielo de Tushita; allí permanece sentado con las piernas cruzadas, con todos sus miembros, órganos, y características completamente formadas, y también con los signos de un gran hombre, debido a que el bodhisatva en su última existencia está libre de los cuatro estados [66] de desarrollo de un embrión. Y por eso la madre del bodhisatva, Māyādevī, en un sueño, vio venir a ella al más excelente de los elefantes.

Ahora, Sakra, el jefe de los dioses, los Cuatro Grandes Reyes, los veintiocho comandantes del ejército de los yakshas, y Guhyakādhipati, el maestro de los guhyakas, que son la clase de yaksha a la que pertenece Vajrapāni, tras haber tenido noticia de que el bodhisatva había entrado en el vientre de su madre, permanecieron constantemente a su servicio. También aparecieron cuatro diosas para servir al bodhisatva, sus nombres eran: Utkhalī, Sumutkhalī, Dhvajavatī, y Prabhāvatī. Ellas, sabiendo que el bodhisatva había entrado dentro del vientre de su madre, se quedaron para guardarlo siempre e incesantemente. También Sakra, el jefe de los dioses, junto con quinientos hijos de los dioses, sabiendo que el bodhisatva había entrado dentro del vientre de su madre, lo sirvieron siempre e incesantemente.

El cuerpo del bodhisatva que ha entrado en el vientre de su madre desarrolla ciertas características. Por ejemplo, es como una gran masa de fuego en la cumbre de una montaña, en una noche oscura y tenebrosa; es visible desde una distancia de una yojana[5], e incluso desde cinco yojanas. Así se manifestó el bodhisatva cuando entró en el vientre de su madre: luminoso, glorioso, lleno de gracia, hermoso de ver, sentado con las piernas cruzadas dentro del suelo del Ratnavyhūa, relucía como el oro puro con incrustaciones de lapislázuli. Y la madre del bodhisatva también pudo verlo dentro de su vientre.
Del mismo modo en que un relámpago ilumina todo cuando surge de una gran masa de nubes, así el bodhisatva mientras residía dentro del vientre de su madre también iluminaba completamente el primer piso de la morada hecha de joyas, a través de su esplendor, brillo, y color. Cuando esta fue iluminada, el iluminó el piso del medio de la fragante morada. Cuando el segundo piso [67] de la fragante morada fue iluminado, la luz fue más lejos e iluminó el tercer piso de la fragante morada. Entonces, puesto que el tercer nivel de la fragante morada estaba bañado en luz, todo el cuerpo de su madre también quedó lleno de luz. Entonces la luz fue más allá e iluminó el asiento en el que estaba sentada su madre. Gradualmente, la luz se fue difundiendo, y todo el palacio se iluminó. Cuando todo el palacio estaba bañado de luz, rayos de luz surgieron de él e iluminaron las regiones del este, del sur, del oeste, del norte, del zenit y del nadir, en cada una de las diez direcciones hasta llegar a una distancia de una krosa[6]. Esto hizo el bodhisatva cuando entró dentro del vientre de su madre, iluminando todo con majestad, esplendor, y color.

Monjes, a primera hora de la mañana, llegaron allí los Cuatro Grandes Reyes, junto con los veintiocho comandantes del ejército de los yakshas, y otros quinientos yakshas para reunirse con el bodhisatva, alabarle, servirle, y escuchar el Dharma. Cuando llegaron, el bodhisatva que era sabedor de su llegada, extendió su mano derecha y apuntó hacia sus asientos. Sentándose en los asientos que estaban preparados para ellos, estos guardianes del mundo y los otros percibieron al bodhisatva, que estaba en el vientre de su madre, bajo la forma de un niño que ya había nacido, con un cuerpo del color del oro, que movía su mano y la mecía, haciendo gestos. Tras ver esto, se postraron ante el bodhisatva, y quedaron llenos de alegría, deleite, y bienestar.  

Cuando el bodhisatva vio que ya estaban sentados, les ofreció una enseñanza de Dharma, y se aseguró de que fuera entendida por ellos, de que los hubiera inspirado, y de que los hubiera llenado de alegría. Cuando en ellos surgió el deseo de partir, el bodhisatva, que era conocedor de sus pensamientos, extendió su mano derecha como signo de despedida, extendiendo y retrayendo su mano sin que ello causara la menor molestia a su madre. Los Cuatro Grandes Reyes entendieron el signo de despedida, y pensaron: “Hemos sido despedidos por el bodhisatva.” [68] Entonces ellos circunvalaron al bodhisatva y a su madre por tres veces, antes de partir. Estas son las causas, y son las circunstancias por las que el bodhisatva extendía su mano derecha, y entonces la retraía, durante la calma de la noche cuando todos estaban durmiendo. Y una vez que retrajo su mano, la mantuvo quieta, con una gran atención mental y cuidado.

Cualquier hombre o mujer, mozos o doncellas, que se aproximara a ver al bodhisatva, todos ellos se llenaban de alegría, primero ocasionada por el bodhisatva, y después por su madre.
¡Oh, monjes! Durante el tiempo en el que el bodhisatva moraba en el vientre de su madre, él dio placer a todos los seres. Ningún ser, fuera dios, naga, yaksha, humano o no humano, pudo darle placer primero al bodhisatva; sino que era el bodhisatva el primero en deleitarlos, y después era la madre del bodhisatva quien los llenaba de alegría.

Ya había pasado la mañana, y había llegado el medio día cuando Sakra, el jefe de los dioses, junto con los más eminentes hijos de los dioses del Cielo de los Treinta y Tres, se aproximaron al bodhisatva para rendirle homenaje, servirlo, y para escuchar el Dharma. El bodhisatva, viéndolos llegar desde la distancia, extendió su mano derecha del color el oro, y con un gesto les mostró sus asientos. Por hacer eso, Sakra, el jefe de los dioses, y los dioses del Cielo de los Treinta y Tres se llenaron de tal alegría que incluso Sakra, fue incapaz de declinar la invitación del bodhisatva; entonces él, junto con los demás hijos de los dioses, se sentaron en los asientos preparados para ellos.
Una vez sentados, el bodhisatva les enseñó el Dharma, los ayudó a entenderlo, los inspiró, y los llenó de alegría. E incluso la madre del bodhisatva se giraba hacia el lado hacia el que el bodhisatva estaba extendiendo su mano.
A cada uno de los dioses le parecía que el bodhisatva estaba conversando agradablemente con él. Cada uno de ellos se decía: “¡Es conmigo con quien el bodhisatva está hablando; es solo conmigo con quien está conversando tan alegremente!”
Además, en ese piso del Ratnavyhūa se veían reflejadas las imágenes  de Indra[7] y de los dioses de los Treinta y Tres; ciertamente no hay ningún otro dominio de un bodhisatva igual al del bodhisatva que ha entrado en el vientre de su madre.
Y monjes, cuando Sakra, el jefe de los dioses, y los otros hijos de los dioses desean partir, el bodhisatva que era conocedor de sus pensamientos, hizo un gesto con su mano derecha, y entonces la recogió. Sin embargo, con gran atención y cuidado, no causó molestia a su madre.
En aquel instante, Sakra, el jefe de los dioses, y los otros hijos de los dioses del Cielo de los Treinta y Tres, se dieron cuenta de que su deseo de partir había sido conocido, y que habían sido despedidos por el bodhisatva. [69]Tras circunvalar al bodhisatva y a su madre por tres veces, partieron.

¡Oh, monjes! Ya había pasado el medio día y la tarde había llegado, cuando Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, rodeado y precedido por varios cientos de miles de dioses, se aproximó al bodhisatva portando la gota divina de elixir. Venían para presentarle sus respetos, para rendirle homenaje, servirlo, y oír el Dharma.

¡Oh, monjes! Conociendo que Brahma, el Señor del mundo de Sahā, se estaba aproximando con su séquito, el bodhisatva volvió a extender su mano derecha. Llenó de alegría a los dioses, y les señaló sus asientos. Para Brahma, ¡oh, monjes!, era imposible declinar la invitación del bodhisatva. [70] Monjes, Brahma se sentó junto con los dioses del Cielo de Brahma en los asientos que estaban preparados para ellos. Tan pronto como estuvieron sentados, el bodhisatva los instruyó enseñándoles el Dharma, los ayudó a entenderlo, los inspiró, y llenó de alegría. Y Māyādevī también se giró hacia el lado en que el bodhisatva había extendido su mano derecha.

Entonces los dioses pensaron: “El bodhisatva está teniendo una conversación grata con nosotros.”Y cada uno de ellos pensó: “El bodhisatva está hablándome directamente; solo dirige esta cálida bienvenida a mí.”
Monjes, cuando Brahma, el Señor del Mundo de Sahā, y los demás dioses del Cielo de Brahma quisieron partir, el bodhisatva que conocía perfectamente sus deseos de marcharse, extendió su brazo dorado y los despidió. Como recogió su mano con atención y cuidado, su madre no sufrió ningún daño. Entonces Brahma, y los demás dioses del Cielo de Brahma realizaron que su deseo de marcharse había sido conocido de antemano. Sabiendo que habían sido despedidos, circunvalaron al bodhisatva y a su madre tres veces, y marcharon. Finalmente, el bodhisatva dejó su mano quieta descansando mientras mantenía una gran atención.

Y entonces, monjes, desde el este, sur, oeste, norte, zenit, nadir, y desde cada una de las diez direcciones vinieron cientos de miles de bodhisatvas para ver al bodhisatva, para rendirle homenaje, servirle, oír el Dharma, y para cantar alabanzas al Dharma. Mientras estaban llegando, del cuerpo del bodhisatva comenzaron a salir rayos de luz que se iban convirtiendo en tronos, y entonces el bodhisatva indicó a los bodhisatvas que se sentaran en ellos. Tan pronto como estuvieron sentados, el bodhisatva preguntó y examinó a los bodhisatvas [71] con respecto a las distintas divisiones pertenecientes al Mahayana. Sin embargo, excepto los dioses que poseían igual fortuna, nadie fue capaz de percibir esto. Monjes, esta fue la causa, estas fueron las circunstancias por las que el bodhisatva emitió rayos de luz desde su cuerpo durante la tranquilidad de la noche, mientras todos estaban durmiendo.

¡Oh, monjes!, durante el tiempo en el que el bodhisatva estuvo residiendo dentro del vientre de su madre, Māyādevī no sentía pesadez en su cuerpo; sino que sentía ligereza, bienestar, y placer; y no padecía ningún dolor interno. Ella no experimentaba el sufrimiento del deseo, ni el sufrimiento del odio, ni el sufrimiento de la ignorancia. En su mente no había pensamientos de deseo, malevolencia, o deseo de herir. Māyādevī no experimentaba el sufrimiento del calor o del frio; ni hambre, ni sed; ni tristeza, ni tensión; ni cansancio. Ante ella no aparecía ninguna forma, sonido, olor, o textura desagradable; y tampoco tenía malos sueños. No estaba afectada por la coquetería femenina, el engaño, la envidia, o por las pasiones naturales femeninas.
En aquel tiempo la madre del bodhisatva observaba las cinco reglas de la disciplina; su conducta estaba guiada por la moralidad y estaba fortalecida por las diez acciones virtuosas. Y la madre del bodhisatva nunca tuvo ningún pensamiento de deseo hacia ningún hombre; ni ningún hombre pudo sentir deseo hacia la madre del bodhisatva.
 Durante este tiempo, cualquiera, fuera hombre o mujer, muchacho o muchacha, cuya mente estuviera poseída por otro, fuera un dios o un naga, yaksha, gandharva, asura, garuda, o bhutā, en la gran ciudad de Kapilavastu o en las áreas circundantes, solo tenía que mirar a la madre del bodhisatva para volver a ser dueño de sus sentidos.
Y similarmente, aquellos que no eran humanos pronto cambiaban su condición de existencia tras ver a Māyādevī.

Aquellos golpeados por las enfermedades surgidas de los desequilibrios del viento, bilis, y flema; los atormentados por las enfermedades de los ojos, [72] oídos, nariz, lengua, labios, dientes, o cuello; los afligidos por las inflamaciones de cuello y pecho; quienes padecían cualquier clase de lepra, sarnas, tuberculosis, locura, epilepsia, fiebre, enfermedades estomacales, enfermedades cutáneas, etc., todos ellos eran liberados de sus enfermedades cuando la madre del bodhisatva extendía su mano derecha sobre sus cabezas, y entonces podían retornar a sus hogares. Māyādevī también  recolectaba hierbas medicinales que utilizaba para curar enfermedades, y cualquiera que tomaba esos remedios quedaba completamente curado de sus aflicciones, recuperando su salud y vigor.

Cuando la reina Māyā miraba dentro de su vientre, podía ver al bodhisatva en el lado derecho, tan claramente como se ve una cara reflejada en un espejo limpio; y el verlo le proporcionaba una gran satisfacción, felicidad, y deleite; llenando su corazón de alegría y placer.

Monjes, a través de las bendiciones del bodhisatva que había entrado en el vientre de su madre, los instrumentos musicales de los dioses sonaban día y noche, y las flores celestiales caían como una lluvia. Soplaban los vientos, y las lluvias caían en momentos favorables, y las estrellas y las estaciones seguían su curso regular. En el reino se disfrutaba de alegría, y las cosechas eran abundantes. No había perturbaciones ni animosidad en ninguna parte.

En la gran ciudad de Kapilavastu, el clan de los Sakyas y también todos los otros, se regocijaban comiendo y bebiendo, divirtiéndose, dando limosnas, y haciendo buenas acciones. Pasaron los días entretenidos placenteramente como si fuera una celebración que durara cuatro meses. El Rey Suddhodana llevando la vida perfectamente pura de un practicante espiritual[8], se apartó por un tiempo de sus obligaciones de gobierno, y lo mismo que un asceta recluido en un bosque, se dedicó solamente a la observación de las prácticas espirituales. [73]
Monjes, estas condiciones fueron manifestaciones de los poderes milagrosos proyectados por el bodhisatva mientras permanecía en el vientre de su madre.

Entonces el Bhagavan preguntó al Venerable Ananda: “Ananda, ¿Te gustaría ver el Ratnavyhūa, la morada del bodhisatva en la que él residió tras entrar en el vientre de su madre?”
Ananda contestó: “¡Si, Bhagavan; me gustaría verlo, Sugata!”
Entonces el Bhagavan hizo que el Ratnavyhūa se hiciera visible para el Venerable Ananda; para Sakra, el jefe de los dioses; para los cuatro guardianes del mundo; y para muchos otros dioses y humanos; una visión que los llenó de satisfacción, contento, y deleite; y que llenó de alegría sus corazones.
Entonces Brahma volvió a transportar el Ratnavyhūa al Cielo de Brahma, donde construyó un caitya para él.

El Bhagavan se volvió a dirigir a los monjes: “Fue de esta forma como el bodhisatva, mientras estaba residiendo dentro del vientre de su madre durante diez meses lunares, maduró a treinta y seis millones de dioses y humanos en los Tres Vehículos.”

Con respecto a esto se dice:

“Cuando el bodhisatva, el Gran Ser, entra dentro del vientre de su madre,
La tierra con sus bosques se movió de seis formas diferentes.
Una luz de color dorado se difundió en todas direcciones, y todos los reinos inferiores se purificaron.
Todos los dioses se llenaron de alegría, diciendo: “¡El será el Rey del Dharma!”

La gran y hermosa mansión que resplandece con muchas joyas,
Es la residencia del Héroe, el Mejor de los Guías;
 Es brillante, y con la más perfumada de las maderas de sándalo.
Los tres mil mundos llenos de joyas no suponen un ápice de su valor.

De lo profundo del gran universo de tres mil mundos, surge el loto de Gunakāra, Que poseyendo el esplendor de los méritos puros, contiene dentro la gota de elixir. [74]
Tras siete días, alcanza el Cielo de Brahma,
Y Brahma recoge de él la gota de elixir, para ofrecérsela al bodhisatva.

No hay ningún ser que sea capaz de digerirla,
Excepto un bodhisatva de conducta pura.
Esta gota de elixir está formada por el mérito de muchos eones,
Y quien la consume se vuelve puro de cuerpo, habla, y mente.

Sakra, Brahma, y los guardianes del mundo fueron tres veces ante el bodhisatva
Para rendir homenaje al Guía del Mundo.
Tras rendirle honores y alabarle, tras haber escuchado el Dharma excelente,
Lo circunvalaron por tres veces, y partieron tal como habían venido.

Llegaron bodhisatvas de todas las regiones del universo, deseosos de oír el Dharma;
Se sentaron en tronos resplandecientes.
Tras haber oído el Dharma del Mahayana,
Partieron con los corazones alegres, recitando guirnaldas de alabanzas.

Las mujeres y niños afligidas por el sufrimiento, poseídos por espíritus,
Con problemas mentales, desnudos, y cubiertos de polvo;
Recuperaban sus sentidos al ver a la reina Māyā,
Y con la memoria y el juicio recobrados, volvían a sus lugares de residencia.

Aquellos que estaban enfermos de desequilibrios de los aires, bilis, y flemas;
O afligidos en cuerpo y mente por enfermedades de los ojos u oídos.
Aquellos afectados por diversas enfermedades de variados tipos y orígenes,
Eran curados cuando la mano de Māyā se posaba sobre sus cabezas. [75]

Y cuando Māyā recoge hierbas medicinales del suelo, y las da a los enfermos,
Todos recobran la salud, y retornan a sus lugares de procedencia.
Y eso era así porque el Rey de los Médicos, el gran remedio,
Ha entrado dentro del vientre de una madre.

Cuando Māyādevī mira su cuerpo, ve al bodhisatva dentro de su vientre.
Lo mismo que la Luna en el cielo está rodeada de estrellas,
Ella ve al Guía del Mundo, el bodhisatva,
Adornado con todos los signos de un gran hombre.

Ella no estaba atormentada por el deseo, odio, o ignorancia;
No tenía deseo sexual, ni envidia, ni malicia.
Con una mente satisfecha y gozosa, permanecía en el contentamiento y la quietud.
Nunca padecía el sufrimiento del hambre o la sed, o del calor o del frio.

Los sonidos de los instrumentos divinos sonaban sin tocarlos, incesantemente;
Mientras caía una lluvia de flores celestiales con los más dulces perfumes.
Los dioses y humanos aparcan sus diferencias,
Y no se golpean o hieren unos a otros.

Todos los seres están deleitados y felices; dan comida y bebida,
Dan gritos de alegría de felices y alegres que están.
El reino está en paz, y con prosperidad; las lluvias caen a tiempo;
La hierba, flores, y plantas medicinales crecen en su época.

Durante siete días y siete noches cayó una lluvia de joyas sobre el reino,
De forma que los pobres recibieron todo lo que podían coger y disfrutar;
Aquellos que una vez fueron pobres o estaban sufriendo,
Ahora son tan dichosos como los seres en los bosques de Nandana, en la cumbre del Meru.

Y el rey de los Sakya se dedicó al ayuno, suspendiendo las labores de gobierno;
Se dedicó únicamente a la práctica espiritual.
Cuando iba a entrar en el bosque de los ascetas, dijo a Māyādevī:
“¡Que grande debe de ser la alegría que sientes, llevando al más grande de los seres!”


Esto concluye el Capítulo Seis, sobre “El descenso dentro del vientre.”




[1] Un insecto de color rojizo.
[2] La Isla Rosada, nombre antiguo para designar el subcontinente indio.
[3] Monumentos dedicados a los Budas, o a grandes maestros.
[4] Satasahasravyhūa.
[5] Mas o menos una legua.
[6] Varios kilómetros o millas.
[7] Sakra.
[8] Brahmacharya

lunes, 11 de diciembre de 2017

Sutra del Desarrollo de la actividad completa.(Lalitavistara) Capítulo Cinco: La puesta en movimiento

Monjes, el bodhisatva reveló así este discurso sobre el Dharma a la gran asamblea de dioses. Así que ellos llegaron a entender su mensaje, y se entusiasmaron, deleitaron, y desarrollaron paciencia. En ese momento, el se dirigió a esa reunión de dioses afortunados:
“Amigos, yo ahora me dirigiré a Jambudvipa. En el pasado, cuando yo practiqué la conducta del bodhisatva, yo atraje a los seres por medio de las cuatro actividades de dar, utilizar palabras agradables, ayudar, y actuar de forma consecuente con lo que yo decía. Pero amigos, si ahora yo no alcanzo la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación, sería ingrato e irracional por mi parte.”

Oyendo esto, los hijos de los dioses del Cielo de Tushita lloraron y se abrazaron a los pies del bodhisatva. Ellos dijeron: “Virtuoso, si no te quedas, este Cielo de Tushita se quedará sin esplendor. [39]”

Ante esto, el bodhisatva replicó a la gran reunión de los dioses: “El bodhisatva Maitreya os enseñará el Dharma.”
Entonces el bodhisatva tomó la corona de su propia cabeza, y la colocó sobre la cabeza del bodhisatva Maitreya, diciendo: “¡Oh, virtuoso! Tu despertarás a la budeidad perfecta y completa después que yo.”
El bodhisatva entronó de este modo al bodhisatva Maitreya en el Cielo de Tushita.

Entonces, él se dirigió de nuevo a la gran asamblea de los dioses: “Amigos, ¿En qué tipo de forma debería de entrar en el vientre de una madre?”
Algunos replicaron: “Como un ser humano, y bajo la forma de un brahmín.” Pero otros dioses sugirieron: “Bajo la forma de un Sakra, o de un Brahma, o como un gran rey, o como Vaisravana, o como Rahu, o como un gandharva, o un kinnara, o un mahoraga, o como Mahesvara, o el dios de la Luna[1], o el dios del Sol[2], o como un garuda.”
Allí también estaba presente un hijo de los dioses del Cielo de Brahma, que tenía como nombre Ugratejā. Tras haber sido un sabio[3] en sus vidas anteriores, él había renacido entre los dioses, donde había alcanzado la irreversibilidad con respecto a la Insuperable, Perfecta, y Completa Iluminación.
El dijo: “Los mantras de los brahmines, y los Shastras de los Vedas mencionan cual es forma adecuada para un bodhisatva cuando desciende dentro del vientre de una madre. Debería de ser con la forma de un gran elefante excelente con seis colmillos, cubierto con una red dorada. Su cabeza debería de ser de color rojo, y sumamente bella. Debería de rezumar fluidos fragantes de sus sienes, y tener un cuerpo glorioso. Un brahmín que esté versado en los Vedas y en los Shastras reconocerá esas características, y en base a ellas predecirá la llegada de una persona que estará dotada con las treinta y dos marcas de un gran hombre.”

Monjes, mientras el bodhisatva estaba residiendo aún en el sublime Cielo de Tushita, él consideró el momento para su nacimiento. En ese momento, él manifestó ocho presagios en la sublime residencia del Rey Suddhodana. ¿Cuáles eran estos ocho?
La residencia era inmaculada puesto que todas malas hierbas, los tocones, las zarzas, los guijarros, la gravilla habían sido quitadas. Estaba bien [40] regada y limpia. Estaba al abrigo del viento, y completamente libre de hollín y de polvo. Allí no había mosquitos, moscas, avispas, o serpientes. Estaba cubierto de flores, y el terreno era llano como la palma de una mano. Este fue el primer presagio.

Al palacio llegaron bandadas de pájaros desde el Himalaya, la reina de las cordilleras. Allí había pattraguptas, loros, mynas, cucos, cisnes, zarapitos, pavos reales, gansos salvajes, agachadizas, ruiseñores, faisanes, y muchos otros. Los pájaros exhibían alas de bellos y deliciosos colores, y cantaban con melodías deliciosas. Se posaban sobre las terrazas, torres, portales, pabellones, y terrazas elevadas de la sublime residencia del Rey Suddhodana. Los pájaros estaban alegres y contentos, y cada uno de ellos cantaba feliz. Este fue el segundo presagio.

En todos los parques de recreo del Rey Suddhodana, en los bosques y jardines, los árboles florecieron y fructificaron con frutos de todas las estaciones. Este fue el tercer presagio.

En cada uno de los estanques de lotos y embalses del Rey Suddhodana aparecieron lotos del tamaño de ruedas de carreta, cada uno de ellos con miles de trillones de pétalos. Este fue el cuarto presagio.

En esa sublime residencia del Rey Suddhodana, todas las provisiones de mantequilla, aceite de sésamo, miel, azúcar sin refinar, y melaza, nunca se agotaban y parecían estar repletas aunque se utilizaran abundantemente. Este fue el quinto presagio.

Dentro de los pabellones de las mujeres de la excelente residencia del Rey Suddhodana, todos los instrumentos, tales como los grandes timbales, los timbales de arcilla y de madera, las flautas, laudes, los instrumentos de lengüeta, laudes de tres cuerdas, campanillas, y címbalos emitieron música maravillosa por sí mismos, sin necesidad de que nadie los tocara. Este fue el sexto presagio. [41]

En la residencia del Rey Suddhodana, la más excelente de todas, todos los cofres que contenían substancias preciosas, tales como oro, plata, joyas, perlas, berilio, conchas, cristales, y corales, abrieron sus tapas y mostraron su perfección sin faltas, y su abundancia. Este fue el séptimo presagio.

Apareció una luz pura e inmaculada, mucho más brillante que las del Sol y de la Luna, y produjo placer físico y mental. Este fue el octavo presagio.

[B3] La reina Maya se bañó y se aplicó perfumes; adornó los brazos con varios brazaletes, y se vistió con las prendas más finas y hermosas. Feliz, gozosa, y entusiasmada, estaba acompañada y rodeada por diez mil mujeres. Ella se encaminó hacia donde estaba confortablemente sentado el Rey Suddhodana, en el salón de música. Se sentó a su derecha, en un trono precioso que estaba cubierto con una celosía enjoyada. Sonriendo, y con un semblante que reflejaba confianza, se dirigió al Rey Suddhodana, empleando estos versos:

“¡Su majestad, maestro de la tierra, buen señor, te ruego que me escuches!
¡Su alteza, por favor, otórgame tu favor!
Por favor, escucha y regocíjate de corazón,
Con respecto a estos deseos que rondan mi mente.

Señor, movida por el amor hacia todos los seres, yo adoptaré los ocho preceptos,
Los cuales incluyen la disciplina y la conducta moral, el ayuno,
El abstenerse de dañar a ningún ser; y manteniendo siempre sentimientos puros,
Yo amaré a los demás como a mí misma. [42]

Yo he renunciado a todo pensamiento de latrocinio, y he abandonado el apego e ignorancia;
Su majestad, yo no actuaré de forma inmoral;
Seré veraz, no calumniaré a otros, y abandonaré las palabras ofensivas;
Nunca utilizaré palabras sin sentido o no virtuosas.

Renuncio a todo enfado, agresión, estupidez, y engreimiento;
Renuncio a toda codicia, y estaré contenta con lo que tenga;
Actuaré de forma apropiada, y renuncio a la zalamería, hipocresía, y envidia.
Yo discurriré por este sendero de las diez acciones virtuosas.

Yo estoy completamente dichosa manteniendo una conducta estrictamente disciplinada,
Por tanto, ¡Oh soberano, maestro de los hombres, no actúes con lujuria debido a la atracción que sientes hacia mí!
Su majestad, que lo no virtuoso no surja en ti durante mucho tiempo;
Por favor, regocíjate en el hecho de que yo esté cerca de ti manteniendo una disciplina estricta.

¡Su alteza, te pido que hoy digas sí rápidamente!
Yo quisiera vivir feliz, rodeada de mis amigas,
Dentro del pabellón fresco situado en lo alto del palacio, donde los cisnes se posan,
Sobre una cama blanda y fragante en la que estén esparcidas flores.

Que pueda no ser atendida por sirvientes masculinos, muchachos,
O incluso por mujeres ordinarias.
Que pueda yo oír solo conversaciones placenteras y armoniosas,
Y que pueda no ser oído o visto nada desagradable.

Te pido que liberes a todos los que están confinados en las prisiones,
Y que dotes al pobre con riquezas. [43]
Para la felicidad de la gente, durante una semana, por favor,
Da comida, bebida, vestido, carros, palanquines, y caballos.

Que puedan todos y cada uno de los hombres, mujeres, y niños de este palacio
Estar libres de disputas y de palabras coléricas.
Que puedan sus mentes estar llenas de afecto mutuo,
Y que puedan disfrutar estando juntos, como los dioses en las arboledas de recreo.

Que pueda no haber persecución, golpes, o amenazas maliciosas;
Que pueda no haber falta de retribución real, o castigo injusto;
Señor, por favor, mira a todos los seres como si fueran tu único hijo,
Piensa  benevolentemente y amorosamente con una mente serena.

Cuando el rey oyó estas palabras, se regocijó y proclamó:
“¡Que suceda todo lo que deseas!
Todo lo que buscas y quieres,
Todo eso que pides te lo daré.”

Entonces el rey excelente ordenó a su séquito:
“Haced los mejores preparativos en las habitaciones superiores del palacio,
Decoradlas con flores hermosas, y utilizad el mejor incienso y perfume.
Adornadlas con parasoles, estandartes, y con filas de hojas de palmera.

Emplazad una guardia de veinte mil bravos guerreros con armaduras,
Portando espadas, arcos, venablos, y lanzas.
Que ellos guarden las habitaciones en las que los cisnes cantan melodiosamente;
Que ellos guarden a la reina con extremo cuidado de forma que no sienta temor.”[44]

Bañada, perfumada, bien vestida, y con sus brazos enjoyados,
Rodeada por sus asistentes femeninas, como una doncella divina,
Acompañada por el placentero sonido de miles de címbalos,
La reina ascendió, y descansó lo mismo que una diosa.

Las patas de su cama estaban embellecidas con bellas y caras joyas divinas;
Era una cama confortable cubierta de flores.
Allí ella desabrochó su tiara de joyas preciosas,
Como una joven divina en el Jardín de Misraka.

Monjes, mientras tanto los dioses estaban reunidos. Estaban los Cuatro Grandes Reyes; Sakra, el jefe de los dioses; y los hijos de los dioses de los cielos de Suyāma, Santusita, Sunirmita, y Paranirmitavasavartin.
También estaba Sārthavāha, el hijo de Mara; Brahma, el Señor de Sahā; Brahmottara, el brahmín divino; Subrahmā, el brahmín divino; y Prabhāvyūha, Ābhāsvara, Mahesvara, y los hijos de los dioses que moraban en Nisthāgata y Akanistha, y también muchos otros cientos de miles de dioses de otros cielos. Ellos hablaban unos con otros, con estas palabras:
“Amigos, si permitiéramos que el bodhisatva parta solo, sin expresarle nuestra gratitud, sería deshonroso para nosotros. Amigos, ¿Quién de entre nosotros tendría el coraje suficiente para servir al bodhisatva constantemente e incesantemente mientras viaja al vientre de su madre? ¿Quién lo servirá mientras permanezca en el vientre, durante el nacimiento, y mientras juegue y crezca en su infancia? ¿Quién lo servirá cuando esté en los apartamentos de las mujeres mientras ve actuaciones musicales; y cuando renuncie a su hogar y emprenda las austeridades? ¿Quién lo servirá cuando se dirija al asiento de la Iluminación, subyugue a los demonios, cuando alcance la Insuperable Perfecta y Completa Iluminación; y gire la Rueda del Dharma? ¿Quién puede seguir acompañándolo con una actitud amable, afectuosa, amistosa, amorosa, y noble?”

Entonces cantaron estos versos: [45]

“¿Quién de entre nosotros tendrá el coraje para seguir alegremente
A este ser; a aquel que tiene esa apariencia perfecta?
¿Quién querría incrementar
Su mérito, esplendor, poder, y renombre?

A quien habite en estos palacios divinos,
Y desee disfrutar  los placeres celestiales
De las diosas y de los deleites divinos,
Dejadle que sirva a aquel que posee un rostro como una Luna inmaculada.

A quien desee disfrutar del encantador Jardín de Misraka,
Con el palacio celestial, el lugar de nacimiento de los dioses,
Lleno de flores doradas,
Dejadle servir a aquel de brillo inmaculado.

A quien desee juguetear con las diosas
En un carruaje espléndido, o en los jardines de placer
Alfombrados con pétalos de flores de mandarava,
Dejadle servir a este gran ser.

A quien aspire a ser el gobernante del Cielo de Yāmya[4] ,
O ser el señor del Cielo de Tushita,
Alguien digno de ser honrado por todos los seres,
Dejadle servir a aquel de renombre ilimitado.

A quien desee disfrutar en una hermosa mansión
En el cielo de Nirmita[5],
Y quiera disfrutar de todas las ilusiones creadas mentalmente,
Dejadle servir a aquel de cualidades excelentes.

A quien ha dominado a los Maras, pero que no alberga odio en su mente;
Quien ha obtenido la maestría sobre todo tipo de poderes,
Quien ha dominado sus sentidos y ha superado a los otros,
Dejadle ir con aquel que siempre está para ayudar.

Similarmente, aquel que desee ir más allá del Reino del Deseo,
Y residir en el Cielo de Brahma[6],
Dejadle servir hoy al gran ser
Que resplandece con los cuatro inmensurables.

A quien aspire a nacer entre los humanos
En el vasto reino de un monarca universal
Dejadle servir a aquel de mérito abundante,
La mina de joyas, quien otorga la ausencia de miedo y el gozo.

A quien quiera ser un gobernante o el hijo de un comerciante acaudalado,
Rico, feliz, y con gran riqueza,
Rodeado por un gran ejército capaz de vencer a los enemigos,
Dejadle ir con este benefactor.

A quien desee belleza, lujos, y poder,
Y aspire a tener fama, coraje, y buenas cualidades,
Y quiera hablar con palabras agradables que sean tenidas en cuenta,
Dejadle servir a señor instruido que habla con la voz de Brahma. [46]

A quien desee los gozos de dioses y de humanos,
O toda la felicidad de los tres reinos de la existencia,
O el gozo de la concentración y la felicidad en soledad,
Dejadle seguir al Señor del Dharma.

A quien anhele abandonar el apego y el odio,
Y quiera disipar la oscuridad de las aflicciones,
Dejadle con su mente en calma, tranquila, y totalmente en paz,
Seguir rápidamente a quien ha domado su mente.

A quien desee la sabiduría de los instruidos, los maestros, y los Realizadores Solitarios,
Y también la sabiduría de la omnisciencia,
Y que espera rugir como un león a través de los diez poderes,
Dejadle seguir al instruido que posee un océano de cualidades.

Aquel que desee cerrar el camino hacia los reinos inferiores´
Y abrir el sendero hacia los reinos afortunados de la inmortalidad,
Y viajar transitando por el sendero óctuple,
Dejadle seguir a quien ha completado todos los senderos.

A quien desea hacer ofrendas al Tathagata,
Y escuchar el Dharma de ese Señor de la Compasión,
Y lograr las cualidades de la Sangha,
Dejadle seguir a este océano de cualidades.

A quien espera poner fin a los sufrimientos del nacimiento, vejez, enfermedad, y muerte;
Y estar libre de los grilletes de la existencia cíclica,
Y disfrutar de la pureza igual al espacio ilimitado,
Dejadle seguir a este ser puro.

A quien desee liberarse a sí mismo y a los demás,
Deseando la belleza que es agradable para todos,
Las marcas corporales supremas, y el florecimiento de las buenas cualidades,
Dejadle atender al instruido que es hermoso de contemplar.

El instruido que aspira a obtener
La disciplina moral, la concentración, y la sabiduría,
Quien quiere la liberación que es profunda, difícil de ver, y difícil de investigar,
Dejadle seguir rápidamente al rey de los médicos.

A quien desee muchas de estas cualidades
Y la felicidad de la existencia y también del nirvana,
Y que quiere perfeccionar hasta el nivel último todas las cualidades,
Dejadle seguir al instruido que domina la disciplina moral.”

Cuando ellos oyeron estos versos, los dioses se reunieron. Había 84.000 dioses del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes; 100.000 dioses del Cielo de los Treinta y Tres; 100.000 dioses del cielo de Libre de Conflicto; 100.000 dioses del Cielo de la Alegría; 100.000 dioses del cielo de Deleitándose en Emanaciones; 100.000 dioses del cielo de Haciendo Uso de Emanaciones de Otros; 60.000 dioses del reino de Mara en el que habían nacido debido a sus anteriores acciones virtuosas; 68.000 [47] dioses del reino de Brahma, y muchos cientos de miles de dioses que se habían reunido procedentes de todos los reinos hasta llegar al cielo más elevado.
Además, muchos cientos de miles de hijos de dioses vinieron juntos desde el este, el sur, el oeste, y el norte. El más destacado de entre los hijos de los dioses, pronunció estos versos ante la gran asamblea de los dioses:

“¡Señores inmortales, por favor, escuchad estas palabras
Que expresan lo que hay en nuestras mentes!
Abandonaremos  el disfrute de los placeres sensuales, y el gozo de la concentración;
Para servir a este ser puro supremo.

Ya que él entra en el vientre, permanece en el vientre, y nace,
Nosotros haremos ofrendas al Gran Ser, tan digno de ser venerado.
Protegeremos al Sabio, quien está bien guardado por el mérito;
Nadie puede causarle problemas impulsado por una mente hostil.

Con canciones y el sonido melodioso de los címbalos,
Alabaremos las cualidades de aquel que posee un océano de cualidades.
Quien oiga esto generará la mente de la iluminación;
Y así deleitará a todos los dioses y humanos.

Llenaremos el palacio del rey con pétalos de flores,
Y encenderemos el mejor incienso de aloe negro.
Con ese aroma los dioses y humanos estarán contentos,
Los librará de la enfermedad y la fiebre, y los hará felices.

Llenaremos toda la ciudad de Kapilavastu
Con flores de mandarava abiertas, hermosos jazmines, e hibiscos;
Para hacerle ofrendas a él,
Quien aparece debido a las acciones virtuosas.

Mientras esté en el vientre de su madre, sin estar manchado por las tres manchas,
Y hasta que nazca para poner fin a la vejez y la muerte,
Lo serviremos devotamente.
Nuestro deseo es hacer ofrendas al de gran inteligencia. [48]

Será una gran bendición para los dioses y humanos
Ser testigos de cómo el recién nacido da siete pasos;
Verlo ser recibido por Sakra y Brahma,
Y ver al Ser Puro bañado con agua perfumada.

Nosotros lo serviremos devotamente
Mientras se comporta de acuerdo con el mundo;
Y mientras conquista las aflicciones del deseo dentro de las habitaciones de las mujeres;
Y cuando renuncia completamente a su reino.

Cuando coja la hierba y se dirija al asiento de la Iluminación,
Venza a los Maras y alcance la Iluminación,
Y sea instado a girar la rueda del Dharma por un billón de Brahmas,
Durante ese tiempo, nosotros haremos ofrendas vastas al Sugata.

Mientras el doma a trillones de seres para alcanzar la inmortalidad,
Realizando la actividad iluminada en un universo de tres mil millones de mundos,
Y hasta que pase dentro de la calma y paz del nirvana,
Durante ese tiempo, ninguno de nosotros abandonará al sabio afamado.

Monjes, las hijas de los dioses que habitan en los cielos del Reino del Deseo vieron la perfección del cuerpo del bodhisatva, y se preguntaron: “¿Cómo es ella, la joven que concebirá a este ser sublime y supremo.”
Llenas de curiosidad, reunieron las flores mejores y más finas, incienso, lámparas, perfumes, guirnaldas, ungüentos, polvos, y paños. Entonces, puesto que estaban bendecidas con poderes sobrenaturales que eran un resultado de la maduración del mérito, y poseedoras de unos cuerpos mentalmente creados, desaparecieron instantáneamente de ese palacio celestial.
Por medio de sus poderes sobrenaturales, ellas viajaron a Kapilavastu, esa ciudad sublime con cien mil jardines, [49] y llegaron al palacio del Rey Suddhodana, conocido como la Casa de los Cisnes, una gran mansión que parecía el palacio de los gobernantes de los dioses.
Las doncellas celestiales, luciendo largos vestidos sueltos, estaban bien adornadas por el esplendor de su mérito inmaculado, y sus brazos y manos estaban adornados con ornamentos divinos. Vieron a la reina Māyā descansando en su hermosa cama. Señalándola unas a otras, planeando en medio del cielo, cantaron estos versos unas a otras:
“Nosotras, las hijas de los dioses, que habitamos las moradas divinas
Vimos el cuerpo atractivo del bodhisatva,
Entonces nosotras pensamos:
“¿Cómo será la madre del bodhisatva?”

En nosotras surgió la curiosidad, y nos aproximamos al palacio real
Con guirnaldas de flores en nuestras manos.
Portando gran cantidad de flores y de ungüentos,
Nos postramos con las manos juntas.

Siendo nosotras bellas y maravillosamente vestidas,
Al ver a la reina Māyā descansar en su lecho,
Apuntamos hacia ella con nuestras manos, diciendo:
“¡Mirad la belleza de esta mujer!”

Debido a nuestro orgullo, nosotras pensábamos
Que las hijas de los dioses teníamos los cuerpos más bellos,
Sin embargo, cuando vimos el cuerpo de la esposa del rey,
Vimos que su esplendor sobrepasaba el de nuestros cuerpos divinos.

Dotada con grandes virtudes, digna de veneración,
Es ella la que será la madre del Mas Grande de los Hombres.
Lo mismo que una joya está dentro de un hermoso recipiente,
Esta reina será el recipiente que contenga al Dios de los Dioses.

Desde las palmas de sus manos hasta la suela de sus pies,
Su cara y su cuerpo son espléndidos, más aún que las de las diosas,
Indudablemente, cuando la miras, los ojos no se cansan de verla,
Pues ella trae una gran alegría al corazón y mente.

Su cara y cuerpo son atractivos;
Su rostro brilla como la hermosa Luna en el cielo,
Y su cuerpo que llamea como el fuego inmaculado del Sol,
Resplandece con una luz excelente.

La figura de esta reina es resplandeciente,
Brilla como el oro más puro.
Su cabello es suave, limpio, y agradablemente perfumado;
Negro como una abeja, y con bucles.

Sus ojos son como pétalos de loto,
Sus dientes lucen como las estrellas en el cielo.
Su busto es curvo como un arco,
Y sus hombros redondeados se encuentran suavemente con sus pechos.

Sus caderas son anchas, y sus piernas son firmes como la trompa de un elefante;
Sus rodillas están bien formadas, y las palmas de sus manos
Y las suelas de sus pies son suaves y rosadas.
Indudablemente, ella solo podría ser hija de los dioses.”

Tras haber  contemplado así a la reina de diversos modos,
Lanzaron flores y la circunvalaron por tres veces
Alabando a la gloriosa madre del Conquistador,
Y al momento siguiente retornaron al reino de los dioses.

Entonces los cuatro guardianes de las cuatro direcciones,
Junto con Sakra, Suyāma, Nirmita, y ejércitos de dioses,
Semidioses, kumbhāndas, raksasas,
Mahoragas, y kinnaras, dijeron:

“Id ante el Más Excelente de los Hombres;
Guardadlo y protegedlo,
Pero no hagáis daño a los seres,
No hiriendo a nadie.”

Como la reina Māyā estaba residiendo en el palacio
Junto con su séquito,
Cogiendo sus arcos y flechas, espadas, y jabalinas,
Permanecieron vigilantes en medio de los cielos.

Los hijos de los dioses, conocedores de que el tiempo de descender había llegado,
Se presentaron ante la reina Māyā
Y arrojaron flores y ungüentos;
Con las manos juntas, le rindieron homenaje, diciendo:

“¡Es la hora de que el León descienda!
¡Señor de los Hombres, nace!
Genera compasión y amor hacia los seres;
Te rogamos que otorgues el regalo del Dharma.”

Monjes, como el bodhisatva estaba a punto de morir y de renacer, muchos cientos de miles de bodhisatvas que moraban en el Cielo de Tushita, y a quienes les restaba un solo nacimiento, vinieron a él desde el Este. Se aproximaron en orden ante él para hacerle ofrendas. Similarmente, muchos cientos de miles de bodhisatvas a quienes les quedaba un solo renacimiento llegaron de las diez direcciones al Cielo de Tushita, y también se aproximaron en orden al bodhisatva para hacerle ofrendas.
Allí había también cientos de miles de hijas de los dioses procedentes del Cielo de los Cuatro Grandes Reyes que tañían sus instrumentos y que cantaban dulces canciones al bodhisatva. 84.000 diosas del Cielo de los Treinta y Tres, del Cielo Libre de Conflictos, [51] del Cielo del Gozo, del Cielo de Deleitándose en Emanaciones, y del Cielo de Deleitándose en las Emanaciones de Otros, se aproximaron al bodhisatva, y le hicieron ofrendas cantando canciones y tocando todo tipo de instrumentos.
En aquel tiempo, el bodhisatva se había sentado en el trono llamado Gloriosa Esencia[7], dentro de su gran palacio. Este trono había sido producido en base a su inmenso mérito, y era visible para los dioses y los nagas. Entonces, rodeado por las multitudes de bodhisatvas, dioses, nagas, y yaksas que estaban en torno a él, comenzó su partida del Cielo de Tushita.
Monjes, el bodhisatva al partir comenzó a emitir de su cuerpo una luz brillante que superaba a la de los dioses, una luz tan grande que un universo de tercer grado de tres mil millones de mundos fue completamente llenado por esa luz. Incluso las regiones más oscuras de los mundos, las cuales estaban llenas de negatividad y oscuridad, en las que ni siquiera el Sol y la Luna con su gran fuerza y poder eran capaces de iluminarlas, fueron iluminadas por ella. En esos reinos, los seres desafortunados son incapaces de ver sus propias manos. Pero incluso aquí brillo esa luz deslumbrante. Debido a esa luz, los seres de esas regiones se reconocieron unos a otros, y comentaron: “¡Escuchad amigos! También han nacido aquí otros seres!”
Durante un momento, el universo de tres mil millones de se movió fuertemente de seis formas distintas  y con dieciocho grandes signos. Los mundos fueron sacudidos, fuertemente sacudidos, sacudidos en todos los lados; los mundos temblaron, temblaron fuertemente, temblaron en todos los lados; los mundos fueron agitados, agitados fuertemente, agitados en todos los lados; los mundos resonaron, resonaron fuertemente, resonaron en todos los lados; los mundos reverberaron, reverberaron fuertemente, reverberaron en todos los lados; los mundos fueron bajados en los bordes, elevados en el medio; los mundos fueron bajados en el medio, elevados en los bordes; fueron bajados en el Este, elevados en el Oeste; fueron bajados en el Oeste, elevados en el Este; fueron bajados en el Sur, elevados en el Norte; fueron bajados en el Norte, elevados en el Sur.
En ese momento se oyeron toda clase de sonidos agradables y alegres. Había sonidos que inspiraban amor y que hacían que uno se sintiera sereno. Había sonidos atrayentes y refrescantes que eran imposibles de describir o imitar, unos sonidos agradables que no producían miedo. En ese momento no existía un solo ser que sintiera agresividad, temor, o angustia. En ese instante, incluso la luz del Sol y de la Luna, y todo el esplendor de los dioses, tales como Sakra, Brahma, o los guardianes del mundo estaba eclipsada. Todos los seres que moraban en los infiernos, o los que habían nacido en el vientre de un animal, o quienes habían nacido en el reino de Yama, fueron liberados del sufrimiento y llenos de bienestar. Ningún ser estaba atormentado por el deseo, el odio, la confusión, el apego, o la envidia. Ningún ser estaba punzado por la hipocresía, el orgullo, enfado, maldad, o remordimiento. Todos los seres sentían hacia los demás el mismo afecto que los padres sienten hacia sus hijos.
Cientos de millones de instrumentos musicales, tanto divinos como humanos, tocaban sus dulces melodías sin que nadie los tocara. Cientos de millones de dioses portaban la gran mansión del bodhisatva utilizando sus manos y hombros; mientras cien mil jóvenes doncellas celestiales se reunían en torno al palacio-en frente, atrás, a la izquierda, y a la derecha-alabando al bodhisatva con sus dulces canciones: [53]

“Tu acumulaste previamente grandes acciones meritorias,
Has aparecido debido a la virtud acumulada a lo largo de muchísimo tiempo,
Y te has purificado por medio del Dharma;
Hoy, nosotras te traemos una gran ofrenda.

En el pasado, durante millones de eones,
Tú has entregado a tus hijos e hijas.
Esta lluvia de flores celestiales
Es la fructificación de esa generosidad.

Señor, tu diste tu propia carne cortándola
Pesándola en una balanza para liberar a un pájaro.
La fructificación de esa práctica de generosidad
Es que los fantasmas hambrientos obtengan comida y bebida.

En el pasado, durante millones de eones,
Tú desarrollaste la paciencia como una base para alcanzar el despertar;
El resultado de tu práctica de la paciencia
Es que los dioses y humanos desarrollen mentes cariñosas.

En el pasado, durante millones de eones,
Desarrollaste un esfuerzo supremo y firme;
El resultado de tu práctica del esfuerzo diligente
Es que tu cuerpo es hermoso como el Monte Meru.

En el pasado, durante millones de eones,
Te entrenaste en la concentración para purificar las aflicciones;
El resultado de tu práctica de la concentración
Es que los seres no son dañados por las aflicciones.

En el pasado, durante millones de eones,
Te has entrenado en la sabiduría que destruye las aflicciones;
El resultado de tu práctica de la sabiduría
Es que tú emites una luz sublime y bella.

Con la armadura del amor tú has destruido las aflicciones
Y has desarrollado la gran compasión hacia todos los seres.
Tú has alcanzado el deleite perfecto y la ecuanimidad excelente;
¡Oh, Sugata, homenaje a ti!

Exaltado por el esplendor de la luz de la lámpara de la sabiduría,
Tú has iluminado toda la oscuridad de los engaños;
Tú eres el ojo que guía a los tres mil mundos, el único que muestra el sendero.
¡Oh, Muni, homenaje a ti!

Diestro en el conocimiento superior de las bases de los poderes milagrosos
Tú ves la verdad y has aprehendido el significado de la pureza;
Tras haber cruzado más allá, liberas a los demás seres.
¡Oh, Sugata, liberador, homenaje a ti!

Diestro en el conocimiento de todo y en los medios hábiles,
Tú, que no cambiarás más, manifiestas un cambio de forma;
Desapegado del mundo,
No obstante de adecúas a sus costumbres.

Quien te ve o escucha
Obtiene un beneficio supremo e inimaginable;
Quien te oye exponer el Dharma
Y tiene fe, es llenado de abundante alegría.

Ahora el Cielo de Tushita se queda sombrío,
Pero el Sol ha surgido en Jambudvipa;
Esta luz despertará a innumerables seres
Del sueño de las emociones aflictivas.

Hoy el palacio estará lleno de maravillas,
Lleno con cientos de miles de dioses;
Y en el palacio, una multitud de diosas
Tañe una música dulce con sus instrumentos.

La reina está dotada de una belleza suprema
Alimentada por la brillantez de su mérito y acciones virtuosas.
Este hijo suyo perfecto eclipsará
A los tres reinos con su esplendor.

La esplendorosa apariencia de este hombre perfecto
Hará imposible la existencia de codicia y de disputas
Entre los moradores de este palacio sublime.
Todos tendrán una mente cariñosa y reverente.

Cuando un rey del linaje de un monarca universal nace
Dentro del linaje de un rey, ese linaje será grandemente fortalecido.
Similarmente, la ciudad de Kapilavastu será perfecta
Y llena de tesoros.

Los yaksas, raksasas, kumbhāndas, guhyakas,
Los ejércitos de dioses y dānavas,
Aquellos que están prestos para guardar al mejor de los hombres,
Pronto encontrarán la liberación.

Guía, cualesquiera que sean los méritos acumulados
Alabándote con respeto y reverencia,
Nosotros los dedicamos todos ellos al logro del despertar.
¡Oh, Mejor de los Hombres, que podamos llegar a ser como tú rápidamente!

Esto concluye el Capítulo Cinco, sobre “La puesta en movimiento"


[1] Candra o Chandra.
[2] Surya.
[3] Rsi.
[4] El Cielo libre de conflictos, el tercer cielo del Reino del Deseo.
[5] El Cielo del deleite en las emanaciones, el quinto cielo del Reino del Deseo.
[6] En el Reino de la Forma.
[7] Srīgarbha.