sábado, 16 de junio de 2012

Jataka Nº 322 El Sonido que Oyó la Liebre. (Duddubha Jataka)

Una mañana, mientras algunos monjes estaban haciendo su ronda de limosnas en Savatthi, pasaron junto a varios ascetas de diferentes sectas que estaban practicando austeridades. Algunos de ellos estaban totalmente desnudos, y se acostaban sobre espinas. Otros se sentaban en torno a un ardiente fuego bajo el calor abrasador del Sol.
Más tarde, mientras los monjes estaban hablando de los ascetas, ellos le preguntaron al Buda: “Señor, ¿Hay alguna virtud en aquellas prácticas ascéticas tan extremadas?”
El Buda les respondió: “No monjes, no hay ni virtud, ni ningún mérito especial en ellas. Cuando son examinadas y comprobadas, son como un sendero sobre un estercolero, o como el sonido que oyó la liebre.”
Perplejos, los monjes dijeron: “Señor, nosotros no sabemos nada de ese sonido. Por favor, dinos que fue.”
Ante su petición, el Buda les contó esta historia del remoto pasado.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando Brahmadatta estaba reinando en Varanasi, el Bodhisattva nació como un león en un bosque, cerca del Océano Occidental. En una parte de ese bosque había una arboleda de palmas que estaba mezclada con árboles de belli. En esa arboleda vivía una liebre bajo un arbolito de palma, a los pies de un árbol de belli.
Un día la liebre se encontraba bajo el joven árbol de palma, pensando ociosamente: “Si esta tierra fuese destruida, ¿Qué me pasaría a mí?”
En aquél mismo instante, sucedió que cayó un fruto maduro del árbol de belli, y golpeó la hoja de palma haciendo un fuerte “¡THUD!”
Asustada con este sonido, la liebre brincó, y exclamó: “¡La tierra se está colapsando!” E inmediatamente huyó, sin ni tan siquiera echar una mirada hacia atrás.
Otra liebre, viéndola pasar corriendo para salvar su vida, le preguntó: “¿Qué va mal?”, y también comenzó a correr.
“¡No preguntes!” jadeó la primera. Esto alarmó aún más a la segunda, y aceleró para seguirla.
“¿Qué va mal?” preguntó de nuevo.
Parando tan solo un momento, la primera de las liebres exclamó: “¡La Tierra se está rompiendo!”. Ante esto, las dos escaparon juntas.
Su miedo era contagioso, y otras liebres se les unieron hasta que todas las liebres de aquel bosque huyeron juntas. Cuando otros animales vieron la conmoción y preguntaron acerca de qué iba mal, ellas con la respiración entrecortada les decían:”¡La Tierra se está destruyendo!”, y entonces ellos también comenzaban a correr para salvar sus vidas. De esta forma, a las liebres pronto se les unieron rebaños de ciervos, de jabalíes, de alces, de búfalos, de toros salvajes, y también rinocerontes, una familia de tigres, y algunos elefantes.
Cuando el león vio esta amplia estampida de animales, y oyó la causa de esta huida, pensó: “Verdaderamente, la Tierra no se está acabando. Tiene que haber sido algún sonido que ellos han interpretado mal. Si yo no actúo con rapidez, ellos morirán. ¡Tengo que salvarlos!”
Entonces, corriendo tan rápido como solo él podía correr, se puso frente a ellos, y rugió tres veces. Ante el sonido de su poderosa voz, todos los animales se pararon donde estaban. Jadeantes, juntos temblaban de miedo. El león se acercó, y les preguntó por qué estaban corriendo.
Ellos le respondieron: “¡Se está colapsando la Tierra!”
“¿Quién la vio colapsarse?” preguntó el león.
Algunos animales contestaron: “Los elefantes saben todo al respecto.”
Cuando les preguntó a los elefantes, ellos dijeron: “Nosotros no sabemos nada. Los tigres lo saben.”
Los tigres dijeron: “Los rinocerontes lo saben.” Los rinocerontes dijeron: “Los toros salvajes lo saben.” Los toros salvajes dijeron: “Los búfalos lo saben.” Los búfalos dijeron: “Los alces lo saben.” Los alces dijeron: “Los jabalíes lo saben.” Los jabalíes dijeron: “Los ciervos lo saben.” Los ciervos dijeron: “Las liebres lo saben.”
Entonces cuando les preguntó a las liebres, ellas le indicaron una en particular, y dijeron: “Esta nos lo contará.”
El león le preguntó: “Señor,¿ es verdad que la tierra se está rompiendo?”
La liebre dijo: “Sí ,señor. Yo lo vi”
El león volvió a preguntar: “¿Dónde estabas cuando lo viste?”
La liebre contestó: “En el bosque, en una arboleda de palmas mezclada con árboles de belli. Yo estaba tumbado bajo una palma, a los pies de un árbol de belli, pensando: “Si esta tierra fuese destruida ,¿qué sería de mí?” En ese mismo instante oí el sonido de la tierra rompiéndose, y huí”
Tras escuchar esta explicación, el león se dio cuenta exactamente de lo que había sucedido realmente, pero quiso verificar sus conclusiones, y demostrar la verdad a los demás animales.
El gentilmente logró calmar a los animales, y les dijo: “Yo cogeré a la liebre, y juntos iremos a ver si la tierra se está acabando o no dónde él dice que lo está. Hasta que volvamos, esperad aquí.”
Colocando a la liebre sobre su espalda de color ámbar, él corrió a toda velocidad de vuelta hacia ese bosque. Entonces posó a la liebre y le dijo: “Vamos, muéstrame el lugar que tú dices”
La liebre contestó: “No me atrevo, señor.”
“No temas” dijo el león.
La liebre, temblando de miedo, no quería arriesgarse a ir cerca del árbol de belli. El solo podía apuntar, y decir: “Hacia allí, señor, es el lugar del terrible sonido.”
El león fue hacia el lugar que le indicó la liebre. Pudo ver el lugar en el que la liebre estuvo tumbada sobre la hierba, y vio el fruto maduro de belli que había caído en la hoja de palma. Habiéndose asegurado cuidadosamente de que la tierra no se estaba rompiendo, subió de nuevo a la liebre sobre su espalda, y volvieron a dónde estaban esperando los animales.
Les dijo lo que había encontrado, y dijo: “No tengáis miedo.” Ya confiados, todos los animales volvieron a sus lugares habituales, y reasumieron sus habituales rutinas.
Aquellos animales se habían puesto ellos mismos en un gran peligro porque ellos escucharon rumores y miedos infundados, en vez de intentar encontrar ellos mismos la verdad. Verdaderamente, de no haber sido por el león, aquellas bestias se habrían precipitado al mar, y perecido. Fue solo debido a la sabiduría y compasión del Bodhisattva por lo que ellos escaparon de la muerte.
Tras concluir la historia, el Buda identificó el nacimiento: “En aquel tiempo, yo era el león”



Trad, por el ignorante y falto de devoción upasaka Losang Gyatso.

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